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COLMENA 8



El camino al ala B—o sea el límite—se encontraba en cierto modo despejado, no había la misma cantidad de cuerpos de demonios tirados por allí lo que les indicaba que la compañía de Arlen limpió la zona y encendió los dichosos inciensos.

Iban a galope, tan rápido como podían. La idea de encontrarse a un caza por la zona no les agradaba demasiado así que llegarían lo antes posible al altar para cerrarles el paso a los demonios, solo faltaban unos kilómetros y a caballo estarían en el lugar en un santiamén.

Mientras las líderes iban al frente muy pendiente del rededor, ya que habían entrado en zona roja, zona boscosa hacia la abertura de la colmena. Vislumbraron a una figura en movimiento a unos cuantos metros delante de si, a cómo estaba la situación era casi imposible que algún demonio estuviera aun alejándose del aroma a incienso puesto que las mechas llevaban bastante tiempo encendidas y el lugar estaba invadido de ese humo.

Habiendo acortado la distancia las dos cabecillas pudieron moldear mejor la figura asegurándose así de que se trataba de una protectora. La joven que corría se giró al escuchar el galope a su espalda.

— ¡Arlen!—tanto la capitana de la colmena siete como las jóvenes que cabalgaban se detuvieron de un golpe.

No podían creer que su líder pudiera estar allí sola y en esas condiciones la apariencia de Arlen daba mucho que contar; su cuerpo y ropa se encontraban empapados de sangre negra además estaba sucia, llena de tierra y la túnica completamente rasgada.

Arlen no dio muchas explicaciones sobre lo sucedido, no era el momento ni les sobraba tiempo, más que debían darse prisa para encontrarse con su grupo y ver cómo se las estaban arreglando con los altares. Sin embargo Maya le notificó los acontecimientos sucedidos en la brevedad posible.

La mente de la capitana viajó hacia aquel momento en las caballerizas, justo en aquella nota que Rebeca le dejo oculta. ¿Cómo se había dado cuenta esa mujer que una traición así se cuajaba bajo su techo? Y las palabras que recién le había dicho Maya no dejaban de resonarle en la cabeza:

«La misión ha sido saboteada»

A menos que aquella dócil joven fuese la culpable principal e invento toda esa sartas de patrañas con la carta para fingir su supuesta inocencia.

No. Obviamente eso no era así y por más decidida que estaba a creerlo, Rebeca era una mujer honorable además que motivo oculto tendría para hacer semejante barbaridad. Eso la dejaba fuera de sus pensamientos y la hacían volar en otra dirección.

Su hermana.

El riesgo por el que la corta vida de su pariente paso, le hacía que le doliera el alma. El que desde un principio quería evitarle a pesar de que fue una última decisión, haberla traído iba en contra de todo por lo que esta líder había luchado por tanto tiempo y en un solo día se vio inmiscuida. Dejarla con Maya le dio un poco de tranquilidad sin embargo ahora que decían que salieron libres de aquel lugar gracias a Sarah, no quería ni pensar que le hubiera ocurrido si en vez de Maya, ella hubiera estado con Sayec.

Sayec.

Una posible muerta. Arlen sabía que ella poseía una inteligencia muy capaz que la había hecho salir de aprietos en su niñez, su manera de pensar se respaldaba en sus vivencias fuera de la colmena lo que la hacía perfecta para el puesto de consejera.

Estaba acostumbrada a sobrevivir, por eso no podía aceptar su muerte tan fácilmente.

Miró entonces al perro sentado sobre sus patas traseras que no dejaba de mover la cola y dar chillidos de vez en cuando.

— ¿Dónde dicen que encontraron al perro?—preguntó la capitana.

—En el grupo de Sayec por las casas centrales. Pero no fue hasta que comenzamos a montar cuando él apareció—explicó Maya—hicimos una inspección rápida lo más cercano al sitio, teníamos prisa en seguir, por eso no reparamos en el perro. Leopold vino de más lejos.

—Está inquieto—dijo la líder formulando algunas ideas en su cabeza—puede que exista una posibilidad aun, de que Sayec esté viva—la mirada de Maya se ilumino cuando apenas su capitán lanzo aquellas palabras—pero, no nos aferremos a este simple pensamiento, también puede que al no tenerla cerca se comporte de ese modo. Es un perro y sean cuales sean sus motivos, suelen ser muy aferrados a sus amos—caminó hasta el caballo de Maya apresurándose a montar—averiguaremos eso luego, primero recuperemos la colmena.

De refilón le dio una mirada rápida a su hermana, no se había atrevido a dirigirle la palabra a pesar de que se moría de preocupación y mucho menos lo haría ahora que prácticamente se vio obligada a hacer una bendita promesa referente a ella.

De algún modo tendría que enfrentar eso, solo que no sería aún.

Dando la orden de partida cada una clavó los talones en los costados y salieron a galope.

Los segundos se hacían eternos mientras más cerca estaba el límite. Podían sentir como los latidos de su corazón se hacían uno con los cascos de los caballos y como la presión de estar a pocos pasos de la meta las embriagaba de pies a cabeza. Por alguna razón los demonios habían desaparecido por completo y cuando menos se dieron cuenta.

Todas se encontraban en el límite.

Para alivio de las presentes, ya los curas tenían puesto el altar que se encargaría de cerrar el paso al exterior. En aquel lugar se encontraban únicamente las escoltas y los sacerdotes los cuales intentaban salvar la vida de Anne que pendía de un hilo. Fue entonces cuando Maya reacciono y bajo de su montura para dirigirse hacia ella, con rápidos movimientos inspeccionó la herida sin alterarse por la gran cantidad de sangre perdida, comenzó a limpiar y usar instrumentos que cargaba dentro de un bolso, eran especiales para aquella ocasión y como toda una profesional en su oficio se hizo cargo de la protectora sin titubear ni un segundo.

Miro a su capitán con una seriedad de muerte al hacer encajar varias piezas sobre lo sucedido con el caza. Era obvio que la extremidad que tenía entre sus fauces aquel animal le perteneció a Anne.

—Debo quemar la herida—anunció—esta inconsciente le he aplicado anestesia, igualmente necesito que la sostengan.

Obedeciendo las instrucciones, comenzaron aquella dolorosa operación. Era una suerte que una doctora de la ciudad de la luz hubiese querido venir por cuenta propia hacia aquel lugar apartado del mundo y rodeado de miles de peligros.

Arlen se fue hablar con las escoltas para informarse, no quería estar estorbándole a Maya, así que poniéndose al tanto de la situación puso en marcha su siguiente plan. Reunió a las demás chicas que acababan de llegar con ella y les propuso volver sobre sus pasos para terminar de rematar a los demonios y levantar los altares que faltaban pero esta vez con un grupo más grande. Y así evitar las pérdidas que se habían acontecido por culpa de aquel problema del supuesto sabotaje.

Unas cuantas se unieron al grupo uno que ya se había marchado mientras que el siguiente esperaba impaciente a que la nueva camarilla perteneciente a la colmena cinco hiciera su entrada.

A la líder, se le ocurrió la brillante idea de enviar a buscarlas con Leopold el perro sombra, quien llevaba un mensaje escrito explicando brevemente la situación y pidiendo ayuda para acabar de exterminar la amenaza de la colmena seis, la cual ya estaba a un nivel bastante bajo de cuatro pues consideraban que si un demonio caza se encontraba allí por lo menos podrían atraparlo vivo entre varias y someterlo con fuerza hasta dejarlo inconsciente con incienso ya que Arlen sabía cómo hacerlo.

La capitán contaba los minutos con su reloj de pulsera para saber en qué momento exacto encender el incienso de mecha larga. Lo que les daría una ventaja superior ahora que solo tendrían que rematar demonios y encontrar los lugares donde podrían estar escondidos por cuya razón necesitaban de mucha gente para hacerlo posible.

El plan era el siguiente; un grupo de treinta protectoras entrarían a la colmena y se dividirían apenas llegar, donde uno de ellos se dirigiría haca el ala A, de allí partirían hacia el centro a dar fin a todos esos seres malditos mientras que la enorme pandilla perteneciente a la capitán Arlen levantarían los altares restantes.

Y al fin acabaría tanta tragedia y enterrarían a sus muertos como era lo debido.

Entonces en ese momento la voz moribunda de Mathias, resonó en la cabeza de la chica.

¿Lo juras Arlen?

Su mente en ese instante volvió a una hora atrás cuando intentaba de manera desesperada salvar la vida de la escolta.

Luego de haber matado al caza se acercó hasta el cuerpo de la que una vez compartió infancia con ella y su hermana sabiendo que no le quedaba mucho.

Quería tapar su herida y no permitir que su valiosa sangre manchara el suelo y se perdiera, quería detener el dolor que estaba sintiendo en ese momento...quería que ella no estuviese muriendo...quería estar ella en su lugar...quería, quería...quería recuperar el tiempo y compartir un poco más con su amiga.

Pero Mathias se iría con Dios, el ángel de la muerte se cernía sobre su sombra y nada de lo que le dijera lo convencería de dejarla vivir. Arlen se había sentado sobre aquel charco de sangre y sostenía el cuerpo de su amiga sobre sus piernas, ella estaba tan pálida que daba miedo mirarla.

—Arlen—los labios de la escolta se separaron levemente y sus ojos se abrieron como una línea delgada—al fin ha...ha llegado mi hora—la líder movió su mano hasta el rostro de la chica y aparto los cabellos sudados de su cara ensangrentada—no vayas a enterrar...mi...mi cuerpo, si hay algún maldito demonio deambulando...por ahí seguro que se lo come y muere.

Se calló al comenzar a toser sangre, Arlen sentía como la desesperación comenzaba a agobiarla pero no quería demostrarlo, no era eso lo que una mujer como Mathias necesitaba ver en un momento como ese.

—No te atrevas a seguir hablando—y en la última palabra su voz se quebró, cerro la boca apretando la mandíbula, no se permitiría llorar así que respiro profundamente y demostró que despediría a su amiga de la mejor manera—ya me has dicho suficiente antes, guarda mejor todas tus palabras para que le des un mensaje a mi madre de mi parte—la joven moribunda espero pacientemente sabiendo que no conseguiría más afecto que ese de parte de la líder—solo tu podrás decirlo con las palabras adecuadas y la firmeza precisa, no hay nadie mejor.

Esto le sacó una sonrisa a la escolta, que Arlen le hiciera entregar un recado tan importante hacía que su muerte no doliera tanto. Sabía lo tanto que la capitán amaba a su madre por lo que la misión que le estaba entregando era la más importante que alguien le había dado.

—Dile a mi madre que, no debe preocuparse por mí, ni por Sarah, yo cuidare de mi hermana así como ella lo hizo por mí hasta el final—recordar a su madre siempre la ponía nostálgica, así que puso la mayor seriedad posible a lo que decía—dile también que mi camino ya fue labrado y que jamás me desviare de él. Madre, te pienso todos los días y cuando llegue el momento y este segura de que Sarah estará bien me reuniré nuevamente contigo y tejeremos como solíamos hacerlo en mi niñez.

La mano de Mathias se movió en busca de la de Arlen la cual al percatarse de esto, se la tomo.

—Te he escuchado claramente capitán—apretándola con la poca fuerza que le quedaba decidió ahora expresar sus pensamientos antes de morir—escúchame ahora—contuvo el dolor que al hablar le causaba y se preparó—quiero entregarle a Sarah lo más valioso que...he tenido...quiero darle el amor de mis padres, quiero que ella...sea su hija desde ahora...

Los ojos de la líder se abrieron de par en par, porque Mathias insistía hasta su lecho de muerte en eso, ya se lo había dicho anteriormente, Sarah era su hermana no un objeto cualquiera que se puede regalar. ¿Por qué debería aceptar esa condición? no estaba obligada.

—Sé que no quieres, ya me lo has...dicho—su rostro se contorsiono al sentir como las costillas se le clavaban en los órganos, no le quedaba mucho—solo quiero que ella y mis padres tengan lo que yo...no supe aceptar de ellos y dárselo a alguien que si...que si lo sabrá valorar. Por favor será lo único que pediré en lo que me queda de vida.

Por un segundo Arlen, considero aquellas palabras como ciertas. Mathias nunca fue una chica de pedir y en eso se parecían bastante las dos, en qué posición más difícil la ponía. Sin embargo Sarah siempre se había llevado de maravilla con los padres de la escolta, desde el principio la trataron como a una hija propia y eso la tranquilizo bastante en aquel tiempo cuando ella era incapaz de tratar con tacto a su propia hermana.

No era una mala proposición pero no quería dar a su hermana como a un objeto y mucho menos sin haberlo discutido con ella y escuchar su opinión. Tampoco podía mentirle a Mathias sobre que aceptaría para luego no hacerlo y convertirse en una traidora sin palabra. La líder no quería perder a su única pariente, a esa niña a la que ella misma crio y se parecía tanto a su madre.

¿Que respondería Sarah si le hubiese hecho esa proposición directamente la escolta?, ¿alguna vez ella como su hermana se paró a pensar en los sentimientos de su pariente?

Nunca le pregunto. Y Sarah a pesar de la indiferencia con la que fue criada por esta, era una joven muy animada y con chispa, muy diferente a la líder.

—Mathias—comenzó la capitán sintiendo que las palabras se le atoraban en la garganta—tus padres tendrán una hija.

Decirlo fue peor de terrible que pensarlo. Parecía que un rayo le había atravesado el corazón y que a pesar de eso seguía con vida para continuar sufriendo sin piedad.

— ¿Lo juras Arlen?—inquirió la joven intentando mantener la vista fija en su compañera ya que se le comenzaba hacer difícil y borrosa.

—Te doy mi palabra de protectora—respondió la chica seriamente—lo juro por mi Dios que está en las alturas y sabe cada pensamiento que hay en mi cabeza.

Con esto, Mathias sintió que el dolor desaparecía, por fin haría algo por los que sus padres estuvieran verdaderamente felices. Sarah era la mejor persona que había conocido y le daría la familia que tanto deseaba para ella y su hermana.

—Gracias, hermana—apretándole la mano a la líder tomo aire difícilmente—solo hay un Dios y es ese Dios la herencia... que me ha tocado vivir—Arlen contuvo el dolor que estas últimas palabras salían de la boca de la escolta—yo soy su ciervo...y...y cumpliré sus mandatos.

—Ve sabiendo que has cumplido tú destino—por más fuerte que esta joven podría ser no pudo evitar que sus ojos se humedecieran al saber que Mathias se marcharía.

—Arlen—la llamo esta con apenas un susurro a lo que la otra le prestó atención—escucho que alguien dice tu nombre.

—Solo estamos nosotras aquí Mathias—respondió sabiendo que la protectora se encontraba lista para irse—deja que el dolor se vaya y...

—Aun sigues oliendo a flores, Arlen—la interrumpió la voz de la chica haciendo que la líder se le quedara mirando pasmada.

Y dicho esto la escolta cerro los ojos para siempre. La mano de la protectora sostenía aun la de su compañera, a la que miraba sin poder creer que había muerto y sin creer aun que lo que acababa de pronunciar, eran exactamente las palabras que su madre le decía cada vez que de niña escapaba al campo de las flores.

Después de haberse visto inmersa en sus recientes recuerdos Arlen, que ya se reunía con el grupo proveniente de la C5 les indicaba hacia donde debían dirigirse. A Leopold se lo llevo uno de las otras camarillas que se dividió al entrar a la colmena, estaba muy desesperado por irse por lo que las protectoras debieron darse prisa para seguirle el paso.

En cuanto se hicieron las cuatro y treinta y ocho de la tarde, la C6 había sido purgada en su totalidad solo el aroma a incienso navegaba en el aire y con la ayuda de los tres padres que Arlen trajo sin autorización pudieron restablecer los otros altares aun cuando hubieron perdido a tres de sus mejores curas. Con las cápsulas restantes de Sarah el grupo comandado por la capitán salió fuera de la zona de la colmena o sea hacia el exterior y consiguió montar un nuevo altar que abarcara una rango más amplio para así evitar otro nuevo desastre como el ocurrido hace apenas un mes.

Obviamente de eso solo estarían informados los del consejo de la C7 y algunas que otras protectoras, ni si quiera los miembros de la propia colmena que acababan de rescatar estarían informados.

Mientras todas las protectoras que se mantenían ocupadas recogiendo los cuerpos de sus compañeras muertas trabajaban, una luz no muy peculiar comenzó a girar en el cielo, era un largo destello verde que se elevaba sobre sus cabezas.

Inmediatamente las líderes de cada escuadrón al verla, supieron al instante que el faro había sido encendido por alguna razón de suma importancia. Aquel color le advertía a los altos mandos allí presentes que un asunto de suma importancia debía ser discutido.

Gracias a Dios no se trataba de una luz roja, si no en serio hubieran muerto de la impresión pues, no iban a poder contra otra invasión de demonios.

—Ahora Dios, que nos depara nuestro camino—soltó Arlen mirando la vistosa luz que no paraba de girar sobre el cielo.

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