30. Aaron - "Rescate" (Parte 2)
Lamento haber publicado este capítulo por accidente hace días xD solo diré que la opción "guardar" y "publicar" están demasiado cerca. :'v
Espero que les guste este cap. Es uno de los que más he amado escribir de todo lo que llevo de Prohibidos/Progresivos.
¡Que lo disfruten!
* * * *
Creo que nunca he sentido un dolor tan intenso como este.
La bala quema mi carne como si estuviera hecha del fuego más ardiente del mundo. Me desplomo contra el suelo, apenas consciente de lo que acaba de suceder.
Rebobino los hechos en mi mente para mantener la lucidez:
Abrí la puerta de la celda.
Vi dos personas en el interior.
Una de ellas era un protector newtópico...
La otra era Michael, tirado en el suelo con el rostro ensangrentado.
En un reflejo veloz, el protector apuntó un arma hacia mi pecho y disparó.
Y ahora estoy aquí, yaciendo sobre el piso. Agonizando hasta la muerte.
Alguien camina hacia la entrada y se agacha junto a mí: es el protector. Tiene la cabeza rapada, la piel pálida y los ojos de un verde gélido. No ha de tener más de veinticinco años.
Él presiona su arma contra mi frente.
—Pero miren qué tenemos aquí —dice, sonriente—. Creo que tendré doble diversión esta mañana.
Se oye un disparo.
Mi corazón se detiene.
El protector se desploma sobre mí.
Cierro los ojos. Incluso cerrarlos requiere un gran esfuerzo. Puedo jurar que siento cómo la muerte se apodera de mi cuerpo. No sabría explicar cómo, pero lo hago. Es una depredadora silenciosa que succiona todo lo que me queda de vida.
Alguien aparta al protector muerto.
Es David.
Hace una mueca de horror al notar que me dispararon en el pecho.
Se agacha junto a mí. Abre la boca para hablar, pero no puede decir nada. Está petrificado; ha palidecido al máximo. Por mi parte, solo puedo llorar. No sé cómo sigo respirando. El dolor es tan, tan intenso...
—¿David? —Oigo de repente. Es una voz que no reconozco.
Es la voz de Michael.
—¿Eres tú, David? —inquiere. Se oye adolorido.
No puedo verlo, pero sé que se ha incorporado. David lo mira con el mismo asombro que a mí. Turna la mirada entre Michael y yo con los ojos abiertos de par en par y un temblor en el labio inferior.
Oigo más pasos. Alguien se acerca.
—¿¡Qué rayos le pasó a Aaron!? —demanda Ibrahim.
Debo lucir como un animal moribundo en este momento. La muerte me llama; hago mi mejor esfuerzo por combatirla.
—¿Qué está mal contigo? —le pregunta Ibrahim a David, exasperado—. ¡Muévete, tenemos que ayudar a...!
Se calla de repente. Es obvio el porqué.
Ya no tengo fuerzas para mover los ojos, así que los mantengo fijos hacia el techo. Me limito a prestar atención a todo lo que escucho.
—Muevan sus malditos culos de una vez —espeta Ibrahim, harto de la inmovilidad de David y Michael—. ¡Tenemos que salir de aquí y salvar a Aaron!
David se pone de pie. Pasa a mi lado y se detiene junto a mí. No me mira; tiene la mirada fija en el chico que vinimos a rescatar.
Puedo escuchar que Michael se acerca.
—Pensé que nunca volvería a verte —dice. Su voz se oye quebrada, cargada de dolor y alivio al mismo tiempo.
Uso toda mi fuerza para mover mi cabeza y ver lo que sucede. Cada movimiento agota mis energías.
Michael lanza sus brazos hacia David.
Lo abraza con fuerza.
Se separa de él.
Acerca sus labios a los suyos...
Y David lo aparta.
—Tenemos que salvar a Aaron —dice David con determinación, mirando hacia la nada—. ¡Tú lo agarras de las piernas y yo de los brazos! —le ordena a Ibrahim.
Michael frunce el ceño, horrorizado.
—Precioso, soy yo —dice, su tono lleno de súplica.
—Lo siento. —Es todo lo que responde David.
Se agacha junto a mí.
—Voy a salvarte, amor —me susurra. Nunca oí tanta decisión en su voz—. No voy a permitir que mueras.
Me besa.
Demonios, me besa.
Frente a Michael.
Frente a Ibrahim.
No puedo creer lo que acaba de suceder:
Él me eligió.
—David —implora Michael. No puedo verlo, pero sé que está llorando—. Soy yo...
—Lamento interrumpir este drama sacado de teleserie preguerra —interviene Ibrahim. Pasa a través de mí y se agacha para tomar mis piernas—. Tenemos que mover nuestros culos de aquí antes de que aparezcan protectores. Michael, si quieres salvarte, ven con nosotros.
—A la cuenta de tres —indica David. Ya no se atreve a mirar a Michael—. Uno, dos... tres.
Soy levantado. El dolor es tan insoportable que en cualquier momento colapsaré.
—¿Vienes? —pregunta Ibrahim. Adivino que se dirige a Michael.
Escucho pasos como confirmación.
David e Ibrahim me cargan por los pasillos del cuarto piso de la sección 2. Apenas logro entender lo que sucede. Veo techos. Luces. El rostro de David. Concreto. Más luces. El rostro de David otra vez.
Mis ojos se empapan de lágrimas de felicidad y tristeza al mismo tiempo.
Felicidad, porque David me ama.
Tristeza, porque voy a morir.
Estoy perdiendo mucha sangre. No necesito comprobar mi herida para saberlo.
—Da-david —logro balbucear.
—No hables, hermoso —dice. Su voz es una mezcla de desesperación y convicción—. Guarda energías para el viaje.
—David —repito. No sé de dónde saco las fuerzas—. Te amo.
—No hables —insiste David con la voz quebrada—. Te vamos a salvar.
Subimos escaleras y atravesamos pasillos. Como esperaba, el dolor me pone a delirar.
Veo aves volando sobre nosotros. Estas brillan tanto o más que las aves robóticas brillantes que vi con David hace meses en el Sector G.
Escucho una melodía hermosa y esperanzadora. Suena a plenitud y libertad; diferente a cualquier cosa que haya oído en el pasado.
Huelo el aroma del chocolate caliente que bebía en Eternidad. Casi puedo sentir el humo bailando en mi nariz.
Debo estar perdiendo la cabeza, pero no me importa. Tengo ganas de reír, cantar, gritar, llorar; todo al mismo tiempo.
El dolor crece, crece, crece.
Duele.
Duele tanto.
Due...
Rostros.
Veo rostros.
Papá.
Mamá.
Jacob.
Alicia.
Ibrahim.
David.
Sus manos.
Su pelo.
Su cuerpo desnudo.
Su corazón.
¿Sigo vivo?
¿Morí?
Colores.
Tantos colores, luces, formas...
Puntos de luz.
Negrura.
Y de pronto veo el cielo.
—¡Rápido! —Escucho, o tal vez lo imagino, no lo sé.
—¡Con cuidado! —grita una persona. No logro distinguir quién.
Oigo el sonido del viento. Debo estar en el exterior. Concentro la mirada en el cielo, tan azul, hermoso, extenso.
—Voy a salvarte —susurra alguien en mi oído—. Te amo, Aaron.
Soy recostado con cuidado.
Siento el suelo moviéndose bajo mi cuerpo.
Y luego todo es negro.
* * * *
Camino por un desierto solitario y silencioso. La brisa del atardecer es cálida. No sé cuánto tiempo llevo deambulando por las dunas de arena. Tal vez unos minutos. Tal vez una eternidad.
Miro a mi alrededor: no hay más que arena, cielo y sol. Es un bello atardecer, pero por alguna razón no lo siento como tal.
Me muevo y me muevo y no llego a ninguna parte. Todo es arena por donde quiera que mire.
De repente, algo distinto aparece: un edificio. Más bien, la azotea de uno. La construcción está enterrada en la arena y lo poco que alcanza a verse de ella luce en mal estado.
Me doy la vuelta. A la distancia, veo más estructuras enterradas. Muchas otras comienzan a aparecer de la nada como si emergieran desde un mar de arena.
El suelo tiembla. Comienzo a correr sin rumbo fijo. La arena acaba y de pronto estoy corriendo sobre cenizas. El hermoso cielo anaranjado del atardecer se convierte en un oscuro manto de nubes tan negras como la noche.
Nuevas estructuras aparecen a mi alrededor, todas destruidas. Estoy en una ciudad en ruinas.
Oigo pasos tras los míos. Me doy la vuelta y veo a un anciano alto y de cabello canoso.
Es mi abuelo.
—¡Abuelo! —Lo llamo. Corro en su dirección.
Él sonríe y me extiende sus brazos. Lo abrazo con fuerza, incapaz de reprimir las lágrimas.
—Te extrañé tanto —gimoteo sobre su pecho.
—No más de lo que yo te extrañé a ti. —Frota mi espalda. Su voz suena dulce y sublime.
Me separo y lo miro. Su sonrisa es tan hermosa como la recordaba.
—¿Dónde estamos, abuelo?
Su sonrisa desaparece. Sus ojos escudriñan los alrededores con pesar.
—Estamos en Arkos —anuncia entre un suspiro.
Vuelvo a comprobar los alrededores. Todo es oscuridad y destrucción.
—Pero Arkos no está en ruinas —replico.
—Lo estará —musita el abuelo—. Pronto lo estará.
—¿De qué hablas?
—¿Caminamos? —propone. Vuelve a sonreír.
Deambulamos por las ruinas. Examino el rostro y los ojos del abuelo: más allá de las arrugas y la piel reseca, luce mucho más sano de lo que lo recordaba.
—¿Dónde has estado todo este tiempo, abuelo? Hace mucho que no te veía.
—Cuando regreses, si es que lo haces, lo recordarás —responde. Detecto tristeza en su voz.
—¿De qué hablas?
—¿No recuerdas cómo pasé los últimos días de mi vida? —pregunta. Sus ojos se han inundado de dolor.
Los recuerdos rebrotan de golpe: mi abuelo agonizando por causa del Stevens. La habitación del hospital. La reproducción de recuerdos que me exhibió parte de su vida. El día de su muerte, cuando salí corriendo del hospital y lloré por horas en medio de una calle de Libertad.
—Estás muerto —susurro. Las lágrimas son expulsadas al instante.
El abuelo sonríe con melancolía. Se acerca a darme otro abrazo.
—Lo importante es que ya estoy contigo. —Palmea mi espalda.
Lloro al menos por cinco minutos. Recordar la muerte del abuelo es un martirio.
Al recobrar la serenidad, el abuelo y yo retomamos la marcha por la ciudad en ruinas.
—Abuelo, ¿por qué me mostraste recuerdos tan aburridos en la reproducción? —inquiero, intrigado—. Siempre he querido saberlo.
—Así que te parecieron aburridos. —Se ríe—. Es justamente lo que quería lograr.
—¿A qué te refieres?
—Aaron, quería mostrarte lo infeliz que era la vida de civil, por eso no te mostré ninguno de mis recuerdos como rebelde.
—¿Rebelde? —repito, ceñudo—. ¿De qué hablas?
—¿Crees que tu padre aprendió sobre navegación prohibida por su cuenta? —Vuelve a reír—. Sabías que yo le enseñé todo lo que sabía, ¿no?
—Sí, pero no pensé que tú... Oh. —Me quedo callado. Era más que obvio.
—Fui un rebelde, Aaron —confirma—. Pero nunca tuve el valor de dejarlo todo atrás como tú.
Guardo silencio. Entiendo a qué se refiere.
—Cuando tu padre cumplió cinco años, decidí que la vida civil sería lo mejor para él —cuenta el abuelo, triste—. Por ello fue que decidí alejarme del mundo rebelde y dejar de arriesgar mi vida.
—Tal como papá.
—Así es. —El abuelo esboza una sonrisa sin vida—. Tal como tu padre, no tuve el valor de seguir adelante en la lucha por la libertad. Fui cobarde. Tenía tanto miedo de que tu padre o tu abuela resultaran heridos por mi culpa que... —Se queda callado.
—Abuelo, no te juzgaré. —Froto su espalda tal como él frotaba la mía—. Hicieron lo mejor por sus familias.
—No lo hicimos, Aaron —rectifica—. Lo mejor para todos es acabar con el gobierno de Arkos. Viví arrepentido durante décadas por alejarme del mundo rebelde y desistir de la batalla. Por ello es que le enseñé lo que sabía a tu padre, creyendo que haría todo lo que yo no me atreví a hacer...
—Pero tomó la misma decisión que tú —resoplo.
—Y tú hiciste la diferencia. —Me sonríe—. Tuviste el valor suficiente para convertirte en el rebelde que eres ahora.
Desearía ser tan noble como me describe el abuelo.
—Te equivocas —musito, avergonzado—. Dejé todo atrás por David, no porque quería ser rebelde.
—No importa por qué te alejaste de la vida civil; lo importante es que corriste el riesgo. ¿Y qué si fue por amor? ¿Qué no fue por amor que tu padre y yo decidimos excluirnos de la lucha? El amor no debería limitar, Aaron, y a tu padre y yo nos limitó. Aunque creas que el amor por David te ha limitado, este ha hecho más por ti de lo que crees. Fue por amor que elegiste cambiar tu vida para siempre. Fue por amor que escogiste desafiar al sistema y alzarte contra quienes querían cambiarte.
Sonrío. El abuelo tiene razón. Solía creer que el amor por David me limitaba, y en parte lo hacía, pero la verdad es que me hizo más fuerte y valiente que nunca. Antes de conocerlo, me temía incluso a mí mismo.
—No sabes lo bien que me hace escucharte —digo, sonriente—. ¿Sabes? Tus recuerdos monótonos influyeron bastante en mi decisión de huir con David.
—Por eso quise mostrártelos. No quería que tuvieras una vida vacía como la mía, Aaron. Si bien fui feliz, nunca me sentí realizado. Siempre quise luchar. Morí arrepintiéndome por no hacerlo. Tú tienes la oportunidad de contribuir a la búsqueda de la libertad de los oprimidos. Tienes la posibilidad de cambiar las cosas. Eres joven, valiente y fuerte. No dejes que el amor nuble tu juicio; permítele darte coraje. Haz que el amor sea un complemento, no un obstáculo.
Entiendo lo que quiere expresar. He pasado los meses sufriendo en silencio por un amor fallido cuando aquel mismo amor debía darme las fuerzas para luchar. Así todo con David acabe para siempre, hay una batalla que enfrentar. Una guerra que ganar.
—Lucha, Aaron —aconseja el abuelo—. No dejes que nada afecte tu camino hacia la libertad.
—Lo haré, abuelo —prometo—. No volveré a ser el chico débil que alguna vez fui.
Me lo prometo a mí mismo también. Si David quiere dejarme, lo permitiré. Si quiere quedarse conmigo y luchar a mi lado, también lo permitiré. No volveré a dejar que nuestro amor sea un impedimento.
Mi abuelo y mi padre tuvieron un sueño que nunca pudieron cumplir, pero yo sí.
Voy a luchar.
Voy a ganar.
Algo diferente aparece a la distancia: campos floridos, iluminados con la luz del atardecer y repletos de aves blancas que vuelan libremente hacia el horizonte.
—Debo volver —anuncia el abuelo con pesar—. Tienes una decisión que tomar, Aaron. Puedes venir conmigo y descubrir qué hay más allá del final de las ruinas, o puedes regresar a la oscuridad y luchar por plantar una flor en medio de tierra infértil.
—Voy a volver —declaro—. Hay una batalla que culminar.
El abuelo sonríe de par en par. Sus ojos brillan ante la luz del atardecer que ilumina el páramo lleno de vida.
—Desde que te vi por primera vez supe que serías un guerrero —dice—. Lucha, Aaron. Por los que amas. Por su libertad. Por tu propia libertad. Y cuando llegue el día en que tu lucha acabe, te recibiré con los brazos abiertos.
Nos damos un abrazo apretado. Cierro los ojos lo más fuerte que puedo para no llorar.
—Adiós, Aaron.
—Adiós, abuelo —suspiro—. Gracias por todo.
El abuelo camina hacia el final de las ruinas, y yo regreso sobre mis pies con lágrimas cayendo hasta mis labios.
* * *
El dolor regresa, pero ya no es tan intenso como antes de que todo se fuera a negro.
Hay una luz potente en las alturas. Me cuesta adaptarme a ella; debo cerrar los ojos con fuerza para resistir la quemazón.
Estoy recostado sobre una cama blanda y cómoda. La temperatura ambiental es agradable, mucho más que la insoportable iluminación. Escucho el pitido característico de una máquina de frecuencia cardíaca.
Abro los ojos, un poco más adaptado a la luz. Hay un techo gris y una lámpara de luz blanca en las alturas.
Estoy en una habitación de hospital.
Muevo la cabeza. Me toma mucho esfuerzo.
Veo a una persona recostada en la orilla de mi cama.
Es David.
Como puedo levanto mi mano y la llevo a su cabello para acariciarlo. Tengo cables en el brazo y en el pecho; todos conectan con máquinas de hospital.
David se incorpora lentamente. Su rostro somnoliento me produce ternura.
—¡Aaron! —exclama. Se acerca para besarme. Al separarse, dice lo siguiente—: Estás vivo, amor. —Un par de lágrimas caen por sus pómulos. Me besa otra vez.
—¿Qué pasó? —pregunto cuando se separa. Incluso hablar requiere un gran esfuerzo.
David toma una de mis manos. Creo que nunca lo vi sonreír con tanta felicidad.
—Un protector newtópico te disparó —recuerda—. Ibrahim y yo te cargamos hacia la azotea de la prisión, en donde aguardaba la aeronave de los coleccionistas. Tuvimos suerte de lograr alzar el vuelo y escapar antes de que los protectores enviaran sus propias naves en nuestra búsqueda.
—¿Dónde estamos? —pregunto. Mi garganta está seca—. ¿Cuánto dormí?
—Estamos en un hospital de Constelación —responde David, sonriente. No suelta mi mano—. El mismo en donde me curaron el Stevens. Has dormido más de doce horas, amor. Llegamos al hospital dos horas después de que escapamos de la prisión. Los médicos te quitaron la bala y te sometieron a una regeneración; estuviste inconsciente desde entonces.
—¿Es esto real? —cuestiono, ceñudo. Es demasiado perfecto para serlo. David está conmigo, y estoy vivo.
—Lo es. —David ríe—. Pero por poco moriste. —Se enseria—. Tuviste mucha suerte, Aaron. Tu placa metálica de identificación te salvó la vida.
—¿Cómo?
—La bala logró atravesar la placa, pero la placa amortiguó la velocidad de la bala, por lo que esta no logró llegar a tu corazón —explica David—. ¿Puedes creer que Ibrahim lo asoció con un milagro? —pregunta entre risas.
—Tal vez fue uno. —Sonrío por primera vez desde que desperté, pero me pongo serio al instante para preguntar lo siguiente—: ¿Dónde está él?
—¿Ibrahim?
—Sabes a quién me refiero —rectifico.
Toda felicidad en el rostro de David desaparece.
—Está siendo tratado por especialistas —cuenta. Su voz no denota expresión—. Tiene un preocupante grado de desnutrición y deterioro. Casi se volvió loco cuando se dio cuenta de que nos dirigíamos a Constelación; no quería alejarse de Newtopia. Aún no sabemos por qué o por quién. Lo único que sabemos es que fue torturado y abusado durante todo su transcurso en prisión. No puedo creer que haya soportado tanto dolor.
—Tal vez el amor lo hizo resistir tanta desgracia —susurro, sin mirarlo.
David suspira. Me atrevo a verlo a los ojos y descubro una notoria melancolía en ellos.
—Ni siquiera puedo mirarlo a la cara —confiesa. Ha dejado de mirarme—. Rompí su corazón.
—¿Por qué me elegiste? —Mi voz suena menos agradable de lo que me gustaría.
—Siempre fuiste mi elección —confiesa David, sonriendo otra vez—. Te amé con la misma intensidad incluso después de saber que Michael seguía con vida. No te voy a negar que descubrirlo me removió sobremanera, pero nunca dejé de quererte. Fui un imbécil por reaccionar de la peor forma al enterarme y por haberme alejado de ti para ordenar mis ideas. El amor por Michael murió hace mucho tiempo, pero siempre le he tenido un gran cariño; por eso me obsesioné con la idea de rescatarlo. Necesitaba hacerlo para perdonarme a mí mismo por olvidar todo lo que alguna vez sentí por él.
No puedo creer lo que oigo. Siempre fui la opción de David. Casi podría reír ante la ironía de su declaración.
—Lamento si alguna vez te hice pensar que ya no te quería —dice David en una mueca de arrepentimiento—. Tenía mucho miedo de enfrentarme nuevamente a Michael y que todo lo que alguna sentí regresara con mayor intensidad, por eso no luché por ti lo suficiente.
—¿Y qué sentiste al enfrentarlo? —inquiero.
—Alivio de que estuviera vivo. —Sonríe con tristeza—. Tristeza por verlo tan diferente a cómo lo recordaba. Dolor por pensar en todo lo que sufrió... y muchas cosas más excepto amor.
Sigo sin creer en sus palabras. Esto debe ser un sueño. Quizá si estoy muerto.
—No sé qué decir —admito. Miro hacia la luz de la habitación.
—Dime que me amas.
Lo miro a los ojos. Percibo una gran sinceridad en ellos.
—Sabes que te amo, David —susurro—. Nunca dejé de hacerlo.
Él sonríe. Sus ojos se cristalizan.
—Perdóname —insiste—. Perdóname por haber...
Reúno toda mi fuerza para levantar mi mano, agarrarlo del cuello de su overol y besarlo.
—No hay nada que perdonar —digo cuando separa sus labios.
Ambos sonreímos.
—A propósito, tengo algo que decirte —pronuncio. David me mira con inquietud—: sean cuales sean tus decisiones de ahora en adelante, las entenderé.
—¿A qué vas con eso? —demanda David, tenso.
—Los sentimientos son muy inciertos —digo—. Un día puedes amar a una persona y al siguiente odiarla, así como puedes sentir nada por alguien y en un tiempo más sentirlo todo. Tal vez dejaste de amar a Michael, pero nada nos asegura que no volverás a sentir lo que alguna vez sentiste por él. Y si eso llega a suceder, lo entenderé, David. Ya no dejaré que nuestro amor sea un impedimento para ambos. Si tu verdadera felicidad está conmigo, tengo los brazos abiertos hacia ti; pero si está con Michael, te dejaré ir.
—Aaron, no...
—Déjame terminar —le pido—. No volveré a sufrir por ti. Te amo, en serio lo hago, pero tengo sueños que hacer realidad, y no voy a dejarlos de lado por mis líos amorosos. Si tu amor resulta ser un obstáculo para lo que deseo, prefiero que elijamos caminos diferentes.
—¿Y qué es lo que deseas? —consulta, sonando un tanto asustado.
—Libertad. —Sonrío—. Plena y definitiva libertad. Es lo que mi abuelo quería, y es lo que quiero ahora también. Voy a luchar por conseguirla, David. Tienes dos opciones: luchar conmigo o dejarme partir. Aceptaré cualquier decisión que tomes, pero ya no dejaré que nuestro amor sea un problema.
—Estoy tan, tan orgulloso de ti... —Esboza una sonrisa que exhibe sus dientes. Se pone serio para continuar—. Quiero luchar a tu lado, Aaron. No puedo prometerte que no volveré a sentir nada por Michael, porque, como dices, los sentimientos son inciertos; pero lo que sí puedo prometerte es que lucharé contigo para cumplir el sueño de tu abuelo y construir un mundo en el que podamos amarnos con libertad.
Volvemos a besarnos como confirmación de nuestras promesas.
—Lucharemos juntos —susurro entre el beso.
—Juntos —repite David.
—Juntos —reitero.
—Por cierto, tengo un regalo de navidad para ti —dice David al acabar el beso.
—¿Qué? —Me río.
Él saca algo del bolsillo.
—Extiende tu mano.
—Apenas puedo moverla —comento entre risas.
—Solo hazlo. —Él ríe también.
Lo hago. Él deja algo sobre mi mano. La acerco a mi cara para examinar el objeto.
Es un collar. Son dos aves metálicas que brillan con intensidad ante la luz de la habitación.
—Es hermoso —susurro, sonriente.
—Me costó una eternidad encontrarlo. —David ríe—. Las tiendas de la ciudad estaban repletas y agotadas. Fue lo único bonito que encontré.
—Me encanta, muchas gracias —digo—. ¿Me ayudas?
David me da una mano para incorporarme. El pecho me arde ante el movimiento; hago lo mejor que puedo para ocultar mi dolor.
Él me pone el collar, y vuelvo a besarlo como agradecimiento.
No sé qué pasara el día de mañana. Quizá nuestros caminos se bifurcarán; tal vez seguiremos juntos durante años. Pero así nuestro amor dure un segundo o una eternidad, no volveré a permitir que nos limite.
Lucharemos juntos, o lucharé solo, pero seguiré luchando. Es lo que mi abuelo querría y lo que quiero ahora. Anhelo el bienestar para el mundo y un futuro prometedor. Anhelo correr tranquilo por las calles y no volver a sentir miedo de lo que soy.
Anhelo la libertad.
Y voy a conseguirla.
* * * *
Sí, Aaron está creciendo ♥
A los Ibraaron shippers... lo siento :'v
Pero como siempre les digo, no crean que todo está resuelto o perdido. Ya saben: TODO puede pasar en esta historia. Capaz y Aaron y Alicia terminan coshando en el futuro, quién sabe, ahr.
Aaaah, y para los que no forman parte del grupo en Facebook:
¡¡¡PROHIBIDOS SERÁ UNA TRILOGÍA!!!
Sí, habrá un tercer libro después de Progresivos. :'D
No puedo adelantarles mucho, porque no quiero hacerles spoilers. Solo les diré que se preparen. Se vienen muchísimos impactos. El tercer libro será el más intenso de todos 7u7 les prometo que no los decepcionará. <3
Gracias por el apoyo incondicional a los que sí quieren seguir adentrándose en este bello mundo que estamos creando. Merecen el cielo, la tierra, el mar, la Antártida, la Cordillera de Los Andes y todo el universo.
Los ama, Matt.
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