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Capítulo VII: "Rareza"

"La rareza de cada uno es nuestra principal virtud, aunque todos vean y digan lo contrario"


No dejaba de mirar con ansiedad al doctor. Hace poco me hice los respectivos exámenes y hoy es el día exacto para saber los resultados, por ello estoy demasiado nerviosa, y un poco asustada.

Él no paraba de mirarme seriamente. Sin embargo, se notaba la impresión en sus ojos.

―¿Y? ―pregunto para que se acelere. La intriga me carcome.

Desvía la mirada con lentitud y frunce los labios.

―No sé cómo decírtelo. ―Se lame los labios―. Generalmente, soy directo al decir las cosas como todo un médico, ¿no? Pero lo que observé me deja sin palabras, y no sé qué pensar al respecto.

―Me está asustando.

―Lo siento, es que tienes sólo diez años y deberías estar con tu tía en este momento. No abordar este problema tú sola.

―Este día no pudo asistir, tuvo una urgencia ―miento. Ella en verdad no tiene idea que vine al laboratorio, diciéndole que estaré con Lucy―. ¿Y puede dejar de desviarme el tema y decirme de una vez? ―Empieza a temblarme una pierna de los nervios.

Suspira pesadamente y luego de unos segundos se atreve a confesar la gran verdad.

―Bien. ―Clava su mirada en mí―. Los nervios de tus ojos están conectados al Sistema límbico, es decir, aparte de enviar las imágenes al lóbulo occipital, manda señales en específico a la amígdala cerebral, que es parte de ese sistema.

Frunzo el entrecejo por la extrañeza y la confusión.

―El Sistema límbico es el que controla las emociones. ―El doctor asiente con la cabeza―. Entonces, ¿por qué...

―No lo sé. ―Me interrumpe―. Y eso nunca lo he visto en mi vida, y mucho menos sé si ha existido en este planeta otro humano con algo similar.

Dios mío, ¿qué está pasando? Por favor que sea sólo una pesadilla.

―Y eso, ¿no provocará un problema letal en el futuro? ―inquiero con una ligera dificultad para respirar.

―No lo creo. Tendrías problemas ahora, pero para cerciorarnos llamaré a un médico que no sea un neurólogo como yo para que te revise.

Asiento intentando contener las lágrimas del miedo.

―Y no es todo. ―dice en tono casi taciturno. Se notaba en su expresión que no quería decir lo que escucharía a continuación―. Tienes sectores del cerebro muy desarrollados, lo que explicaría tu aprendizaje rápido para que tengas diez años. ―Toma aire―. Sin embargo, tienes también otros sectores... que nunca se han observado en otros seres humanos.

Intento procesar la información recibida.

―Eso quiere decir que... ¿Son mutaciones? ―Mi labio empezaba a temblar.

―Es lo más posible. ―Me observa con lástima, pero si no me equivoco, vi un pequeño indicio de temor―. Pero también, aunque creo que es una barbaridad, es que en realidad, tú no seas de este mundo...

Despierto empapada de sudor. No puede dejar de atormentarme ese recuerdo de hace cinco años en mis más profundos sueños. Siento el corazón en la garganta.

Me siento en la cama e intento respirar con normalidad. Cierro los ojos con fuerza y me recuerdo que no es un sueño, sino que la maldita realidad.


―¿Te verás con Gabe hoy? ―preguntaba emocionada Lucy.

―No lo sé, tal vez. Aunque me gustaría que sí.

Me mira con una notoria expresión de ternura. No entendía la razón del porqué lo hacía.

―¡Eres tan linda! ―Aprieta con fuerza una de mis mejillas. Gimo de dolor.

―¡Ay, ten cuidado! ―Aparto su mano y me la sobo con cuidado.

―Lo siento, no pude evitarlo.

Rodeo los ojos y le dimos fin a la conversación mientras ingresábamos al aula. Era hora de Historia, uno de mis ramos preferidos aparte de la Ciencia.

La maestra no tardó en llegar. Hace callar al resto de los estudiantes y comienza la clase luego del saludo.

―Hoy quiero enseñarles un tema que a mi parecer es bastante interesante. No está dentro del protocolo escolar, pero trata de la primera civilización de la humanidad.

Pocos tomaban atención, exceptuándome. Varios miraban por las ventanas, otros cuchicheaban y el resto jugueteaba con su móvil de última tecnología, desinteresados. Se notaba la molestia de la profesora por ello. No obstante, no era una mujer de mucho carácter y eso me fastidiaba. Aunque en realidad no es su culpa.

Lamentablemente, la indiferencia es el enemigo del emprendimiento.

La maestra aclara la garganta con pesadez y prosigue con su discurso.

―Bueno, como se sabe hasta ahora, Mesopotamia fue la primera civilización del mundo; precursora de los egipcios, chinos e indios. Ya se conoce que se ubicaban entre los ríos Éufrates y Tigris y demás cosas, pero no es lo que hablaré o reforzaré hoy exactamente ―toma una pausa―. Sino que de su religión, que ha sido tan estudiada por muchos y... cuestionada también.

Dicho esto, algunos estudiantes se sumaron a tomar atención, pero seguía siendo la minoría.

―Los mesopotámicos, o más conocidos como sumerios, tenían una religión politeísta, es decir, creían en varios dioses, a los que llamaban Anunnakis. Que significa Los que del Cielo a la Tierra descendieron. ―Forma una media sonrisa―. ¿Cómo se podría interpretar esto?

Iba a alzar la mano para responder, pero otro estudiante lo hizo antes.

―Podría ser que creían también en el Paraíso, y que esos dioses bajaron de él para "cuidarlos" o algo así. ―Gesticula las comillas―. Aunque tal vez, ellos en realidad no los veían, como el cristianismo al decir que Dios está en todos lados, pero no lo vemos ―comenta él.

―Ok, podría ser. Gracias por participar... Brent.

Él asiente con la cabeza y sigue rayando su cuaderno. Al parecer está dibujando.

―Yo tengo otra teoría.

Alzo la mano con rapidez y la maestra me mira con una gran sonrisa.

―Bien Clarette, ¿qué dices tú?

―Que esos supuestos "dioses". ―Gesticulo las comillas también―. En verdad venían del espacio.

Se escucharon varias risas por lo que acabo de decir y la profesora los empieza a silenciar.

―No sé qué es lo gracioso, porque su compañera Clarette está en lo cierto. ―Varios se callaron y fruncieron el ceño, confundidos. Otros impresionados y los demás seguían indiferentes o distraídos; tal vez estos últimos ni siquiera sabían de qué está tratando la clase―. El ya fallecido investigador Zecharia Sitchin creía en esa teoría luego de estudiar las tablas de arcillas de los sumerios. Él planteaba que ellos ya conocían los planetas de nuestro Sistema solar, pero también aparecía otro más. Ese planeta lo llamaban Nibiru, conocido en la actualidad como Planeta X o Hercólubus, y que esos dioses provenían de allí.

―Yo ya había escuchado esa historia ―comenta una estudiante de cabello corto.

―¿En serio? ―La maestra la observa―. ¿Y podrías decirnos qué es lo que sabes?

Ella se mostró un poco tímida. Sin embargo, se atrevió a hablar.

―Bueno... ―Respira hondo―. Escuché que ese planeta pasa por nuestro Sistema cada 3.600 años y dicen que pronto volverá y... causará un caos en nuestro planeta. Aunque eso lo han dicho hace mucho tiempo y ya estamos en el año 2.021. Así que no creo tanto en eso.

―Gracias Caly. ―Esta última sonríe tímidamente y apoya un brazo en el banco.

Algo no me calzaba.

―Profesora.

―¿Sí Clarette?

―Se supone que los sumerios aparecieron como en el año 3500 a.C. Entonces, esos dioses tuvieron que haber estado antes, si es que en verdad lo estuvieron. Porque no creo que justamente cuando apareció la primera civilización, su planeta haya llegado tan preciso al Sistema solar. Sería mucha la coincidencia.

―Tienes mucha razón, Clarette. Por eso se dice que los Anunnakis arribaron nuestro planeta hace mucho tiempo antes y también se plantea que los sumerios no fueron los primeros.

Asiento con la cabeza un poco más convencida.

―Yo no creo en eso ―exclama otro estudiante.

―Ok, cada uno puede pensar lo que quiera, pero sin antes averiguar más sobre esto. ―Junta las manos y dirige su mirada a todos―. La próxima clase quiero que traigan escrito en su cuaderno la otra parte de lo teoría. Es muy amplia, así que, pueden traer lo que le llamen más la atención.

Varios reclamaron por la tarea, principalmente los perezosos. No obstante, la profesora les hizo caso omiso.

Luego de transcurridos varios minutos, la clase termina y salimos al receso.

No pude estar concentrada en las siguientes clases, ya que esa parte de la historia me dejó muy intrigada y no dejaba de pensar en ella, incluso hasta el fin de la jornada escolar.

Iba junto a Lucy a la salida e inesperadamente aparece Gabe.

―Hola. ―Siento como se me calientan las mejillas-

―Hola.

―¿Puedo hablar contigo?

―Claro, dime. ―Coloco un mechón de cabello detrás de la oreja y Lucy me mira contenta.

―Pero a solas. ―Observa a mi amiga sonriendo―. ¿Puedo llevármela?

―Es toda tuya. ―Me guiña un ojo―. Nos vemos.

―Adiós...

No termino de despedirme bien pues Gabe empezó a llevarme del brazo con suavidad.

―¿Adónde vamos?

―Al estacionamiento.

Lo miro extrañada.

―¿Por qué?

―Tranquila, confía en mí. Sólo quiero hablar contigo en privacidad.

No quedo serena frente a su respuesta. Me gustaría confiar en él, pero lo acabo de conocer y además, tengo un indicio de que debo ser suspicaz.

Llegamos al estacionamiento y me encuentro con... Chloe.

¿Es ella quien quiere hablar conmigo?

―¿Prima? ―Frunzo el ceño―¿Qué haces aquí?

―Te quiero dar una sorpresa. ―Me sonríe de una manera falsa.

―¿Tú? ―No entiendo nada. Siento que debo irme de aquí, pero Gabe no me suelta.

―Claro que sí, eres mi querida prima. ―Voltea y se queda mirando hacia donde están los coches―. ¡Amigos, pueden salir!

Muchos estudiantes empezaron a asomarse de su escondite. Cada uno tenía un objeto blanco en su mano, pero no lograba divisar lo que era.

No dejaban de observarme con malicia.

―¿Qué es esto? ―pregunto ya asustada―. ¿Gabe?

Él seguía apretando mi brazo, dejándome claro que no me soltará. Mi desesperación crecía.

―Gabe, ¿qué haces? ¡Suéltame! ―Intento zafarme de él.

―Lo siento.

Me agarra con más fuerza y me empuja al piso. Por reflejo logré evitar golpearme en el rostro, aunque termino tirada de todas formas.

―Tuve que hacer esto de hace mucho tiempo. ―Chloe me clava la mirada ya seria y se agacha―. Una asesina no merece algo más que esto, sobretodo si es un fenómeno ―no puedo decir nada frente a eso, mis labios no responden―, lamentablemente no has recibido un castigo peor.

Desafortunadamente, sé a lo que se refiere y siento una punzada en el corazón. Se coloca de pie, le entrega dinero a Gabe y se aleja de mi ubicación.

Sabía que no debía confiar en él, pero la desilusión fue ineludible.

―¡Chicos, ya saben que hacer!

Se acercan y me rodean, formando un círculo alrededor. Una chica se adelanta y me lanza el objeto que tenía a su posición en mi cabeza.

Paso la mano donde recibo el golpe y siento una sustancia gelatinosa. Era huevo.

Escucho como algunos se ríen y prosiguen los otros, donde los huevos impactaban en todo mi cuerpo.

Quería llorar, pero me aguantaba las lágrimas. No me mostraré débil, no lo haré.

Luego de que hayan parado, un chico se acerca a pie firme y sin dudarlo me golpea una patada en el estómago. Pierdo el aire.

Nadie le dijo nada ni lo frenaron siquiera, al contrario, los de mente más fría lo imitaron y se dedicaron a golpearme.

Gemía de dolor y a gritos suplicaba que parasen.

―¿No te vas a defender, maldita bruja? ―pregunta con sorna uno de los matones.

―Miren, se le cambió el color de los ojos.

―¡Vaya! Así que Chloe tenía razón. Esto es un bicho raro.

Empiezan a reír. Intento escuchar a Chloe por si decía algo, que pararan por lo menos si es que aún tenía corazón. Pero no lo hizo, ni siquiera Gabe.

Los chicos seguían riendo y prosiguieron con los golpes. No eran todos, pero el resto sólo observaba.

De repente, varios recuerdos surgieron en mi cabeza de manera rápida, como si distintas grabaciones aleatorias aparecieran en una cámara: la muerte de mi tío, mis pesadillas, el abandono de mis padres...

Mi cabeza empezaba a doler con vehemencia, no por los golpes. Era un dolor que me carcomía todo el cráneo en pocos segundos.

Era insoportable, incluso más que los golpes mismos. Un suplicio que no aguantaba más.

Grité como nunca lo había hecho antes y algo inexplicable pasó:

Sentí como si hubiera pasado una corriente eléctrica por mi cerebro y en ese momento los golpes, las risas y las burlas frenaron en un segundo.

Dejé de gritar e intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. No entiendo qué es lo que ocurre.

Mis párpados pesaban, y por más que procuraba abrirlos no lo logré.

La oscuridad invadió mi campo visual...


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