No creáis que soy un desalmado (¿tendré alma? Lo dudo) al elegir a mi víctima personalmente. No, dejaré esa responsabilidad al azar.

La última persona que vea antes de que amanezca será la elegida.

Será el destino el que haga a esa persona inmensamente feliz o eternamente desdichada.

Yo me lavo las manos.

Culpad al destino en vez de a mí.

Si hay un infierno (al que iré de cabeza sin remedio) allí pagaré todas mis culpas.

Yo no seré el culpable de que mi última víctima esté cerca de mí cuando las primeras luces del nuevo día iluminen el cielo. Será el destino y él tendrá que pagar las culpas.

...

Ya falta poco, más o menos una hora para que amanezca.

Sigo andando sin rumbo por las dormidas calles de esta ciudad. Una ciudad llena de luces y también de sombras. Más sombras que luces, porque el propio ser humano hace sombra a la luz, aunque sea sin proponérselo, y de seres humanos sé mucho. ¿No son el plato principal de mi menú?

Pues eso.

Llego a una plaza, muy solitaria a estas horas, pero aún es pronto. Dentro de un rato se llenará de gente.

Personas que acuden a sus trabajos o que vienen de ellos, ancianos paseando a sus mascotas y niños con sus madres camino de la escuela.

Un montón de futuras víctimas y...una de ellas será la elegida.

¿A quién elegirá el destino para recibir mi regalo?

La gente comienza a salir de sus casas. Hay colas en los transportes públicos y las bocas de metro engullen a las personas a un ritmo sin pausa.

El pulso de la ciudad se acelera vertiginosamente.

Me he ido acercando al centro de la ciudad en mi lento deambular. Oficinas, bancos y colegios, un gran hospital, todos atestados de gente con sus rutinarias vidas.

Uno de ellos cambiará drásticamente de vida. Para él ya no existirá el ayer o el mañana. Sólo el hoy.

Sólo la sed de sangre arderá en sus venas y ninguna otra preocupación le producirá dolor de cabeza. Se acabarán los conflictos laborales, las peleas con su pareja y el dinero dejará de obsesionarle, sólo la sed de sangre llenará su mente, la sangre y la forma de obtenerla.

¿Será el ejecutivo de esa firma importante mi próxima víctima, la niñera que lleva a los hijos de su señora al colegio o ese conductor que ha parado un momento su vehículo en el semáforo, impaciente por reanudar la marcha?

En realidad da igual.

La lotería le tocará a uno de ellos y el agraciado vivirá los peores momentos de su vida.

Aún recuerdo aquel día ya lejano cuando fui mordido por el vampiro que me transformó en lo que hoy soy.

Nunca supe quién era o quién había sido, porque nada más otorgarme el don, se marchitó ante mí para no quedar rastro alguno de él.

Nunca supe si había sido un despiadado asesino o alguien con el corazón bondadoso atrapado en esta espiral de muerte.

Quizás había leído mis pensamientos y actuó en consecuencia. Porque el joven que yo era por aquel entonces sólo buscaba una forma de morir: el alcohol, las drogas (por aquel entonces ya había muchas drogas) y el juego me habían convertido en un ser que buscaba su propia autodestrucción.

Entonces llegó él (o ella, eso tampoco pude llegar a saberlo) he hizo girar mi vida cómo gira la pequeña bola en la ruleta y por la que yo había perdido (me refiero a la ruleta) todo mi dinero, mi autoestima y las ganas de seguir viviendo.

Ese fatídico día se abrió un nuevo mundo ante mis ojos. Un mundo dominado por el olor y el sabor de la sangre. Un mundo teñido de un profundo carmesí. El color del líquido vital. El color de la sangre.

Pero antes de transformarme en el monstruo que soy, antes de todo esto, tuve que pasar por el momento del cambio.

Tuve que asistir a la muerte de mi propio cuerpo entre atroces dolores. El sufrimiento fue tal que creí morirme con mi propia muerte.

Pero gracias a...(iba a decir Dios. Que ridículo). Terminó pronto y el mundo a partir de ese momento no tuvo nada que ver con el mundo que había dejado atrás hacía sólo unos minutos.

En mi nuevo mundo o en la forma en que yo lo veo, todo es más real, más nítido, la luz es más brillante y los sonidos (probad a escuchar a AC-DC siendo un vampiro) infinitamente mejores, más armoniosos, más modulados, en una palabra: bestiales.

Os preguntareis el porqué de mis gustos y de mi lenguaje y he de deciros que uno tiene que adaptarse a los tiempos que corren, aunque tenga ciento siete años.

Cuando nací como hombre escuchábamos la música en unos aparatos que llamábamos gramolas, (sí, ya sé que nunca habéis oído hablar de ellos) ahora siempre llevo mis auriculares inalámbricos conectados mediante bluetooth a mi iPhone 7 con calidad dolby Hd y es una pasada.

Dejaré de irme por las ramas...debe ser la edad.

...

Ya casi es la hora, con mi vista de vampiro veo arder el cielo con un mosaico de incandescentes colores por donde aparecerá el sol en pocos minutos.

Y la víctima se acerca ya...

¿Quién será? ¿Quién será?

Estoy tan nervioso como el día que hice mi primera comunión y no sé ni cómo me acuerdo pues fue poco después de la primera guerra mundial.

Hombre, mujer, niño, anciano. La ruleta gira y gira, ¿dónde se detendrá?

La vi, es joven...

¡Dios mío!, perdóname por lo que voy a hacer...¡es demasiado joven e inocente!

Una niña de menos de quince años viene hacia mi y me mira con curiosidad...¡un ángel!

Voy a transformar a un ángel en un demonio...