capítulo 6
Barcelona, España
Presente Día.
— Es que realmente no te creía tan estúpida, Lisa — Le dijo entre dientes mientras se giraba hacia ella.
— Tranquila, solo le mostraré los cultivos por la mañana y la subiré en un avión de regreso a Washington — Lisa le hablaba con una dulzura sobreactuada, haciendo que su amiga elevara sus niveles de enojo.
Tomó la mano que le acariciaba el hombro y la lanzó con fuerza fuera de su cuerpo. Lisa rascó su nuca al ver que no estaba funcionando su táctica para tranquilizarla.
— Estoy teniendo cuidado, todo saldrá bien — Su tono era más sincero en esta ocasión. Park suspiró rendida.
— Pues espero que sí — Le respondió y se sentó en una de las sillas de la pequeña mesa que estaba ahí. — Taehyung tuvo suerte de salir de Estados Unidos con ella sin que los vieran — Levantaba la mirada hacia la azabache, mientras esta se cruzaba de brazos frente a ella.
— Mañana por la noche, Jennie estará casi llegando a Washington — Rosé iba a contestar al comentario de Lisa, pero fueron interrumpidas por un hombre.
Voltearon hacia él cuando entró a la cocina corriendo. Estaba agitado, y trataba de controlar su respiración mientras se recargaba en sus rodillas. Rosé se levantó de la silla y se acercó a él, seguida de Lisa.
— ¿Qué sucede, Carlos? — El hombre las miró y señaló hacia el sur.
— Están atacando la entrada — Los ojos de Lisa se abrieron en sorpresa mezclada con preocupación. Miró a Rosé, quien mantenía el rostro serio — No sé cómo lo lograron, pero se está poniendo duro. Son varios — Rosé sacó su arma mientras se preguntaba por qué Carlos había corrido, en vez de llamarlas.
— Esconde a Jennie en alguna recámara, después te veré al frente — Salió de la habitación acompañado de Carlos, dejándola sola.
— ¡Mierda! — Maldijo mientras se apresuraba a la sala principal.
Jennie estaba sentada en el mismo sofá que cuando llegó, cambiaba los canales en el televisor mientras se preguntaba cuando comenzaría la diversión en aquel lugar que prometía drama en extremo.
¡Oh cariño! Estás a punto de presenciarlo.
Lisa entró con pasos rápidos y ágiles, la tomó de la muñeca, exaltándola del susto y la jaló para que se levantara. Jennie se quejó, y se limitó a seguir los rápidos movimientos que la guiaban a las escaleras.
— ¿Qué pasa? — Preguntó con confusión ante el total arrebato de Manoban.
Comenzaron a subir las escaleras mientras Lisa cuidaba todos los ángulos de sus personas. Podía sentir el nerviosismo en su expresión. Algo andaba mal, y creía saber qué era.
— Hay problemas — Respondió. Jennie frunció el ceño.
— ¿Qué tipo de problemas? — Lisa bufó.
Llegaron hasta la tercera planta. En los pasillos se veía como las personas corrían con armas en las manos en dirección a las salidas de la casa. Jennie observaba todo mientras era guiada a un destino desconocido.
— El tipo de problemas que hay en la casa de una mafiosa — Contestó de mala gana.
Estaba molesta, y lo que más le causaba furia era que ella era la culpable de todo. Por dejarse manipular por la niña bonita.
Abrió una amplia puerta blanca e hizo que Jennie entrara.
— Necesito que te encierres aquí hasta que Rosé o yo regresemos por ti — La miró directo a los ojos y estos ardían en desesperación, el negro intenso de sus ojos penetraba lo más profundo de la mirada de Jennie.
Ella asintió desde dentro, entrando en un estado de shock momentáneo.
— No le abras a nadie que no te avise quien es, por favor — La última expresión fue casi en súplica. Grandioso día habían elegido para atacarlas. El día de la visita de la presidenta.
Cerró la puerta y corrió escaleras abajo hasta encontrarse con varios hombres que tenían la misma dirección que ella. Salieron de la casa y subieron a una camioneta que los esperaba a unos metros de la puerta.
El hombre al volante aceleró con dirección al sur, donde se encontraba la entrada principal. Lisa llenaba los cartuchos de municiones mientras las personas que la acompañaban daban indicaciones entre ellos.
— Señora, ¿segura quiere bajar? Las cosas se están poniendo tensas — Lisa miró al pelinegro que le hablaba.
Lo miró unos instantes, realmente estaba considerando la idea de regresar a la casa y encerrarse en la habitación con Jennie mientras todo pasaba. Pero eso le dejaría una imagen de cobarde, y primera muerta.
— Deja de preguntar estupideces — Una estupidez que había considerado.
Entre más se acercaban a la entrada, los disparos se escuchaban más fuertes y con más constancia. El auto se detuvo y todos bajaron de él.
Lisa se agachó, y rodeó la camioneta por la parte trasera, tratando de localizar los puntos a los que debía disparar. Corrió hasta esconderse detrás de uno de los árboles que cubrían el camino y disparó hacia el frente.
No había rastro de Rosé por ninguna parte. En el campo se observaban varios cuerpos tirados, no sabía si eran de sus hombres o de los rivales. Lo único que tenía seguro era que, si no estaba alerta, ella podría ser la siguiente.
Levantó la mirada cuando un auto pasó a gran velocidad hacia el norte, directo a la casa. Maldijo con voz notoria mientras corría de vuelta a la camioneta. Subió en el asiento del conductor, y si bien arrancó el motor, aceleró en reversa.
Giró el volante para regresar al camino. Las únicas luces que la guiaban eran los faroles del auto y lo lejos que se veía la casa.
Disparaba hacia el frente, tratando de darle al coche que aceleraba. El terreno, sumando la oscuridad y el hecho de tener que manejar, le impedían una buena puntería.
Sus manos le temblaban, y parecía eterno el camino de regreso.
Los disparos continuaban por lo amplío de la base, podía imaginar el número de muertos que habría. Disparó de nuevo hacia el auto y este se detuvo medio kilómetro antes de llegar a la puerta principal de la casa.
Siguió conduciendo hasta arribar y bajó de la camioneta sin apagarla. Se adentró en la casa, en donde el movimiento seguía al límite. Miraba hacia todos lados en busca de Rosé, pero tampoco estaba ahí.
Subió las escaleras, cansándose más de lo habitual por la descomunal rapidez con la que subía dos escalones a la vez. Corrió por los pasillos de la tercera planta, hasta la habitación que le había asignado a Jennie. Tocó la puerta con desesperación después de girar la perilla y darse cuenta de que tenía seguro.
— Abre la puerta, Jennie — Gritó mientras seguía tocando con la palma abierta.
Segundos después, el picaporte giró y la puerta se abrió, dejando ver a una asustada castaña.
Lisa entró con rapidez y llevo sus manos al rostro de Jennie, tocando sus mejillas, su cabello, sus hombros y mirándole detenidamente cada espacio de su cuerpo.
— ¿Te pasó? ¿Entró alguien? — Preguntó desesperada.
Dominic negó rápidamente mientras mantenía la respiración agitada. Lisa se detuvo en cuanto estuvo segura de que la chica se encontraba en perfectas condiciones. Recobró la cordura y se dio cuenta de que estaba un poco en estado de pánico.
— Estoy bien — Confirmó y ella la soltó. Recobrando su postura autoritaria —. Se oyeron muchos disparos. ¿Qué fue lo que pasó? — La voz de Jennie se oía rara. Seca. Necesitaba un vaso de agua.
— Atacaron la base, y se armó un enfrentamiento. Fue algo, relativamente grande — Jennie respiraba con ajetreo. Mordía su labio superior con preocupación mientras Lisa la miraba con detenimiento.
Un fuerte estruendo sonó muy cerca. Jennie palideció, y Manoban caminó hacia la puerta entreabierta, mirando sigilosamente hacia el pasillo. Miró a la castaña y le hizo una seña.
— Quiero que entres al baño, ahora mismo — Ordenó en voz baja y Kim obedeció inmediatamente.
Lisa seguía atenta a los movimientos en el pasillo, de pronto vio como un hombre alto y de edad madura caminaba en dirección a la habitación. Apagó las luces, y pegó su cuerpo a la pared junto al marco de la puerta. Cargó su arma en un rápido movimiento, y espero a que el sujeto decidiera entrar.
La puerta se abrió de repente, pero Lisa lo había visto venir desde años antes. Sin saber de dónde, el hombre recibió un disparo en la cabeza. El cuerpo cayó dentro de la recámara y Manoban cerró la puerta en acto seguido. Puso el seguro y se detuvo a esperar.
Pasaron alrededor de diez minutos hasta que su teléfono sonó. 00001. Era Rosé. Contestó en seguida, esperando con ansias escuchar la voz de su amiga.
— Ha terminado — Le dijo, haciéndola suspirar de alivio —. ¿La presidenta está bien? — Le preguntó con cierto rastro de preocupación.
— Perfecto — Le respondió —. ¿Tú estás bien? — Escuchó como Roseanne rio del otro lado.
— Estoy viva, es lo importante — Pero esto, en vez de tranquilizarla, la exaltó.
— ¿Te hirieron? — Rosé negó al otro lado. Suspiró. — Bien. Que se encarguen de recoger los cuerpos, para identificar cuáles son nuestros — Frotó su sien con frustración. Vaya bienvenida.
— Bien — Dijo Rosé. — Mandaré un rondín, para asegurarse de que nadie se quedó dentro. De todas maneras, mantén a Jennie vigilada y dentro de la casa. Te veo luego — La llamada se cortó antes de que pudiera responderle algo.
Guardó el teléfono. Caminó hasta la puerta del baño y tocó dos veces la madera.
— Todo está bien, ya puedes salir — Dijo con peso en la voz.
Se retiró de la puerta, y caminó a sentarse en la orilla de la amplia cama. Momentos después, Jennie salió del cuarto de baño mirando a todas direcciones. Encontró la mirada de Lisa en su camino a la puerta, donde encontró un cadáver sangrando de la cabeza.
Regresó la vista a Manoban, quién miraba un punto perdido, con los brazos cruzados. Parecía realmente cansada.
— Lisa... — Le habló con voz baja y suave. La azabache levantó la vista, poniéndole atención a las palabras que pronunciaría. — Hay un hombre muerto en la puerta — Lisa miró el cadáver y rodó los ojos.
— Solecito, te dije que no vinieras — Insististe, — ahora cállate y ten paciencia conmigo.
Jennie frunció los labios mientras observaba la escena, que comenzaba a provocarle náuseas, por cierto.
— O sea que; ¿lo dejarás ahí? — Ella se encogió de hombros con despreocupación.
— Tardará algunos días en comenzar a descomponerse — Jennie se cruzó de brazos ante la burlona respuesta de Manoban. Rio en cuanto se dio cuenta de la molestia en la joven presidenta.
— No lo quiero en la puerta toda la noche — Lisa asintió, pensando en que probablemente le causaría un trauma si lo dejaba ahí.
Se levantó de la cama y caminó hasta el cuerpo inmóvil. Abrió la puerta mientras lo empujaba para abrir paso, lo tomó de los brazos y lo arrastró hasta el pasillo. Miró hacia los hombres que estaban ahí, diciéndoles con la mirada que debía deshacerse de uno más.
Entró de nuevo en la habitación, y Jennie estaba sentada en el borde de la cama, abrazándose a sí misma. Lisa se paró frente a ella y cruzó sus brazos.
— Espero que con esto, entiendas por qué no es conveniente que vengas — Jennie asintió.
Habían sido momentos de verdadero terror. Escuchar los disparos tan cerca, observar un muerto a tan pocos metros de distancia. Tener que estar encerrada en una habitación, indefensa y en la espera de un salvador, o de la muerte. Realmente la habían hecho recapacitar un poco. Aunque una parte de ella le gritaba fuertemente, que no importaba qué, tenía que regresar.
— Ya lo veremos — Lisa rodó los ojos.
¿Qué debía pasar para que la niña aprendiera su lección?
— Como sea. Duerme un poco — Dio media vuelta para salir, pero Jennie la llamó.
— ¡Hey! — Se giró para mirarla. Alzó las cejas hacia ella — ¿No iremos a ver los cultivos? — Lisa le frunció el ceño.
— Tuvimos un ataque hace menos de una hora, está oscuro. No voy a arriesgarte más de lo que ya hice trayéndote aquí — La miraba fijamente mientras pronunciaba aquellas palabras.
Jennie le sonrió sin saber por qué, Lisa no se lo devolvió, ni siquiera mostró algún rastro de respuesta.
— Iremos mañana a primera hora, te regresaré a casa alrededor de las tres de la tarde — Jennie asintió estando de acuerdo con lo dicho — Ponte cómoda, trata de dormir y si necesitas algo búscame a mí o a Roseanne — Jennie le asintió despacio.
— Gracias... — Susurró con suavidad. Lisa negó, restándole importancia.
— Estoy haciendo esto por trabajo, no te sientas importarte — Dijo seria, pero al paso de unos instantes una sonrisa se formó en su rostro.
La castaña sonrió mientras negaba, fuera cual fuera la broma entre ellas, se estaban llevando demasiado bien. Lisa le dio un último vistazo y logró salir de la recámara sin ser detenida.
Se encontró con Rosé en las escaleras, cuando se disponía a bajar en su búsqueda. Se detuvo ante ella, y esta la miró descontenta.
— Todo está limpio — Dijo mientras Lisa tallaba sus ojos, tratando de despejarlos — ya llegó y casi le vuelo la cabeza — Sonrió divertida, librándose del estrés post-ataque.
— Te haré una fiesta cuando se la vueles — El tono en su voz era cansado, había sido un día pesado y tener a la presidenta en casa lo hacía más agotador.
Comenzaron a caminar por el pasillo con dirección a las habitaciones.
Lisa dormía en la primera habitación del primer pasillo, a la derecha de las escaleras. Rosé en la primera habitación del segundo pasillo, las cuales eran las más amplias de toda la casa. A Jennie le habían dado la habitación vecina de Lisa, justo en el frente.
— Mira, a mí no me hables con ese tono porque fuiste tú quien trajo a la presidenta a esta ruleta rusa — Lisa le frunció los labios. Pero Rosé tenía razón. El estrés provenía de Jennie estando dentro de la base.
Su cabeza dolía, necesitaba un buen baño y dormir toda una vida, el hecho de pensar que algo había podido salir mal hacía que sus nervios se pusieran de punta. Había tratado con cientos de presidentes y había matado a muchos también, pero esta era diferente. Esta era estúpida, ignorante y terca, digna de recibir una paliza que le dejara secuelas toda su vida, pero también era linda y sumisa. Lisa suspiró cansada y asintió aceptando su culpa.
— ¿Puedes mandar a alguien para que suba la maleta de Jennie? —Preguntó con suavidad. La rubia asintió y sacó su móvil, rendida. Ya estaba ahí, no había nada que hacer. — Te lo agradezco. Buenas noches, gordita — Entró a su habitación cuando Rosé dio vuelta para irse.
Una chica castaña, de contextura delgada y de una altura considerable, estaba cruzada de brazos en el centro de la habitación.
— Roseanne casi me vuela la cabeza — Quejó la chica.
Lisa camino hacia la cama mientras quitaba la chaqueta de mezclilla que llevaba encima, ni siquiera la miró.
— Hubiera sido una completa desgracia — Comentó sarcásticamente haciendo que la chica se molestara.
Botó la prenda por algún lado del piso y se tiró en la cama cerrando los ojos. Entrelazó sus dedos detrás de su nuca y suspiró con gran pesadez. bufó y se giró sobre sus tacones en dirección al balcón.
— Estás tan estresada que verte me estresa — Lisa abrió solo un ojo y la miró. De espaldas a ella.
— Realmente escuchar tu voz no me hace sentir mejor — La mujer caminó hacia la cama y se sentó en la orilla, justo a los pies de Lisa.
— ¿Saben de quién eran los hombres que atacaron? — Preguntó mientras comenzaba a masajear las pantorrillas de la chica. Ella negó, cerrando los ojos — ¿Alguna idea? — Insistió.
— Probablemente del Kim. Uno de sus hombres siguió a Taehyung en Washington, no sería raro que también tuviera gente aquí — Ella asintió
comprendiendo la situación.
— Lo último que escuché del Kim es que estaba en Colombia, pero Brandon me dijo que en realidad está en Italia — Lisa frunció el ceño ante la información.
— Brandon, ¿su hermano? — Ella asintió mientras seguía moviendo sus manos por los músculos de Lisa. ¿Cómo carajos conseguiste esa información? — Mina sonrió mientras Manoban se incorporaba en el colchón, sentándose junto a ella.
— En ocasiones ser linda y saber seducir tiene sus ventajas — Ambas rieron ante semejante verdad.
La chica era uno de los mejores elementos que Lisa tenía, le había demostrado fidelidad de todas las maneras posibles. Aunque ella lo veía como una especie de gratitud hacia ella.
— ¿Brandon sabe que trabajas para mí? — Preguntó curiosa, ella asintió sin preocupación.
— Lisa, Brandon odia al Kim más que tú. Lo quiere ver hundido y fracasado. ¿Quién crees que le prendió fuego a sus cultivos en Colombia? — Lisa estaba anonadada por la información recibida.
— Entonces, sigue acostándote con él — Ella sonrió ante el chiste, pero dejó de hacerlo repentinamente llamando la atención de Lisa. — ¿Qué pasa? — Le preguntó curiosa. Ella negó.
— Es solo qué, consigo cosas acostándome con hombres — Asintió y soltó un pesado suspiro.
— Linda, sabes perfectamente que no te obligo a hacer nada. Si no quieres hacerlo, déjalo y se acabó — La tomó de la mano y la miró directo a los ojos —. Conmigo tienes la libertad de decidir, cosa que no hubieras tenido con Borges. Aprovechala — De ella brotó una sonrisa enternecida y asintió.
— Maricona — le dijo mientras golpeaba su hombro, y entonces las dos rieron.
Mina era un dolor de cabeza constante para Lisa. Pero tenerla de vuelta, viva, la hacía sentir feliz.
·
Jennie estaba enredada en las cobijas de la cama, siendo incapaz de cerrar los ojos y conciliar el sueño. La pesadez emocional del día había hecho trizas sus pensamientos, y ahora probablemente comenzaría a tener problemas de insomnio.
Miró al techo, pensando en lo sucedido. En como en cuestión de segundos se había desatado la guerra en lo que parecía la paz perfecta. Ver la manera en que todas las personas se movilizaban a la par, tan coordinadamente.
Cada uno sabía qué hacer en este tipo de situaciones. No había tiempo para esperar órdenes y actuaban de manera inmediata. Cuanto tiempo de experiencia debía tener cada uno de ellos. La duda de cuál era la edad de Lisa la seguía intrigando.
Alguien llamó a su puerta desconcertándola, peleó con las cobijas para poder salir de la cama y cuando lo logró, caminó hasta ahí sin ponerse las pantuflas. Cuando estaba a punto de girar la perilla recordó lo que Lisa había dicho: "No le abras a nadie que no te avise quien es".
Lo pensó por unos segundos, y llegó a la conclusión de que eso aplicaba solamente cuando estaban atacando, así que abrió la puerta. La punta de un arma le apuntó en la cabeza y luego esta fue bajando hasta quedar en los pantalones de la chica que la portaba.
Muy bien, si existía alguna nula posibilidad de poder conciliar el sueño esa noche y no tener consecuencias psicológicas de por vida, había desaparecido.
— Te hubiera volado la cabeza si fuera otro — Comentó Rosé con una sonrisa triunfante en su rostro, mientras Jennie tragaba saliva y trataba de controlar su respiración.
En cuanto la presidenta se hizo a un lado, aún en estado de shock, Rosé entró en la habitación cargando la pequeña bolsa con sus pertenencias. Tal vez si no la mataba una bala, la mataba un susto. Sacudió su cabeza unos momentos después, regresando en sí, y notó como Roseanne mantenía su mirada fija en ella.
— ¿Qué? — Preguntó y Rosé negó.
Chasqueó la lengua y se encaminó hacia Jennie, después de dejar la maleta a la orilla de la cama.
— Te voy a hablar directo — Jennie alzó las cejas. — No quiero espantarte, ni quiero meterte ideas en la cabeza, pero, es mejor que te alejes de todo esto
¿Era alguna frase cliché de los mafiosos? Porque parecía que sí, Lisa le
había dicho exactamente lo mismo.
— No sé qué es lo que buscas, pero si no te detienes, solo encontrarás tu tumba — Jennie estaba boquiabierta por las alentadoras palabras de la chica. Qué gran anfitriona era esa chica.
Roseanne salió de la habitación, dejando a Jennie paralizada.
— ¿Dónde demonios estoy metida? — Se preguntó a sí misma.
Caminó hasta la cama y se metió de nuevo en ella. Como era previsto, le fue imposible conciliar el sueño nuevamente. Bufó frustrada, pero no arrepintiéndose de estar ahí.
·
Lisa salió de la ducha alborotando su húmedo flequillo. Había terminado sudada y llena de sangre, realmente no hubiera podido dormir sin un buen baño. Mina permanecía sentada en la cama, mientras ella caminaba hacia ahí.
Los pantalones de chándal colgaban de sus caderas, su torso estaba trabajado y a la altura del pecho tenía varios tatuajes, al igual que en toda el área de sus brazos. Era difícil verlos en el día, ya que vestía sudaderas y trajes. Algunas veces mostraba los que tenía en los antebrazos, pero era una delicia poder apreciarlos todos.
— Estoy muy cansada, Mina — Dijo en cuanto se sentó junto a ella.
— Quiero contarte sobre todo lo que me enteré estando fuera — Lisa suspiró y negó tratando de pensar en la excusa perfecta para que la chica esperara hasta la mañana.
Pareciera que el cielo la había escuchado, porque antes de que pudieran seguir con la conversación. Un grito alertó los sentidos de ambas.
— ¡Lisa! — La chica se levantó con rapidez. Tomando el arma que estaba en la mesa de noche.
— ¿Quién es? — Preguntó Mina extrañada, mientras se ponía de pie junto a la cama.
— Nadie que te importe — Comentó secamente.
Salió rápidamente de la habitación, y caminó por el pasillo hasta la recámara de enfrente. Giró la perilla y la puerta se abrió. No tenía seguro. Entró rápidamente, escaneando cada espacio del lugar, pero no encontró nada alarmante. De hecho, todo estaba más tranquilo que de costumbre.
Giró su cabeza, centrando su mirada en la cama, y ahí estaba ella. Recargada en la cabecera, con la mirada fija en la puerta. En ella.
Lisa frunció los labios y bajó el arma mientras su rostro sentía un tipo de vergüenza que no podía descifrar. Por sobre exagerar, tal vez.
— ¿Por qué la maldita puerta no tiene seguro? — Dijo mientras cerraba la puerta y se encargaba de asegurarla.
Jennie alzó las cejas sorprendida. Entonces esa regla aplicaba en todos los momentos.
— Lo siento — Respondió y Lisa caminó hacia la cama.
— ¿Qué sucede? — Recargó su espalda en una de las columnas, mirando a Jennie fijamente.
— No puedo dormir... — Susurró y Jennie sobó su sien para controlarse.
— ¿Me gritaste de esa manera, solo por eso?
— Todo lo que pasó hoy me tomó por sorpresa, después tu amiga me apuntó con un arma solo para probarme que no debo abrir la puerta. Tengo miedo — Manoban rodó los ojos.
— Te dije que no vinieras — Respondió, y Jennie bufó.
— Pero aun así me trajiste, no habría llegado sola. Tienes tanta culpa como yo — Kim le hablaba con un tono mezclado de burla y confianza.
Su rostro se tornó serio. Tenía razón. ¡Por un demonio!
Había caído en la jugada de la presidenta. Si tan solo se hubiera negado más, ella podría estar en su recámara. Aunque, prefería estar aquí a estar escuchando las aventuras de Mina.
— ¿Y qué quieres que haga? ¿Te cuento un cuento? — Jennie rio ante la evidente molestia, reflejada en el sarcasmo con el que entonó su pregunta.
— Quiero que duermas en el sillón...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro