
7-Hogar dulce hogar
Ya hemos llegado a casa. La encuentro vacía y terriblemente solitaria. Sin Adela no parece la misma casa.
Hemos llegado en taxi, traemos tantos paquetes que creo que hemos dejado las tiendas vacías.
El taxista nos ayuda a sacar las bolsas del maletero del coche y yo le doy una buena propina por su amabilidad.
Pensaréis, ¿de dónde saca el dinero? ¿De los muertos?
Solo os diré una cosa, jamás he robado a ninguna de mis víctimas?
¿Para qué?...En cualquier momento puedo entrar en la caja fuerte de un banco sin que nadie se de cuenta de que he estado allí.
¿Eso aclara vuestras dudas?
Cuando entramos en casa, April corre por las distintas habitaciones, explorándolo todo.
—¡Qué grande¡ ¿Cuál es mí habitación?
—Cualquiera de las de arriba, hay seis, elige la que más te guste.
April sube corriendo los escalones de dos en dos y la oigo gritar.
—Me quedo con esta.
Ha elegido la más lejana a la escalera. La que tiene mejores vistas.
Tengo las habitaciones amuebladas del todo y con todo quiero decir con camas, aunque no tengamos necesidad de usarlas. Los vampiros no dormimos en absoluto, es más, durante la noche somos aun mas fuertes, más veloces y muchísimo más peligrosos.
La ayudo a subir los paquetes y la encuentro saltando sobre la cama, loca de alegría. Parece aun más pequeña de lo que es y sobre todo más humana.
—Voy a probármelo todo —grita entusiasmada —. Ponte tu también algo de lo que "compramos"
En una de las tiendas, April se empeño en que me probara varias prendas y yo accedí. Pero no recuerdo haber "comprado" tantas.
Me decido por un traje gris y corbata burdeos, sobrio y clásico. Uno ya tiene una edad.
Cuando ella aparece en la puerta de mi cuarto, en la planta baja, creo ver entrar un ángel.
—¿Te gusta? —Me pregunta con un poco de timidez —. Es la primera vez que me pongo un vestido así, de mujer.
Lleva puesto un vestido rojo oscuro, color sangre, que deja sus hombros desnudos y cae hasta sus pies; estos últimos envueltos en finas medias de color carne. Aun no se ha puesto los zapatos.
—Estas preciosa. ¿Qué celebramos?
—Mi nacimiento —me dice y luego me muestra los zapatos que trae en las manos —. ¿Rojos o negros?
—Rojos, creo.
—El color de la vida —susurra ella y vuelve a subir a su cuarto.
Cuando baja al salón, donde yo la espero, trae algo escondido a su espalda.
—Tengo una duda, Sebastian. ¿Los vampiros podemos beber alcohol?
Le contesto que sí, que podemos tomar cualquier alimento o bebida, pero que no nos sirve de nada. No va a perjudicarnos pero tampoco nos beneficiará.
—¿Por qué lo preguntas?
—¡Tachaaan...! ¡Champán francés!
—¿Dónde lo has conseguido?
—La dependienta de la tienda se lo ofrecía a sus mejores clientas...o sea a "moi"
Voy a por un par de copas a la cocina y cuando regreso, ella ya descorchado la botella de champán y rápidamente lo sirve, evitando que se derrame.
—¿Crees que podre emborracharme? —me pregunta.
—Pues depende de la cantidad que bebas —Le digo muy serio, el alcohol nos afecta mucho más que a los humanos.
—Pienso bebérmelo todo —sonríe y luego me susurra al oído —. Robe tres botellas más.
Me da un beso en la mejilla y se bebe su copa de un solo trago. Luego suelta un eructo y lleva sus manos a la boca.
—¡Uy! Perdón.
Creo que el champán ya ha empezado a hacerle efecto.
De un salto April se tumba sujetando la copa de champán, que ha vuelto a llenar, en su mano.
Veo que ha cogido una fotografía de la mesita que hay junto al sofá.
—¿Quién es?
—Se llamaba Adela.
—¿Está muerta?
—Sí.
—Era humana, ¿verdad?
Vuelvo a contestar que sí.
—¿Estabais. ..casados?
—Nunca nos casamos.
—Tu la querías... —no es una pregunta y veo asomar las lagrimas a sus ojos.
—Sí...
—Lo siento, Sebastian. Has tenido que sufrir mucho...
Las lagrimas resbalan por sus mejillas y sé que ya es demasiado tarde.
Rompe a llorar a lagrima viva y no sé cómo hacer que pare.
La abrazo fuertemente y la susurro al oído palabras tranquilizadoras, hasta que entre hipos y sollozos consigo calmarla.
—¿Ella...ella sabía que tú eras un...?
—¿Si sabía que soy un vampiro?...sí, lo sabía.
—¿Y no le importo?
—Me quería demasiado para importarle y sabía que yo la quería a ella.
—¡Guau! A mí me gustaría que alguien, algún día, me quisiera así.
—Encontraras a alguien que te quiera —le digo —, tienes todo el tiempo del mundo para conocerlo.
—Nadie se enamorara de una eterna niña de trece años —. Lo dice sin pensarlo y yo siento una punzada en el corazón porque la culpa es mía y de nadie más. Será siempre una niña sin posibilidad de crecer.
—Lo siento —le digo abrumado —. No debí convertirte...debí dejarte marchar...
—No, Sebastian, no te lamentes. Tú eres la persona mas buena que he conocido en toda mi vida. Si no te hubiera conocido habría muerto igualmente...Me alegro de todo corazón.
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