Capítulo II: "Acontecimiento Irremediable"
Un año después.
—Clarette, ¿qué ocurre? —pregunta mi tía preocupada.
—Nada —le contesto secamente.
Corro a grandes zancadas por la escalera y me encierro en la habitación, sin importarme su inquietud.
Pasaron unos minutos y tocan la puerta.
—Clarette, abre. —Reconozco la voz de mi tío Richard.
—No quiero.
—Sólo queremos hablar contigo —dice calmado—. ¿Puedes decirnos qué pasó?
—No.
—Sobrina, por favor... —pide ahora mi tía, donde su voz se notaba más quebrada.
—Clarette, sé asertiva con nosotros. No merecemos que nos trates así.
—Lo sé...
—Entonces ábrenos, por favor.
Tomo una bocanada de aire y abro la puerta, notando dos rostros sumamente preocupados.
—¿Entramos? —pregunta él—. ¿O prefieres cenar primero?
—La segunda opción —contesto forzando una media sonrisa.
—Bueno.
Me conduce hasta el comedor y mi tía nos sigue.
—¿Qué te pasó? —pregunta ahora mi prima Chloe, que tiene dos años mayor. Yacía sentada en la mesa esperándonos.
—Ya explicaré todo.
Asiente y nos sentamos todos. Empezamos a comer.
Estuvimos así por varios minutos, sin que nadie osara palabra alguna. Sin embargo, mi tío rompió el silencio.
—¿Ya nos puedes decir? —Suspiro y me tomo unos segundos.
—Es la escuela.
—¿Te volvieron a molestar? —. Asiento lentamente.
—Me siguen tratando como un fenómeno.
—Y... ¿Lucy no te ayudó? —Hunde el entrecejo.
—Sí... pero no fue suficiente. —Siento como se me nubla la vista, las lágrimas han arribado e intento resistir.
—¡Qué mal, prima! —exclama Chloe—. Si hubiera sabido, te habría defendido.
—No te preocupes...
Tuvimos unos segundos de silencio.
—Te tienen envidia —dice mi tía al fin.
—N-no creo —titubeo.
—Claro que sí —asegura—. Envidian tu inteligencia y tu superioridad, además, todos los profesores te adoran...
—Yo no me siento superior —le interrumpo.
—Sí lo eres.
—No lo soy —digo secamente—. El color de mis iris cambia todo el tiempo, resuelvo problemas matemáticos de estudiantes mayores sin dificultad, ¡estudiantes de secundaria! y además...
—Y además... ¿qué?
—No, nada... Sólo que ellos tienen razón. —Suspiro—. Sí soy un fenómeno, ya me quedó claro después de todo un año en esa escuela.
—No lo eres, Clarette —asegura el tío Richard.
—Sí lo soy. —Corro la silla y me coloco de pie—. Punto.
Me miran con tristeza, pero sin decir nada.
—Me voy a dormir. Ya no tengo hambre.
—¿Tan temprano? —inquiere mi tía.
—Sí, estoy cansada —contesto y no me insiste más.
Camino rápidamente por la escalera y entro a mi habitación, tomo una gran bocanada de aire y empiezo a colocarme el pijama. Luego, me dirijo al baño a lavarme los dientes y camino hasta mi lecho, sin antes revisar el móvil.
Lucy
estas bien amiga??? D:
6:32 pm
Clarette
me siento mejor, no te preocupes
7:05 pm
Me acuesto con dificultad, sin dejar de pensar y reflexionar sobre el motivo de mi existencia, de mi llegada a este mundo y sobre el miedo que tiene la gente a lo diferente.
¿Valdrá la pena sentirse así?
No sé en qué lugar me acabo de meter. Estoy completamente perdida.
Árboles desnudos y putrefactos contrastaban con la densa niebla que rondaba por todo este lugar, agobiándome, como si el oxígeno fuera reemplazado por este aire húmedo y sofocante.
—¡¿Hola?! —grité mientras caminaba sin rumbo fijo.
Silencio total.
Guarda la calma, Clarette, que no te domine el pánico.
Mis pasos son los únicos que retumban en este suelo muerto e infértil.
¡Por Dios! ¿Dónde diablos estoy?
De repente escucho un sonido diferente; un susurro casi imperceptible en medio de la nada, que sin dificultad se pierde a través del paso del aire. Me pone nerviosa, siento que alguien está acechándome y me coloca los pelos de punta.
El susurro cada vez aumenta su tono, e incluso podía entender lo que decía.
Clarette.
Mi miedo creció de forma radical, ¿cómo sabe mi nombre?
—Clarette... —dijo con más fuerza. Ya la reconozco, es la voz que siempre atormenta mi mente, y ahora la escucho con más ímpetu.
—¡¿Qué quieres?! —le grito.
—Clarette...
Una gran fluctuación de emociones empezaron a dominarme: pánico, espanto, nervios en todo mi cuerpo. La adrenalina me exigía a que corriera.
Y eso es lo que haré.
Corrí, corrí y corrí hasta que mis piernas me ardieran, y lo peor de todo, es que era en vano.
En ningún momento sentía alejada esa voz, es como si estuviera en todos lados. Me siento en un callejón sin salida.
—¡Déjame en paz! —le ordené, pero no paraba.
Clarette, Clarette, Clarette, Clarette, Clarette...
Seguí corriendo por la desesperación, hasta que vi algo espantoso, una imagen que no podré borrar nunca de mi cabeza.
Pensé que me había tropezado con un tronco, pero al divisar mejor —ahora me arrepiento por haberlo hecho— noté que eran dos cuerpos. Examiné sus rostros y eran... mis padres, con sus ojos abiertos sin brillo y cucarachas salían de su boca.
Grité como nunca en mi vida lo había hecho.
—Despierta...
—¡¿Qué quieres de mí?! —le vocifero con rabia junto con mares de lágrimas en mis mejillas.
—Despierta... despierta...
Abro los ojos bruscamente y lo primero que veo es a mi tío intenta despertarme.
—Clarette, ¡cálmate! —me rogaba. Escuchaba a mi tía llorar también.
No podía dejar de gritar, la voz todavía me retumbaba en la cabeza, como si no hubiera salido de la horrible pesadilla aún.
El tono de las voz era cada vez más fuerte y estridente, atormentándome. Necesito correr, escapar de alguna forma.
—¡Clarette! Estás dejando un desastre en la habitación ¡Mantén la calma! Sólo fue un sueño...
No entendí a lo que se refería, pero como si el demonio me hubiera dominado, lo empujé para que no me obstaculice el camino y corrí rápidamente hacia la salida, llorando como si de una lluvia torrencial se tratara.
—¡Clarette, vuelve! —escuché a mi tía en el trayecto.
Sabía que debía escapar, aunque no tenía idea del motivo exacto.
Salí de la casa y corrí hasta en medio de la calle sin fijarme en nada. No obstante, frené y me tiré al piso de rodillas; las voces no me dejaban en paz y presiono las palmas de mis manos con fuerza sobre mis sienes. Es demasiado el dolor que estoy sufriendo junto con la ansiedad.
Antes de perder la conciencia, recuerdo solamente las llamadas de mi tío Richard, ruedas de un coche rechinando por el asfalto, un golpe, gritos ensordecedores y yo, tirada en el pavimento.
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