Capítulo 10
Washington D.C.
Estados Unidos.
Presente Día.
Jennie dormía plácidamente en la gran cama presidencial, sus carnosos labios estaban ligeramente separados mientras soltaba pequeños ronquidos. Su cuerpo estaba enredado entre las sábanas, acurrucada bajo ellas a causa del frío provocado por el aire acondicionado.
Eran alrededor de las 7:00 am, tal vez antes, su alarma aún no sonaba, pero en la presidencia ya había movimiento desde hacía rato. Su sueño había comenzado tarde, su alargado viaje había acumulado el trabajo en la oficina, aún tenía que acostumbrarse a dirigir una nación.
Unos minutos después, el ruido del despertador comenzó a escucharse desde una de las mesitas de lámpara. Se removió ante el impertinente sonido e hizo una mueca de enojo arrugando su nariz.
Sacó uno de sus brazos de los edredones y calló el aparato para devolver la tranquilidad a la habitación, estaba sin blusa y su cabello se parecía a un león. Soltó un gran suspiro y se sentó en la cama, dejando caer las sábanas por su pecho, dejándola al descubierto. Talló sus ojos limpiándolos y los abrió lentamente para entrar a un nuevo día.
La recámara estaba prácticamente obscura, las cortinas estaban cerradas y la luz permanecía apagada. Sumando que sus ojos estaban aún adormilados, nada a su alrededor era claro.
Ahí, en la puerta de la habitación, una sombra movediza por el sueño se alcanzaba a ver. Frunció el ceño y frotó sus ojos nuevamente para asegurarse de que no fuera producto de su imaginación. Encendió una de las lámparas de mesa y entonces la sombra tuvo forma y nombre.
La tenue luz iluminó a Lisa, quien la miraba desde lo lejos con el rostro sereno, estaba recargada en la madera, con las manos entrelazadas sobre su vientre. Vestía un fresco traje negro, su fleco estaba alborotado por su frente y tenía las mangas del saco dobladas hasta debajo de sus codos.
— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — Preguntó arroncada. Lisa se encogió de hombros y separó sus manos.
— No lo sé — Dijo despreocupada. — Veinte minutos, quizá treinta — Jennie asintió mientras la azabache comenzaba a caminar hacia la cama, llegando a pararse justo donde comenzaba el colchón.
— ¿Por qué no me despertaste? — Preguntó tratando de despertar a su mente. Lisa negó con una mueca de despreocupación.
— Eres linda durmiendo — Lisa sonrió y la miró con el rostro aún hinchado. Era tan linda recién despertándose, hecho un desastre, parecía un bebé.
— Tú también lo eres — Comentó y Lisa sacudió sus ideas antes de adentrarse en lo hermosa que era Jennie y no poder parar. Retomó su postura seria y metió las manos en sus bolsillos.
— Vine a darte indicaciones para unas cosas. Sal de la cama y cambiate — Ordenó, pero Jennie se quedó quieta. — Anda, tengo que salir en una hora — La castaña la miraba con un labio entre sus dientes. Lisa rodó los ojos.
— Estoy en ropa interior, salte — Susurró causando en Lisa una mueca ilógica.
— Sol, hace apenas un día dejaste que te follara, no pasará nada si te veo en ropa interior — Jennie negó y frotó su rostro.
— No quiero que me veas así — Chilló.
— Sal de la cama — Ordenó con cansancio. Negó de nuevo y entonces Lisa desesperó, tomó la esquina del edredón y la jaló con fuerza descubriendo el cuerpo de Jennie —. ¡Que salgas de ahí dije! — Su voz cesó en cuanto levantó la vista hacia ella.
La castaña estaba con las piernas dobladas hacia un lado, su piel blanca estaba totalmente descubierta. Su rostro gacho en vergüenza y sus ojos se veían tristes. Dos pequeños moños a cada lado de las caderas de Jennie sostenían el encaje lila que cubría su pelvis.
Lisa palideció mientras su boca se secaba, comenzó a respirar rápidamente y aunque pudiera controlarlo todo, deseaba con toda el alma poder controlar sus erecciones. Miró a la chica sobre la cama y tragó seco.
— Satán... — Susurró. Jennie cubrió su rostro con ambas manos y chilló.
— Te dije que no quería que me vieras así — Lisa relamió sus labios y miró hacia el techo. ¿Qué demonios te he hecho? Preguntó moviendo sus labios, haciendo a Jennie incapaz de escuchar.
— Solecito — Llamó. Jennie descubrió su cara y Lisa estiró una mano hacia ella —. Ven aquí — Jennie la miró y frunció el ceño en desconfianza. — Anda sol, ven aquí — Su voz era tranquila, y necesitada. La voz exacta de cuando estás tratando de controlar tus impulsos.
Jennie la tomó lentamente, movió sus piernas para hincarse y avanzar por la cama hasta quedar frente a Lisa. Ella pasó un brazo por su cintura pegándola a su cuerpo, entonces pudo percibir ese característico aroma; pepino y fresa mezclado con un ligero olor a cigarro.
— Nunca te sientas avergonzada cuando estás conmigo — Pidió tranquilamente. Pasó un mechón de cabello detrás de su oreja y recorrió el hueso de su mandíbula con delicadeza hasta llegar a su barbilla.
— ¿Te gustan? — Preguntó inocentemente y Lisa movió su cabeza con lentitud, dando un «Sí» como respuesta.
— Luces muy bien en ellas... — Susurró junto a su boca y dio un leve tirón en su labio inferior —. Pero realmente lucirías mejor si te las quitaras — La mano que tenía en la espalda de Jennie bajó hasta donde la pequeña prenda apretaba las nalgas de la chica. Trazó la línea del encaje acariciando suavemente con las yemas de los dedos, haciendo a la castaña soltar un leve jadeo.
— ¿Quieres que me las quite? — Lisa sonrió levemente sobre la mejilla de la azabache y negó.
—Realmente debo salir en cuarenta y cinco minutos — Sus manos tomaron las caderas de Jennie manteniéndola firme frente a ella —. Te espero en la oficina sol — Le sonrió y la soltó para salir de la habitación.
Rosé y Seulgi la esperaban en el pasillo. La castaña texteaba rápidamente mientras la castaña miraba a Lisa en la puerta. Lisa caminó fuera del pasillo y emprendió camino hacia la oficina de la presidenta, aún anonadada por la situación.
— Señora Manoban, ¿gusta que le traigan de desayunar? — Ofreció la pelirroja mientras atravesaban la casa. Lisa negó y alzó las cejas mientras mordía su labio.
— No me da tiempo de desayunar lo que me apetece — Comentó y Roseanne rodó los ojos cuando cayó en cuenta a lo que se refería.
Seulgi asintió aceptando su respuesta, y se dio cuenta de que Jennie no solo había visitado Barcelona para conocer el trabajo de la chica. Acomodó sus anteojos y siguió a sus acompañantes hasta la oficina presidencial.
Abrió las puertas de par en par y antes de entrar, Lisa desvió la mirada hacia Rosé.
— Rosie, ¿A qué hora debemos estar en el aeropuerto? — Roseanne la miró y alzó una ceja harta.
— En treinta y ocho minutos, haces esto rápido — Lisa asintió y entró en la oficina. Después de sentarse a esperar, prendió un cigarrillo.
Transcurridos unos momentos, Jennie entró a la oficina en una blusa blanca y un short azul marino. Echó su cabello hacia atrás y caminó rápidamente hasta su silla.
—No me llamaste al despegar — Comentó mientras se sentaba y aclaraba su mente ya que enía toda su zona húmeda — Dijiste que me avisarías — Soltó en un tono de reclamo.
— Solo lo dije para que no insistieras — Jennie frunció los labios y alzó una ceja molesta.
Lisa estaba sentada frente a la ella, con las piernas elevadas al escritorio y con el cigarrillo a medio terminar en la mano. Soltaba el humo lentamente, haciendo pequeños aros con ayuda de su lengua.
— No fumes frente a mí, por favor — Dijo Jennie y la azabache aceptó. Apagó su cigarrillo en la esquina del escritorio y lo botó en el cesto de un lado. — Y baja las piernas, actúa como las personas decentes — Lisa rodó los ojos ante el molesto tono de la chica.
— No te pongas así sol, no puedo estar ventilando todo lo que voy a hacer — Jennie asintió pasando su lengua por la mejilla interior.
— Di lo que tengas que decir, necesito un baño de agua fría — Lisa sonrió y comenzó a hacer círculos con sus dedos sobre la madera.
— ¿Para quitar tu humedad? — Preguntó en un susurro y la miró. Jennie apretó sus labios y desvió la mirada.
— No la quitaste tú, ¿Qué esperas que haga? — Bufó y volvió a hablar. — Vamos, al trabajo Manoban — Lisa se acomodó en su silla y se inclinó hacia ella.
— Bien, mañana descargarán barcos en la costa. Llegarán una tonelada de cocaína, tonelada y media de marihuana y doscientas mil píldoras de Polvo de Hadas, por cada barco — Jennie apuntaba lo que Lisa dictaba rápidamente —. Rosé le está dando indicaciones a tu secretaria, le avisará también las ciudades en las que descargarán — La castaña asintió y levantó la vista.
— ¿Quieres que tenga algún cuidado especial con las cargas? — Preguntó completamente ignorante. Lisa negó con los labios fruncidos.
— No, lo que quiero es que pongas seguridad mientras descargan. Seulgi tendrá los horarios, son 37 barcos — Jennie alzó las cejas sorprendida. Tanta droga junta no podía ser buena.
—¿No crees que es demasiado? — La azabache negó.
— Solo encárgate de la seguridad sol, de lo demás me encargo yo — Jennie asintió aceptando. No pensaba meterse en más embrollos, mucho tenía con los pendientes presidenciales, no soportaría vivir con los de Lisa también.
— ¿Algo que agregar? — Lisa negó, pero luego retractó.
— En realidad sí — Sus miradas se encontraron y Jennie frotó su rostro para centrarse en el maldito trabajo.
Su entrada pedía a gritos por atención, y si seguía viendo a Lisa sentada frente a ella, con las piernas abiertas. No sabía qué pasaría.
— Si algo sale mal, aún no tienes un convenio que te proteja — Jennie se tensó.
¿Era una manera sutil de amenazarla?
— Pero no pienso matarte, solo ten cuidado — Sonrió levemente y Jennie asintió aún con un nudo en la garganta —. Sería todo solecito — Ella asintió agradecida e hizo su silla hacia atrás, deslizándose sobre las ruedas.
— Quiero ir a ducharme, solo me puse la ropa por encima — Lisa sonrió de medio lado y Jennie le desvió la mirada.
— ¿Quieres decir que debajo del short traes ese lindo encaje? — La
castaña asintió sin dirigirle la mirada, causando una leve sonrisa en Lisa.
— No es gracioso — Susurró.
Le sonrió mientras negaba ante su comentario.
— Me encanta como se te ve.
— ¿Hablas en serio? — Preguntó en un tono suave.
A Lisa se le hizo nudo el estómago, maldita reunión y maldito No puedo follarme a Jennie en veinte minutos y quedar satisfecha.
— No tiendo a hacer muchas bromas — Jennie soltó una pequeña sonrisa y se encogió de hombros con ingenuidad. — Ven aquí — Llamó y la castaña se levantó de su silla para dirigirse hacia ella.
La tomó de la mano y la jaló para sentarla en su regazo.
— Escúchame sol, no sé que fue lo que pensaste cuando prácticamente me pediste a gritos que te follara, pero lo hice.
— Lo hiciste — Afirmó Jennie asintiendo. — Me gustaría que lo hicieras de nuevo — Lisa sonrió por lo bajo y asintió.
— A eso voy, realmente no puedo ofrecerte más que eso; follar.
La chica habló sin trabas, fue directamente a lo que quería llegar, sorprendiendo un poco a Jennie. No era como que pensara enamorarse de ella, pero había sido un alto desde el principio.
— Eh, realmente no entiendo por qué me dices esto — Jennie tenía el ceño fruncido, pero luego la relajó con una sonrisa. — Me encantó que me follaras, y me encantaría que lo volvieras a hacer. No tienes que preocuparte por eso.
— No quiero que sientas nada, no sería bueno — La voz de Lisa comenzaba a descender, era más un susurro que un sonido. Sus dedos recorrían las piernas de Jennie lentamente mientras le hablaba —. Quiero que seas mi bebé y que podamos jugar de vez en cuando — Jennie comenzó a dar pequeños besos en su cuello, acariciando la piel con la punta de su nariz y gozando el tacto de Lisa.
Una de sus manos entró en la camisa de la chica, acariciando su espalda. Jennie se veía pequeña sobre el regazo de la chica, acunada sobre su pecho y con el rostro escondido en su cuello.
La mano de Lisa viajó desde la espalda hasta la entrada de Jennie, haciéndola respingar en cuanto selló el contacto. Tragó saliva mientras las yemas de sus dedos recorrían la humedad bajo la tela.
— Realmente estás empapada, sol... — Susurró y Jennie se limitó a asentir entre un leve jadeo —. Vamos a arreglarlo.
Con delicadeza sacó el botón, tan solo para permitir que su mano pudiera entrar en la tela.
La suave tela del encaje era recorrida por el pulgar de Lisa, Jennie simplemente respiraba con los labios entre abiertos mientras escondía el rostro en el cuello de la chico.
Su clítoris era apretado por los dedos de la azabache, haciéndola soltar leves jadeos.
La puerta de la oficina se abrió y Rosé entró seguida de Seulgi, la pelirroja caminó hasta la silla en donde estaban Jennie y Lisa.
— Mierda.
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