32. Carlos - "Recuerdo"
Lamento haber tardado en la publicación de este capítulo. No me decidía entre soltar todas las bombas en este o guardar algunas para el próximo libro. Decidí seguir mi instinto (?) espero no arrepentirme xD
Encontrarán muchas revelaciones interesantes en este cap. 7u7 ¡Que lo disfruten!
* * * * *
DOS MESES DESPUÉS.
—Eres bisexual, Carlos.
Quedo sin habla.
Me hallo en el hospital de la ciudad subterránea de Eternidad. Está repleto de pacientes que resultaron heridos a causa de las explosiones provocadas por newtópicos infiltrados en las dependencias eternas. Por desgracia, murieron al menos cincuenta personas durante y después de las detonaciones.
La ira es incontrolable entre la gente de la ciudad; todos quieren vengar las muertes de los suyos. La cólera ha sido tal que incluso muchos me han culpado por las bombas como si hubiera tenido algo que ver con ellas.
Al menos ya no soy un prisionero de guerra. Ariel logró convencer a las autoridades eternas de dejarme deambular en libertad por la ciudad, con el argumento de que era imposible que yo fuera el infiltrado que instalara las bombas si me pasé los meses encerrado sin comunicación con Arkos.
Y como ahora soy libre, puedo averiguar por mi cuenta por qué siento una especie de atracción por William.
—Y no solo eso —prosigue el doctor Khan, a quien he acudido en las últimas semanas para averiguar lo que sucede—. Hay algo más impactante que mereces saber.
—¿Qué cosa, doctor? —Me tiembla la voz.
Él vacila antes de seguir y me mira casi con lástima.
—Fuiste sometido a La Cura —revela—. Esta falló, por lo que tu verdadera sexualidad ha salido a la luz.
—¿La Cura? —pregunto, atónito—. ¿Cómo es posible?
—Nuestros exámenes e investigaciones arrojaron que fuiste "curado" cuando eras solo un niño —explica el doctor—. Por obviedad, no tienes recuerdo alguno de ello. Como siempre has sido hijo de un gobernador, suponemos que quienes te sometieron a la intervención decidieron eliminar solo los recuerdos que se relacionaban a tu condición bisexual, dejando intactos los que correspondían a tu vida como hijo de Abraham Scott. Aunque, claro, también existe la posibilidad de que te hubieran implantado nuevos recuerdos y eliminado la mayor parte de tu infancia.
—¿Es posible implantar nuevos recuerdos? —Mi voz suena presa de horror.
—Lamentablemente, lo es —responde Khan—. He sabido de muchos casos de pacientes sometidos a la intervención cuyos pasados fueron cambiados por completo en sus mentes. Aunque no lo creas, se puede implantar recuerdos sobre personas que nunca existieron.
—O sea que es posible que todo lo que recuerdo de mi infancia sea una falsedad —suspiro con pesar.
—Lamento decirte que es más que posible.
—¿Pueden saber a qué edad me sometieron a La Cura? —inquiero. Cada palabra suena imposible de digerir.
—Estimamos que fuiste sometido a la intervención a los once años —responde Khan.
Siento un remezón en el cerebro.
Once años de mentiras.
Once años de recuerdos falsos.
—¿Cómo es posible que me descubrieran la enfermedad a tan temprana edad? —demando, entrando en pánico—. No es posible, tiene que ser un error, yo...
—Carlos, cálmate. Sin un registro de la ficha médica de tu intervención, no tenemos cómo saber por qué fuiste curado. Lo más probable es que hayas demostrado tendencias bisexuales que fueron advertidas por tus padres, y que por eso decidieron curarte.
—¿Tendencias bisexuales? —Hundo el entrecejo—. ¿A qué se refiere?
—Atracción por algún hombre, por ejemplo —sugiere el doctor.
—Es imposible —espeto—. Apenas tenía once años.
—La curiosidad de los niños es inmensurable —comenta Khan—. Tal vez sentiste el impulso de experimentar con alguno de tus amigos a esa corta edad y fuiste descubierto por tus padres.
—¿Qué rayos está insinuando? —increpo, cada segundo más enfadado—. ¡Era un maldito niño!
—No estoy insinuando nada. Simplemente estoy tratando de darte una respuesta al hecho de que te curaron siendo solo un infante. La intervención pudo haberte matado; que te curaran quiere decir que fue una medida desesperada, o que a tus padres no les importó arriesgar tu vida con tal de "curarte".
Mi pecho se agita. No puedo creer que tengo padres tan descorazonados. Duele pensar que mi vida les importó una mierda.
—Yo... necesito algo de tiempo para asimilar esto —digo con voz llorosa.
El doctor asiente con desánimo.
—Debes ser fuerte, Carlos. —Su voz pacífica me entrega algo de consuelo—. Te prometo que descubriremos qué fue lo que pasó.
—¿Hay algún modo de recobrar mis recuerdos reales y anteriores a La Cura? —consulto, cargado de súplica.
El doctor suspira y pasa una mano por su barbilla. Mira hacia un punto vano de su despacho antes de responder.
—Existe uno, pero es muy complicado. Tenemos la teoría de que un respaldo de los recuerdos eliminados es almacenado en una zona de tu cerebro a la que no puedes acceder con facilidad, pero a la que podrías ingresar con los incentivos adecuados.
—¿Cuáles son esos incentivos? —Me oigo esperanzado.
—Palabras. —El doctor sonríe—. Cada palabra que mencionamos provoca pensamientos o recuerdos en nuestro cerebro. Si te digo "flor", pensarás y recordarás las flores. Si te digo "rojo", pensarás en el color y recordarás objetos de dicho color. Si te digo...
—Ya entendí —corto, desesperado—. ¿Cómo me ayudarán las palabras a recobrar mis recuerdos?
—Creemos que las palabras adecuadas pueden liberar algunos de los recuerdos que permanecen resguardados en la zona inaccesible del cerebro —responde—. Lamentablemente, cada persona sometida a la intervención cuenta con palabras diferentes para acceder al respaldo de recuerdos. Intentar averiguar qué palabras podrían recobrar tu memoria nos tomaría años y años de investigación e intentos, porque hay millones de palabras y posibilidades. Intentar descifrar las que liberarán tu mente sería como buscar agujas en un pajar.
Cierro los ojos con fuerza. Me estremece pensar que nunca recordaré qué pasó antes de mis once años.
—¿Hay algún modo de reducir la cantidad de opciones? —Por poco estoy rogando—. ¿Hay otro modo de recobrar los recuerdos además de las palabras?
—Las acciones —responde Khan—. Hacer determinadas acciones podría ayudarte a recobrar la memoria. Sería una especie de "déjà vu". El problema es que, tal como las palabras, hay una infinita cantidad de acciones que podrían reactivar tus recuerdos.
—Y ¿hay más métodos además de las palabras y las acciones?
El doctor desvía la mirada de un lado a otro. Puedo adivinar que hay algo que no quiere decirme.
—Por favor —ruego, mi labio inferior temblando—. Tiene que ayudarme.
Khan me mira con lástima, suspira fuertemente y dice lo siguiente:
—Creo saber de algo que nos ayudaría a encontrar la palabra que estamos buscando —susurra—: la ficha de tu intervención.
—¿Dónde se encuentra?
—No tengo idea, pero al menos sé que no se encuentra en el sistema de los hospitales de Arkos —responde Khan—. Gracias a nuestros hackers, tenemos acceso deliberado a los datos de los sistemas arkanos de información. Mi equipo y yo buscamos en ellos por algo que se relacionara a tu intervención, pero no encontramos absolutamente nada. Cabe la posibilidad de que tu padre haya ordenado eliminar todo registro relacionado con el día de tu Cura.
Exhalo con desilusión.
—Sin embargo, puede que exista una copia en alguna parte —sugiere Khan. Recobro mi esperanza—. La ficha es de vital importancia en caso de que La Cura presente fallos a futuro. Para aplicar la Cura por segunda o tercera vez, se necesita conocer lo que motivó a someterla en primera instancia. Es posible que tu padre guardara en alguna parte una copia de tu ficha por si algún día tu Cura dejase de surtir efecto.
—¿O sea que sí hay una posibilidad de que recobre la memoria? —Se me acelera el corazón ante la posibilidad.
—No puedo asegurarte nada —replica el doctor—. Puede que tu ficha no nos ayude a encontrar las palabras que liberen tus recuerdos, o puede que sí. Todo es incierto. Lo que sí puedo asegurarte, es que esa ficha nos ayudará muchísimo a descubrir por qué fuiste intervenido. El gran problema es que puede estar en cualquier parte.
—No en cualquiera. —Esbozo una sonrisa triunfal—. Sé de un lugar en donde mi padre guarda sus archivos más valiosos.
—Entonces, tendrás que buscar tu ficha —dice Khan, serio—. Antes de que decidas cualquier cosa, debo advertirte que puede que te arrepientas de recobrar tus recuerdos si logramos hacerlo. Que te hayan borrado la memoria a tan corta edad puede significar que tus padres querían que olvidaras algo muy peligroso o doloroso, Carlos. ¿Estás seguro de que quieres saber qué pasó antes de tu Cura?
Honestamente, no lo sé. Mis padres debieron tener una razón más que urgente para decidir eliminar mis recuerdos a tan temprana edad. Tal vez existe algo que no quisiera recordar, pero necesito hacerlo. Por más doloroso que sea, tengo el derecho de saber quién era antes de ser intervenido.
—Estoy seguro —asiento con determinación.
* * *
—Creo que no deberías intentar obtener esa ficha —me dice William.
Estamos en uno de los corredores laterales de la ciudad subterránea. Desde esta altura podemos ver el asentamiento eterno en su totalidad. Este es el lugar en el que William y yo acostumbramos a reunirnos luego de la destrucción de la ciudad. Los trabajos de reconstrucción iniciaron apenas hace unas semanas, por lo que aún puede verse gran parte de la ciudad en ruinas. Las bombas causaron una imperdonable y preocupante destrucción.
—¿Por qué no debería? —inquiero, ceñudo. William se ve aterrado.
—¿Qué pasaría si decidieron borrarte la memoria por algo que no quisieras recordar? —pregunta en respuesta, tal como el doctor—. ¿Y qué si tienes recuerdos traumáticos que te afectarán sobremanera?
—Tengo derecho a recordar —resoplo, cansado—. Estoy seguro de que hay algo impactante que me hicieron olvidar, y quiero saber qué. No puedo quedarme de brazos cruzados.
La mirada de William se torna cada segundo más preocupada. Él posa una mano en mi cara; se siente tibia. Aún soy tímido ante su contacto, pero ya me estoy acostumbrando a él.
—Carlos, no quiero que sufras —susurra—. Debieron tener una poderosa razón para someterte a La Cura, no deberías...
—Vamos, estaré bien. —Fuerzo una sonrisa—. Sea lo que sea que haya olvidado, lo tomaré con calma.
Él se limita a resoplar. Puedo percibir que está incómodo.
—¿Qué pasa? —insisto, tomando una de sus manos. Me sorprendo de mí mismo por la naturalidad con que me animo a tocarlo.
William baja la mirada y tuerce la boca.
—Tengo miedo de perderte —confiesa de repente—. ¿Sabes cuánto soñé con que lo nuestro se hiciera realidad? —Su mirada es implorante—. Ahora que finalmente logré estar contigo, viene esta revelación a arriesgarlo todo y... no lo sé, tengo miedo.
—Estaremos bien —insisto—. ¿No será que tienes miedo de que recuerde algún amor de infancia? —Alzo una ceja y esbozo una sonrisa juguetona.
William vuelve a agachar la mirada. Lo sabía.
—¿Te das cuenta de que probablemente estás sintiendo celos por un niño? —Me río—. No seas tonto.
—¿Me prometes que no me olvidarás? —Su voz es tan suplicante como la de un niño caprichoso.
—No puedo prometerte eso —respondo. Hago mi mejor esfuerzo por eliminar toda frialdad en mi voz—. William, esto es nuevo para mí. Hasta hace poco seguía enamorado de Alicia, y nunca pasó por mi mente que llegaría a sentir algo por un hombre. No puedo hablarte del futuro si no tengo idea de lo que pasará.
No se atreve a mirarme. Su inseguridad me produce ternura.
—Enfócate en el presente —agrego—. Perderme es el futuro; quererme es el ahora. Estamos juntos, William. Parece imposible, pero es cierto. Créeme, he hecho un esfuerzo sobrehumano por dejar atrás mis prejuicios y decidirme a darte una oportunidad. Supongo que merezco un poco de compresión, ¿no?
Esboza una sonrisa sin vida. Sigue desviando la mirada con notoria inseguridad.
Un impulso me obliga a agarrarlo de la cintura y atraerlo para besarlo. Su respiración se detiene mientras lo beso con mayor pasión que en las ocasiones anteriores a esta.
Me es imposible no comparar los besos de William con los de Alicia. Casi podría reír ante la ironía de besar a un hombre cuando la idea me parecía horrorosa meses atrás.
William separa sus labios de los míos y hunde su rostro en mi hombro izquierdo. Lo abrazo con fuerza. No pensaba en la posibilidad de volver a amar después de Alicia, pero él parece la persona más que indicada. Me amó cuando todos habían dejado de hacerlo. Arriesgó su vida por alguien que solo cometía error tras error.
—Gracias —susurro en su oído.
—¿Por qué? —pregunta él, levantando la cabeza.
—Por amar a este monstruo.
—No eres un monstruo. —Toma mis manos—. Eres un ser humano que tiene el derecho a equivocarse y a obtener segundas oportunidades.
No digo nada en respuesta. Mis errores aún me mortifican. No olvido el daño que le hice a Alicia y que David casi murió por mi culpa. No olvido que por poco hice que mi mejor amigo fuese curado y experimentara lo mismo que debí haber experimentado yo a los once años. No olvido todo lo que le hice a otras personas, ni que por poco William estuvo a punto de morir por mi causa.
Yo fui quien delató al submarino con el Cuerpo de Protección cuando Alicia, Aaron, William y los demás intentaban escapar de Arkos. William me había contado en detalle todos los porvenires del escape, y la mañana del gran día, sentí tanto pánico de perder a Alicia para siempre que cometí la estúpida equivocación de contarle el plan a los protectores que controlan las zonas limítrofes del país. De no haber logrado destruir al submarino enemigo, algunos de los que más quiero habrían muerto.
—Sabes que no te juzgo por tus errores, ¿cierto? —pregunta William. Encuentro comprensión en sus ojos.
—Eres la única persona en el mundo que no lo hace, y por eso te quiero —confieso, sonriente.
La sonrisa de William podría iluminar toda la ciudad subterránea. Él vuelve a besarme, pero interrumpimos el beso cuando escuchamos el sonido de pasos acercándose.
—Carlos, tienes una llamada de Arkos —informa Ariel.
* * *
—No sabe cuánto ansiaba oír su voz —dice José en el teléfono.
—El sentimiento es mutuo, José. —Me río.
José, chofer de mi familia, es una de las pocas personas en las que confío, y el único cercano a mi padre que podría ayudarme en la búsqueda de la ficha de mi intervención.
—¿Cómo están las cosas por allá? —inquiero con nostalgia. He de admitir que extraño Arkos.
—Cada día peor —susurra José—. Las cosas alcanzaron un nivel crítico. Las manifestaciones rebeldes son cada vez más frecuentes, y la amenaza contra los gobernadores y sus cercanos es insostenible. La seguridad en Athenia ha incrementado como no se imagina. Hasta a mí me revisan de los pies a la cabeza para entrar o salir de la zona. —Se ríe.
—Ten cuidado, ¿sí? No temas confesar dónde está tu verdadera lealtad si los rebeldes intentan hacerte daño.
José, al igual que yo, ha perdido la admiración por el gobierno arkano. Pero él, a diferencia mía, sigue trabajando con mi padre. No quiero pensar en lo que sucedería con él si papá descubriera que fue José quien me ayudó a escapar de Arkos.
—Es usted quien debe tener cuidado —advierte José en voz baja—. Su padre está muy enfadado con su decisión de renunciar a su vida como futuro gobernador.
—Se quedará con las ganas de vengarse, porque no regresaré —confieso con convicción—. He decidido quedarme en Eternidad.
Escucho un suspiro desilusionado del otro lado del teléfono.
—¿Está seguro de lo que ha decidido? —La voz de José se oye un tanto suplicante—. Hace mucha falta por aquí, ¿sabe?
—Que no regrese no quiere decir que no volveremos a vernos. —Río, recordando a José con cariño—. No te librarás del chico problemático tan fácilmente.
José ríe también.
—Solo cuídese, ¿sí?
—Y tú.
—A todo esto, ¿a qué se debe esta llamada? —pregunta él—. Debo admitir que por poco se me detuvo el corazón cuando escuché sonar el teléfono satelital que me dio antes de partir y un extraño me dijo que usted quería hablarme.
No sé cómo continuar. Pienso ahora en la posibilidad de que José sepa que fui curado, y me aterro al respecto. ¿Podría la persona en quien más confío ocultarme algo tan importante como eso?
—José, voy a hacerte una pregunta muy importante que espero respondas con toda sinceridad, ¿sí?
—Por supuesto que sí. ¿De qué se trata?
Clavo la mirada en la ventana de la oficina de comunicaciones de la ciudad subterránea. Inhalo y exhalo con fuerza antes de seguir.
—¿Sabes si fui curado a los once años? —cuestiono de sopetón.
Se hace el silencio del otro lado de la línea.
—¿José? ¿Sigues ahí?
—A-aquí es-estoy.
—¿Y bien? ¿Sabes algo?
Más silencio. Varios segundos después, oigo que José se aclara la garganta.
—Creí que nunca llegaría el día en que tuviera que hablarle sobre esto —dice. Mi corazón da un vuelco.
Cierro los ojos. Trato de contener la desilusión lo mejor que puedo.
—Lo sabías, ¿no? —Sueno muy cansado.
—Lo siento. —Es todo lo que responde José como confirmación.
Siento lágrimas aflorando en mis ojos, y aprieto los párpados con toda fuerza.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? —demando, exasperado—. ¡Eras la persona en quien más confiaba!
—Tenía miedo —admite José—. Muy pocas personas sabíamos lo que pasó. Si se lo contaba y usted encaraba a su padre, él acabaría descubriendo que fui yo quien le reveló lo sucedido, y yo podría acabar muerto.
Emito un suspiro de agotamiento. Entiendo el miedo de José. No sería la primera persona que acabaría de la peor forma por traicionar a mi padre.
—Perdóneme, por favor —suplica; su voz se oye quebrada—. Juro que solo quería protegernos a ambos.
—Está bien, José —resoplo—. Comprendo tu temor.
—Si hay algún modo de compensar mi error, hágamelo saber, por favor.
—De hecho, hay uno. José, necesito que busques la ficha de mi intervención curativa. ¿Recuerdas que una vez te mostré el sótano secreto de la mansión? Bien, la clave de la puerta es 487865. De existir una copia del archivo, estoy seguro de que mi padre pudo haberla guardado ahí.
—Haré lo que esté en mis manos para conseguirla —promete José, esperanzado ante la oportunidad de enmendar su error—. ¿Alguna otra cosa, señor?
—Sí: comienza a tutearme de una maldita vez por todas.
Ambos reímos.
—Haré el esfuerzo, señor —dice José entre risas—. Quiero decir: haré el esfuerzo, Carlos.
—¡Gracias al cielo! —Sigo riendo—. Estaba harto de que me trataras como si fuera un rey o algo parecido. —Hago una pausa—. Debo colgar. Contáctate conmigo apenas encuentres lo que te pedí.
—Está bien, Carlos —dice José, aún con voz divertida—. ¿Sabes? Estoy muy feliz de que hayas descubierto que fuiste curado. Te aseguro que te encantará recordar a Elías.
Elías.
Mi cerebro acaba de removerse.
Algunas imágenes aparecen de golpe en mi mente.
Rememoro a José un poco más joven diciendo "Elías". Lo recuerdo consolándome.
Me falta el aire.
Mis manos tiemblan.
Estoy recordando.
Oír el nombre "Elías" en la voz de José ha despertado una serie de recuerdos de un chico que ya no recordaba...
Un chico que me hicieron olvidar.
Recuerdo algo en específico: su mancha de nacimiento en el cuello.
La misma mancha de...
No quiero seguir recordando. Estoy perdiendo la cordura.
Lanzo a la mesa el teléfono satelital que me comunica con José. Necesito correr lejos de aquí. Los recuerdos están brotando con tanta intensidad que siento que mi cerebro explotará.
Abandono el centro de comunicaciones de la ciudad subterránea a toda velocidad. William se encuentra en el exterior; me mira con terror al notar mi desesperación. Corro lo más lejos que puedo de su alcance, urgido por estar a solas.
—¡Carlos! —grita él a mis espaldas—. ¡Ven aquí!
Atravieso las calles de la ciudad. Me topo con ruinas en el final de un callejón, por lo que no puedo seguir corriendo. William aprovecha el obstáculo para acercarse a mí y detenerme.
—No... —Es todo lo que puedo decir. Estoy horrorizado—. No...
—¿Puedes decirme qué está pasando? —exige William. Suena preocupado.
Toma mi cara entre sus manos para intentar calmarme, pero todo lo que hago es repetir "no" y agitar la cabeza de un lado a otro.
—Carlos, tienes que calmarte —pide William con expresión desconcertada—. ¿Puedes decirme qué pasó?
—Elías —digo, agitado—. Elías.
—¿Elías? —William frunce el ceño.
Clavo mi mirada en la suya mientras mis ojos se llenan de lágrimas. Dudo que siga queriéndome después de lo que estoy a punto de decir.
—Mi primer amor —confieso con un temblor de voz—. Y el chico que me obligaron a torturar.
* * *
Como verán, se viene muchísimo salseo en el próximo libro. 7u7 Solo faltan cuatro capítulos para el final (tal vez menos, tal vez más, idk). Solo puedo decirles que falta poco. ¡Prepárense para RENACIDOS!
Por cierto, para los que no se enteraron, lancé a la venta la versión física de Prohibidos en Amazon. Aquí les dejaré algunas fotitos <3 (para encontrar los links de compra vayan a Prohibidos o ingresen a mi grupo de Facebook "Lectores de Matt").
¡Gracias por su apoyo!
PD: No olviden seguir agregando Renacidos a sus bibliotecas. Podrán encontrar la historia en mi perfil <3 ¡Abrazos!
Matt.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro