18. Aaron - "Peligro inminente"
Mantengo los ojos abiertos y fijos hacia el techo de mi habitación, sin poder conciliar el sueño. Los recuerdos de la dolorosa confrontación con David en la central se niegan a dejarme dormir en paz.
Pienso tantas cosas a la vez que mi mente es un revoltijo de imágenes y palabras. Rememorar todo lo que ha pasado en mi vida desde que accedí a la red negra y me contacté con David por primera vez me genera una pesadumbre que por poco me deja sin aire.
Él tiene razón: soy un maldito cobarde. Debería estar a su lado en estos momentos, y no haberme dado por vencido tan a la ligera.
—¿No puedes dormir?
La voz de Ibrahim interrumpe mis pensamientos. Él está recostado en la cama de al lado. Desvío la mirada del techo y vislumbro a mi inesperado compañero de cuarto entre la oscuridad, gracias a la escasa luz de luna que se filtra por la pequeña ventana de la habitación que compartiría con David tras su regreso.
—No puedo. —Me cuesta hablar por causa de todo lo que he llorado—. Duele demasiado.
—¿Quieres... que te abrace? —pregunta Ibrahim con cierta ternura en la voz.
—Por supuesto que no —espeto—. Yo... lo siento. —Me retracto—. Es solo que no es lo correcto.
—Tampoco era correcto besarnos, pero lo hicimos. —Ibrahim se oye disgustado.
—Tú me besaste. —Vuelvo la mirada al techo.
—No parecías negarte. —Él está completamente enfadado ahora.
Me limito a resoplar como respuesta. Estoy agotado. He pasado por tanto últimamente que ya no sé cómo seguir avanzando. Antes solía creer que el futuro sería complicado, pero nunca esperé que llegara a este grado de dificultad. Hoy, todo es igual de incierto que en aquellos días en los que esperaba las reproducciones obligatorias.
¿Qué haré ahora? ¿Debería negarme a participar de la guerra y aceptar la oferta del jefe de la biblioteca de convertirme en un restaurador? ¿Debería formar parte del enfrentamiento que se avecina y luchar por la libertad de las naciones posguerra? ¿Debería intentar regresar a Amanecer para estar con mi familia y dejar que los demás se encarguen de todo?
O... ¿debería ir en busca de Michael como había planeado hacer?
—¿En qué piensas? —pregunta Ibrahim, nuevamente interrumpiendo mis introspecciones.
—En nada —miento—. Estoy intentando dormir.
—No sabía que dormías con los ojos abiertos —bromea él con el tono irónico de siempre.
—¿Puedes cerrar la boca y dejarme en paz? —le pido hastiado.
No debería ser tan duro con él, pero siento tanto dolor que no tengo ánimos para nada ni nadie.
—No deberías desquitarte conmigo —reclama Ibrahim después de unos segundos de silencio—. No fui yo quien decidió dejarte.
—¿¡Puedes callarte!? —Se me quiebra la voz.
Estallo en llanto otra vez. Reprimo las ganas de gritar y golpear lo que esté a mi alcance.
—¿Y tú podrías dejar de llorar como un maldito bebé? —Ibrahim se incorpora y se pone de pie—. ¡Ya es momento de que dejes de actuar como una gallina!
Detengo mi llanto solo por el impacto. ¿Quién se cree para hablarme así?
—No tienes derecho a tratarme...
—¡Mira en donde estás, Aaron! —interrumpe él. Señala la ventana—. Estás en Eternidad, un pueblo posguerra que en cualquier momento podría ser atacado por personas que nos quieren muertos. Una peligrosa guerra se avecina, la libertad de miles y miles de personas está en juego y tú estás llorando como un niño inmaduro por culpa de un idiota que no tiene claro lo que quiere. ¿Crees que lo que tienes con David es más importante que una guerra o que el peligro que enfrentas? ¿Crees que un simple romance de jóvenes es más fuerte que la lucha por la libertad?
No sé qué responder. Encuentro cierta razón en sus palabras; están sucediendo cosas mucho más importantes en el mundo que un simple quiebre amoroso, pero eso no significa que debería dolerme menos.
—No sé si lo olvidaste, pero tengo dieciocho años —le recuerdo, aún con la voz quebrada—. Nunca me había enamorado ni había sufrido por amor. ¿Esperas que tenga una sonrisa en el rostro porque el chico que amo decidió dejarme?
—Ni siquiera has tenido una larga conversación con él —dice Ibrahim exasperado—. Y esto no se trata de una cuestión de edad. Ya eres un hombre, Aaron. Debes aprender a comportarte como uno y dejar de ser un adolescente que se derrumba por nimiedades.
—¿Nimiedades? —Me río—. ¿Romper con el amor de tu vida es una nimiedad para ti?
Ibrahim se incomoda al oír que considero a David como el amor de mi vida, pero mantiene su postura inquebrantable.
—En comparación con una maldita guerra, romper con un imbécil es una completa nimiedad. —Se sienta en su cama, un poco más calmado—. Date cuenta de lo que sucede: podríamos morir de un segundo a otro. ¿Y si una bomba cae sobre esta cabaña segundos después de decir esto? ¿Y si el refugio de Amanecer está siendo destruido en estos momentos con nuestros familiares dentro? Hay cosas mil veces más importantes que las inciertas relaciones amorosas. Tenemos mucho por lo que luchar para derrumbarnos por otras personas.
Me siento más avergonzado que nunca, porque tiene razón. Mi familia y todos los que quiero están en peligro la mayor parte del tiempo, y yo solo estoy llorando por algo de lo que ni siquiera tengo confirmación.
En efecto, soy un cobarde.
—Lo siento —mascullo—. Prometo no volver a llorar por "nimiedades" —digo lo último con un deje de reproche.
—Guarda tus lágrimas para cuando realmente necesites expulsarlas —aconseja Ibrahim—. Se avecina un conflicto que podría acabar con muchos de los que te rodean, y eso sí ameritaría llorar hasta secarse por dentro. Enfócate en lo que te trajo a este lugar.
—Vine por David —menciono, cada segundo más avergonzado—. Solo quería curarlo.
—Si viniste solamente por él, y no por la búsqueda de la libertad de los oprimidos, déjame decirte que eres una persona bastante egoísta. —Ibrahim suena triste ahora, como si estuviera decepcionado.
Agacho la mirada. Me siento más humillado que nunca. Realmente soy un egoísta y un cobarde.
—¿Puedes perdonarme? —pregunto como un niño pequeño arrepentido.
—No tengo nada que perdonarte. Eres tú quien debe perdonarse a sí mismo. Sé que amas a David, y que no puedo competir contra eso. Pero también sé que hay cosas de las que deberías preocuparte más que de él y yo. El amor puedes conseguirlo con mucha más facilidad que la libertad, Aaron. Olvídate de David por un tiempo y lucha por algo mayor que una relación incierta.
—¿Quién eres? —pregunto entre risas, dejando a un lado la tristeza—. ¿En qué momento maduraste tanto?
—Nunca te diste la oportunidad de conocerme tal cual soy. —Ibrahim esboza una sonrisa desafiante—. Por suerte, aún tienes tiempo.
Resisto el impulso de levantarme de la cama y arrojarme a sus brazos como agradecimiento.
Ibrahim me acaba de abrir los ojos. No debería derrumbarme por David cuando existen motivos más que suficientes para ser fuerte.
Hace un mes, me hice la promesa de que el amor por David no volvería a limitarme, y debo cumplirla.
—Gracias. —Le sonrío a Ibrahim—. Nunca pensé que tu rudeza serviría de algo.
Él ríe, y yo también.
—Supongo que no está mal ser malo de vez en cuando —dice en tono divertido.
Ibrahim se pone de pie, se acerca a mi cama y se sienta a mi lado. Recuesto mi cabeza sobre su hombro como si fuéramos amigos de toda la vida, sin sentir vergüenza alguna.
—¿Qué pasará ahora? —le pregunto en voz baja. No levanto mi cabeza de su hombro.
—Dormiremos, nos levantaremos a primera hora de la mañana e iremos a entrenar con los eternos —responde—. Es tiempo de prepararnos para lo que se viene.
—Aún nos queda una noche para despreocuparnos del mundo real —susurro casi inaudiblemente.
Levanto mi cabeza y me encuentro con sus ojos.
Él vuelve a reír.
—¿Te das cuenta de que has tirado a la basura todo lo que acabo de decirte? —pregunta entre risas.
—¿Acaso no puedo tener una última noche como un chico hormonal y caprichoso antes de enfrentarme a una guerra que podría acabar con mi vida? —pregunto en respuesta, también riendo.
Ibrahim posa un brazo sobre mis hombros.
—Lamento haber sido tan duro —dice, ahora más serio—. Solo quiero que seas el guerrero que estás destinado a ser.
—No te preocupes. —Me pongo serio también—. A veces necesitamos un sermón para darnos cuenta de lo que realmente importa.
Sostengo su mirada. Si bien decidí aceptar su consejo, y preocuparme de lo que sucede a nuestro alrededor más allá de lo que sucede entre David, Michael, él y yo, por esta noche quiero que el mundo se reduzca a mi pequeña habitación iluminada por la luna.
Ibrahim lleva una mano a mi rostro y lo acaricia con suavidad.
—Eres hermoso —susurra.
Surco mis labios en una sonrisa temblorosa. Él sigue acariciando mi rostro y mirándome como si no hubiera nada más bello en el mundo que yo.
Por ahora, toda la inseguridad que sentía se ha reducido a la nada misma, porque soy la elección de Ibrahim.
Tal vez, él debería ser la mía.
El toque de la puerta de entrada a la cabaña impide lo que pudo haber sido un nuevo beso entre nosotros.
—¿Quién crees que sea? —pregunta Ibrahim, un poco molesto por la interrupción.
—No lo sé —admito—. Espera aquí.
Me encamino fuera de la habitación. Tanteo en la pared del pasillo en busca del interruptor que enciende el bombillo que ilumina el espacio principal de la cabaña.
La estancia ya está iluminada, así que abro la puerta sin miedo.
Veo a David.
Él se lanza a abrazarme apenas abro la puerta lo suficiente.
No sé qué hacer. No esperaba recibirlo a estas alturas de la noche, menos que me abrazara de esta forma después de cómo me trató en la central y como salió corriendo en busca de más información sobre el gran amor de su vida.
—Perdóname —repite él sobre mi hombro con la voz quebrada—. Por favor.
Estoy en blanco. Me ha tomado completamente por sorpresa.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto al salir del trance.
David se separa. Veo su rostro enjugado en lágrimas.
—Fui un idiota. —Se seca las lágrimas con las manos—. Debí haber tenido una profunda charla contigo en vez de tratarte de cobarde y salir corriendo.
Hago una mueca de disgusto y desvío la mirada. Me esmero en no derrumbarme otra vez. Me hice una promesa y no puedo fallarme a mí mismo.
—¿Qué quieres, David? —Lo miro a los ojos—. ¿A qué viniste?
—¿A qué vine? —Frunce el ceño—. Aaron, nos amamos. Lo mínimo que debemos hacer es estar juntos.
—Hasta que te diste cuenta —interviene Ibrahim desde el pasillo.
Me doy la vuelta y lo miro. Lo descubro vistiendo solo sus zapatos y uno de los pantalones negros que le entregaron los eternos. En una mano, lleva la playera blanca que estaba usando en la habitación.
Se la quitó solo para provocar a David.
No sé si reír o indignarme. Me acaba de dar un sermón sobre mi inmadurez y ahora actúa tan o más infantil que yo.
—¿Por qué te has quitado...?
—Me voy —interrumpe—. Nos vemos mañana, Aaron. Si este imbécil intenta hacerte daño, no dudes en llamarme. Estaré a una cabaña de distancia.
—Nunca le haría daño —dice David entre dientes, más enfadado que nunca.
—Ya se lo hiciste. —Ibrahim pasa en medio de nosotros y atraviesa el umbral de la puerta—. Buenas noches, Aaron. —Me sonríe desde el exterior.
No hago más que mirar de un lado a otro en silencio. Estoy tan asustado por todo lo que está sucediendo que no sé cómo reaccionar.
David da un fuerte portazo. Sigue mirando la puerta incluso si ya no puede ver a Ibrahim.
—Es un completo imbécil —gruñe—. ¿Qué estaba haciendo aquí? —me pregunta alterado.
—Nada de lo que probablemente estés imaginando —respondo—. Le pedí que se quedara aquí porque temía que lo buscaras y le hicieras daño.
David amplía sus ojos y boca. Algo parece quebrarse dentro de él.
—¿En qué crees que me he convertido? —pregunta entristecido.
No respondo a su pregunta. La verdad es que ya no sé quiénes somos en realidad.
—No volveré a tocarlo si no me da razones para hacerlo —afirma él—. ¿Cómo esperabas que reaccionara si lo encontré besando al chico que amo?
—¿Me amas en realidad? —pregunto, pero me arrepiento de inmediato.
David luce aún más destrozado ahora.
—Aaron, yo te amo —asegura. No sé qué sentir—. Aunque sigo molesto porque me ocultaste algo tan importante, eso no quiere decir que vaya a dejar de sentir algo por ti.
—¿Y qué hay de él? —Enfatizo la voz al pronunciar "él".
David guarda silencio y agacha la mirada, tal como imaginaba que reaccionaría.
—Lo amas también, ¿no? —suspiro.
Él se mantiene callado y con la mirada gacha. Sé bien que su silencio no es más que un asentimiento.
—Aaron, yo...
—Debemos darnos un tiempo.
Me duele el corazón al pronunciar aquellas palabras, pero las siento adecuadas.
David me mira estupefacto.
—¿Un... tiempo? —Le tiembla la voz.
—Un tiempo —reitero—. Al menos hasta rescatar a Michael.
No sé cómo logro hablar sin quebrarme otra vez. Nunca imaginé que le pediría un tiempo a David. Creí que sería la muerte quien nos separaría, pero ya veo que fue la misma vida quien se encargó de hacerlo.
—Aaron, no es necesario. —Los ojos de David se empapan de lágrimas.
—¡Por supuesto que lo es! —Me exaspero—. ¿Qué crees que pasará si logramos salvar a Michael? ¿Crees que serás lo suficientemente fuerte para seguir conmigo teniéndolo frente a ti?
David vuelve a agachar la mirada, esta vez con lágrimas cayendo por su rostro.
—¿Lo serás? —Me acerco a él—. ¡Respóndeme!
—¡No lo sé! —grita, totalmente derrumbado—. ¡No tengo ni puta idea de qué pasará!
—¿Lo ves? —Reprimo mis lágrimas—. Por esa razón debemos darnos espacio. Si logramos encontrarlo, rescatarlo y traerlo aquí, lo más probable es que vuelvas a caer rendido ante él. No quiero hacer el ridículo, David. Prefiero que nos alejemos ahora antes de acabar tan herido que no pueda reponerme.
—Aaron, yo te amo...
—Y yo a ti —coincido—. Pero que nos amemos no asegura que debamos estar juntos.
Estoy tan destruido por dentro como David, pero me mantengo erguido.
Estamos rompiendo.
Y mi corazón se rompe también.
—Si eso es lo que quieres, así será —dice David entre triste y enojado. Cada palabra aumenta el dolor en mi pecho—. Pero créeme, te seguiré queriendo. No te voy a negar que tengo muchísimas ganas de volver a ver a Michael y darle un fuerte abrazo, tampoco te negaré que sigo sintiendo cariño por él... pero tú también eres especial.
Ese "también" me duele más de lo que debería tranquilizarme.
Antes de poder agregar algo en respuesta, una fuerte sirena resuena desde alguna parte de la cabaña.
—¿Qué es eso? —pregunta David sobresaltado.
—No lo sé. —Busco en todas direcciones por la fuente del sonido.
Miro por la ventana y descubro a unos cuantos eternos corriendo en dirección al pueblo. David y yo salimos de la cabaña, y nos topamos con Ibrahim, Danira y Daniel en el exterior.
—¿Qué está pasando? —pregunta David asustado.
La sirena también resuena en el exterior desde unos parlantes situados sobre un alto pedestal en la entrada de la zona de cabañas para recién llegados.
—Entramos en estado de emergencia —farfulla Daniel a viva voz para hacerse oír por sobre la fuerte sirena—. Debemos...
—Les informamos a todos los habitantes de Eternidad que deben dirigirse lo más rápido que puedan hacia los puntos de emergencia del pueblo —dice una voz masculina en los parlantes, interrumpiendo a Daniel—. Repito: les informamos a todos...
—¡Debemos ir a la escuela del pueblo! —grita Daniel—. ¡Síganme!
—¡Esperen, debo ir por Alicia y Max! —vocifero.
Regreso a la cabaña y me dirijo a la habitación de Alicia y Max. La encuentro vacía. Ninguno de los dos está aquí.
A paso rápido, regreso al exterior y corro junto a los demás. Daniel nos guía hacia el pueblo eterno, en donde eternos corren de un lado a otro también. A pesar del peligro inminente que estamos enfrentando, la gente parece correr sin pánico alguno, como si ya estuvieran preparados para algo como esto.
—¿Qué está pasando? —le pregunto en voz agitada a Daniel.
—No lo sé, pero no debe ser nada bueno —responde mientras corremos, también con la voz agitada.
Daniel forma parte del comité de seguridad de Eternidad, por ello sabe a dónde ir y de qué se trata la sirena. Si él dice que esto no es nada bueno, es porque está en lo cierto.
Mi corazón se acelera conforme corro junto a los demás. Involuntariamente, busco la mano de David y la aprieto con fuerza. Ambos corremos de la mano, como si no hubiéramos terminado hace solo unos minutos. Supongo que la necesidad de protegernos no desaparecerá de un minuto a otro.
Observo a Ibrahim mientras corremos entre el pueblo atestado de gente. Él mira mi mano unida a la de David con cierta molestia, pero desvía la mirada al instante y sigue corriendo.
—¿Dónde están los demás? —pregunto a viva voz, refiriéndome a Alicia, Max, Kora, Isabel y William.
—Alicia ha de estar con Carlos —responde David agitado—. William está encerrado con él. Luego te explico.
¿Carlos?
No tengo tiempo de preguntar, porque ya llegamos a la escuela del refugio. Esta es más pequeña que la Biblioteca, y está pintada de una gran variedad de colores llamativos. Tiene apenas dos plantas, y sus paredes parecen de un concreto bastante grueso y resistente.
En las entradas de la escuela, hay un grupo de eternos vestidos de negro que ordenan a todo el mundo a entrar. Daniel se les une a ellos, y nos pide a todos que ingresemos cuanto antes y nos dirijamos al sótano del edificio.
Antes de entrar, Danira se acerca a Daniel y le da un fuerte beso en los labios. Ambos se abrazan y dicen cosas el uno al otro que no logro escuchar.
Tras su despedida, David, Ibrahim, Danira y yo seguimos a los demás eternos que corren junto a nosotros. Llegamos a una escalera que desciende hasta una puerta metálica abierta, en la que los eternos ingresan sin miedo alguno. Todos corremos y nos internamos en el que al parecer es el sótano.
En el fondo de la habitación de paredes metálicas, hay cinco elevadores espaciosos cuyas puertas están abiertas. Los eternos se van internando en los elevadores, los que suben y bajan con rapidez a medida que van transportando a las personas abajo y regresando.
Ingreso junto a los demás en un elevador. Somos al menos diez personas en total en el cubículo.
—¿Sabe qué está pasando? —le pregunto a una mujer de no más de cuarenta años. Ella no luce tan asustada como nosotros, pero sí se ve bastante tensa.
—Están bombardeando los valles cercanos —responde ella en voz agitada—. Vienen directamente hacia nosotros.
Mi corazón da un vuelco. Aprieto la mano de David con más fuerza.
—¿Quiénes? —pregunta él, tan asustado como yo.
—Los newtópicos —responde la mujer—. Han decidido romper los acuerdos.
Ahogo un grito de pánico.
Eso solo significa una cosa:
Ha comenzado la guerra.
* * * * * * *
Ahora sí se viene lo chido (?)
Espero que les haya gustado el capítulo. No imaginan cómo se vienen los siguientes 7u7
¡Gracias por leer, abrazos para todos! <3 —Matt.
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