El tiempo corría. No podía quedarme quieta ahora que sabía lo que tenía que hacer, Clet podría volver en cualquier segundo y me daba escalofríos tan solo pensar en lo que haría al verme cien por ciento despierta e intentando irrumpir en su espacio sagrado.

Me levanté rápidamente de mi posición, dejando la lámpara en el suelo, y me dirigí a la cocina en busca del pequeño destornillador phillips que mi padre había insistido en regalarme pero que nunca había tenido la necesidad de usar.

El problema era que no recordaba en qué parte de la habitación lo habiamos guardado Maggie y yo cuando nos mudamos...

Dí vueltas por toda la cocina, abriendo y cerrando armarios y cajones apenas observando qué había dentro. El lugar, antes limpio y ordenado, podría haber pasado por la escena de un terrible crimen y yo seguía sin encontrar la maldita herramienta.

Me obligué a calmarme un poco y respirar. Las cosas no se mueven solas de un lugar para otro.

Dejé escapar una risita tonta cuando la imagen de un destornillador animado de voz chillona decidiendo que prefería vivir en el último cajón de la alacena se cruzó por mi cabeza. Solté una maldición. Ese no era el momento para reirse.

Busqué nuevamente por todos lados, ahora prestándole más atención a los objetos que me encontraba, en el proceso decidí que cuando todo terminara dedicaría un día a guardar todos los cacharros inservibles en una caja para donarlos a la caridad. Pero no era capaz de encontrar lo que estaba buscando y el sonido de un reloj me torturaba desde adentro de mi cabeza.

Cambié de estrategia y tomé el cuchillo más filoso que pude conseguir. Momentos desesperados requerían medidas desesperadas.

Corrí nuevamente hacía el pasillo que daba a la biblioteca de Clet y suspiré recordando que no hacía mucho tiempo esa era la habitación de mi mejor amiga, el lugar donde nos juntábamos a ver películas o hablar de nuestros dramas amorosos.

Sentía que había pasado una eternidad y que yo jamás volvería a tener la oportunidad de preocuparme por tonterías como qué labial usar para salir a bailar o si Tom Felton era el mejor actor que pudieron elegir para interpretar a Draco Malfoy. Esa vida le pertenecía a otra persona, no a mí.

Cerré los ojos a medida que acercaba el cubierto a las bisagras de la puerta, sabía en mi interior que iba a fallar y terminaría con una cortadura en alguna parte de mi cuerpo. Otra cicatriz más para recordarme toda esta aventura, como si ya no tuviera suficientes.

Como predije, fallé un par de veces mientras intentaba desatornillar la puerta, pero quince minutos después estaba lista para abrirse de un leve toque.

Se desplomó hacia el interior del lugar con un sonido seco y levantando mucho polvo de la alfombra que recorría el suelo, otra cosa que no recordaba haber visto allí en mi última visita.

Tosí un poco a medida que levantaba cuidadosamente mis pies para adentrarme en la sala a través de la nueva pasarela de madera, la cuál pensé que cedería bajo mi peso pero sólo soltó un leve quejido. Otro recuerdo de que ya no era la misma de antes.

La computadora estaba ahí, impoluta en el centro del escritorio como si se tratara de un trofeo mágico que esperaba ser reclamado por la persona capaz de resolver un laberinto. La luz violácea que irradiaba me atrajo hacia ella inmediatamente en un trance. Ya nada más existía, sólo estabamos ella y yo en el medio de un lugar al que el tiempo no llegaba.

Mis manos se apoyaron sobre el pad, guiadas por una fuerza superior. Seleccioné el archivo con el mouse, pero en lugar de arrastrarlo hacia la papelera para eliminarlo lo abrí.

La pantalla se congeló durante unos minutos, luego una explosión de luces me nubló la vista, después todo fue oscuridad y silencio.