capítulo 5
Barcelona, España.
Presente Día.
— Hogar, dulce hogar... — Musitó Lisa en cuanto el coche en el que iba, pasó por el arco que daba a su casa.
Dos grandes puertas de acero se cerraron detrás de ellos, haciendo un grotesco ruido. El chofer condujo por el camino rodeado de árboles y campos hasta que un kilómetro después, se alcanzó a presenciar la gran casa de la chica.
Las paredes exteriores eran de mármol blanco cincelado. Se elevaban columnas a los costados de la casa que sostenían los balcones y los pesados techos. Las ventanas, amplias y abarrotadas, reflejaban la poca luz solar que había por esas fechas.
El coche se detuvo a unos cuantos metros de la puerta y Lisa bajó de él junto con Roseanne. El aroma a pasto, y el aire que golpeaba suavemente su cuerpo hacían que la piel se le erizara. Realmente extrañaba su hogar.
Caminó por el pasillo de setos que daban a la puerta principal y entró cuando esta se abrió, en cuanto dio unos pasos dentro, quitó sus zapatos y dejó que sus pies desnudos pisaran el frío suelo de madera.
— Oh, Dios mío, extrañaba tanto esta sensación — Cerró los ojos mientras movía graciosamente los dedos de sus pies.
Rosé camino dentro, cargaba unas carpetas que se veían pesadas a simple vista. Observó la escena de Lisa descalza desde atrás de ella. Rodó los ojos y siguió su camino. Se detuvo cuando estuvo a su altura, la miró en silencio por unas fracciones de segundo y después reanudó su caminar.
— No te pongas cómoda, mandé a junta en treinta minutos — Lisa rodó los ojos y observó a Rosé girar en un pasillo al costado de las escaleras imperiales que centraban la casa.
Caminó hasta la sala principal y se sentó en el sofá. Abrió sus brazos
abarcando el respaldo del sillón, echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Rosé había repetido sin parar los asuntos pendientes durante el camino de regreso a Barcelona. Necesitaba despejarse unos momentos antes de ser arrastrada a la junta que había organizado.
Su teléfono sonó, haciéndola volver en sí. Miró la pantalla. 00003 llamaba. La aceptó y puso el teléfono en su oreja sin decir palabra.
— Llevamos siete horas de vuelo, señora — Dijeron del otro lado, y esa noticia no pareció agradarle.
— ¿Apenas imbécil? Es para que estuvieras casi aterrizando — El chico al otro lado protestó y pidió para que escuchara su versión, pero Lisa no cedió — ¿Cómo estuvieron las cosas? ¿Alguna sorpresa? — Cuestionó y esperó respuesta. Taehyung tragó saliva.
— No hubo nadie en el aeropuerto, pero me he encontrado a un hombre del Kim — Lisa rascó su cabeza alborotando su largo cabello. Maldijo en voz baja y se incorporó en el mueble.
Era lo último que quería en estos momentos, tener que lidiar con la persecución de algún enemigo mientras traían su paquete.
— ¿Dónde te lo encontraste? — Preguntó apresurado por obtener respuesta. Estaba nerviosa, se podría decir que incluso preocupada.
— Cuando salí de la casa para recoger su encargo, ví un auto extraño, parqueado el límite de la acera de enfrente. No me dio buena espina y lo guíe hacia Palisades. Ahí pude interceptarlo. Por eso se retrasó el despegue — Lisa asintió. Se levantó mientras seguía escuchando a su empleado a través de la línea telefónica.
Le explicaba cómo se había dado cuenta de que en efecto se trataba de un trabajador de Kim Mingyu. También le contaba que se había tomado el tiempo de asegurarse que nadie más lo estaría siguiendo, antes de recoger lo que Lisa habia pedido.
Atravesó el salón hasta llegar al pequeño bar de la planta baja, rodeó la barra y sacó un cubo con hielos de la nevera del lugar. Puso hielo en un vaso para servirse un trago. Siempre que se sentía nerviosa, un vaso de Whisky era la solución.
— Lo demás fue fácil. Estoy cien por cien seguro de que nadie me vio — Lisa asintió y tomó un trago del vaso.
— Bien, espero el aterrizaje. Cualquier cosa me avisas, te mandaré a Choi. De todas maneras, no quiero que te fíes de nada, la cabeza arriba y mata a quien tengas que matar — Dijo y terminó el líquido de un solo trago. Puso el vaso sobre la barra y se recargó en ella.
— ¿Quiere que entremos por el frente? — Era tan difícil planear todo sola, Rosé siempre la ayudaba, pero en esta ocasión la mataría antes de secundarla con esto.
— Choi sabe qué hacer — Pensó por un momento, y cerró los ojos ante todas las imágenes que pasaron por su mente.
La tonalidad en su voz se puso más seria y fría, el cuerpo se le tensó ante la opción de algo pudiera salir mal. Se levantó de la barra y camino de un lado a otro mientras sostenía el móvil con una mano, y con la otra echaba su cabello hacia atrás.
— Taehyung, si algo le llega a pasar te voy a cortar la cabeza y se la mandaré a tu madre por correo — Amenazó, el chico del otro lado tragó saliva.
Sabía que la amenaza no había sido una metáfora exactamente. Si algo le pasaba al encargo, su madre recibiría un paquete muy desagradable.
— No se preocupe, señora, llegará bien. Sabe que puede confiar en mí — Lisa alzó una ceja y frunció los labios.
— No confío ni en mi sombra — Colgó la llamada.
Esto era una total mentira, confiaba en Rosé, quien era prácticamente su sombra.
Guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón y se dirigió a servirse otro trago.
Park entró en el lugar instantes después de que el vaso de Lisa estuviera lleno. Tenía una libreta bajo el brazo y un iPad en la mano derecha. Se acercó hasta la barra y le quitó el licor para beberlo ella.
— Hay un litro de whisky al lado tuyo, ¿era necesario beberte el mío? — La voz de la azabache era tranquila, ya no estaba tensa.
La sola presencia de la rubia hacía que sus nervios bajaran, al igual que su estrés. Sabía que si algo salía mal, ella estaría ahí para ella. Aunque probablemente si se enteraba de esto, la golpearía antes de apoyarla. Pero al final, lo haría. Estaba segura.
— ¿Hay algo nuevo? — Preguntó señalando la tableta que traía en la mano.
Rosé puso la agenda sobre la barra, y se sentó en uno de los taburetes. Quedando frente a Lisa.
— Hubo ofertas mientras no estábamos. Algunas son buenas, otras no tanto — Lisa rascó su nuca e hizo una mueca de inconformidad, rodeó el mueble y se sentó junto a Lisa — En Colombia te ofrecen tres por tres, pero en Holanda te ofrecen ocho por tres — Lisa frunció los labios.
— ¿Cocaína? — Rosé asintió y Lisa chasqueó la lengua. — Son buenas ofertas — Declaró y su amiga asintió dándole la razón de nuevo —. Tengo que ir a ver los cultivos y la producción, si estamos bien podemos hasta aceptar los dos — Rosé tecleó sobre la pantalla del iPad lo que Lisa le decía — ¿Cómo está la demanda de Polvo de Hadas? — El hombre deslizó su dedo sobre la pantalla y vio las gráficas de las ventas.
— Alta en Asia y en Sudamérica. En Europa han bajado las ventas, pero se elevan con rapidez en Norteamérica. Los ingresos del Polvo de Hadas corresponden casi a la mitad de los ingresos totales en Estados Unidos — La azabache asintió, eran buenas noticias.
— Eso es bueno, ojalá sigamos así lo que resta del año — Rosé se giró en el asiento y observó a Lisa bajarse del banco, para pararse frente a ella.
Tenía una mano en la cintura y el cabello alborotado. La observó fijamente, analizando cada milímetro de su persona. Rosé rio hacia ella y negó bajando la mirada.
— ¿Qué te hace gracia? — Park la miró un momento y sonrió.
— Me acordé del momento en el que llegaste a este lugar, eras tan pequeña e inocente —Tenía una sonrisa ingenua ante el recuerdo de la pequeña Lisa, pero luego su semblante cambió a asco y repugnancia —. ¿En qué clase de monstruo te hemos convertido? — Lisa sonrió sin ganas y frotó su rostro.
— Créeme que esto — Señaló su alrededor con ambas manos —. Es lo único bueno que me dejó mi padre — Rosé suspiró ante sus palabras.
La manera en la que su padre la había inducido al negocio era una de las cosas que más se habia propuesto a olvidar. Odiaba recordar la cruel manera en la que se había aprovechado de ella y de su situación, se preguntaba cómo siendo su padre pudo hacer todo eso sin tener piedad alguna.
— Gracias por no dejar que me matara — Suspiró pesadamente y puso su mano sobre el hombro de su compañera, esta le asintió con una leve sonrisa y Lisa dejó el salón.
Caminó por la casa, en lo que parecía el último pasillo de la primera planta, se encontraba una gran puerta negra. La abrió de par en par y entró en la sala de juntas. Una gran mesa en forma de óvalo estaba en el centro de la habitación. Al fondo, en la pared, había una gran pizarra y en el techo colgaba un proyector.
Había alrededor de diecisiete personas sentadas alrededor. Lisa camino hasta la silla más grande y se sentó en ella. Causando silencio entre los presentes.
Unos momentos después, Park entró con varias listas. Se sentó al costado de Manoban, y en cuanto se aseguraron que estaban todos presentes, se dispuso a hablar.
— Bien, haré las cosas rápido cómo cada vez que nos vemos — Todos pusieron su total atención sobre la azabache.
Había personas de todas las edades en ese lugar. Desde viejos que parecían mayores a sesenta años, hasta jóvenes que lucían incluso menores que Lisa.
— No haré cambios, con respecto a sus áreas. Jeon seguirá a cargo de la seguridad móvil — El hombre moreno de algunos cuarenta años asintió mientras Lisa lo miraba —. Kai sigue al frente de la seguridad sur-este, y Choi de la seguridad norte-oeste. Jimin, los choferes. Sunno y Luhan tienen sus áreas de trabajadores en los cultivos de cannabis y Sehun en los de cocaína — Su voz era fría. Rosé apuntaba sobre su tableta todo lo que decía.
— Chen, Xiumin y Lay, tienen a su cargo producción y empaquetamiento de cocaína. Seoho de cannabis. Hwanwoog y Keonhee, cargamento de camiones. Ravn, cultivo de setas. Leedo, pildoras. Lisa y yo nos encargamos de la fabricación del Polvo de Hadas, como siempre. Los viajes, los negocios y todo lo demás — Todos los hombres que acompañaban a los chicos asentían mientras los miraban con detenimiento.
La organización no era fácil cuando había cientos de empleados bajo su mando.
— Recuerden que deben tener bien vigilados a sus trabajadores. Si algo sale mal, no me voy a fijar quién fue, me fijaré en el encargado del área. Es su responsabilidad mantener todo en orden, para algo les pago — Cruzó las manos sobre la mesa mientras se inclinaba hacia ellos. — Y siempre cuiden sus espaldas, no soy la única que puede matarlos — Les brindó una pequeña sonrisa y se levantó de la mesa.
Salió del lugar dejando a Rosé para dar los últimos detalles, sobre los cargamentos y los pedidos que debían salir en las próximas semanas. Cuando pasó cerca de Choi, le dio una señal para que la siguiera. Sin pensarlo dos veces se levantó de su silla, la siguió a unos cuantos metros de distancia.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos de la sala, Lisa se detuvo y encaró a su empleado.
— Taehyung llegará de Washington en aproximadamente ocho horas, trae un encargo con él. Necesito que organices a tus hombres para que vayan a recogerlo. Es muy importante que nada le pase, y quiero que entren por la parte de atrás. Asegúrate de que nadie los vea y ni una sola palabra a Rosé sobre esto. ¿Me entendiste? — Sus ojos marrones miraron con firmeza al moreno.
Choi era alto, algo regordete y su cabello era muy rizado. Tenía los ojos oscuros y grandes, la ceja poblada y la barba crecida. Asintió ante las órdenes, grabando cada palabra en su mente. Lisa dio
media vuelta y en seguida sacó su teléfono para comenzar el movimiento.
El reloj marcaba las diez de la mañana, así que Lisa se dirigió a su oficina para ponerse al día con todo lo que había sucedido en su ausencia. El tiempo pasó realmente rápido entre los papeles y las cuentas. Hizo una pequeña pausa cuando el reloj dio las cuatro de la tarde para ir a comer con Rosé.
— ¿Todo en orden? — Le preguntó la rubia mientras llevaba el tenedor a su boca.
Lisa la miró distraída, su cuerpo estaba presente, pero su mente rondaba un lugar muy lejano. Asintió fingiendo seguridad, pero Rosé la miró con sospecha. Limpió la comisura de sus labios con la servilleta de tela y la puso junto a su plato en cuanto terminó.
— Cuéntame, ¿ya sabes qué harás con Jennie? — Lisa tragó el bocado que tenía en su boca con dificultad.
— Eh, no — Su voz se notaba nerviosa —. Todavía no — Rosé asintió mientras alzaba una ceja.
— Pero ya le dejaste claro que venir a Barcelona no está entre las opciones, ¿verdad? — Ella asintió mientras tomaba un gran sorbo de la copa de vino que acompañaba su comida. — Bien — Le respondió.
— Señoras — Una mujer apareció en el comedor.
Vestía un uniforme de mucama en un tono azul marino, con un mandil blanco. Su cabello estaba alisado y recogido a la perfección. Aparentaba algunos cuarenta y tantos años, era baja y regordeta.
Lisa y Rosé la miraron a la par.
— ¿Qué sucede Jessi? — Ella jugaba con sus dedos nerviosa. No parecían buenas noticias.
— Perdón que los interrumpa a la hora de la comida, pero hay algo que necesito decirles y es la única oportunidad de encontrarlas juntas y desocupadas — Manoban le dio una señal para que hablara. — Es Yeji — Rosé frunció el ceño.
Yeji era una de las cocineras, era la segunda hija de Jessi, su hermano mayor era Hyunjin quien ayudaba a su padre en la protección sur-este. Tendría diecisiete años, y había nacido dentro de la base de Barcelona.
— ¿Qué sucede con Yeji? — preguntó Lisa.
— Creemos que está embarazada — Ambas cerraron los ojos en frustración.
Era apenas una muchacha.
— ¿Por qué piensan eso, Jessi? — Ella bajó la mirada, notándose apenada.
— Ha tenido mareos, vómito y esos síntomas de un embarazo — Ellas se miraron, Rosé se encogió de hombros hacia Lisa. Quería pedirles permiso para llevarla al médico — Lisa le sonrió con amabilidad.
— Claro que sí, Jessi. Le daré la orden a Jeonghan para que alguien las lleve mañana, y no te preocupes por los gastos — Ella sonrió alegre hacia ambas.
— Muchas gracias de verdad. Con permiso, señoras — Dio media vuelta, pero antes de que saliera, Rosé la llamó.
— Jessi — Ella se giró enseguida — ¿Quién es el padre? — Ella bajó la mirada. No es que fuese de su incumbencia, pero, tenía que ser algún trabajador de la base, sí o sí.
— Es un muchacho que cultiva en el área de cannabis, señora — Rosé y Lisa se miraron.
— ¿Y qué dice al respecto? — Preguntó la azabache. La mujer se encogió de hombros.
— No pareció muy feliz con la noticia. Pero Yeji está decidida a tenerlo, si es que estamos en lo correcto y está en espera — Rosé asintió conforme.
Cualquiera que fuera la decisión de la chica, estarían de acuerdo.
No sería la primera vez que alguna empleada quedara embarazada, aunque apenas el seis por cierto de los trabajadores, eran mujeres.
— Dile al muchacho que todos los gastos se descontarán de su paga. Y que si no le parece, puede ir buscando otro trabajo — Jessi asintió, y ellas permitieron que se fuera.
— No puedo creer que esa niña esté embarazada — Park rio. Pero al parecer Manoban no lo veía tan gracioso.
— En serio Roseanne, sabes dónde va a terminar ese bebé Cultivando, o de mucama.
Lisa tenía destinada una construcción cerca de los cultivos para los empleados que permanecían dentro de la base. Aunque la mayoría tenía familia y hogar fuera, en lugares cercanos a Barcelona. Que llegaban por su medio, o eran transportados por los autobuses.
También había otros que no tenían a donde ir, por eso la construcción de esa casa. Donde podían dormir, comer y bañarse. Se podría ver como una cárcel, la diferencia es que podían irse cuando ellos quisieran. La familia de solo un empleado era la única que estaba completa al servicio de Lisa.
Los niños que nacían dentro de la base, eran educados ahí mismo, con profesores particulares pagados por la chica. Era un lujo que podía darse, ya que no se veían niños por ahí a menudo.
— No exageres, tal vez Yeji decide irse algún día — Lisa bufó y se
levantó de la silla.
— Pues veremos — Respondió.
— Te veo luego gordita
Rodó los ojos ante la manera en que la llamó, y la vio salir del comedor.
Fue hasta las escaleras y subió hasta la tercera planta de la casa. Caminó a su habitación y se adentró en ella mientras quitaba la playera que traía puesta.
Fue hasta su baño y abrió la regadera. Se deshizo de sus pantalones y las demás prendas, se metió bajo el chorro de agua y sintió como el agua caliente hacía respirar cada poro de su piel. Suspiró con descanso y echó su cabeza hacia atrás, disfrutando la calidez yel vapor que emanaba de su cuerpo.
Un golpe en la puerta de su habitación la sacó de sus profundos pensamientos. Cerró la ducha mientras escuchaba atento al llamado, era desesperado y fuerte. Tomó una toalla y secó su cuerpo con rapidez y sin mucho éxito, ya que después de poner su playera y unos pants, estos tenían espacios húmedos.
Caminó con sigilo hacia la puerta mientras empuñaba su arma cargada, quitó el seguro de la puerta y su cuerpo se inclinó hacia atrás, esperando a que la abrieran. El cerrojo giró, y la silueta de Rosé apareció en el marco. Suspiró aliviada y puso el seguro de la pistola.
— ¿Qué te pasa? — Reclamó la azabache ante el llamado desesperado que había hecho.
— ¿Qué me pasa? — Preguntó con el rastro de molestia impregnado en su rostro.
Tomó la muñeca de Lisa cuando esta se giró para entrar en la recámara, asustándola un poco. Se miraron directamente a los ojos, los de Rosé quemaban directamente en la pupila de la azabache.
— Taehyung llegó — Le dijo, entonces comprendió por qué la molestia de la chica. Frunció los labios hacia ella, sintiéndose descubierta.
— Que bien — Le respondió. Rosé la soltó y negó decepcionada.
— Tu paquete está en la primera sala — Dijo entre dientes, enojada, pero a la vez sin terminar de procesar lo que Lisa había hecho.
La rubia se retiró del lugar, yendo a lo que parecía ser su habitación. En el segundo pasillo, del lado izquierdo de las escaleras. Esta tragó saliva y guardó su arma entre los holgados pantalones que vestía. Salió del cuarto y se dirigió a bajar las escaleras.
Se encontró a Taehyung al llegar a la primera planta. La miró detenidamente mientras se acercaba a el.
— Todo en orden, señora — Le avisó. Lisa le asintió, siguiendo su paso.
— Muy bien Taehyung. puedes retirarte — Este obedeció y caminó en dirección.
Se desplazó hasta entrar en la conocida sala, de espaldas a la puerta, se podía apreciar lo que estaba esperando. Se acercó con tranquilidad hasta el sofá, pero se sentó en la mesa de cristal que estaba frente a este.
Se inclinó hacia el frente, apoyando sus codos en sus muslos y entrelazando los dedos. Sonrió con gentilidad.
— ¿Cómo estuvo tu viaje, solecito?
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