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Capítulo 7

Lisa negó rotundamente ante tan absurda petición.

No creía lo que esa chica le acaba de pedir. ¿Dormir en un sillón?

Jamás, Lalisa Manoban jamás dormiría en un sillón.

— No tengo diez habitaciones en esta casa, para terminar durmiendo en un sillón — Quería gritarle, pero el cansancio en su cuerpo y mente no se lo permitían.

Parpadeaba lentamente, luchando contra sus pesados párpados. Jennie la miró y frunció el ceño hacia ella.

— Te ves realmente agotada — Lisa alzó las cejas ante la obvia observación de la chica.

— Lo estoy — Respondió —. Solecito, tienes veintiséis años, solo cierra los ojos y se acabó — Jennie gesticuló un pequeño puchero.

— ¿Has notado la carga tan pesada que tiene la casa? — Dijo mientras miraba todo su alrededor. — ¿No has pensado en traer un cura? — Lisa suspiró harta y echó su cabeza hacia atrás, haciendo que esta topara con la columna en la que estaba recargada.

— No es como que los curas visiten las casas de los narcotraficantes — Contestó mientras miraba el techo. — Jennie, ya duérmete. ¿O quieres que duerma contigo? — Preguntó sarcásticamente mientras la miraba a los ojos pese a la tenue luz.

La mirada de Jennie no marcaba rechazo a la pregunta. Debía estar loca. Pero al final, ella había hecho la propuesta.

— Oh no. No, no, no — Sus seguidas negaciones eran acompañadas de movimientos con su dedo y cabeza.

— Anda, la cama es grande y realmente no puedo dormir — Lisa se quedó quieta por unos segundos, mientras seguía diciendo no con la cabeza. — ¿Qué tiene de malo? — Lisa entrelazó sus dedos en su lacio cabello.

Soltó un gran respiro. Lo único que sabía en esos momentos, es que la forma en que esta chica lograba manipularla no era normal. Se comenzaba a preguntar si estaba bajo algún hechizo de obediencia, o algo así.

Caminó hasta el lado izquierdo de la cama, el cual estaba desocupado. Puso su arma en la mesa, junto a la lámpara. Se hizo espacio entre las cobijas, y quedó en la orilla, de espaldas a Jennie.

— Gracias... — Susurró Jennie.

Lisa se cubrió hasta la cabeza y no respondió.

Pasaron algunos minutos, Jennie seguía mirando el techo, sin poder conciliar el descanso y Lisa roncaba ligeramente. Para ella no era difícil dormir después de todo lo sucedido. La chica la miró, de espaldas a ella, bajo las mismas sábanas.

Mordió su labio inferior y arrastró su cuerpo hasta quedar casi tocando el de la azabache. Desprendía un calor agradable, la chica era cálida y olía muy bien. Tenía el sentimiento de haber olido esa loción con anterioridad. Pepino con Fresa. Esa era.

— ¿Qué demonios haces? — Escuchó que preguntó, adormilada, cuando le recargó su mejilla en la espalda.

No respondió, esperando que eso fuera suficiente para que Lisa dejara pasar la situación. Todo se tornó en silencio, Jennie cerró los ojos y en unos minutos, por fin estaba dormido.

..

Lisa sintió la luz artificial de las lámparas inundar la habitación. Arrugó la frente por la molestia, y cubrió su rostro con las cobijas desordenadas por la cama. Había sentido la noche como un parpadeo, no sentía haber descansado en lo absoluto.

— Roseanne por favor — Rogó entre un quejido, pidiendo unos momentos más de descanso.

Quedó sentada en la cama cuando recordó lo que había sucedido la noche anterior. Cayó en cuenta que no estaba en su habitación, y que la persona que había encendido las luces no era Rosé.

Jennie estaba cruzada de brazos frente a la ventana. Observaba a la chica con una media sonrisa, mientras esta intentaba salir de la cama.

No traía un vestido como era costumbre en ella, tenía unos vaqueros negros que le ajustaban las piernas y una camisa de lino con los últimos dos botones sueltos.

— Realmente tienes el sueño pesado — Soltó en cuanto la chica salió de la cama.

Lisa tallaba sus lagrimales y las comisuras de sus labios en busca de algún rastro de fluido que pudiera existir después del largo sueño.

La hacía sentir incómoda el saber que Jennie, muy probablemente, la había observado un largo tiempo antes de despertarla. Ya estaba bañada y perfumada. Le costaría mucho trabajo recuperar su postura autoritaria ante ella.

— Te veo abajo, en veinte minutos — Dijo, después de aclarar su garganta aún seca.

Lisa regresó a su habitación, la cual estaba vacía. Tomó una rápida ducha, se visitó con un hoodie y un pantalón de chándal a juego. Después de que se perfumó y se acomodó el cabello, salió de la habitación con rumbo a la primera planta.

Caminó por el primer piso, encontrándose con varios empleados en el camino que le daban los buenos días. Lisa se caracterizaba por ser una jefa dura, pero hasta cierto punto amable.

Iban a las siete y treinta de la mañana, todos los días a esa hora, justo después de que Rosé la despertara, tomaban café en el comedor.

Roseanne estaba en una de las sillas, con el periódico frente a ella y una taza de café negro en su mano, cuando la azabache apareció por la entrada.

— Fui a despertarte hace rato y no estabas en tu recámara — Lisa tragó saliva mientras alzaba las cejas, restándole importancia.

Caminó hasta su silla, justo en el cabezal de la mesa.

— ¿Dónde dormiste? — Lisa trató de sobrellevar la situación, se encogió de hombros después de tomar un panecillo de la cesta que yacía sobre la mesa.

— Desperté temprano y salí a dar una vuelta — Rosé ladeó la cabeza con una mueca, estando consiente de la mentira de la chica.

Instantes después, una joven mujer entró en el comedor, con una taza sobre un plato a juego. Caminó hasta Manoban y la puso frente a ella.

— Gracias... — Susurró antes de que se retirara, después regresó la vista a su amiga. — En serio, Roseanne — Dijo para reafirmar su historia.

— Lalisa — Demandó con firmeza y esta rodó los ojos.

— Dormí con Jennie, ¿está bien? — Rosé frunció el ceño confundida.

— ¿Ya te la tiraste? — Le preguntó y esta negó con rapidez. — ¿Entonces? — Lisa tomó un sorbo a su café y se encogió de hombros.

— Solo... — Trató de encontrar la manera de explicarlo, pero no lo logró, suspiró rendida y prosiguió a hablar — No podía dormir, le hice compañía  — Frunció los labios en espera de la respuesta de la rubia.

Hubo un silencio prolongado hasta que una risa burlona salió de lo más profundo de Rosé.

— Lalisa Manoban, velándole el sueño a alguien — Lisa estaba indignada y avergonzada a la vez.

— Ya déjame en paz — Murmuró mientras partía su panecillo en trozos pequeños —. Es una presidente — Se excusó, haciendo reír a Rosé otra vez.

Vaya comentario tan estúpido, Lalisa.

— Has tratado con cientos de presidentes a lo largo de los años y con ningúno habías tenido trato tan de cerca — Cuestionó Rosé, y por millonésima vez en su vida, tenía razón.

Lisa negó y comenzó a comer los pequeños trozos de pan.

— Excepto por aquella presidenta sueca — La señaló recordándole y Lisa negó mientras se estremecía. — ¿Te gusta? — Lisa sintió ahogarse con el café en cuanto escuchó la pregunta.

— No, no digas estupideces — Rosé aceptó su respuesta sin comentar nada. Se callaron un rato, pero luego la rubia volvió a hablar.

— Así que... ¿Dejaste que te abrazara? — Comenzó a reír dando en lo más bajo del orgullo de Lisa.

Lisa se levantó de la silla, sin terminar su comida.

— Jódete... — Murmuró y salió del gran comedor.

Al dar la vuelta en el pasillo, Mina la topó de frente. La miró, deteniendo su andar.

— ¿Tienes idea de donde está Kai? — Preguntó y Lisa negó despreocupada.

— ¿Para qué lo quieres? — Mina frunció los labios y ladeó su cabeza.

— Solo dime, lo has visto o no — Lisa alzó las cejas hacia ella.

— A mí no me hables así, estúpida — La chica rodó los ojos, después la miró, buscando una respuesta. —  No — Ella bufó.

— Buenos días — Saludó una voz, desde un costado.

Ambas voltearon al llamado. La chica fue escaneado de pies a cabeza por la mujer y Lisa hizo su peculiar mueca de incomodidad.

— Así que me dejaste anoche para irte a follar con esta — Comentó impresionada mientras regresaba su vista a la azabache. — Espero valiera la pena — Jennie frunció el ceño desconcertada.

— Oh, créeme, fue mucho mejor que escucharte toda la noche — Una sonrisa triunfante marcó su rostro mientras ella rodaba los ojos.

— Cómo sea — El ruido de sus botas altas contra el piso de madera, dejaban de producir sonido audible conforme se alejaba.

— ¿Tu novia? — Preguntó Jennie con media sonrisa.

— ¿Una novia se toma tan a la ligera que me haya ido a follar con otra? — Jennie se encogió de hombros.

— Creo que no — Jennie se encogió de hombros.

— Entonces no — Concluyó haciendo a la castaña sonreír mientras negaba —. Bien, solecito. Sígueme...

Tomó caminó al norte, por el largo pasillo que daba a la salida trasera de la casa.

— Pero no follamos anoche — Comentó Jennie siguiendo el paso largo de Lisa, aún dentro de la construcción.

Su postura era erguida, como siempre. Tenía que parecer intimidante ante los demás para ser digna de respeto. Aunque para Jennie , ya era alguien muy diferente.

— Porque no lo pediste — Respondió, causando una gran sorpresa en la chica. Antes de poder recibir una contestación por parte de Jennie, Lisa prosiguió —. Te llevaré primero a ver los cultivos de cannabis — Asintió estando de acuerdo.

Salieron a encontrarse con el área de la alberca. Jennie admiró la vista gracias a las lámparas que se extendían por el suelo, estaba impresionada. Que delicia sería tomar un baño en esa piscina, si no estuvieran a ocho grados. Comenzaba a preguntarse si alguna vez la habían usado.

¿Qué si estaban dentro y de pronto se armaba un ataque?

En Barcelona, las mañanas en finales de enero eran frías, las más frías del año en realidad. El cielo apenas comenzaba a clarear, incluso siendo casi las ocho, el sol todavía no se dignaba a aparecer. En esta temporada, salía hasta pasadas las nueve de la mañana.

Lisa la condujo hasta el jeep en el que se transportaban con frecuencia hasta los cultivos. Condujo un par de Kilómetros, dejando ver la construcción que daba hogar a cientos de trabajadores.

— ¿Quién vive ahí? — Preguntó Jennie mientras observaba la casa con curiosidad.

— Mis empleados — Respondió. La presidenta la miró con una sonrisa fugaz.

— ¿Tienes una casa para empleados? — Manoban se encogió de hombros. Era algo que les convenía a todos. Ellos tenían donde vivir, y ella enía más horas de disposición.

Algunos minutos más tarde, las extensas tierras donde yacían las cunas de las mercancías aparecieron. A esa hora de la mañana, se podía ver el movimiento entre los sembradíos, en algunos puntos había especies de atalayas, donde creía haber visto hombres armados.

Lisa se estacionó en un espacio abierto. Ambas bajaron del jeep y Manoban la dirigió hacia los sembradíos. Había visto sembradíos por las noticias, incluso alguna vez en su vida habría visto una planta en persona. Pero esto era simplemente genial.

La manera en que se organizaban las hectáreas de plantaciones, las personas deambulando entre las crecidas plantas. Saber que esto, era lo que le daba tantos millones de ingresos.

— ¿En serio esto te ha dado todo? — Preguntó y Lisa sonrió mientras negaba.

— No solecito, esta es solamente la primera etapa de todo lo que hacemos — Jennie la miró.

— ¿Hay más? — La azabache la miró incrédula por la ignorancia.

— ¿Crees que la marihuana se modifica sola y la cocaína se pulveriza por arte de magia? — La castaña volvió la vista a los cultivos y negó.

— Esto es genial — Lisa la miró con cierta sorpresa. Parecía fascinada, cuando creyó que le daría un discurso sobre como esto es tan ilegal.

— Lo es — Afirmó.

Se introdujeron entre los sembradíos y Lisa le mostró una de las hojas.

— Cultivamos varios tipos de cannabis, ya que algunos países demandan un tipo, mientras otros, demandan una diferente — Jennie parecía confundida a lo que escuchaba, ni siquiera sabía que existían "tipos" de marihuana.

Lisa notó su confusión.

— Mira, un ejemplo sencillo. En Estados Unidos, la demanda se inclina hacia la bubba kush. Pero en Holanda, la original amnesia es la más pedida. Aunque cultivamos tres tipos más, esta última es la que tiene mayor demanda a nivel mundial. Así que, esas dos son nuestro fuerte — Kim asintió, tratando de procesar la información.

Vaya, todo era más complejo de lo que creía.

— ¿Y todas te dan la misma producción? — Lisa negó enseguida.

Recordó las ocasiones en las que sentían que la producción no daría basto a los pedidos.

— No. Estamos acostumbrados a dar tres o cuatro cultivos durante el año. Cuando las cosas van realmente bien, podemos alcanzar un quinto. Pero hay muchas desventajas que, en ocasiones, nos provocan grandes pérdidas — Lisa cortó una de las hojas que estaban a su alcance.

Estiró su mano hacia Jennie, indicándole que tomara lo que le ofrecía.

— Las plantas necesitan tener periodos intercalados de luz y oscuridad de doce horas. Cuando quieres ahorrarte invernaderos, cultivos internos y el estrés. Puedes cultivar una vez al año, en el equinoccio. Cuando el día y la noche tienen la misma cantidad de horas.

— Y cuando vives de esto, ¿qué? — Lisa la miró, dando gracias que comenzaba a comprender.

— Cuando vives de esto es mucho más complicado. Barcelona es un lugar
realmente difícil de trabajar porque el clima es frío la mayor parte del tiempo, lo único que ayuda es que el día no dura mucho y podemos balancear las horas de luz ayudándonos de luz artificial — La presidenta la miraba sorprendida.

Toda su vida había creído que dirigir una producción de droga era tarea sencilla, pero se estaba dando cuenta que no.

— Además, la mayor parte de nuestras semillas están feminizadas. Solo tenemos un pequeño cultivo de cannabis regular, que es con el que experimentamos. — Sonrió hacia la chica quien frunció el ceño hacia ella.

— ¿Qué es eso de feminizar? — Preguntó confundida.

— Sabes que existen plantas macho y hembra, ¿verdad? — Jennie asintió —. Bueno, una planta macho de marihuana no tiene la misma potencia que una hembra, entonces esas cosechas se descartan casi de forma instantánea y baja la producción — Lisa conocía muy bien el tema.

Pasó varios minutos contándole sobre las plagas que eran comunes para las plantas, así como los tipos de insecticidas que utilizaban para acabar con ellas. El largo y complicado proceso que se requería para usar los pesticidas en una planta tan delicada, les causaba serios dolores de cabeza. Más de una vez habían perdido cantidades considerables, por culpa de un insecticida mal aplicado.

Cuando el sol se asomó por el horizonte, Lisa miró su reloj de muñeca. Las nueve y dieciocho. Miró a Jennie, quien observaba con cuidado las plantas que estaban a su alcance, a una corta distancia de ella.

— Solecito... — Le llamó.

En seguida, Jennie giró hacia ella. Se había acostumbrado a ese apodo en cuestión de días. ¿Por qué le decía así?

— Dime — Le respondió.

Lisa le mostró el jeep con la mano, indicando que era hora de regresar.

— ¿Es hora de desayunar? — Preguntó mientras caminaba de regreso hasta Manoban. Ella negó.

— Hasta las diez. Antes quiero mostrarte algo — Jennie  le frunció el ceño curiosa.

Caminaron hasta el jeep, Lisa condujo de regreso a la casa, pero un punto entre la gran casa y la casa de los empleados, giró a la derecha. Al paso de unos minutos, el andar se detuvo.

Lisa bajó enseguida, dirigiéndose hacia una puerta de madera, que estaba en el suelo.

Jennie tragó saliva en cuanto bajó del auto y caminó hasta ahí. La puerta fue alzada, y hacia dentro se veía solo los primeros peldaños de una escalera de madera.

— Entra — Le dijo.

Kim la miró temblorosa mientras su mente recordaba aquella película, la de la niña con apellido de pez que había sido arrastrada a un lugar parecido. La piel se le erizó y negó involuntariamente.

Lisa notó el temor en su mirada. Se acercó a ella, lentamente.

— Solo te mostraré algunos cultivos — Le dijo de manera suave. — No tengas miedo. No te haré daño — La miraba directo a los ojos, y podría estar loca, pero solo veía sinceridad en ellos.

Jennje rio nerviosa y asintió.

Caminó lentamente hacia el agujero. Lisa le ayudó a bajar, siguiéndola de cerca. Dio un pequeño saltó cuando la azabache cerró la puerta y esta cayó, causando un gran ruido.

No supo cuántos escalones bajó. Ni cuanto tiempo demoró la oscuridad en aquel lugar. De pronto, la luz inundó su vista y le dejó apreciar la belleza, la limpieza y la maldita organización.

Había grandes mesas de metal, mientras pegados a la pared, había espaciosos gabinetes que parecían guardar químicos. Todo eso detrás de un gran cristal que funcionaba como pared.

En el pasillo en el que estaban, había una ducha. Y un armario plastificado que dejaba ver varios trajes NBQ nucleares de distintos colores.

— Estos son los laboratorios, no algún centro de tortura — Le explicó, y Jennie suspiró un poco apenada. _ No entraremos porque, contaminamos — Ella asintió comprendiendo.

La tomó del brazo y la jaló hasta una puerta de metal, estaba bajo llave y cuando se abrió pudo ver que tenía el grosor de una pared. Entraron en ella y a diferencia de la sala anterior, esta solo tenía un bombillo para alumbrar.

El piso era diferente, terroso. El ambiente húmedo y caliente, no tenía comparación a la pulcritud que habían dejado atrás. Lisa desapareció por unos momentos, causando tensión en la castaña.

Regresó con una pequeña charola. En la cual traía algo colorido.

Jennje abrió los ojos al verlo de cerca. Era un hongo. Uno muy bonito. De un color rojo brillante y pequeñas protuberancias blancas por todo su sombrero.

— Wow — Dijo con sorpresa. — Son como los hongos del juego este — Lisa sonrió ante su estúpido comentario.

— Son Amanita Muscaria — Dijo, sin captar la atención de la chica que seguía admirando la seta. — Es lo principal en la elaboración del Polvo de Hadas — Jennie levantó su vista con un rastro gigante de impresión.

Había oído hablar del Polvo de Hadas en muchas ocasiones. Esa droga altamente adictiva que funcionaba de una manera muy extraña en el organismo. Tenía componentes que no habían podido descifrarse del todo. Y encabezaba las listas de las drogas más caras y difíciles de conseguir.

Aunque muchos habían tratado de clonarla, nunca conseguían los efectos que tenía la original.

— ¿Polvo de Hadas? — Preguntó incrédula. — ¿Tú creaste el Polvo de Hadas?

Lisa asintió orgullosa, sin duda era lo mejor que había hecho en toda su vida.

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