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Capítulo 11

Era un pésimo momento para estar en llamas, Jennie lo sabía, pero no podía hacer nada.

— Diez minutos, o pierdes el negocio — Lisa levantó la mirada hacia Rosé y le hizo una seña para que saliera de la oficina.

Aún con molestia en su rostro, Rosé obedeció, salió de la oficina dejándolas solas nuevamente. Jennie miró a Lisa, echó su cabello hacia atrás y alzó las cejas en su dirección.

Lisa hizo una mueca de lamento y se encogió de hombros.

— Te la debo — Aseguró y ayudó a Jennie a levantarse de sus piernas.

— Me la cobraré — Acomodó sus pantalones y bufó frustrada.

— Ten presente todo lo que te dije — Ordenó. — Si en algún momento no puedes atenerte a esto, házmelo saber, y me iré — Jennie frunció el ceño.

¿Irse? Si comenzaba a enamorarse, ¿se iría?

Después de dirigirle estas palabras, salió del lugar, encontrándose con las otras dos chicas en el pasillo. Seulgi se despidió de ella respetuosamente, mientras que Rosé dejó caer un golpe en su hombro, haciéndola protestar.

— ¡Detente, imbécil! — La miró con el rostro molesto. Vaya, Rosé la mataría en cualquier momento.

— No pienso dejar que descuides todo por esa chica — La azabache rodó los ojos y negó. — Se suponía que era cuestión de una noche, Lalisa — Caminaron por los pasillos hasta llegar al auto que las esperaba en la entrada.

— Todos tenemos derecho a tener sexo — Argumentó mientras subían en la parte trasera del auto negro.

— ¡Pero no en horas de trabajo! — Gritó. — Debes centrarte en lo que tenemos que hacer, ya habrá tiempo para que te la tires de nuevo o que sé yo — Ella rodó los ojos y negó.

— Tranquila Rosie, solo es sexo y nada más — La rubia estaba furiosa por la irresponsabilidad de la chica. Por su falta de compromiso y sus acciones sin razonamiento.

— Llevas 16 años aquí, Lalisa. Debes aprender de una buena vez que no podemos mezclar el trabajo con la familia — Lisa la miró serio.

— No pienso tener una familia Roseanne — Aseguró. — Ya he perdido dos — Bajó la mirada y presionó sus labios en una línea.

— No llores, idiota — Rosé sonrió, pero Lisa no cambió su expresión.

— Sé que te molesta que me ponga débil y sentimental, pero, eres lo único que me queda — La chica la miró y tomó un gran suspiro —. Cualquier otra persona a mi alrededor puede traicionarme en cualquier parpadeo — Rosé torció la boca y la miró.

— Lisa — Comenzó, pero fue interrumpida.

— Si algún día te pierdo, estoy segura de que me iré al hoyo — Rosé negó y mantuvo su mirada fija en ella.

— Si algún día me pierdes, vas a sobrellevar todo y te harás cargo de esto, por qué sé que puedes — Afirmó ante la negada chica que la acompañaba en el auto.

La vida de ambas había sido dura. Roseanne, al igual que Lisa, había entrado desde muy pequeña en el negocio. Se encargaba de transportar paquetes pequeños, de hacer favores y mandados, cuando apenas había cumplido 15 años. Al paso del tiempo, se ganó por completo la confianza del padre de Lisa y la convirtió en su mano derecha, y así lo fue hasta su muerte.

Cuando Lisa llegó a Barcelona, Rosé se encargó de protegerla siempre, de enseñarle a trabajar y a vivir dentro de ese mundo, esa gran burbuja de malas influencias que en cualquier momento podría estallar. Siempre estuvo siendo la mano derecha de los jefes, y estaba segura de que siempre seguiría estando para ella.

Rosé le sonrió confortándola y Lisa negó sacando su móvil de la bolsa de su saco.

— Manoban — Respondió.

— Es Mina — Rodó los ojos en cuanto la escuchó e hizo una seña graciosa a Rosé para indicarle que era ella, haciéndolo reír.

Te dije que Caleb no servía para esto, se lo cargaron — Ella caminaba despreocupada por los pasillos del hotel en el que se encontraba hospedada.

Lisa cerró los ojos y maldijo en voz baja mientras golpeaba su muslo.

— ¿Quién fue? — Preguntó y la chica rodó los ojos ante su estúpida pregunta.

Como si pudiera saberlo, hay tantas personas aquí que te odian — Lisa hizo una seña de muerte a Rosé y esta rodó los ojos.

La chica al otro lado del teléfono entró a su habitación, vestía unos vaqueros de cuero negro con una camisa a botones del mismo color.
Lucía fresca con su cabello cayendo en ondas sobre sus hombros, su atuendo maquillado y con tacones no era el que utilizarías en un enfrentamiento. Pero ella lo hacía, y lo dominaba perfectamente.

— ¿Ya cumpliste con lo que te ordené? — La rubia iba sentada a su lado tecleando en su iPad, mientras Lisa arreglaba los problemas.

Como siempre, señora — Agregó en forma sarcástica haciéndolo rodar los ojos.

— Arreglaré el vuelo para que regreses a Barcelona — Avisó. Ella se levantó en seco del sofá en el que se había sentado.

Son vendrá por mí — Lisa negó incrédula al escucharla. Realmente esa chica no sabía en lo que se estaba metiendo.

— ¡Deja de confiar en Son! — Gritó llamando la atención de Rosé.

Ella no es como su hermano — Trató de hacerla racionar, pero no funcionó.

— Mina, te va a traicionar — Habló entre dientes. Estaba harta de la relación de la chica con Son, le ponía los nervios de punta al imaginar las consecuencias que podría ocasionar.

No la creo capaz — Contestó segura.

— ¡Me vale un carajo lo que creas! Te arreglaré el maldito vuelo y regresarás a Barcelona hoy, pobre de ti si no haces lo que te estoy diciendo.

Terminó la llamada y golpeó el vidrio de la ventana con el puño cerrado, sin mostrar alguna mueca de dolor al hacerlo.

— ¿Qué pasa? — Preguntó la rubia sin preocupación.

— La estúpida de Mina se sigue metiendo con Son — Suspiró y negó.

— Mina no quiere entender, ya déjala — Lisa negó sin aceptar, Rosé frunció el ceño y se atrevió a lanzar una pregunta. — ¿Celosa? — Levantó su vista incrédula a la pregunta.

— ¿Realmente piensas que me pondré celosa de que alguien más se tire a Mina? — Se encogió de hombros restándole importancia a la pregunta.

— ¿Entonces por qué tan preocupada? — Lisa sobó su rostro y metió una mano a su boca para morder sus uñas.

— No quiero que la maten, es uno de mis mejores elementos — Desvío la mirada de Rosé y frunció los labios. — Esa bastarda me sirve demasiado como para perderla por una estupidez — Rosé sonrió mientras negaba.

El auto se estacionó frente al aeropuerto y después de que ambas pusieran sus lentes de sol bajaron del auto.

Lisa caminó por delante mientras abrochaba los botones de su saco, Rosé la seguía de cerca sin dejar de mirar hacia todas direcciones. Entraron por la puerta doble de cristal y pasaron sin más a abordar el jet de Lisa.

Estaba esperándola en una de las pistas, Rosé dejó a la chica en el avión y salió de él volviendo a entrar al aeropuerto. Caminó hasta una de las recepcionistas y le sonrió.

— Necesito programar un vuelo de Kazán, Rusia a Barcelona, España — La chica asintió y tecleó en su ordenador.

— ¿A nombre de quién? — Rosé tomó un impulso de aire y sonrió mientras exhalaba.

— Mina, Myoui Mina.

..

Nariño, Colombia.
Cinco horas después.

El viaje de Lisa fue rápido y relajante, estaba tan cansada. Apenas llegar a Washington habían tomado otro vuelo, no había dormido bien y Mina la sacaba de sus casillas.

Caminaba sobre la tierra de algún sembrado, tres horas de vuelo y dos de junta con la presidenta habían sido suficiente para querer dormir mil años.

Tenía las manos metidas en las bolsas de sus pantalones y caminaba firme sobre el camino de grava y paso. Levantó sus lentes de sol y miró a lo lejos a varias personas trabajando en los campos.

— Jefa —Escuchó gritar y volteó en esa dirección.

Un hombre de mediana edad, alto y rechoncho, se acercaba a ella. Vestía jeans de mezclilla y una polera roja, su cabello estaba peinado hacia atrás y cargaba con varias bolsas de droga.

— Seonjun — Habló. — ¿Terminaron las cosechas? —El hombre por fin estuvo lo suficientemente cerca de Lisa como para saludarla de mano.

— Terminaron ayer señora, dijo la señora Roseanne que hoy debían zarpar a los Estados Unidos — Lisa asintió y puso las manos en su cintura mientras arrugaba la frente.

— Mañana tienen que llegar — Confirmó. — Son varias toneladas y la mayor parte salió de Barcelona hace unas semanas — Seonjun asintió y miró hacia los cultivos.

Centenares de personas trabajaban en las hectáreas de sembrados, desde muy temprano hasta que el sol se ocultaba.

— Estas son unas muestras de lo que mandaremos — Lisa asintió y las tomó. Frunció el ceño en cuanto vio algo a lo lejos que no le agradó del todo.

— ¿Ese es un niño? — Preguntó llamando la atención del hombre.

— Sí, señor — Lisa lo miró molesta ante la situación.

— ¿Por qué está en los sembrados? — El hombre rascó el reverso de su cabeza pensando en una excusa.

— Su madre trabaja aquí — Argumentó.

— ¿Y por qué no lo deja en casa? — Lisa estaba molesta, y sabía que el chico le estaba mintiendo.

— No hay quien cuide del pequeño — La azabache se acercó a el demandante.

— Cuídalo tú — Ordenó. — No quiero volver a ver a un niño trabajando bajo tu mando — El hombre asintió con la cabeza baja. — Ve por él y dale algo de comer — Obedeció y caminó entre las plantas alejándose de Lisa.

Rosé caminó hasta ella y se posicionó a su lado.

— Me gusta tu español, cada vez lo hablas mejor — Lisa sonrió.

— Aún no termino de aprenderlo — Lisa se calló en cuanto vio bien a Rosé.

Estaba sudanda de todo el cuerpo, hacía un calor insoportable. Se había quitado el saco y su camisa comenzaba a pegarse a su cuerpo por causa de su sudor.

— Te ves realmente sexy así — Comentó la chica con la sinceridad brotando de sus poros. Rosé sonrió mientras negaba.

— Puedo follarte si quieres — Lisa rodó los ojos y negó. — Mina me ha llamado, ya abordó el avión a Barcelona — Lisa asintió y secó su frente con el dorso de la mano.

— Esa mujer hace que se me reviente la bilis — Negó harta — Debemos irnos, todo está listo aquí — Rosé asintió y sacó su móvil.

— ¿Quieres irte a Barcelona o prefieres regresar a Washington? — La azabache lo miró con el ceño fruncido, sin entender la pregunta.

— ¿Por qué tendría que regresar a Washington? — Rosé se encogió de hombros y miró hacia la hierba crecida.

— Ya sabes — Comenzó. — Jennie — Al decir esto, Lisa bufó y metió las manos a las bolsas su pantalón.

— Roseanne, por enésima vez en la vida — La rubia rodó los ojos al darse cuenta de que la chica empezaría con la misma cantaleta de siempre. — No quiero nada serio con nadie — Detrás de las chicas pasaba el hombre con el niño de la mano.

Rosé desvió la mirada de la escena y la fijó en su amiga.

— Tienes 32 años, es hora de que pienses en una familia — Lisa negó con una estúpida sonrisa en su rostro.

— No puedo mantener la cabeza fija para el negocio, ¿Crees que podré hacerlo para una familia? — Rosé no contestó —. ¿Me imaginas cuidando un bebé? ¿Durmiendo con la misma persona todas las noches? — La chica siguió sin responder —. Lo más cercano que he tenido a una familia has sido tú, y solo me sacas un par de años — Levantó sus lentes en su cabeza y sus ojos negros miraron fijamente a Rosé. — Vi como tu familia fracasó, vi como sufriste cuando los perdiste — Hubo un silencio prolongado.

Rosé no tenía argumentos hacia la chica. Tenía miedo de amar y perder, eso era. Había crecido rodeado de maltratos, en una familia sin amor. La familia de Rosé era perfecta; sin embargo, había naufragado en cuanto la mujer de la chica desapareció misteriosamente.

— No voy a pasar por lo mismo porque sé que no podré soportarlo — Rosé negó.

— Lalisa, lo que me pasó a mí no te pasará a ti — La azabache negó.

— Si formara una familia Rosé, ¿Crees que sería con Jennie? _ Preguntó ilógico —. Con una presidenta, qué buena idea.

— Ya, no dije nada — Se rindió. — Regresaremos a Barcelona.

Washington D.C.
Estados Unidos.
Presente Día.

Jennie estaba en su oficina revisando papeles y capturando información, tenía que ponerse al corriente con todo lo que tenía pendiente. La puerta se abrió y la pelirroja se adentró en la oficina.

No habían cruzado palabra en todo el día, Seulgi estaba demasiado ocupada pensando en Jennie teniendo un amorío con Manoban. Eran cerca de las 10 de la noche, y Jennie estaba demasiado cansada.

— Jennie — Llamó. Esta levantó su vista con el ceño fruncido.

— Dime — Su mirada era demandante e intimidante. Era tan diferente ante las demás personas.

— Debo decirte que es mala idea que te enredes con Manoban — Alzó las cejas hacia ella, sorprendida y molesta.

— No te debe importar con quien me enredo y con quien no — Regresó la mirada a su trabajo.

— Sí, me importa, estar con ella solo te traerá problemas.

— Deja de tutearme, soy tu jefa — Demandó.

— Señora es por su propio bien — Jennie negó con una sonrisa cínica.

— Me vale un carajo, le puedo dar el culo a quien yo quiera — Le sonrió y Seulgi negó.

— Manoban no es una buena persona — Susurró. Jennie sonrió hacia la puerta, ignorando por completo la advertencia de la chica.

— Claro que no lo soy, Kang — Escuchó hablar. Lisa había regresado a Washington.

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