Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

35. David - "Traición" (Parte 1)

Nuevamente, decidí dividir el nuevo capítulo en dos partes. 

¡Que disfruten la primera!


* * * *


Mi madre saldrá de casa en cualquier momento.

Aaron sostiene mi mano mientras aguardamos el momento en que ella aparezca. Llevamos horas junto a una ventana cubierta con una gruesa cortina de seda, aguardando dentro de una casa situada enfrente del que alguna vez fue mi hogar. Son las nueve de la mañana del que será un caluroso sábado de lo poco que queda de marzo; un sábado que espero recordar por el resto de mi vida.

Aaron, los demás y yo llegamos hace una semana a Arkos, y lo primero que decidimos hacer antes que todo fue reunirnos con nuestras familias. Aaron ya se reunió con la suya; como nunca renunciamos directamente a Amanecer, los rebeldes nos permitieron regresar al refugio sin tanto ajetreo. Tuvimos que fingir que nuestra lealtad seguía con el movimiento liderado por Edward, con la excusa de que no pudimos volver antes porque los eternos nos obligaron a unírnoslos a ellos antes de emprender cualquier tipo de viaje.

Tal como Alicia y Max, nosotros llegamos a Arkos en una aeronave de expedición, cuya tripulación consistía en protectores simpatizantes con Eternidad. Todavía me cuesta confiar en cualquier persona que se relacione con el Cuerpo de Protección; ni siquiera en Isaac logré confiar en el pasado. Supongo que es algo que nunca podré hacer.

Aaron le prometió a su familia que encontraría el modo de sacarlos del refugio de Amanecer y llevarlos a los cuarteles secretos de Eternidad situados bajo la industria textil de Libertad. En cuanto a la amenaza que nos advirtió Michael hace meses sobre las bombas biológicas cuya ubicación solo era conocida por Edward y él, hemos logrado reunirnos con la presidencia constelaciana para revelarles la locación de dicho peligro para la humanidad. 

El presidente y sus adeptos nos prometieron que encontrarían un modo de acabar con las bombas y mantenerlo todo en secreto, de modo que los gobernadores de Arkos y Newtopia no se enteren de que la ventaja de Edward llegó a su fin. De cesar la amenaza del líder de Amanecer, morirá gente inocente que no tiene idea sobre lo peligroso que es el hombre que los lidera.

Como Aaron ya se reunió con los suyos, y en vista de que no tenemos grandes peligros que enfrentar por ahora, he decidido que hoy, finalmente y después de cinco años, me atreveré a pararme frente a mi madre y rogarle que me permita ver a mi hermano. Podría correr el riesgo de abordarlo por la calle, pero lo asustaría. La última vez que nos vimos, él apenas bordeaba los ocho años. Ha pasado mucho desde entonces. Puede que sea un chico completamente diferente al tierno pequeño que solía amarme como nadie; incluso cabe la posibilidad de que se haya olvidado de mí.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —pregunta Aaron otra vez. Hay un atisbo de inseguridad en su voz.

—Sí —miento una vez más. Curvo mis labios en una sonrisa que refleje convicción—. Completamente.

La verdad es que no lo estoy. Sudo en exceso, me tiemblan las manos y tengo un nudo demasiado estrecho en el estómago. Al menos la compañía de Aaron me brinda un poco de valor entre tanto nerviosismo.

Nuestra relación volvió a ser tan sólida como antes. No hemos vuelto a tocar el tema de Michael o Ibrahim, pero ha sido lo mejor. Ahondar en ello solo provocaría más sufrimiento. Tengo miedo de hablar lo suficiente y reabrir las viejas heridas que tanto nos costó sanar.

En lo que a Michael concierne, él decidió regresar con nosotros a Arkos para rescatar a su abuela de las garras de Edward. El presidente de Constelación le ofreció la oportunidad de contribuir a la misión que acabaría con las bombas biológicas que ponen en riesgo nuestro mundo, pero Michael se negó. Su determinación por recuperar a su abuela es más fuerte que cualquier otra cosa, tanto que ni siquiera me ha pedido explicaciones por mi decisión de quedarme con Aaron. He intentado hablarle a quien creí el gran amor de mi vida, pero él asegura que no hay nada de qué hablar. Supongo que rompí su corazón, y no puedo sentirme más que culpable por ello.

A pesar del dolor que pude haber provocado, tener a Aaron a mi lado vale cualquier decisión. Cada día lo quiero un poco más. El mundo sigue siendo un lugar muy peligroso para nosotros, pero su amor me da el ímpetu necesario para luchar por un buen futuro.

—Gracias por venir conmigo y ayudarme. —Lo miro a los ojos y esbozo una sonrisa que no delate mis nervios—. En serio, significa mucho para mí.

Él me devuelve la sonrisa y me da un suave beso en la mejilla.

—Sabes que siempre te apoyaré —dice con una sonrisa.

Me aproximo a él para besarlo, pero una llamada en el teléfono móvil modificado que me entregaron los eternos me interrumpe.

Saco el teléfono de mi bolsillo y diviso la pantalla.

—¿Quién es? —pregunta Aaron.

—Alicia —respondo, sorprendido. No es usual que ella me llame.

—Contesta, puede ser importan... espera, ¡ahí está! —Aaron señala a través del cristal hacia la entrada de la que fue mi casa durante diecisiete años de mi vida.

Mi madre está saliendo en este instante. Lleva unas bolsas en sus manos; los años no parecen haber transcurrido en ella. Luce tan bella como la recordaba. Viste ropas holgadas, lleva el cabello recogido y se ve un poco más delgada a comparación de la última vez que la vi.

Siento el impulso de llorar, pero lo reprimo. La mujer que me dio a luz, misma que me crio con tanto amor y que decidió darme la espalda cuando descubrió la verdad de lo que era su hijo mayor, está a solo unos metros de distancia de mí.

Corto la llamada de Alicia y apago mi teléfono. Nada me importa más en este momento que el hecho de que me hallo tan cerca de mi madre.

—Espérame aquí, ¿sí? —Aaron me da un rápido beso mientras mi madre se dispone a cerrar la puerta de la casa.

Asiento y emito una gran exhalación. Aaron abre la puerta de la casa en la que estamos ocultos, comprueba los alrededores y atraviesa la calle para interceptar a mamá.

Mi pulso nunca se aceleró tanto como ahora. Aaron ya está hablando con mi madre, cuyo rostro se desfigura al oír sobre mí. Ella palidece; creo recordarla lo suficiente para notar en sus ojos un doloroso remordimiento.

No sé cómo logro reprimir las ganas de llorar. Ninguna lágrima escapa por mis ojos. Todo lo que siento es una tensión electrizante que me pone los pelos de punta. Quizás, inconscientemente, estoy acumulando mis lágrimas para el momento en que mi madre decida volver a rechazarme.

Llevo una mano a mi corazón para comprobar sus latidos. Siento que en cualquier momento explotará a causa del dolor, el temor, la angustia y la felicidad que estoy experimentando. Ver a mi madre me provoca mil sentimientos ajenos al odio. Debería guardarle rencor, pero no puedo. La sigo amando demasiado como para odiarla.

Mi madre mira a través de Aaron hacia la casa en la que me encuentro. Este es el hogar del señor Thompson, nuestro vecino de toda la vida. Él es infértil, y no tiene pareja o hijos adoptivos. Se ausenta mucho de casa, lo que siempre ha resultado beneficioso para mí.

Años atrás, cuando Michael y yo éramos adolescentes que se amaban en secreto, solíamos reunirnos de vez en cuando en el jardín de Thompson en las horas en las que él no se encontraba en casa. Siempre estuvimos conscientes de que cometíamos un delito invadiendo la propiedad, pero aquello no significaba nada frente al mayor crimen que pudimos cometer en nuestra sociedad: ser homosexuales y amarnos en secreto.

La visión del rostro atemorizado y adolorido de mi madre me impide seguir pensando en Michael. Cuento cada segundo que transcurre mientras Aaron y mamá hablan de quién sabe qué clase de cosas relacionadas conmigo. Se supone que Aaron la convencería de reunirnos y traer a mi hermano consigo. Deseo con todas mis fuerzas que lo esté logrando.

Los segundos se convierten en años. La espera se ha tornado insufrible. Me está costando respirar; apenas puedo mantenerme en pie. Las reacciones inciertas de mi madre no me permiten vaticinar su decisión.

Mamá se acerca a Aaron para decirle algo al oído. Tras ello, se da la vuelta, abre la puerta de la casa y regresa al interior.

Mi corazón se rompe una vez más.

Mi madre, por segunda vez, me ha rechazado.

Antes de expulsar todas mis lágrimas acumuladas, Aaron se da la vuelta y me sonríe a la distancia. Deslizo la cortina que cubre la ventana para mirarlo mejor, y él levanta sus pulgares al tener una mejor visión de mi rostro.

Esa señal indica que mi madre aceptó reunirse conmigo.

Paso rápidamente de la tristeza a la felicidad. Vuelvo a temblar, esta vez por la euforia que recorre mis venas y eleva mi temperatura corporal.

Transcurren largos minutos de expectación. La puerta de la que fue mi casa vuelve a abrirse, y mamá aparece sin bolsas esta vez. Y no solo eso...

No está sola.

Mi hermano la acompaña.

Cielos, ha crecido tanto. Ya no es para nada el niño tierno e inocente que recordaba. Debido a mi temor a ponerlos en peligro, nunca me acerqué a ellos; ni siquiera los aceché a la distancia. Es la primera vez que veo a ambos en mucho, mucho tiempo.

Tanto Aaron como mi madre y mi hermano cruzan la calle y se aproximan a la casa del señor Thompson. Los tres comprueban los alrededores al caminar, conscientes de que estamos exponiéndonos a un peligro inmenso. No solo soy un prófugo de la justicia, sino que también estoy violando propiedad privada. Thompson podría aparecer en cualquier momento, lo que arruinaría por completo nuestros planes y le acarrearía un gran lío a mi familia.

Mamá, Aaron y Paul, mi hermano, están cada vez más cerca de la casa. Me obligo a mí mismo a serenarme para mostrarme confiado ante ellos y así no incrementar su miedo. No quiero que mi hermano se lleve una mala impresión de mí. Sin embargo, aunque no la diera, dudo que ayude que me las haya ingeniado para entrar en la casa de un hombre de casi sesenta años.

Finalmente, Aaron abre la puerta.

Él, mi madre y mi hermano ingresan a la estancia.


* * * *


Estoy petrificado.

Paul es mucho más alto ahora. Su rostro exhibe de todo menos miedo. Hay una contagiosa curiosidad en sus ojos verdes, la misma que se apreciaba en los míos cuando tenía su edad. Su cabello dejó de ser tan claro como antes, pero sus mejillas aún son un tanto coloridas, con la excepción de que ahora tienen unas cuantas pecas.

Mi madre, por su parte, me mira como si fuera un fantasma. Debo verme muy diferente para ella. La última vez que me vio, era escuálido, ingenuo y le temía incluso a respirar. Soy un hombre completamente distinto al chico de diecisiete años que fue traicionado por sus padres y casi sometido a La Cura por su culpa.

Nadie dice nada. Todos parecemos haber quedado sin aliento.

—Les daré espacio —dice Aaron de repente, incómodo—. Si me necesitan, estaré afue...

—¡No! —Me decido a hablar—. Quédate, por favor. Quiero presentarte a mi familia.

Hago un esfuerzo sobrehumano para que no se me quiebre la voz. Turno la mirada entre mi madre y Paul. Él la mira, pero mamá no logra despegar sus ojos de los míos.

De un segundo a otro, ella comienza a llorar. Paul, por su parte, se acerca corriendo a darme un abrazo.

Quedo tan anonadado que no logro corresponderlo de inmediato. Soñé mil veces con este momento; me cuesta creer que se ha hecho realidad.

Muevo mis brazos con lentitud y envuelvo a mi hermano en ellos.

—Creí que no me recordarías —digo entre risas nerviosas y felices. Mis ojos se han empapado de lágrimas que no quiero dejar caer.

—Nunca olvidaría a mi hermano —dice Paul, y se separa para verme a la cara. Su voz se oye más madura de lo que debería para sus trece años recién cumplidos.

Froto su cabeza hasta desordenar su pelo, tal como hacía años atrás. Paul se aleja con expresión de enfado y diversión al mismo tiempo.

—¿Es en serio? —pregunta entre risas—. ¿Después de tantos años sigues haciendo eso? Sabes que siempre lo odié.

Me río de pura felicidad.

—Nunca es tarde para molestar a mi hermanito —digo con la sonrisa más ensanchada que haya exhibido en la vida—. Ven y dale otro abrazo a tu hermano mayor.

Él obedece, y ambos reímos. Definitivamente es uno de los días más felices de mi vida.

Paul se separa de mí y se da la vuelta para mirar a nuestra madre. Él me señala con la cabeza, sin voltear la mirada. Mamá entiende la señal y comienza a acercarse muy lentamente. Sus ojos han enrojecido a causa del llanto; las lágrimas han caído hasta sus labios.

Decido hacérselo más fácil y acortar por completo la distancia entre nosotros. Ella se derrumba sobre mí. Me aprieta como si no quisiera dejarme ir otra vez.

—No sabes cuánto te extrañé —susurro en su oído. Ella no dice nada.

Mamá se aleja y lleva una mano a mi rostro.

—Has cambiado tanto —dice entre gimoteos. En ningún momento sonríe.

—Tú sigues exactamente igual. —A diferencia de ella, esbozo una feliz y auténtica sonrisa.

Nos abrazamos por al menos dos minutos. Mi felicidad es tal que en cualquier momento mi corazón atravesará mi pecho y volará por toda la estancia del señor Thompson.

Mamá desvía la mirada hacia Aaron, luego regresa sus ojos a los míos.

—¿Él es tu...? —No sabe cómo continuar la pregunta.

—Es mi novio. —Acabo la frase por ella.

La expresión emocionada de mamá se vuelve incómoda, casi disgustada. Paul, por su parte, mira a Aaron con desconcierto, pero acaba por sonreír.

—Él ya lo sabe —me dice mamá al contemplar el semblante de Paul. Ella se ha calmado un poco—. Se lo conté todo hace un par de meses. No sabía si estabas vivo o muerto, y consideré que ya es un tanto grande para saber la verdad. Estaba cansada de que me preguntara por ti la mayor parte del tiempo.

—Gracias por decírselo. —Vuelvo a abrazarla.

Ella me sigue mirando con una expresión que no logro identificar. Luce de todo menos feliz de verme.

—¿Cómo está papá? —inquiero de repente. Tanto mamá como Paul se estremecen ante mi pregunta.

—Él cambió por completo tras el incidente. —El semblante de mamá se endurece—. Luego de que escapaste del hospital, no volvió a ser el mismo. Intentó buscarte, pero se rindió al cabo de un tiempo. Nada fue igual desde entonces.

—¿Les ha hecho daño? —Sostengo la mirada de Paul al preguntarlo.

—No, claro que no —afirma mamá, bastante nerviosa. Sé que está mintiendo.

—¿Te ha hecho daño, Paul? —Me acerco a él y pongo una mano sobre su hombro.

Él agacha la mirada y muerde su labio inferior. Recuerdo bien lo que significa esa expresión.

Decido no seguir presionándolo con preguntas y limitarme a abrazarlo. Él me aprieta con fuerza, y puedo notar que está haciendo el mismo esfuerzo que el mío por no romper en llanto.

—Te prometo que voy a sacarte de casa —susurro en su oído en tono muy bajo. Lo hago callar antes de que delate mi promesa—. No le digas nada a mamá, ¿sí?

Nos separamos. Él asiente y esboza una sonrisa que deja atrás todo rastro de tristeza.

—¿Qué le dijiste? —pregunta mamá, cada segundo más nerviosa.

—Le prometí que todo estaría bien —miento. Le guiño un ojo a Paul cuando mamá no está mirando—. Por cierto, Paul, te he traído un regalo.

El rostro de Paul se ilumina por completo al oír la noticia.

—¿Qué es? —pregunta él en un tono cargado de entusiasmo e ilusión.

—Tendrás que abrirlo para saberlo —desafío. Me aproximo a uno de los muebles de la estancia, en el que dejé la caja que porta el regalo y el mismo en el que escondí las pistolas que Aaron y yo decidimos traer. Opté por ocultarlas para no intimidar a mamá o a Paul con su presencia. Quería acudir desarmado al encuentro de mi familia, pero Aaron me convenció de traer pistolas. Espero que algún día podamos caminar por las calles de Arkos sin necesidad de portar armas ni inspeccionar cada rincón en busca de peligro.

Acerco la caja a las manos de Paul, pero la alejo antes de que él pueda tomarla.

—¡Ya dámelo! —pide entre risas.

—Está bien. —Me río—. Pero antes de entregártelo, debes prometerme que te vas a portar muy... —Me callo al escuchar el ruido de automóviles en el exterior.

Aaron se acerca a la ventana, desliza un poco la cortina y pone expresión horrorizada.

—Mierda —susurra, tenso.

Con el corazón en la mano, me acerco a la ventana y observo a través del cristal lo que acaba de aterrar a Aaron:

Dos patrullas protectoras están estacionadas en medio de la calle.

Mi sangre se enfría en cosa de segundos. Me doy la vuelta para ver a mi madre, quien ha comenzado a llorar otra vez.

—Lo siento —musita entre lágrimas y gimoteos—. Lo siento mucho.

—¿Qué hiciste, madre? —Apenas puedo hablar a causa del terror.

—No puedo dejarte ir otra vez —dice mamá. Tal como el miedo a mí, el llanto apenas le deja emitir palabras—. Lo siento, hijo mío. Lo siento de verdad...

—¿Qué está pasando, mamá? —demanda Paul, tan aterrado como Aaron y yo.

—Nada, hermanito —aseguro con una sonrisa forzada—. Todo estará...

Salgan de inmediato y con las manos en alto —exige una voz amplificada desde el exterior, interrumpiendo mi promesa.


* * * *


Esto se pondrá feo :'v

Gracias por leer, bellezas. Subiré la segunda parte muy pronto. Estará de infarto 7u7

Prepárense. No están listos para el final. 

¡Abrazos! —Matt.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro