17- Siempre nos perseguirán
Aún no se como hemos logrado salir del edificio. Nadie se atrevió a impedirnos el paso.
Corremos juntos, agarrados de la mano, hacia la salida, pasando junto a decenas de vampiros que nos miran espantados.
Solo escucho una misma frase pronunciada por distintas voces:
-¡La maldición!
Una vez en la calle, volvemos a nuestra casa para recoger a Alba.
Tenemos que desaparecer de nuevo, antes de que todos los vampiros de la ciudad salgan en nuestra búsqueda. Por qué sé que en cuanto se les pase el shock, vendrán a por nosotros.
Romeo nos está esperando, Alba duerme en una de las habitaciones de la planta superior.
-Hemos de marcharnos, Romeo. Y harías bien en abandonar esta casa antes de que lleguen.
-¿Qué es lo que habéis hecho?
-Librar al mundo de un asqueroso pervertido -dice April.
-¿April, eres tú? -Romeo se ha quedado sorprendido al ver a la joven.
-Sí, ahora soy yo verdaderamente.
-April acabó con la vida del líder del consejo -aclaro yo- y bebió toda su sangre.
-¡No entiendo como aún seguís vivos!, nunca lo olvidarán ¿Lo sabes, verdad, Sebastian?
-Sí, Romeo, lo sé. Por eso ahora mismo nos marcharemos y nunca más sabrán de nosotros...April, sube a despertar a Alba, tenemos que irnos ya.
-Sí, papá -dice ella y luego me mira sonriéndose -. Sí, Sebastian, creo que nunca más te volveré a llamar papá.
-No, ya no creo que haga falta...
▪ ▪ ▪
¿Estamos a salvo? No lo sé, la verdad es que creo que nunca más volveremos a estarlo.
Hemos matado al líder del consejo vampírico, lo hicimos delante de todos y además creen que seremos los causantes de la destrucción del mundo. Nunca se olvidarán de nosotros.
Atravesamos la noche en un viejo autocar, en otro país y en otro continente distinto y a pesar de eso no nos sentimos seguros.
Mañana, cuando lleguemos a nuestro destino, comenzaremos una nueva vida. Esta vez la familia estará formada por un hombre, una mujer y su hija pequeña.
-Creo que tienes algo que pedirme -me dice April, sentada junto a mí, en el destartalado autocar. Alba duerme junto a nosotros en el asiento contiguo.
-Sí, creo que sí...
-¿Entonces era cierto lo que me dijiste?
-Te quiero, April y me gustaría casarme contigo. ¿Aceptas a este viejo como tu futuro esposo?
-Tú nunca seras viejo, Sebastian...Acepto, me casaré contigo.
-¿Dejaras que bese a la novia?
-Si no lo haces, te mataré...he esperado este beso desde el día que te conocí.
Acerco mis labios y los poso delicadamente en los suyos. Ella responde con un ardor contenido por mucho tiempo, besándome con avaricia, casi con desesperación en un momento de éxtasis.
▪ ▪ ▪
Han pasado unas semanas y vivimos en un pequeño pueblecito entre las montañas y la costa.
Desde el altar donde espero, en una vieja iglesia, puedo escuchar el rítmico sonido del mar azotando las rocas del acantilado.
No hay nadie en la iglesia salvo el párroco y yo mismo.
Empieza a sonar el himno nupcial y veo asomar la cabecita de Alba, a través de una cortina. Lleva un bonito vestido de gala de color rosa con encajes y mucho vuelo, el que corresponde a una de las damas de honor y portadora de las arras. Alba se ha tomado muy en serio el papel que le hemos encargado. Se la ve muy feliz al poder ser testigo de la unión de las dos personas que más le importan en su vida.
Alba sonríe y vuelve a esconderse.
La cortina se descorre y aparece la novia.
April lleva un precioso vestido blanco con un ligero tono perla. El escote del vestido de "dama de honor" y en su espalda un elaborado encaje de perlas. El velo cae desde sus rojizos cabellos, recogidos en un moño, con una fina trenza cruzando a cada lado, hasta sus hombros y ella mantiene la vista fija en el suelo con timidez.
Alba sujeta la larga cola del vestido y sonríe nerviosa, mucho más nerviosa que la propia novia.
No tenemos padrino que acompañe a la novia, ni invitados a la ceremonia, pero estamos todos los que de verdad importamos. Mi futura mujer, mi hija y yo. ¿Quién necesita alguien más?
Cuando la novia llega hasta el altar, el párroco comienza con la ceremonia.
Llegado el momento, Alba me entrega los anillos que ambos debemos colocar en el dedo anular del compañero para toda la eternidad que tenemos a nuestro lado.
El párroco dice los votos que nosotros vamos recitando:
Prometo amarla(e) para siempre....en la salud y en la enfermedad....en la pobreza y en la riqueza...hasta que la muerte nos separe....Sí, quiero.
Para finalizar con un "podéis besaros"
Levanto el velo y la miro fijamente a los ojos, jamás la había visto tan bonita. Ella también me mira y su sonrisa ilumina su rostro. Beso sus labios otra vez sellando un pacto de amor entre los dos.
Alba aplaude entusiasmada, al mismo tiempo que gruesos lagrimones caen por sus mejillas. Ambos la abrazamos y ella se abraza a nuestras piernas.
-¿Hasta que la muerte nos separe? -dice April con una sonrisa.
-La muerte jamás podrá tocarnos - le digo yo.
No, aun no ha acabado, os espero en el último capítulo dentro de muy poco.
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