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el amante solar: mark

Los sonidos roncos de aquel viejo y descompuesto auto eran el único sonido que reconocía desde hace días y estaba consciente de que se acercaba el momento de su terrible ejecución. O quizás eso es lo que quería creer. La verdad es que no estaba seguro de lo que deparaba su futuro en las próximas horas y era completamente inútil seguir mintiéndose a sí mismo. Prefería estar muerto. Realmente muerto.

Cerró sus ojos debajo de la tela que los cubría tratando de apaciguar el dolor de cabeza que el nudo le estaba causando, pero también para recrear el recuerdo que en momentos como aquellos era la luz al final del túnel. Atrajo la imagen ya conocida a su mente, casi sintiendo el calor de la habitación y la suave voz de Jeno en su oído. Si se concentraba lo suficiente sentiría los dedos de Renjun escalar por su brazo, erizando los vellos en este.

Era noche de juego y de alguna forma misteriosa (no tanto en realidad) se las habían arreglado para volver Heads Up no solo un juego de adivinanzas sino también donde perdían la ropa. Jeno era pésimo en el juego y tanto Renjun como Mark lo agradecían eternamente. Mentes retorcidas uniéndose para atormentar a un objetivo en común.

Reían, era lo que más claramente recordaba de aquella tarde de miércoles. El clima era agradable, el sol brillaba dócil y el humor en el apartamento era excelente. Mientras vaciaban poco a poco una jarra de margarita preparada por Renjun intercambiaban exclamaciones y gritos de emoción. Habían logrado despojar a Jeno de su pantalón, su camiseta y calcetines. En su cuerpo solo quedaba el bóxer rojo, una gargantilla negra alrededor de su cuello y una liga sosteniendo su cabello hacia atrás en una coleta pequeña.

—No entiendo este juego —se quejó Jeno lanzando su pantalón gris a un lado. Renjun negó divertido y Mark solo podía hacerse el tonto y fingir que ver a uno de los chicos que le volvía loco semidesnudo en la estancia no le estaba causando algo.

—Mejor para nosotros, vida mía —dijo Mark finalmente después de estar largos minutos en silencio simplemente admirando la piel pálida y los músculos flexionados. En aquel momento Jeno aún se veía saludable y vivo.

El Mark del presente mordió su labio inferior, distrayéndose un poco del dolor que le causaba recordar como Jeno fue decayendo poco a poco. Las dos pequeñas lagrimillas que se formaron en sus ojos fueron absorbidas por la tela que en algún momento fue blanca, pero ahora estaba llena de manchas escarlata. Su cuerpo dolía, pero aún así su alma dolía aún más.

—Muy bien, bájate —un par de manos duras y callosas tiraron de él para incorporarlo y sacarlo del asiento trasero de donde lo tenían. A jalones lo sacaron del vehículo y lo lanzaron al suelo. Jadeó sintiendo el duro suelo bajo su espalda, algo de tierra le entró a la boca y tosió.

Le removieron la venda de los ojos. La luces altas del auto lo golpearon directamente de frente, cegándolo temporalmente. Fue el tiempo suficiente para que el hombre se pusiera a hacer su trabajo designado. Escuchó el chasquido de una cuchilla ser liberada del seguro que la mantenía dentro de la navaja. Comenzó a arrastrarse lejos sin realmente avanzar mucho ya que sus brazos estaban atados en su espalda y sus pies asegurados juntos.

—La policía podrá haberse creído el cuentito de tu muerte, pero nosotros no —espetó el tipo pisando a Mark. El muchacho dejó de forcejear—. Encontrarte fue un dolor de culo, pero eventualmente todos cometen un error. Nos vemos en el infierno, Mark.

Una vez dicho eso la navaja se enterró en su abdomen, hasta el fondo. Mark soltó un enorme alarido de dolor. Esta vez las lágrimas no se contuvieron ni se evaporaron saliendo una tras otra, evidencia de la tortura la que estaba siendo sometido. El pesado y obeso hombre retorció el cuchillo un par de veces antes de sacarlo.

La visión de Mark, que comenzaba a hacerse clara, volvió a difuminarse sintiéndose más ligero. Como si estuviera alejándose de su cuerpo. Cuando el cuchillo volvió a apuñalar sus músculos un violento tirón de dolor lo envolvió y entonces se desvaneció.

Si así es como iba a morir al menos sabía que Renjun y Jeno no estarían ahí para ver aquel funesto y sangriento suceso. Renjun le sonreía a lo lejos y Jeno le extendió su mano.

Mark se estiró para alcanzarla, pero no podía. ¿Por qué no podía alcanzarla?

Hacía demasiado frío y demasiado viento cuando sus ojos volvieron a abrirse una vez más entre la bruma de la noche. Puntos blancos en un lienzo azul lo recibieron para recordarle con sarna y burla una vez más que estaba vivo pese a sus deseos explícitos de no estarlo. No podía moverse o respirar adecuadamente, daba bocanadas de aire como pez fuera del agua, desesperado por regresar al agua.

Su boca sabía a metal y apenas podía sentir su cuerpo. Su mente confundida era todo lo que le quedaba.

¿Dónde estaba? Con dificultad, movió ligeramente su cabeza hacia los lados encontrándose con la agradable sorpresa de que estaba en una construcción. Sus manos y piernas también habían sido desatados. En cualquier momento un trabajador llegaría y entonces podría ayudarle.

Había vigas por todos lados y cubetas y costales de cemento. Pobre idiota no se fijó que el lugar estuviera abandonado.

Su cabeza daba vueltas, tratando de hacer el menor esfuerzo posible para así mantenerlo con vida. No fue hasta ese momento que Mark realmente se preguntó si Dios tenía algún plan para él que se rehusaba a dejarlo ir.

—Más te vale que sea bueno, maldito hijo de puta —musitó en un hilo de voz baja y ronca a causa del polvo. Por segunda vez aquel día, Mark se volvió a desvanecer.

—¡Sí, te estoy diciendo qué hay un maldito tipo medio muerto en plena construcción! ¡Es un milagro que el desgraciado siga vivo! —el sol comenzaba a salir. Mark parpadeó, aún sin poder moverse— Mierda, ya despertó. Más te vale que te calles la boca hasta que vea la forma de resolver esto.

Con quien fuera que estuviera hablando colgó. Mark extendió su mano hacia el hombre y este se acercó apresurado. Con cuidado, colocó su mano debajo de su nuca. Mark sintió un pinchazo de dolor, se quejó.

—Necesitas atención médica, estoy seguro de que perdiste muchísima sangre. ¿Cómo te llamas, muchacho? —las palabras llegaban atropelladas a los oídos del canadiense, su cerebro apenas pudiendo procesar que había jodidamente sobrevivido.

—M-Mark, necesito... —tomó aire por la boca. Su garganta ardía mucho— Renjun. Llévame con Renjun.

El hombre parecía estar muy asustado, incapaz de hacer sentido a las incoherencias que soltaba Mark. Lo miró ansioso, esperando un poco más de información que solo un nombre que no le decía nada. Mark apenas respiraba.

—De acuerdo, esto es lo que haremos —el trabajador se inclinó sobre el muchacho para hacerse oír—. Te voy a subir a mi auto y me vas a indicar por donde puedo irme para llevarte con este tal Renjun, pero necesito que te quedes conmigo Mark, ¿me oyes? Quédate conmigo.

Mark asintió tratando de mantener su consciencia en un lugar donde pudiera alcanzarla. Se hubiera impresionado por el hecho de que el hombre pudo levantarlo y cargarlo hasta su auto de no ser porque estaba consciente de lo ligero que era. Durante semanas había comido la miseria que sus captores habían decidido darle, si es que lo hacían. Jadeó cuando fue depositado en el asiento del copiloto con torpeza.

—Muy bien, saldré a la avenida principal y tú me dirás después a donde ir —dijo el hombre entre tartamudeos nerviosos. El auto salió a una gran avenida donde había muchas oficinas corporativas y demás edificios de lujo; estaban en la zona más cara. Señaló la primera salida.

Debido a la situación crítica en la que Mark se encontraba no solo iban a una velocidad que ameritaba una multa sino que también estuvieron apunto de chocar en ocasiones debido a lo lento que Mark estaba reaccionando. Para cuando el edificio de donde solía compartir vivienda con Jeno y Renjun se abrió paso en su borroso campo de visión las ansias por abrir la puerta y saltar del auto crecían.

—¿Qué número es? —preguntó en voz alta a Mark. El muchacho levantó la mano haciendo un signo de paz indicando un dos y luego bajó un dedo indicando un uno—. Veintiuno, perfecto.

Se estacionó descuidadamente y sacó a Mark con cuidado. A tropezones tocó el timbre del apartamento, ignorando miradas curiosas de los transeúntes que pasaban por ahí. Una voz masculina y grave respondió. El hombre podía ver como un poco de vida regresaba a Mark.

—¿Quién?

—Hola, me llamo Byun. Tu amigo Mark está muy mal herido —hubo un silencio y luego nada. Bajó los pies de Mark al suelo esperando que este pudiera pararse. No podía.

La puerta principal se abrió de par en par dejando ver a dos chicos acercarse apresuradamente a Mark, ambos parecía que acababan de ver un fantasma. El más bajo ahogó un grito y el más alto pisó el cigarrillo que fumaba para tomar a toda prisa al canadiense entre sus brazos.

—Gracias. Tu no viste nada, jamás lo conociste o sabes de su nombre o de nuestros rostros —sentenció el muchacho pelinegro antes de girarse y volver por donde habían venido. El bajito lo siguió de cerca murmurando órdenes al otro. Byun dejó salir un largo suspiro, tremores invadiendo su cuerpo. Ya no era más problema suyo.

Jeno quería llorar, gritar, reír histéricamente, romper algo. Los ojos de Mark se desenfocaban de una forma tan escalofriante que le hizo pensar que el muchacho moriría entre sus manos. Renjun pateó la puerta entreabierta de su apartamento y de tirón barrió las cosas de la mesa del comedor con su brazo. Jeno posó a Mark en ella y levantó la camiseta rota.

Habían sido heridos cientos de veces, golpeados y mutilados hasta el cansancio, pero esta vez era diferente. No había visto al peliazul semiinconsciente en años y claramente era una esperanza que había perdido hace mucho tiempo. Todo aquello simplemente era alucinante.

—No puedes entrar en pánico ahora, ayúdame —le gritó Renjun que ya limpiaba la herida como si fuera un experto en puñaladas y salvar vidas. Probablemente lo era—. Tengo las agujas de sutura y el hilo en una caja en el baño. Llámale a Johnny.

Se pusieron manos a la obra, tratando de hacer lo posible por mantener al chico en el mundo de los vivos, pero no era suficiente. Cuando YoungHo apareció fue como si un santo pisara tierra sagrada. YoungHo era un cirujano amigo de Jeno y principal exportador del coreano a Estados Unidos. Estar en la cárcel no le había impedido expandirse.

—Tienen maldita suerte de que llegara a tiempo —les dijo el hombre entre dientes echando al par de la cocina. Se encerraron en la única recámara disponible mientras esperaban a que el médico hiciera lo suyo. Parecieron semanas, las manos de Jeno picaban por sostenerlo de nuevo y sus labios por besarlo.

Renjun, por otro lado, trataba de mantener la calma sabiendo que estaba en buenas manos. Exhaló pesadamente intentando calmar sus nervios. Deseaba, más que nada, abrazar a Mark y decirle al oído lo mucho que lo había extrañado. Su Mark de diamantes estaba vivo.

Los diamantes son joyas duras y sin embargo la gente los trataba con suma delicadeza. Mark era diamantes, así como Jeno esmeraldas y Renjun rubís.

Lo último que Mark recordaba eran las ya conocidas manos de Jeno rodear su cuerpo protectoramente como solía hacerlo cuando los ataques de pánico lo abrumaban por las madrugadas. Recordaba el rostro angustiando de Renjun pidiéndole en silencio que volviera a ellos. Lo amaban y él los amaba.

Al abrir sus ojos se encontró con posters de bandas de rock de los setentas, cuadros a medio acabar, pintura descarapelándose de las paredes y pequeñas partículas de polvo reflejándose con la luz solar. La habitación la recordaba justo como la había dejado, un poca más vieja quizás. La esencia de rubís y esmeraldas en todo su esplendor.

—Por todos los dioses, Mark. Maldita sea —giró su cabeza con una rapidez dolorosa. Jeno lo miraba sentado en una pequeña sillita desgastada que habían comprado en oferta hace siglos. A Mark solía recordarle a las sillas que usaban los reyes en sus largos y rectangulares comedores. Sonrió.

—Vida —musitó con la voz casi inaudible. Jeno se acercó despacio, sentándose a su lado en la mullida cama. Los resortes del colchón rechinaron un poco antes de callarse. Mark recordaba el sabor de los labios de Jeno tan nítidamente que sentirlo en vivo era mejor que cualquier medicamento o droga de buena calidad. Enredó sus manos en el cuello del pelinegro profundizando el tacto como si se tratara de aire.

De fondo podía escuchar a Renjun mover platos y cacerolas. Tan cotidiano que tuvo ganas de llorar. Y lo hizo.

—Hey, ¿qué pasa? —preguntó Jeno preocupado separándose solo unos centímetros. Mark negó. No se había sentido tan feliz en años. Temía que en realidad no estuviera sucediendo, quizás finalmente estaba en el cielo—. Renjun, ven acá —llamó Jeno. Escuchó pasos ligeros y un gritito de sorpresa.

—¡Markie! —el mencionado extendió sus brazos hacia el delgado cuerpo el cual recibió gustoso. Renjun llenó su rostro de pequeños besos húmedos. Rió en éxtasis.

—Hola, amor —saludó contra la sien del chino. Renjun finalmente se separó y se sentó al otro lado de la cama. Ambos lo miraban expectantes, como si tampoco pudieran asimilar que estaba realmente ahí.

—Te extrañamos, Mark —el semblante alegre de Renjun se volvió sombrío. Jeno miraba la ventana, pero sabía que estaba escuchando.

—Sé que debí decirles, eso solo que temía que Junmyeon fuera a hacerles algo y —Jeno le interrumpió. Su mirada estaba seria, como solía serlo. Ninguno de los dos había cambiado mucho, quizás sus facciones se habían endurecido y sus ojos madurado por las experiencias duras de la vida. Pero para Mark seguían siendo el mismo Jeno y el mismo Renjun del que se había enamorado.

—No tienes que dar explicaciones, estabas en riesgo —dijo en un tono sereno. Mark admiraba aquello de Jeno. Esa personalidad imperturbable y racional. Mark deseaba ser igual de valiente y temerario que el chico que en este momento lo cuidaba cual perro guardián. Claro que Mark no sabía que Jeno se había convertido en un caos la noche anterior.

—Solo no vuelvas a fingir tu muerte y tampoco desaparezcas, por favor. Ninguno de los dos lo soportaría —agregó finalmente Renjun. Resplandecía con la luz del sol iluminándolo en contra luz. Envidiaba la tenacidad de Renjun. En general envidiaba muchas cosas de Renjun, deseaba ser un poco más como él.

—¿Quieres jugar ruleta rusa, hum? —sugirió tratando de deshacer la pesadez del ambiente. Jeno sonrió de lado sin despegar su mirada de la urbanidad enmarcada en el cristal. Renjun bajó la mirada y le dio un suave apretón a su mano. Renjun deseó poder odiar por un momento a Mark.

—Seguro —dijo el coreano levantándose de su lugar en la cama y salió a la estancia donde movió un par de cosas. Regresó con las manos detrás de la espalda—. Una oportunidad, vida mía.

El corazón de Renjun latía con fuerza, estaba seguro que Mark podía oírlo así como casi podía escuchar el de Jeno. Apostando todo sabiendo que podrían perder en cualquier momento. Mark ladeó la cabeza desafiante, despacio se sentó correctamente en la cama y espero pacientemente a que Jeno continuara.

Escucho de nuevo el familiar chasquido del seguro. Su latidos chocaban con fuerza contra su caja torácica. Quería pararlos, pero a la vez no. ¿Cuál era la razón por la que su balanza se inclinaba a la oscuridad de la parca? Jeno apuntó a Mark como si se tratara de los blancos con los que solían practicar en terrenos baldíos después de que sus turnos terminaran. La puntería de Jeno siempre fue escalofriante.

—Hazlo o se nos irá la vida aquí —aventuró Mark acomodándose de forma que la punta de la pistola quedara en el centro de su frente. Un tiro limpio y Mark sería un cuerpo más que enterrar. Renjun comenzó a sentir miedo, pero no quería dejar de mirar—. Prefiero que me mate cualquiera de ustedes que las ratas patéticas que Junmyeon hace llamar empleados.

Sin un rastro de duda en los ojos castaños de Jeno, presionó el gatillo. Renjun apenas pudo respirar. Mark, en cambio, sonreía con manía enfermiza. Y entonces Renjun lo recordó, lo completo que era sentirse al estar los tres juntos. Lo caótico que era estar juntos. Lo miserables que se hacían el uno al otro, hechizados por el sufrimiento.

Nada. La bala no abandonó el arma.

—Tentar a la muerte es tu especialidad, Mark —dijo Jeno revisando las balas restantes. Quedaba una y estaba en el espacio siguiente al que Jeno había disparado fallidamente—. Es fascinante.

—Es mi superpoder — coincidió divertido. Esta vez Jeno sí colocó el seguro y la pistola fue el olvidada en el suelo de la habitación. Regresó a su lugar al lado de Mark y lo observó sin decir mucho más.

Ahí Renjun pudo contemplar lo diferentes que eran. Mientras que Jeno se sentía a lluvias y noches frías, Mark se sentía como sol y tardes calurosas de verano. Una combinación que había encontrado su balance perfecto en él. Lo mejor de ambos mundos.

Tantas virtudes y aún así la gente se concentraba en sus defectos. Defectos que, para Renjun, solo los hacían más especiales. Claro que no podía esperar a que todos vieran gemas donde solo veían carbones. Renjun estaba bien con solo saberlo él. Contempló la imagen una vez más antes de meterse entre el par y depositar un beso en los labios de ambos chicos. Suspiró. Estaba en su hogar.

Mark podía enumerar exactamente qué era lo que lo había cautivado de Renjun aquel día de la pelea y aquella vez que confrontó a Jeno de camino a su casa. Las personas alrededor, el lugar, los ruidos de fondo, todo se había deslizado de su mente únicamente para centrarse en los rubís y esmeraldas. Mark no sabía que había tocado joyas malditas hasta que fue muy tarde y aún así poco le importó después.

Una noche de convirtieron en dos, luego en diez y sin darse cuenta había hecho una vida entera con ambos. Fue un proceso lento, como el de su recuperación. Mark podía moverse finalmente sin ligeros dolores o molestias. Y lo iba a aprovechar.

Renjun leía Matar a un ruiseñor en la estancia, bastante concentrado. Jeno se bañaba, llenando el baño de vapor que se colaba por la parte de abajo de la puerta cerrada.

—Junnie —murmuró sacando de su burbuja literaria al chino. Este le miró parpadeando torpemente. Señaló la ducha y Renjun comprendió.

—¿Ahora? Son las tres de la mañana, Mark —dijo entre risas pero igual aflojándose el cordón de su pantalón de pijama.

—¿Eso cuando importó, amor? —le guiñó el ojo y ambos se movieron en silencio a la regadera.

Mark giró la perilla con cuidado provocando un suave chirrido solo para encontrarse a Jeno envuelto en una toalla y unas tijeras para cejas entre los dedos listo para cualquier intrusión. Costumbres de la cárcel, asumió Mark.

—Joder, no hagan eso —se quejó Jeno soltando las tijeras en el lavabo y volviendo a adentrarse en la ducha dejando caer la toalla en el suelo despreocupadamente como si hace un par de segundos no estuvieran a punto de enterrarles una punta filosa en el ojo o algo así.

Mark negó algo desconcertado. Renjun, que aparentemente ya estaba más acostumbrado al comportamiento cauteloso del muchacho, se encogió de hombros.

—Jeno —dijo con un tono mucho más sugestivo. El chico asomó su cabeza por la cortina rosada. Su cabeza estaba llena de shampoo. Renjun se rió.

—Ya sé, ¿qué esperan? —les dio una sonrisa ladina antes de desaparecer de nuevo detrás de la película de plástico.

—Alguien está impaciente —le dijo en voz baja Renjun deslizándose fuera de su camiseta. Mark se permitió pellizcar el trasero del chino— ¡Mark! —exclamó sorprendido— Bueno, son dos cavernícolas y yo, maravilloso.

—El agua se enfría, muévanse —Jeno los apresuró golpeando la cortina un par de veces.

Mark terminó de desvestirse y cuando Renjun se disponía a meterse con especial entusiasmo lo tomó de la muñeca y se acercó al retrete donde tiró de la cadena. Renjun disimuló su risa cuando entendió sus intenciones y se deshizo en carcajadas cuando Jeno comenzó a maldecir a Mark en una mezcla de idiomas irreconocibles el momento en que el agua aumentó de temperatura drásticamente.

—Me las vas a pagar, Minhyung —dijo corriendo la cortina, dándoles la espalda.

—Yo sé que sí, cariño.

La cuenta del agua probablemente les llegaría muy alta ese mes, pero hey ¿y qué? Una vez el agua se templó solo podía pensar en labios tibios, manos calientes y jabón. Demasiado jabón. Definitivamente había regresado a su miserable paraíso.




no me convence, espero a ustedes sí les haya gustado jbsjsbsjsb

nos leemos prontito con el capítulo de Renjun. bye bye <3

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