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Capítulo 9

Alerta de contenido +18
Leer bajo tu propia responsabilidad.

Jennie elevó los brazos, con la intención de rodear el cuello de la chica frente a ella

El sonido de la puerta interrumpió su acción, causando que el ambiente caliente se esfumara. Lisa sonrió ante la frustración sexual que había obtenido la presidenta.

— ¿Sí? — Habló con tono burlón hacia afuera, sin despegar la vista de Jennie.

Esta dio media vuelta con las manos en la cintura, elevó su mirada al techo y soltó un breve bufido. Sus intentos de coqueteo habían sido cruelmente interrumpidos, remarcaba su lengua por el interior de la mejilla.

Qué humillación.

— Tiene una llamada de Alemania en el despacho, señora — Lisa reconoció la voz de Taehyung al otro lado. Pasó una mano por su cabello y rio de nuevo antes de responder.

— Bajo en un momento — Comunicó.

Dio varios pasos, hasta alcanzar a Jennie. Le tomó por el brazo e hizo que se girara. Con su mano libre le rodeó la cintura y haló su cuerpo hasta pegarlo a ella. La menor estaba indignada, miraba a Lisa con los labios fruncidos mientras esta soltaba una carcajada.

— ¿Por qué esa cara solecito? — Jennie rodó los ojos y giró su cabeza, desviándole la mirada. Aún bajo el fiero agarre al que estaba sometida.

Lisa acercó su boca lentamente al oído de Jennie, rozándolo suavemente tal terciopelo. La castaña se estremeció cuando sintió la descarga bajar desde el lóbulo de su oreja hasta su intimidad.

Mierda.

Tal poder de seducción tenía Lalisa Manoban

— Bajo a atender la llamada y regreso a follarte, ¿está bien? — Le soltó y caminó hacia la puerta.

Jennie simplemente pasó una mano entre su cabello y la azabache salió de la habitación.

Caminó por los pasillos con notable prisa. Bajó las escaleras, y llegó hasta la oficina en un tiempo récord. Tomó la llamada en espera, y enseguida se escuchó una voz.

— ¡Manoban! — Lisa sonrió al escuchar el llamado.

— Lamar, hacía mucho que no oía de ti — Una risa se evidenció a través de la línea y la chica se sentó en su silla

— Estamos de regreso chica, ¿te interesa una vuelta? — Lisa calló un momento al escuchar la oferta.

Le gustaban las carreras, demasiado. Pero Rosé estaba un poco en contra de ellas. Tal vez por el poco profesionalismo y la poca seguridad que estas significaban.

— Estamos hablando de 15 millones — Dijo el hombre, al notar el arduo pensar de la chica.

Soltó un suspiro y alzó las cejas, se escuchaba tentador. ¿Tanto como para desafiar a Roseanne?

— ¿Cuándo y dónde? — Preguntó interesada.

Al parecer sí.

— Nürburgring, en dos semanas — La azabache sonrió. Genial.

— Nos vemos en dos semanas, Kirchner — Colgó la llamada y se enfrentó a la realidad.

Marcó el número 00001. Rosé respondió al segundo timbre.

— ¿Qué pasa? — Lisa sonrió al escucharla. Podía imaginar su cara en esos momentos. Amargada.

— ¿Ya estás en Madrid? —La pregunta era un tanto estúpida.

Hacía horas que Rosé se había ido. Madrid estaba a tan solo una hora de vuelo.

— Desde hace ya un buen rato — Contestó haciendo a Lisa verse como una estúpida. Lo era. — ¿Qué sucede? — Volvió a cuestionar.

Generalmente, cuando Lisa hacía preguntas tontas, había algo que quería ocultar de Rosé.

— Me invitaron a una vuelta de 15 millones — Rosé rodó los ojos desde Madrid y Lisa pudo verlos hasta Barcelona.

— ¿Cuándo? — Tenía claro que Lisa ya había aceptado. Apoyarla era la única opción que quedaba.

— En dos semanas, Nürburgring como siempre — Rosé asintió y apuntó rápidamente en la agenda que llevaba sobre las piernas.

— Te prepararé todo, arregla lo de Jennie lo más pronto posible. Es una presidenta con obligaciones, Lisa — La azabache asintió ante el regaño.

— Si Roseanne, lo regresaré para cuando vuelvas — Confirmó y Rosé bufó, exasperada.

— Si lo que quieres es cogértela, hazlo esta noche para que se vaya mañana. Idiota — Hablaba entre dientes haciéndola reír. Oh, vaya que esas eran sus intenciones, y Rosé lo conocía bien.

— Créeme que lo haré, cuídate vieja — Se levantó de su silla, aún sin terminar la llamada.

Se apresuró en salir del lugar.

La casa parecía desolada. La gran actividad que se presenciaba por el día, era nula por las noches. Se sentía el frio inundar cada espacio de la construcción.

Subió las escaleras, deseando que las habitaciones estuvieran en el segundo piso y no en el tercero. Dirigió sus pasos hasta la habitación de Jennie, trató de abrir la puerta y esta tenía seguro por dentro. Rio por lo bajo y negó lentamente.

— Orgullosa la niña bonita — Mordió su labio al sentirse víctima de la frustración.

Dio la vuelta y caminó hasta su habitación, sin tomarse la molestia de llamar a Jennie.

Tomó una rápida ducha, y se fue a dormir.

·

Jennie bajaba las escaleras alrededor de las seis de la mañana, la diferencia de horario entre su país y España la estaba matando. Había mirado por la ventana antes de salir de su habitación, y la noche todavía se apoderaba del cielo.

La casa se encontraba ciertamente desierta. No se veía rastro de los hombres armados que se acercaban a Lisa en todo momento el día anterior. Se adentró en el gran corredor de la derecha, encontrándose con una de las empleadas, quién iba saliendo de la cocina.

— Buen día — Le saludó, haciendo que detuviera su camino. — ¿Sabes en dónde puede estar la señora Manoban — La chica la miró y asintió con una pequeña sonrisa.

— A esta hora debe estar en el gimnasio — Contestó segura, Jennie la miró con el ceño fruncido.

¿Dónde carajos estaba el gimnasio?

Podría estar en esa planta, en la de arriba. ¿Bajo el suelo? Con Lisa no se sabía. La chica le sonrió al notar la falta de ubicación de la castaña.

— Es esa puerta, señora — Jennie volteó a donde la mujer apuntaba.

Claro, solo a Lisa se le ocurriría poner un gimnasio frente al comedor.

— Gracias... _ Le dijo mientras sonreía avergonzada.

— Con permiso — Mientras su ángel salvador retomaba su camino, ella se adentró en el pasillo que la llevaba al gimnasio.

La puerta parecía de cristal, pero al pararte frente a ella podías ver tu reflejo. El exquisito gusto que Lisa tenía para la decoración era envidiable. Empujó la puerta y entró en el lugar.

El espacio era grande y había una gran variedad de equipos dentro. Toda la casa estaba climatizada, pero parecía que en esta habitación no. Aún así, hacía el calor suficiente para mantenerse cálido, aunque fuera estuvieran a seis grados.

Visualizó todo su alrededor hasta que dio con Lisa, estaba en la esquina de la habitación, recostada sobre un aparato de abdomen. El sudor la bañaba completamente, se quedó parada ahí esperando a que la chica no notara su presencia, para poder disfrutar la vista sin sentirse mal por ello.

El abdomen se le contraía conforme bajaba y subía, mientras a Jennie se le contraía su intimidad de solo verla. Los músculos de su espalda se estiraban cada vez que aplicaba fuerza para subir, mientras sus finos brazos se detenían en su nuca.

Lisa era más culpable por estar tan bien hecha, que por traficar droga y matar personas. En el rostro de la chica se veía el esfuerzo a través de sus muecas y respiraciones por la boca. Tragó saliva y sus dientes apresaron su labio inferior, realmente necesitaba que Lisa se la follara.

— Cierra la puerta antes de que empieces a tirar baba — Comentó desde la esquina en donde estaba.

Jennie dejó salir una pequeña risita, sabía de su presencia desde el momento en el que entró.

Puso el seguro en la perilla, asegurando así, la victoria que le había sido arrebatada hacía unas horas. Caminó por el lugar, hasta alcanzar la posición de la azabache.

— Anoche ya no regresaste — Dijo con cierto tono aniñado en su voz.

Lisa no dejó de lado sus abdominales, simplemente se tomaba la molestia de levantar la vista hacia Jennie de vez en cuando.

— Regresé, pero tenías el seguro puesto. Creí que querías dormir — Sonrió al pronunciar esas palabras. Sabía perfectamente que la castaña quería absolutamente todo antes que dormir.

— Eres tú la que me pidió que mantenga siempre mi puerta asegurada — Lisa sonrió. Nunca pensó que sería tan divertido jugar con esta niña.

Jennie dio la vuelta al aparato e inclinó su cuerpo, recargando sus brazos donde Lisa tenía asegurados sus pies. A medida que cuando Manoban subía, su rostro quedaba a centímetros del de ella.

— ¿A dónde quieres llegar con todo esto, sol? — El ejercicio de Lisa continuaba mientras hablaba, topándose con la belleza de Jennie cada vez que sumaba una abdominal a la cuenta.

La presidenta calló unos momentos, deleitándose en el pensar que pronto tendría todo eso, sobre ella.

— A que me folles — Contestó, sin una sola pizca de prudencia.

Lisa sonrió alzando las cejas y quedó frente a la castaña en cuanto terminó su rutina.

— Cien — Jennie sonrió, mientras Lisa se alejaba de nuevo para levantarse del aparato.

Rodeó a la chico, quien seguía en la misma posición inclinada y tomó una toalla para secar su sudor.

La miraba fijamente, la curva de su trasero la tentaba de toda las maneras posibles. Jennie era un juguete sexual con piernas en esos momentos, un dulce, un bendito dulce que se iba a comer. Flexionó una de sus rodillas haciendo que su culo se levantara más, dejando a la azabache perpleja y anonadada.

A este niña le encantaba jugar con fuego.

Se acercó a ella y su mano fue directo a este, bajando por la curva de sus nalgas, apretando y haciéndola soltar un pequeño jadeo entre una sonrisa. La cintura de Jennie fue atrapada por los brazos de Lisa, haciéndola erguirse para quedar frente a ella. Su trasero moviéndose cínicamente contra la entrepierna de la azabache.

Bajó su mano acariciando todo el pecho de Jennie, metiéndola en sus pantalones en cuanto encontró la cinturilla de estos. Pasó su dedo pulgar por toda la intimidad de la castaña y apretó su clítoris con delicadeza, su lengua iba saboreando cada centímetro del cuello de su presa con suavidad, con paciencia y entusiasmo.

Dejó caer la toalla para liberar su mano y poder sacar el botón del pantalón. Bajó la cremallera, sacó la mano que tenía dentro y con un solo movimiento bajó la prenda trayendo la ropa interior con esta. Jennie estaba ahí, con su blusa y los pantalones en los tobillos.

Sedienta, pidiendo a gritos para ser follada.

Pasó las yemas de los dedos por su espalda hasta empujarla e inclinarla sobre el aparato en donde estaba. Dicen que los aparatos de gimnasio son creados con una finalidad específica, pero tú puedes adaptarlos como mejor te convenga.

Flexionó sus rodillas y entonces tenía el culo de Jennie frente a su boca, besó cada una de sus nalgas dejando un pequeño mordisco sobre ellas. Las separó y sopló lentamente sobre su cerrada entrada, Jennie dio un respingo, pero al momento se relajó de nuevo. Lisa empujó su cara dentro, sus labios presionando sobre su entrada y su boca haciéndose agua. Juntó saliva en la punta de su lengua para prepararla y lo único que Jennie pudo sentir en ese momento eran sus piernas, temblar ante la lengua de la chica acariciando su culo.

Succionándola con dedicación y con su lengua dando vueltas sobre este. Las manos de Lisa separando sus nalgas, dándose un mejor acceso a su objetivo, preparando su apretado agujero.

Jennie tiró hacia atrás queriendo sentir la aterciopelada lengua de Lisa más dentro, quería sentirse húmeda y movediza gracias a ella. Tiró un pequeño pellizco sobre la entrada de Jennie haciéndola ahogar un gemido, sintiéndola húmeda. Sus manos estaban aferradas a los soportes del aparato y sus ojos apretados mientras Lisa continuaba mojando y penetrando con su lengua. La hacía sentir tan jodidamente bien, una sensación obscena que probablemente se consideraría pecado.

— A-ah... — Soltó, en cuanto sintió la uña de Lisa raspar su interior, su dedo pulgar estaba dentro tirando hacia abajo para darle paso a su lengua.

Abriéndola y preparándola, cada vez que Lisa sacaba su dedo, su agujero se apretaba alrededor de nada, sintiéndose vacía.

Introdujo dos de sus dedos dentro, pero estaba casi segura de que Jennie ya no necesitaba ninguna preparación. Lisa se levantó dando una nalgada en la cálida y delicada piel de la castaña.

Lisa bajó sus pantalones deportivos, sosteniendo la cinturilla elástica en sus muslos. Mojó su mano con saliva, llevándola hasta su glande, haciendo un masaje para alcanzar una erección total. Le hubiera gustado que Jennie se la chupara, pero hasta ella misma sentía asco por su reciente sudor.

Se acomodó detrás de ella, jugueteó en la entrada con la punta de su pene, hasta que con una fuerte embestida entró en ella completamente.

Jennie se arqueó y soltó un gran gemido que habría sido imposible de no oir para los que se encontraban fuera. Su cabeza alcanzó el hombro de Lisa mientras su espalda se recargaba contra el abdomen desnudo. Manoban le regresó a su posición inclinada, mientras comenzaba a mover sus caderas..

Los movimientos se fueron haciendo más fuertes, causándole a Jennie un dolor que llegaba a ser placer.

Los gemidos de la castaña eran los únicos sonidos que podía dar en esos momentos. Lisa realmente se la estaba follando con una bestialidad increíble, casi llegando a lastimarla, pero eso era exactamente lo que quería. Lo que había estado buscando desde que llegó a Barcelona.

Sus manos se aferraban a los tubos del aparato, haciéndola sentir firme, pero sintiéndose desfallecer a la vez. Sintió la mano de Lisa apretar su cabello y tirarlo hacia atrás, entrando y saliendo después de unos momentos, tocando ese punto dulce que la hacía alucinar.

Tiró de su cabello hasta dejarla erguida, su espalda contra su abdomen mientras seguía dentro, apretado entre sus paredes. Su mandíbula se incrustó en su hombro derecho, marcándola tal cual alfa marcaría a su omega.

— Querías que te follara, ¿eh? — Las piernas de Jennie temblaban, su vientre comenzaba a doler.

Lisa y su voz, su malditamente sexy voz. Tenue, ronca y sofocada, su respiración sobre su cuello y sus besos sobre el mismo.

— ¿Te gusta que te folle? — Su voz se hacía demandante, alta y brusca. Los movimientos se hacían más fuertes, con más fricción. — ¿Te gusta? — Preguntó casi en un grito, exigiendo una maldita respuesta.

— S-s... — Trató de formular Jennie, pero sus cuerdas vocales no le dieron para mucho.

Un fuerte y ronco gemido salió de su garganta, mientras sus piernas se doblaban temblando y la mayoría de su peso era sostenido por uno de los brazos de Lisa en la cintura.

En un par de minutos la castaña ya había llegado a su límite. Su ceño se frunció en una mueca de placer, su cuerpo tiritando, sus piernas sin fuerzas para mantenerse de pie.

Su respiración cortada, desfalleciendo en el intento por recuperarse. Lisa la sostenía fuertemente, abrazando su cuerpo contra ella y una gran sonrisa satisfecha enmarcaba su rostro. Salió de Jennie e hizo que se hincara frente a ella, fallando en cuantola chica cayó sentada por sus débiles piernas.

La miró y enrolló su miembro en su mano frente a su cara agachada, levantándole de la barbilla para que la mirara directo a los ojos. Gotas de semen manchaban su pasivo y delicado rostro, haciéndola parecer la cosa más inocente del mundo.

Limpió con su lengua lo que estaba al alcance de ella y el resto fue limpiado por los dedos de Lisa, introduciéndolos en su boca para que lo comiera.

Tiró su mandíbula hacia abajo, acariciando su grueso labio inferior. Subió sus shorts y sonrió hacia ella.

— Date un baño y arréglate, tu vuelo sale en cuarenta y cinco minutos, bebé — Guiñó hacia Jennie.

Salió del gimnasio, dejándola sentada en una esquina del salón, con los pantalones aún en los tobillos y realmente satisfecha.

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