Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

37. Alicia - Final (Parte 1)


¿Listos?


* * *


Si ese imbécil intenta hacerte daño, juro que voy a matarlo.

Escuchar la voz de Max es la mejor terapia para la ansiedad. Llevo horas junto a Thomas en el escondite; él no se atrevía a abrir la puerta, y como el ataque de pánico lo agotó con demasía, decidió tomar una siesta en la cama de la habitación.

Tengo suerte de haber traído el teléfono en el bolsillo cuando comenzó el atentado. Thomas también trajo el suyo, pero no quiso llamar a nadie. Lo apagó poco después de que entramos aquí.

—Tranquilo, estaré bien —le aseguro a Max—. Él no me hará daño.

Miro a Thomas mientras duerme. Luce como un niño indefenso; se ve tan relajado que no quiero despertarlo. ¿Quién iba a pensar que alguien que resultaba tan intimidante en el pasado luce tan inocente y vulnerable ahora?

¿Estás segura de que no quieres que vaya por ti? —insiste Max. Suena verdaderamente preocupado.

—Puedo manejarlo, deja de preocuparte. Según me dijiste, los pocos terroristas que salieron con vida ya fueron arrestados. La Cúpula ha de estar plagada de protectores en este momento; ni se te ocurra aparecerte por aquí.

Está bien —resopla—. Solo prométeme que vas a tener cuidado. No olvides que Thomas no es el único que conoce tu verdadera identidad. Por cierto, apenas te liberes de tus responsabilidades, ven corriendo a la base. Hay dos personas que están ansiosas por conocerte.

—Muero de ganas —admito con una sonrisa, aunque él no pueda verla—. Por cierto, hay algo muy importante que necesito contarte.

Dímelo ahora, Alicia. Sabes que no me gusta la intriga.

—Te lo diré más tarde, ¿sí? —Veo a Thomas removerse en su cama—. Debo colgar. Te veré luego.

Ten cuidado —repite Max—. Te amo.

—Te amo, adiós.

Decidí contarle todo lo que me reveló Thomas, excepto que Arkos será destruido a fin de año. No quiero acabar de una vez con la felicidad que siente Max en este momento por haber recuperado a su familia.

Thomas me reveló que, además de trabajar en el proyecto que planea restaurar la humanidad de forma global, los gobernadores de Arkos y Newtopia han decidido destruir la mayor parte de la nación antártica para demostrar su imbatible poder y recuperar el respeto —o el miedo— de los arkanos y de los extranjeros.

El único territorio que no está contemplado para ser destruido es Libertad, capital y ciudad más grande de Arkos. Las demás ciudades, tristemente, serán destruidas casi en su totalidad. Lugares como Esperanza, Unión, Nueva Madrid y Andrómeda desaparecerán si no hacemos algo para detener la nueva amenaza de los gobernadores.

Según Thomas, tras la destrucción, Arkos será dividido en dos tipos de áreas: las seguras y las devastadas. Quienes sobrevivan a la destrucción de las áreas devastadas y quieran ingresar en las seguras, deberán ser sometidos a un proceso de "reeducación" que garantizará que su lealtad esté con el gobierno arkano. Es un plan tan macabro e inhumano que siento náuseas al pensar en él.

De efectuarse la destrucción, millones de personas morirán, y estoy segura de que las repercusiones serán devastadoras para los pocos que logren sobrevivir.

Mis pensamientos son interrumpidos al notar que Thomas se está removiendo demasiado. Al parecer, está teniendo una pesadilla. Me aproximo a él y agito ligeramente su hombro, a lo que él despierta de golpe y reacciona con pánico.

—Tranquilo, soy yo —le digo. Él respira con dificultad y mira en todas direcciones.

—¿Qué hora es? —pregunta al espabilar. Frota sus ojos con los puños mientras bosteza.

—Son las doce de la tarde —anuncio tras comprobar la hora en mi teléfono—. Es hora de salir y enfrentar la realidad.

Thomas se tensa ante mis palabras. Sé que no quiere abandonar la habitación y enfrentarse a la gran cantidad de cadáveres que ha de hallarse al otro lado.

—¿Vamos? —le extiendo una mano para ayudarlo a incorporarse.

Él inhala y exhala con lentitud antes de responder.

—Vamos.

Se pone de pie. Cada uno de sus movimientos es errático.

—¿Puedo sostener tu mano al salir? —pregunta con voz de pequeño asustado.

Me es inevitable esbozar una sonrisa fraternal.

—Claro.

Nos acercamos hacia la puerta con las manos tomadas. Thomas teclea la clave de salida con su mano libre y la resistente puerta metálica que nos salvó la vida se desbloquea.

—A la cuenta de tres —anuncio, sonando un tanto atemorizada. Todavía me cuesta ver cadáveres sin entrar en pánico.

—Uno —dice Thomas, nervioso.

—Dos —continúo.

—Tres —concluye.

Y abrimos la puerta juntos.

El paisaje del otro lado es peor de lo que esperaba. Hay cuerpos caídos por todas partes y manchas de sangre tan grandes que el piso parece un mar rojizo. La respiración de Thomas se está acelerando; aprieto su mano con fuerza en un intento por contenerlo. No sé cómo logro mantener la calma con la visión de tantos funcionarios muertos que no hacían más que cumplir con sus labores.

Thomas escruta los alrededores con horror en la mirada. Sus ojos hinchados por el sueño y el llanto de hace horas han vuelto a cristalizarse.

—No... no puedo —dice, agitado. Mueve la cabeza de un lado a otro.

—Creí que fuiste insensibilizado cuando niño. —comento, asombrada por su expresión de terror y dolor.

—No quiero volver a lidiar con la muerte —dice Thomas con la voz quebrada. No me mira a los ojos; es como si hablara consigo mismo—. No quiero volver a ver la sangre de gente inocente.

Se acerca a abrazarme. Una vez que nos unimos, él tirita y respira con mayor dificultad.

—No quiero más muertes injustas, Alicia —susurra—. No quiero.

No sé qué decirle. Me gustaría prometerle que la sangre dejará de ser derramada con el tiempo, pero estoy comenzando a creer que la paz nunca será posible.

Me limito a devolverle el abrazo para contenerlo. Que Thomas reaccione de esta forma ante la visión de tantos cadáveres me indica que la insensibilización de los futuros gobernadores no causa un efecto total, o que Thomas sigue siendo lo suficientemente humano como para sufrir ante la muerte de los demás.

Es irónico pensar que él desea su propia muerte, pero que le teme a esta y le afecta la de otros. Sin duda, Thomas es una caja de sorpresas y un ser imposible de comprender. Intentar averiguar qué clase de persona es sería una tarea inacabable.

—¡Manos arriba! —grita alguien de repente.

Thomas y yo nos sobresaltamos. Ambos alzamos las manos y respiramos entre jadeos.

—¿Señor Soles? —pregunta alguien a unos metros de distancia: es un protector de unos treinta y tantos años—. ¿Es usted?

—Soy yo —confirma Thomas. Sorprendentemente, su postura frágil y temerosa ha quedado atrás. Luce erguido y autoritario ahora; de no ser por sus ojos hinchados, nadie sospecharía que actuó como un niño indefenso hace horas—. Salgamos de aquí.

Descendemos por el elevador. Thomas mantiene su postura inquebrantable, y entiendo que esta se debe a la presencia del protector. Supongo que él no puede mostrar debilidad ante la gente que debe respetarlo. Que se haya mostrado débil y temeroso conmigo significa que confía en mí, y no sé qué sentir al respecto.

Decidí que ya no me aprovecharía de él, y eso es lo que haré; pero si decide por su cuenta que quiere unirse a la causa rebelde, no le negaré mi apoyo. No necesito conocerlo más para notar que está desesperado por cambiar.

Apenas bajamos unos cuantos pisos, el elevador se detiene y se abre en una planta también repleta de cadáveres. Hay una gran cantidad de protectores, paramédicos y forenses metiendo los cuerpos en bolsas negras de plástico. El protector que nos encontró a Thomas y a mí nos explica que se están sacando los cuerpos de los primeros pisos antes que los demás, por ello es que la planta en la que se encuentra la oficina de Thomas seguía repleta de cadáveres.

El protector les hace una señal de negación a dos protectores que intentan ingresar en el elevador con un carro sobre el que se halla un cadáver envuelto en su bolsa. Los protectores reconocen a Thomas y de inmediato se disculpan y se alejan con el carro como si estuvieran en presencia de un dios al que le pertenece el elevador.

Por un segundo, noto dolor en los ojos de Thomas, pero al instante es reemplazado por severidad. Ya no luce para nada como el chico endeble que conocí en la habitación secreta.

El protector reactiva el elevador y repite la negación en cada piso en el que se detiene. Mis nauseas aumentan a medida que contemplo nuevas plantas repletas de bolsas negras. El protector se excusa con Thomas diciendo que los terroristas que provocaron tantas muertes en el interior de la Cúpula ingresaron por la parte trasera, mientras que la mayor cantidad de protectores estaban concentrados en la zona frontal, misma en la que Thomas y yo vimos cientos de encapuchados que disparaban e intentaban ingresar. Ahora entiendo que el ataque frontal no fue más que una distracción para que los terroristas de la parte trasera ingresaran con menor dificultad.

El atentado ha sido muy bien planeado y ejecutado, tanto que estoy rechazando la idea de que los gobernadores no hayan tenido nada que ver con él. Nadie más que ellos podrían preparar un movimiento así de exitoso y devastador. Se supone que la Cúpula es el lugar más protegido de todo Arkos; el ataque debió ser advertido tiempo antes de que hubiera comenzado.

Pero ¿de qué les serviría a los gobernadores un atentado que cuestionara la seguridad de la Cúpula y del Cuerpo de Protección? ¿Qué ganarían ellos con una demostración de debilidad como esta?

La idea de que sí fuesen las autoridades quienes estuvieran detrás del atentado y que Thomas haya tenido conocimiento sobre lo que sucedería comienza a estremecerme. Tengo tanto miedo de obtener una confirmación de su parte que no me atrevo a preguntárselo.

¿Y si es en realidad una persona cruel y despiadada que acaba de engañarme? ¿Y si caí en sus mentiras y ahora estoy en peligro?

Son cientos las preguntas y dudas que tengo en mente. Ya no sé en quién confiar. Thomas parece confiable, pero nunca se debe poner las manos al fuego por nadie. Ningún ser humano es inmune a los errores.

Finalmente llegamos al primer piso. El rostro de Thomas se oscurece cada minuto más; ya no queda atisbo de miedo o tristeza en él. Ha vuelto a ser el Thomas Soles que medio mundo respeta y teme.

El protector nos conduce por una serie de pasillos hasta llevarnos a las áreas principales de la primera planta de la Cúpula, en donde nos informa que se han reunido los gobernadores. A mitad de camino, Thomas le pide al protector que se retire.

—¿No quiere que lo custodie? —pregunta el protector—. La Cúpula estuvo bajo ataque, señor. Tenemos órdenes estrictas de protegerlo.

—Puedes irte —insiste Thomas. Se oye tan mecánico e inexpresivo como un robot—. Ve a ayudar donde se necesite, estaré bien.

Tras mucha reticencia, el protector acaba asintiendo y regresando sobre sus pasos. Una vez que estamos solos, Thomas mira de un lado a otro en el pasillo y se aproxima a mí hasta situar su cara a escasos centímetros de la mía.

—Debes regresar a casa —susurra. Ahora, su rostro luce un tanto cálido pero preocupado—. Mis agentes saben que eres rebelde; no podemos correr el riesgo de tenerte aquí. Si se descubre que los tuyos tuvieron que ver con esto, estarás en graves...

—Los míos no tuvieron nada que ver con esto —interrumpo entre voz determinada y temerosa—. Es más, dudo que algún opositor esté detrás del atentado.

—¿De qué hablas? —demanda Thomas con ceño fruncido.

—¿Por qué no me dices la verdad? ¿Por qué no admites que sabías que esto sucedería y que tu padre y los demás gobernadores han sido los que...? —Cubre mi boca.

—¡Baja la voz! —reprende entre dientes—. No tuve nada que ver con lo que sucedió si eso es lo que crees. Me apena que pienses que sí. —Luce honestamente dolido.

Él retira su mano, pero no se aleja. A pesar de la pequeña discordia que acaba de formarse entre nosotros, Thomas no despega sus ojos de mis labios ni se inmuta en apartarse.

—Ve donde los tuyos —musita, aún mirando mis labios. Debería retroceder, pero estoy congelada en mi sitio—. Y no desconfíes de mí, Alicia. Nunca te fallaría.

Es lo último que dice antes de encaminarse en busca de su padre.


* * *


Salir de la Cúpula fue casi imposible; por poco fui llevada al hospital para constatar lesiones. No tengo daños físicos, pero psicológicos sí. No dejo de reproducir en mi mente los rostros de los cadáveres que presencié.

He llegado a la industria textil situada sobre la base eterna. Los funcionarios de la industria me preguntan si estoy bien, y a todos me limito a asentirles como respuesta y asegurarles que necesito ver a los míos cuanto antes. No tardo mucho en llegar al elevador secreto que me conduce a la entrada de la base.

Max es el primero a quien veo una vez que las puertas del elevador se abren. Corro en su dirección y me lanzo a sus brazos, y no es hasta que reposo mi cara sobre su hombro que decido llorar y expulsar toda la presión que me angustia desde el atentado.

—Tranquila, hermosa —dice Max. Acaricia mi cabeza con suavidad—. Estás a salvo.

—Fue horrible —digo. Mi voz suena amortiguada por su hombro—. Creí que iba a morir.

Max no dice nada, solo se aparta y toma mi cara entre sus manos para besarme.

—¿Quieres hablar de lo que pasó? —pregunta al separar nuestros labios.

Niego con la cabeza, y él vuelve a abrazarme. Cuando dejo de llorar y me calmo, veo que una mujer pálida de unos cincuenta y tantos y un chico moreno y menor que yo se aproximan a nosotros.

Max nota su presencia también, y de inmediato esboza la sonrisa más alegre que le haya visto en mucho tiempo.

—Alicia, te presento a mi madre y a Kevin, mi hermano —anuncia lleno de felicidad.

Al instante me alegro por él. Hace una semana, cuando me contó por teléfono que su familia había llegado a Arkos junto a Aaron, Ibrahim y Michael, sentí una felicidad tan regocijante como la que experimenté cuando Aaron nos contó hace un par de meses por teléfono satelital que parte de la familia Cervantes estaba viva.

—Es un placer conocerte, Alicia. —La señora Cervantes sonríe y me extiende una mano—. Mi nombre es Lisa. Max me ha hablado muchísimo de ti. —Le guiña un ojo a mi novio, quien no deja de sonreír.

—El placer es mío. —Estrecho la mano de Lisa y le dedico una sonrisa tan ensanchada como la de Max—. Lamento no haber venido antes; paso todo el día trabajando, y en las noches no puedo salir por causa del toque de queda.

—No te preocupes, querida —dice Lisa—. Entiendo que formas parte de una misión muy importante.

"Importante y denigrante", pienso en mis adentros. Me alegro de que Thomas me haya abierto los ojos. Ya tendré tiempo para quejarme con los jefes de la base.

—¿Y bien? —Max se dirige a su hermano—. ¿No saludarás a tu cuñada? —Se ríe.

El hermano, a diferencia de su madre y Max, no luce para nada feliz de verme.

—Hola —dice en tono seco, casi descortés—. Soy Kevin.

—Es un gusto conocerte, Kevin. —Le extiendo una mano, pero él mantiene la suya en su sitio. Tras ello, se aleja en dirección a ninguna parte en particular.

—Me disculpo por la actitud de mi hermano —dice Max, avergonzado—. No ha sido fácil para él llegar aquí.

—Entiéndanlo, ha pasado por mucho con apenas trece años —excusa Lisa con pesar—. Creí que estaría muy feliz de escapar de la academia de futuros protectores y regresar a Arkos, pero no ha sido así.

—Quizá le estaban lavando el cerebro —sugiero. Me arrepiento al instante por decirlo sin pensarlo. Tanto Max como su madre se tensan ante la idea—. Lo siento, no quise sugerir eso.

—Está bien. —Lisa fuerza una sonrisa—. Solo Dios sabe qué clase de cosas le hicieron en ese lugar. Espero que mi niño vuelva a ser el chico feliz de antes. —Ella se persigna, cierra los ojos y se pone a rezar en silencio, y no puedo evitar mostrar asombro.

—Olvidé mencionarte que mamá es muy religiosa —susurra Max en mi oído con voz risueña—. Solo finge que tú también lo eres y no tendrás problemas con ella.

—Tal vez debería serlo —musito, y lo digo en serio. He escapado tanto de la muerte que me cuesta creer que todo es una casualidad.

Decido pedirle a Lisa que me enseñe a rezar, pero un grito a la distancia me interrumpe.

—¡Alicia! —Es Susan.

Ella corre en mi dirección. Al alcanzarme, le doy un abrazo apretado.

—Tenía mucho miedo de que te pasara algo malo —dice con rostro sonriente al separarnos—. Me alegra que estés bien.

—Susan, debo hablar contigo. —La sonrisa de mi rostro desaparece al recordar todo lo que experimenté con Thomas en el escondite—. Es urgente.

—¿Qué sucede? —pregunta con el entrecejo hundido.

—¿Nos disculpan unos minutos? —Miro a Lisa y Max; ellos asienten.

Me llevo a Susan a mi habitación de la base. Evado a los eternos que intentan preguntarme sobre el atentado de la Cúpula. Mi urgencia por el momento es hablar con mi amiga y luego revelarle a todo el mundo la amenaza que me advirtió Thomas.

Susan y yo estamos a solas en el cuarto que solía compartir con otros eternos. Joshua está durmiendo a unas habitaciones de distancia, así que tenemos tiempo de sobra para conversar con calma.

—¿Puedes decirme de qué quieres hablar? —pregunta Susan, algo tensa. Ambas nos sentamos en una de las camas.

—¿Por qué no me contaste de tu relación con la hermana de Thomas? —pregunto de sopetón.

Susan abre los ojos de par en par.

—¿Cómo te enteraste de eso? —inquiere, sorprendida.

—Solo dímelo.

—No me pareció importante contártelo, fue una tontería —dice como si nada—. Ella ni siquiera me gustaba. Es más, creo que ni siquiera me gustan las mujeres. —Se ríe.

—¿Me estás tomando el pelo? —demando—. ¿Por qué tuviste algo con ella si no sentías nada?

—¿Por qué crees tú? Es simple, Alicia: fue por pura rebeldía. Ella, tal como nosotras, creció en medio de un ambiente estricto y sofocante. Ambas nos asfixiábamos en nuestro entorno, y estábamos malditamente hartas de seguir las reglas. Decidimos liarnos como manifestación contra nuestras familias y una divertida provocación.

—¿Te das cuenta de que pudieron haberte curado o hecho algo peor? —reprendo, disgustada—. Con esas cosas no se juega, Susan. Thomas en serio creyó que tenías un "problema".

—Eso es justamente lo que quería que pensara. —Ella sonríe con maldad—. Quería que sufriera ante el hecho de que su prometida tuviera una relación con su hermana, y lo logré. Saberlo lo volvió loco. ¿Recuerdas la noche de la fiesta en la que nos hicimos amigas? Él pensó que yo tenía algo contigo también, por eso me golpeó. Era un maldito enfermo, y lo sigue siendo.

—Si él es un maldito enfermo, ¿qué eres tú? —Me arrebato—. Lo siento, Susan, pero lo que hiciste fue muy cruel. Trastornaste a tu novio por el simple hecho de querer vengarte y desquitarte por una vida que ninguno de ustedes eligió. Él ha sufrido tanto como nosotras.

—¿Qué sabes tú de lo que ha sufrido? —Ella se levanta de la cama—. ¿Tienes idea de cada cosa que me hizo? No te he contado todo lo que viví con él, y no sabes absolutamente nada sobre ese demente... ¿o sí? ¿Hay algo de lo que deba enterarme?

Decido ponerme de pie y explicarle lo que pasó con Thomas en el escondite. Por el rostro enfurecido de Susan, puedo adivinar que estoy traspasando la línea de nuestra amistad.

—¿¡Me estás diciendo que ese engendro sabe que conoces mi ubicación y la de mi hijo!? —Ella explota de ira—. ¿¡Qué rayos pasó por tu cabeza!? ¡Ahora estamos en peligro!

Pongo mi más sincera expresión culpable.

—Lamento habérselo contado, Susan. —Y lo digo en serio—. Pero tienes que creerme: Thomas ya no es el monstruo que conocías. Él no hará nada que nos ponga en riesgo.

Susan ríe con sorna.

—¿Eres imbécil o qué? —espeta—. ¿Te das cuenta de que pasaste apenas unas horas con él y ya logró manipularte a tal extremo de hacerte pensar que es una buena persona? ¡Me hacía eso todo el tiempo, Alicia! ¡No seas estúpida!

Quizá tiene razón. Thomas puede seguir siendo el monstruo del que se me advirtió; no tengo ninguna prueba que demuestre lo contrario. No obstante, tengo la corazonada de que es bueno. Quiero aferrarme a la posibilidad de que alguien tan corrompido como él puede empezar de nuevo. ¿Quién soy yo para juzgarlo por sus errores del pasado cuando yo misma he cometido errores de los que no puedo perdonarme?

Ya cometí la gran equivocación de nunca comprender a Carlos y juzgarlo por todo lo que fue, y no quiero hacerlo otra vez. Si existe la posibilidad de que Thomas se convierta en una mejor persona y se aleje del abismo en el que ha sido sumergido, haré el esfuerzo por confiar en él y ayudarlo en el proceso.

—Puede que esté pecando de ingenua —concuerdo—. Puede que Thomas siga siendo el ser inhumano que describes, pero también puede que no. ¿Por qué no le brindamos la oportunidad de redimirse? ¿Por qué crucificarlo de por vida por sus errores en vez de ayudarlo a mejorar? Él quiere conocer a su hijo, Susan. Joshua es lo único valioso que tiene en el mundo. No le quites la oportunidad de amarlo como corresponde.

—No te reconozco, Alicia. —Susan me mira con un desprecio que nunca esperé recibir de su parte—. Te diré una cosa: no te atrevas a poner a mi hijo en peligro. Nunca permitiré que el desequilibrado de Thomas se acerque a él.

—Pero...

—¡Pero nada! —Me agarra con fuerza de un brazo—. ¡No permitiré que me lo arrebaten y lo conviertan en un monstruo! ¡No tienes el derecho a interferir en mis decisiones!

—Y tú no tienes el derecho a evitar que un padre conozca a su hijo —me arriesgo a decir.

Susan me da una fuerte cachetada.

Enmudezco. No siento dolor en mi mejilla; el dolor que me escoce por dentro es mucho mayor.

—Acabas de perder una amiga —dice entre dientes. Se dirige hacia la puerta, la abre y se da la vuelta antes de marchar—. Y piensa bien lo que estás haciendo, porque acabarás perdiendo a Max.

Ella se va. Intento resistir las lágrimas, pero estoy a punto de fallar.

—¿Por qué me perdería? —inquiere alguien desde el pasillo. Es Max.

—Pregúntaselo tú. —Es lo único que responde Susan antes de marcharse.

Max ingresa y me escruta con preocupación al notar mi mejilla enrojecida.

—¿Qué diablos pasó? —pregunta.

—Te explicaré más tarde. —Tengo la voz quebrada, pero no dejo de hablar—: Hay algo más importante que debo contarte ahora.

—Eso tendrá que esperar también, porque tenemos una emergencia —advierte.

Él me cuenta lo que pasó con David y Aaron hace unas horas. Mi corazón está a punto de colapsar.

—¡Tenemos que buscarlo! —exclamo, desesperada—. ¡Está en peligro!

—Ibrahim, Michael y Ben lo han buscado como locos, pero no han hallado rastro alguno de él —informa Max con tristeza en la voz—. Ibrahim ha llamado a todos nuestros contactos de los Centros de Seguridad, los hospitales y la Prisión de Libertad, y nadie sabe nada. Creemos que tú podrías intentar averiguar algo en la Cúpula.

—Allá todo es un caos, pero lo intentaré. —Camino con rapidez hacia la puerta.

—¡Espera! —Max me detiene antes de salir—. ¿De qué querías hablarme?

—Eso puede esperar —afirmo—. Lo importante ahora es rescatar a...

Me callo al sentir mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Lo saco y descubro que es una llamada de Thomas.

—¿Sí? —pregunto al contestar.

—¿Dónde estás? —inquiere. Se oye agitado y aterrado, como si estuviera corriendo y escapando de alguien. El sonido de pasos me confirma que en efecto está corriendo.

—Donde mi gente —respondo—. Iré a la Cúpula en unos minutos.

—¿Estás en Libertad? —pregunta. Le está costando hablar.

—Así es —respondo, pero me arrepiento. Acabo de revelar en dónde se halla la base eterna—. No; quiero decir, estoy en Nueva Madrid. ¿Qué sucede?

—¡Regresa a Libertad! —exclama Thomas sin aliento—. ¡Trae a Susan y a Joshua contigo, los pondré a salvo!

—Thomas, ¿qué sucede? —Me estremezco—. ¿Estás bien?

—¡Tienes que salir de ahí! —grita—. ¡Tienes que...! —Oigo un fuerte golpe y la llamada acaba.

Acabo de olvidar cómo se respira.




* * * *



El próximo capítulo será el último, luego vendrá el epílogo y finalmente concluirá esta intensa aventura llamada Progresivos.

JUNTEN FUERZAS PARA LO QUE SE VIENE (?)

¡Que comience la cuenta regresiva!


Si todavía no lo han hecho, únanse a mi grupo de Facebook "Lectores de Matt" para celebrar juntos el final de esta historia.

Los ama con todo su retorcido ser, Matt.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro