capítulo 4
Washington D.C.
Estados unidos.
Presente Día.
Después de recibir la llamada de Jennie, Lisa se presentó en la Casa Blanca a la mañana siguiente. Lo habría hecho ese mismo día, de no ser por los asuntos que tenía que terminar con Rosé en Alexandria y en Annandale. Obtener respuesta de parte de la chica era importante y urgente, pero podía esperar unas cuantas horas más.
Lisa entró por las puertas de la oficina de Jennie dándose paso hacia ella. La castaña estaba parada detrás de su escritorio y en cuanto vio a la chica comenzó a desesperar.
— Tú mataste a Marco. ¿Cierto? — Lisa la miró con detenimiento y funció el ceño.
— Si, yo lo hice — Afirmó. Pero Jennie no quedó contenta.
— No trates de mentirme, tú lo hiciste — La miró confundida. ¿Había
enloquecido en unas cuantas horas, o algo así?
— Te estoy diciendo que yo lo hice — Volvió a afirmar. Pero probablemente, Jennie estaba teniendo una crisis nerviosa.
— ¡Estoy segura de que fuiste tú! — Lisa no comprendía aquella situación.
Se acercó al escritorio y buscó su mirada, pero era en vano. Así que estiró su mano para tomar su barbilla, y giró su rostro para encararla.
— ¿Qué parte de "yo lo maté" no logras entender? — Jennie lloriqueó mientras se quitaba las manos de la chica de encima.
Se sentó en su silla, completamente estresada. Cubrió su rostro con ambas manos, mientras echaba su cabello hacia atrás, peinándolo con sus dedos.
— ¿Por qué lo hiciste? — Le preguntó con desesperación. Sin encontrar alguna razón lo suficientemente grande, como para matar a una familia de esa manera.
— Me debía dinero — Su respuesta fue corta y certera. La razón exacta por la que lo había hecho.
Jennie no podía creer tanta frialdad de su parte, mientras Lisa la miraba con tranquilidad. Ella la miró y sus ojos se conectaron por instantes, antes de que Kim desviara la mirada.
— ¿Entonces eso es todo lo que te importa? ¿El dinero? — Lisa frunció el ceño en incomprensión.
El tono de voz de la presidenta parecía desahuciado, como si realmente sufriera por la muerte del maldito viejo.
— A ver, ¿de qué estás hablando? — Le preguntó con tono molesto, pero Jennie solo le devolvió un profundo suspiro. — Si lo maté fue porque eso tenía que hacer, punto — Su tono era serio y firme al dar la explicación.
La presidenta la miró, y en su cabeza solo formulaba un sinfín de preguntas que quería hacerle. Quería saber más sobre la sujeta que había perturbado su gobierno a menos de una semana de tomar el control.
— Nadie debe que matar a nadie, no existe razón suficiente para que le arrebates la vida alguien. Lalisa, ¡por favor! — Sus manos golpearon sus piernas cuando terminó la oración.
Vestía un vestido en color rosa pálido, que sin duda a cualquier persona le hubiera quedado sumamente ridículo, pero en ella se veía majestuoso.
Manoban alzó una ceja ante el grito, pero lo que más había llamado su atención, era que, por primera vez, la chica había pronunciado su nombre.
— Además, también lo hiciste con sus hijos, con su esposa incredulidad en su rostro — finalizando así su punto.
Las cosas que hacía Lisa no eran semejantes a las que hacía Jennie, venían de mundos muy distintos.
— Y a su amante, de hecho — Completó.
Jennie se levantó de su silla y caminó hasta ella. Lisa tragó saliva en cuanto la vio de frente. Era realmente linda.
— A ver, solecito, a veces las cosas son necesarias, ¿está bien? — Jennie negó y río ofendida.
— Disculpa, pero nunca es necesario quitarles la vida a cinco personas — Contestó y miró a la azabache fijamente a los ojos — Pero claro, cuando eres un matón prepotente que solo se preocupa por sí misma, eso no importa — Se detuvo en seco, sin arrepentirse de una sola palabra.
Su mirada era fría, y tenía alzado un dedo hacia ella. Lisa respiró pausadamente, levantó su mano y envolvió la de Jennie suavemente para bajarla, y que dejara de apuntar hacia ella.
— Mejor cierra tu preciosa boquita — Recomendó con tranquilidad. — En serio no quiero tomar medidas extremas contigo — Jennie alzó las cejas indignada mientras Lisa tomaba respiraciones pausadas y largas.
— Eres increíble — Le dijo molesta, mientras daba la vuelta para regresar a su escritorio. Lisa negó mientras alzaba las cejas cansada.
— Me llamaste y supongo que ya tienes una respuesta. ¿Me equivoco? — La presidenta negó.
Lisa suspiró aliviada y se sentó frente al escritorio. Le dio la palabra con una seña y Jennie rodó los ojos.
— Mi respuesta es sí... — Confirmó y Lisa sonrió triunfante — Pero tengo un par de preguntas antes — Remarcó antes de Lisa pudiera festejar... o hablar.
— Bien — Respondió en rendición y se dispuso a escuchar el interrogatorio.
— ¿Cómo trabajas? ¿Cuánto dinero ganas? ¿Qué tipo de drogas vendes y de dónde las sacas? — Las preguntas cayeron más rápido que las balas. Lisa tenía cara de ofendida sorprendida.
— ¿Me estás pidiendo toda esa información a mí? — Jennie asintió sin temor alguno. — Tal vez pueda contestarte con un tiro en la cabeza — Hablaba entre dientes, tanta confianza de parte de la castaña la hacía enfadar. Pero hasta cierto punto, ella lo había permitido.
— Responde o no hay trato — Amenazó, mientras una sonrisa triunfante aparecía en su bonito rostro.
— A ver solecito, estás consiente de que si no llegamos a un acuerdo, seguiré trabajando aquí, ¿verdad? — Jennie asintió consiente de todo. Despreocupada y considerándose victoriosa en esta ocasión.
— Sí, y supongo que tú estás consiente de que si no hay trato, tus datos serán regresados a la Interpol y tendrás una gran fila detrás de tu cuello, ¿verdad? — Se cruzó de brazos, esperando la respuesta de la chica.
Lisa remarcó su lengua en el interior de su mejilla. Ya tenía demasiados enemigos detrás de ella, realmente tener al ejército entero tras de ella, le vendría un poco mal.
— Las dos tenemos mucho que ganar con esto, pero tú, eres la que pierde más — Y cuanta verdad tenía esa frase. Maldecía la hora en la que había decidió comprar las elecciones.
Esta mujer le había costado millones de dólares, y ahora se daba cuenta de que sería su dolor de cabeza por una muy larga temporada.
___
Golpeaba la esquina del escritorio con el puño cerrado. Tenía los labios fruncidos y estaba totalmente acorralada. Matarla resultaba la opción más fácil, Jennie tenía que dar gracias por ser tan linda.
— Es tu decisión Manoban — Soltó el aire retenido y miró el marrón obscuro de la presidenta.
— Tengo un equipo que distribuye la mercancía en cada estado del país, en las zonas costeras las cargas son entregadas por barco y en las céntricas por avión. Los ingresos varían, según las estaciones del año. Comprenderás que no es lo mismo cultivar en verano, que en invierno. Algunas cosechas se pierden, y otras requieren más inversión. Sí, se ganan muchos millones de dólares mensuales, pero entenderás que tengo alrededor de diez mil empleados a los que les tengo que pagar — Lisa negó, no podía creer que estaba haciendo esto. Jennie escuchaba atenta a cada palabra.
— Continúa — Le pidió mientras recargaba su mentón en sus manos sobre el escritorio. Manoban suspiró.
— Distribuyo una gran variedad de droga; cocaína, marihuana, anfetamina, heroina, crack, entre otras. Soy mi propia productora, tengo mis cultivos y mis empleados que se encargan de la elaboración — Terminó y le dolía el orgullo por verse obligada a soltar toda esa información.
— Muy interesante, ¿ves que no era tan difícil dejar todo claro? — Lisa negaba ante la ignorancia de la chica. Se estaba metiendo en grandes problemas.
— Era menos difícil estar al margen de la situación, estás muy comprometida con esto, solecito. Debes tener cuidado — Informó y Jennie sonrió con cinismo.
Estaban cortadas con la misma tijera, ambas querían poner la autoridad y querían hacer cumplir su voluntad de cualquier manera. Eran dos mundos iguales, pero a la misma vez, completamente diferentes.
— ¿De ti? — Preguntó con burla. Lisa negó incrédula.
— ¿Crees que soy la única narcotraficante que existe? — Jennie se puso seria y Lisa sonrió. — Hay muchos en este negocio y muchos que están detrás de mí. No te metas mucho en estos asuntos porque es como jugar con fuego, puedes terminar quemada — Argumentó y la miró fijamente.
— No voy a terminar quemada — Contestó segura de sí misma. Lisa alzó las cejas.
— Ni siquiera yo podría estar segura de eso — El ambiente tenía cambios significativos en cuestión de segundos.
Pasaban de la tensión a la tranquilidad sin previo aviso. Se sentían cómodas en la presencia de la otra, y no estaba muy claro si eso era bueno o malo.
— ¿Quiénes están en el país además de ti? — La intriga estaba presente en su voz. Y el nerviosismo se notó cuando comenzó a dar golpes en el suelo con la punta del pie.
— Nadie. Al menos nadie que pueda conmigo — Aclaró.
Lisa la miró un momento y se inclinó hacia el sobre la mesa.
— Jennie, solamente déjame trabajar y mantente al margen de esto. Créeme cuando te digo que es por tu bien — Le ofreció una sincera sonrisa y se levantó de la silla.
— ¿Cuándo regresas a España? — La pregunta sorprendió a Lisa y un rastro de intriga se formó en ella.
— ¿Cómo sabes que me dirijo a España? — No recordaba haberle
mencionado que su casa estaba en Barcelona. — No eres la única que puede conseguir información — Ella sonrió cuando tuvo una pista de quién pudo haber sido el informante. Asintió hacia ella.
— Ahora que está todo arreglado contigo, me iré mañana — Todavía tenía que llegar a planear el vuelo, buscar la seguridad que lo recibiera y asegurarse de que no tenía asuntos pendientes en el país. Ya que no pensaba regresar en un tiempo considerable, solo a firmar el convenio.
— Quiero ir contigo para ver tus cultivos, quiero saber todo — Lisa frunció el ceño horrorizada.
¿En verdad le estaba pidiendo eso? ¿Qué pasaba por su maldito cerebro al pedirle eso? De hecho, en verdad comenzaba a dudar si tenía cerebro.
— Estás, completamente, loca — Le dijo sin siquiera pensar como tomaría esas palabras.
Jennie se levantó de su silla y camino hacia ella.
— Te dije que tenía condiciones — Lisa negó frustrada.
— Te respondi todas las preguntas que se te ocurrieron. Pero esto no, Jennie, no te llevaré a Barcelona. No — Le dijo firme.
Ella apretó los puños por la negación de la muchacha. La miró con rabia mientras su frente se arrugaba. Lisa rascó su cabeza y la miró a los ojos.
— Debes saber que esto no es un juego, nadie te puede ver conmigo. Mucho menos viajando a mi hogar — Explicó entre dientes. Era un riesgo muy grande para Jennie, un riesgo que no estaba dispuesta a tomar.
La miraba de cerca, tanto que podía oler el perfume que desprendía su ropa.
— Nadie sabe quien eres, será como si saliera con una amiga — Lisa carcajeó ante la ingenuidad andante de la nueva líder del país. No sabía nada... acerca del mundo, de la vida, de nada.
— No estoy hablando de la prensa, hablo de todos los que están detrás de mi — Trató de encontrar las palabras para explicarse. Se pasó la mano por el cabello mientras miraba hacia todos los puntos disponibles en el despacho.
Jennie mantenía una posición demandante frente a ella, con las manos en la cintura, seria, clavando su potente mirada marrón en el rostro de la chica.
— Mira, cuando tratas con alguien como yo, y quieres hacerle daño, lo último que debes hacer es matarla. Para que realmente sufra, debes atacar en los puntos que más le duelen, y esos siempre son las personas que le importan — Jennie la miró confundida. ¿Ahora de qué estaba hablando?
— ¿Eso que tiene que ver? — Preguntó y Lisa frunció los labios buscando la manera perfecta para que la entendiera.
— Que, si alguien te ve conmigo, probablemente piense que tenemos algo que ver y, te maten — Sonrió genuinamente, orgullosa de su explicación.
— ¿Por qué pensarían que tengo algo que ver contigo? — Lisa bufó y rodó los ojos ante su inepta compañera de conversación. ¿Era tan difícil entender que la van a matar?
— Porque no acostumbro a salir con alguien que no sea Rosé, y eres muy bonita, así que si yo fuera tú, no correría el riesgo — Hubo unos momentos de silencio antes de la respuesta de Jennie.
Acababa de decir que era bonita. Lisa rogaba que por fin desistiera de la idea que había propuesto.
— Pasa por mí mañana a primera hora — Dijo sin importarle las razones que le había dado Lisa para impedir que fuera.
Dio media vuelta para regresar a su silla, pero ella la tomó por el brazo y la jaló de regreso. Su rostro quedó a centímetros del suyo, sus miradas se encontraron y chocaron como tanques de guerra. El marrón de Jennie contra el negro de Lisa.
— ¿Eres estúpida acaso? — Le preguntó, soltándola instantes después — ¿Puedes pensar con claridad por un momento y analizar todo esto? — Jennie le desvió la mirada.
Lisa estaba hablando de manera seria, clara y sin mentiras. Todo lo que había dicho era verdad, sabía cómo funcionaban las cosas y solo correría peligro si iba con ella. Por alguna razón se estaba preocupando por la chica, y le importaba nada.
— Pasa por mi mañana a primera hora, dije — Su voz era firme y demandante.
Pero Lisa era centrada y quería meterle una patada en el culo por arrogante y terca.
— No vendré, te veré en una semana para firmar el convenio, y se acabó — Dio media vuelta, ignorando el llamado que Jennie le hizo.
Salió por las puertas dobles, dejándola, bufando y renegando por no obtener lo que quería. ¿Cómo había podido aguantarle tanto a esa chica? Tenía que dar gracias al cielo por ser tan hermosa.
Lisa siempre había sido amante del arte, y Jennie, era una obra maestra.
Apresuró su paso hasta alcanzar el coche que la esperaba fuera. En cuanto subió, se puso en marcha hacia la casa en donde la esperaba Rosé, con todo listo para hacer los últimos movimientos, y por fin poder dejar ese país.
Llegó a su destino en cuestión de minutos, fue directo al bar que se
encontraba en el comedor, y Rosé estaba sirviéndose un trago. Se acercó a ella y estiró su mano, pidiendo el vaso que obviamente no había sido preparado para ella.
Park se lo entregó a regaña dientes.
— Realmente lo necesito más que tú — Tomó el vaso y tomó el contenido de un solo trago.
Hizo una mueca y después sacudió su cabeza ante el ardor que se había producido en su garganta. Rosé la miró con una sonrisa, mientras le estiraba el vaso para que lo rellenara.
— ¿Tan mal te fue con tu presidenta? — Su voz era burlona. Lisa la miró mientras negaba, aún tratando de asimilar la reunión.
— No tienes ni idea — Respondió. Su vaso estuvo lleno otra vez, y esta ocasión bebió un sorbo y lo dejó sobre la barra.
Se subió en uno de los taburetes, quedando frente a Rosé, quien la miraba con sigilo e intriga.
— Quiere ir a Barcelona — Soltó de golpe. La rubia dejó de tomar al escucharla, y puso el vaso sobre la barra con fuerza de sobra.
— ¿Que quiere qué? — Gritó frustrado, pero a la vez sorprendida —. Le faltan neuronas a esa niña, es más, le falta un cerebro — Lisa la miraba. Estaba totalmente de acuerdo con ella.
— Te juro que tuve demasiada paciencia para no darle un tiro en ese momento — Rosé rascó su nuca —. El problema es que es una de las condiciones que puso para firmar el convenio — La miró con confusión.
— ¿De qué estás hablando? — Lisa se encogió de hombros — ¿Te
condicionó? — Preguntó dudosa. — ¿A ti? — La azabache asintió, y entonces el rostro de Rosé se llenó de burla.
Soltó una gran risa, mientras negaba incrédula.
Sí, el que Lalisa Manoban se dejara condicionar, era para reírse. Si supiera toda la información que había dado, su risa se cortaría en un segundo.
— Como sea — Dijo tratando de cambiar de tema. — ¿Podemos pensar en qué es lo que vamos a hacer con su idea de acompañarnos a España? — Rosé alzó las cejas, se habían topado con algo realmente nuevo.
Una presidenta, chiflada.
— ¿Quién demonios le pide a un narcotraficante que lo lleve a ver sus cultivos de droga? — La situación no tenía sentido racional alguno.
Cuando ves peligro, tu instinto te pide escapara de ahí. Si ves algo que pondría en riesgo tu vida, te alejas a como dé lugar. Si algo anda mal, pero tú no estás involucrado, te desentiendes de la situación.
Jennie no pensaba con lógica, o al menos no lo demostraba.
— Le expliqué las razones por las cual no la llevaría, pero sé que no se dará por vencida. Algún día tendré que llevarla — Rosé se detuvo y asintió fingiendo que accedía.
— Sí, ¿qué tal cuando quepa en una maleta y no sea la presidenta en turno? — Al final de la oración el tono de Rosé había cambiado drásticamente. De suave había subido hasta desesperada.
Lisa suspiró. Esa chica la estaba manipulando, y lo peor era que ella se estaba dejando manipular.
— Si la llevas, le firmarás su sentencia de muerte, Lalisa — La azabache asintió y pasó su mano por su mandíbula
De eso estaba plenamente consciente. Su compañía no era la mejor, menos cuando eras completamente extraño a este mundo tan peligroso. La mejor opción era enfocarse en el trabajo, y dejar que Jennie se cansara de su berrinche.
— Ya te cargaste un presidente, no se van a cargar otro por tu culpa — Rosé sacó su teléfono y lo desbloqueó. — Voy a arreglar la salida y llegada de mañana, encárgate de tu problema. Por fin tienes un trabajo más difícil que el mio — Lisa rodó los ojos y le hizo señas de que se largara en cuanto dejó el comedor.
— Mi trabajo es el más difícil. Tengo que arreglar los papeles, soy Rosé — Arremedó las frases más comunes de la rubia y se inclinó sobre la barra para alcanzar la botella de Whisky.
Llenó su vaso nuevamente y lo empinó en su boca, haciendo que el alcohol llenara sus papilas gustativas. Hizo una mueca después de tragar y sacó su móvil. Marcó el 00003, uno de sus números más frecuentes.
— Taehyung — Dijo en cuanto entró la llamada — Necesito que hagas algo.
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