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el amante neutral: renjun

"¿Quién, siendo amado, es pobre?"
—Oscar Wilde

La gente tenía la mala costumbre de subestimar a Renjun en casi todas las situaciones cotidianas de su día a día. Afortunadamente Mark y Jeno sabían de lo que realmente era capaz. Sabían que había límites que con él no debían cruzar. Porque la determinación de Renjun era más letal que cualquier veneno.

—Te va a humillar por completo —dijo Mark sentado en el pasto con las piernas extendidas, apoyándose del árbol detrás en una posición cómoda.

Jeno le dio una mirada de reojo sin perder su concentración en Renjun. Todos sonreían, la vida nunca se había visto tan benevolente con aquellos tres mendigos de cordura. Le dio un giro a su cuchillo militar, impaciente. Jeno, por otro lado, apretó el agarre a su siempre confiable navaja de bolsillo que en realidad de bolsillo no tenía mucho. Era de lindos colores tornasol. Renjun solía tomarla prestada y grabar un pequeño RJM en cada superficie que podía.

Su mente viajó a la leve cicatriz que tenía en su muslo y en su cadera, marcas de juegos peligrosos mezclados con placer que aquella pequeña navaja había tenido el privilegio de atender. Feliz de complacer no solo los deseos retorcidos del chino sino también el sádico placer de su chico coreano y brindar algo de emoción y diversión a su chico canadiense.

Jodidos enfermos quizás les dirían. Pero es que lo estaban. ¿Por que debía ocultar que le gustaba sentir más que al resto?

—¿Estás listo, mi preciosa joya? —Renjun sonrió. Siempre estaba listo.

—Muéstrame que tienes —contestó divertido y entonces su parte favorita comenzó.

Jeno era grande y fuerte a comparación de Renjun, pero eso no dejaba que lo intimidara. Porque su novio podía ser ágil y veloz, pero Renjun lo era más. Gracias a ambos chicos aprendió a usar su peso y tamaño a su favor. Llámenlo ridículo, pero Jeno insistía en tener entrenamientos de combate.

Jeno fue el primero en acercarse y atacar. Giró su cuchillo en su mano comenzando a dar tajadas al aire en dirección al rostro y cuello del chino. Renjun esquivó la filosa hoja como pudo, regresando las tajadas un poco más rápido. Podían escuchar el aire ser atravesado. Intercambiaron un par de golpes hasta que, en un momento de distracción, Renjun tiró la navaja de la mano de Jeno haciendo presión en su muñeca y pateando el centro de su pecho haciéndole caer.

—Te lo dije, vida mía. Renjun es imparable —Jeno coincidió con una suave sonrisa.

—Al menos así sé que sabe cómo defenderse —se encogió de hombros. Renjun no se permitió parar la guardia.

—Sobreviví solo un tiempo, creo que me las puedo arreglar sin ustedes —alzó las cejas hacia Jeno, haciéndole saber que no era ningún tonto. Mark silbó, impresionado. El pelinegro aprovechó.

Deslizó su pie por el pasto golpeando de costado su tobillo izquierdo haciéndole caer. Su cuchillo cayó en algún lugar lejos de él. Su espalda impactó con la tierra y jadeó. Jeno tiró hacia abajo, inmovilizándolo. Acomodó sus piernas a cada lado de él. El chino soltó una risa, entretenido.

—Buen intento —su rodilla impactó en la entrepierna de Jeno. Jeno tosió y se dobló hacia delante tratando de regular su respiración.

Renjun giró sobre su estómago para alcanzar su cuchillo. Se dio la vuelta una vez más y se abalanzó sobre el pelinegro. Alzó el brazo y el cuchillo se clavó en la tierra a solo unos cuantos centímetros lejos del menor. Jeno giró su cabeza hacia la derecha despegándola del filo. Su oreja tenía un pequeño corte.

—¿Crees me puedan regresar a la cárcel por, llamémoslo, actos indecorosos en vía pública? —Renjun rodó los ojos y se apartó de Jeno finalmente dejando que se levantara. Le extendió la mano para ayudarle a incorporarse.

Una vez ambos estaban de pie se sacudieron la tierra y el pasto que se había quedado en sus ropas. Jeno se giró al muchacho sentado en el árbol. Mark negó.

—Muy bien, Mark sigues tú —Mark soltó una carcajada.

—Ni en sueños.

Mark terminó comiendo tierra con Renjun enterrando el intimidante filo de su cuchillo en su garganta. Alzó las manos en señal de rendición mientras batía sus pestañas a Renjun esperando que este lo liberara. El castaño depósito un suave beso en sus labios antes de moverse.

—Suficiente entrenamiento por hoy, ¿podemos irnos ya a casa? Nada me agradaría más que asustar niños con mi cuchillo, pero no quiero que me arresten. Ya tengo bastante en mi expediente criminal —dijo Renjun finalmente guardando el arma en su funda y amarrándola a su cintura.

—Si vamos a hablar de expedientes y crímenes creo que yo estoy en más problemas, cielo —dijo Jeno entre risas entrelazando sus dedos con los de Mark quien sonreía divertido recargado parte de su peso sobre el esbelto cuerpo.

—Mi precioso Jeno se dejó atrapar, tontito —Mark lo provocó burlonamente. Jeno picó sus costillas antes de soltarle la mano y levantarlo como si se tratara de un costal. Mark se carcajeó ruidosamente.

—Necesitas una buena lección para que aprendas a respetarme —amenazó con una seriedad falsa que Mark correspondió con falsos temblores.

Renjun los observó caminar al horrible carro que Jeno se había rehusado a vender, en cambio, gastando mucha cantidad de dinero arreglando lo que se averiara solo para que otra cosa más terminara inservible. Actualmente parecía que servía.

Mientras contemplaba a ambos unos pasos atrás comenzó a preguntarse qué tanto se había perdido en el tiempo que habían estado separados. Era claro que él se había quedado estancado, añorando una época de su vida que probablemente no volvería. Notaba el cambio en Jeno y en Mark a simple vista. Sus rostros mostrando una especie de sabiduría oscura demasiado volátil para compartir. Algo de penumbra colándose en la visión de Mark del mundo. Jeno, más impenetrable, simplemente parecía que la cautela y lo crudo del mundo habían moldeado su personalidad a fondo. Renjun solo podía agradecer que con él siguieran siendo un poco de lo mismo.

Observó a Jeno acariciar la mejilla de Mark con especial cariño, sonriéndole y murmurando algo cerca. Mark asintió mientras su rostro enrojecía. Renjun arrugó la nariz consciente de que a Mark lo incomodaban las muestras de afecto tan explicitas aunque muy muy en el fondo lo volvían suave y dócil. Jeno le dijo algo más antes de atrapar su cintura y besarlo como Jeno solía hacerlo. Demandante, sucio.

Ver a Jeno aquella noche y ahora era un total contraste. Su dinámica no era diferente a lo que fue antes de su arresto. Y aún así Renjun sentía el impacto de su abrupto regreso. Ahora, con su vida insípida volviendo a llenarse de matices de gris, no sabía que hacer con ello. Recordaba con ahínco la última vez que había visto a Jeno. Esas imágenes aún le cortaban la respiración, temeroso de que en realidad el pelinegro no estuviera fuera de la cárcel y el se encontraría solo de nuevo.

Estaban esperando la deliberación del juez y del juzgado sobre el caso de Jeno. El menor movía su pie de arriba a abajo en movimientos rápidos. Sus dedos jugando con la pluma del abogado defensor que le habían asignado.

La mesa de roble era demasiado grande para tres personas, pero eso no parecía ser importante para Jeno; su mirada fija en las esposas en sus muñecas. Renjun deseaba poder decir algo, pero Jeno no parecía dispuesto a escuchar. La realidad es que la cosas estaban tensas desde que Mark desapareció, el menor parecía estar fuera de sí mismo. Sin balance.

El juez entró cuando finalmente se estaba animado a pronunciar un par de sílabas esperando que Jeno siquiera le prestara atención—. ¿Quería verme? —preguntó sentándose frente a ellos. El hombre cruzó sus dedos y posó sus manos sobre la mesa. Un extravagante anillo de plata en forma de cuervo relució. Idiota.

Renjun no estaba seguro de qué están sucediendo. Jeno le dedicó una mirada fría y luego miró al juez. Tenía la misma mirada asesina que solía tener con clientes problemáticos o socios impertinentes. Renjun entendió que para Jeno ese hombre solo era una presa más.

—Dime un precio, te doy el dinero que quieras —Jeno sacó un pequeño bloque de post-it's de su saco y se lo lanzó al juez. El hombre lo miró estupefacto por un momento—. Renjun es absuelto y sale libre, ¿me oyes? Mark y yo lo obligábamos a todo, esa será la versión que darás.

—Pero la evidencia y la información recaba indícela claramente —Renjun cerró los ojos soltando un suspiro sabiendo lo que venía después. Jeno tenía un límite, como todos. Ese era el suyo. Abrió los ojos Ku a su pesar.

Se levantó de golpe tomando el cuello de la estúpida corbata anaranjada que traía puesta el hombre de unos cincuenta años y lo acercó a él para sacar la mano el bolígrafo que cargaba en su bolsillo. Era de esas plumas elegantes que su punta era puntiaguda. Posteriormente, enredó la corbata en su cuello y estrelló el rostro del hombre en la superficie dura con una fuerza y una forma que Renjun jamás había visto en Jeno.

—¡Jeno! —gritó Renjun asustado. Había policías afuera, solo hacía falta un grito y ambos serían hombres muertos.

Pero Jeno no estaba escuchando. El muchacho tomó la mano del juez en lo que recuperaba la consciencia del fuerte aturdimiento y la colocó en la mesa con los dedos abiertos. Abrió la pluma con la boca escupiendo la tapa y enterró la punta en el pequeño espacio entre su dedo índice y dedo medio.

—¡Tu precio! ¡Todos ustedes son iguales, no te hagas el santo ahora! ¡No eres mejor que yo o ninguno de los míos! —Renjun no sabía que hacer, en otro miembro habría sonreído o incluso reído, pero en esta ocasión sólo estaba preocupado por su novio, lo miró con ansiedad. Jeno nunca hacía las cosas sin pensar, estaba desesperado. Su abogado los miraba con temor, encogiéndose en su asiento. Bien sabía lo difícil y terrible que era defender narcotraficantes y ni él ni Jeno eran la excepción.

El hombre tembló en su asiento llevándose la mano a la nariz sangrante. La corbata seguía alrededor de su cuello, pero no pareció importarle. Tomó el bloc y palpó su saco buscando otra pluma. Jeno le lanzó una con irritación. Esta no era elegante, de hecho estaba mordida y rota de la punta.

—Esto es lo que vas a hacer —su tono era grave y amenazador—, vas a ir con todos esos idiotas que se creen muy dignos de juzgarme a mi y a Renjun y les vas a pedir que te pongan un precio —bajó sus manos esposadas. Renjun dio un respingo cuando sintió los dedos del coreano alcanzar los suyos. Se tomaron de la mano—. Dígales que tengo dinero, contactos, recursos y poder.

El juez se paró y antes de salir a hacer lo ordenado musitó algo mirando directamente a Renjun—. ¿Por que si tienen tanto viven tan horrible? —Jeno se inclinó ligeramente hacia enfrente, protector.

—Digamos que pasar desapercibido era lo mío —y sin interés de responder algo más se recargó en el respaldo de la silla. El juez salió cerrando la puerta suavemente.

—Jeno... ¿qué fue todo eso? —preguntó finalmente.

—Haré lo necesario para mantenerte seguro, Renjun. Nadie, absolutamente nadie, toca mi rubí —el chino quería gritarle, enojarse con él por ese tonto complejo de macho alfa que cargaba haciéndolo sentir que debía cuidar de todo y todos. Quería decirle que se dejara de tonteras, que fueran a la cárcel ya que al menso estarían juntos. Pese a eso no hizo nada.

—Tú —súbitamente llamó al abogado que hasta el momento se había mantenido al margen. Tipo inteligente. Dio un salto en su asiento—. Necesito que investigues el paradero de una persona, su nombre es Mark Lee. Quiero saber todo, la información que consigas no me interesa cuanto tiempo te lleve, ¿entiendes lo que te digo? Si haces un buen trabajo te pagaré bien.

El hombre asintió sumisamente, sus ojos adheridos al piso como si su vida dependiera de ello. Aunque en esa situación era más o menos así. Renjun sintió el agradable hormigueo de sentirse poderoso, intimidante y peligroso. Estaba seguro Jeno también lo sintió.

—Salte. Espera afuera a que regrese el juez y ninguno de los entra hasta que salgamos —no hizo preguntas, ni un solo sonido. Solo abandonó la sala. Renjun miró a Jeno con los ojos entrecerrados en sospecha. Jeno le sonrió—. Me agrada.

—Me di cuenta.

Renjun aún podía recordar con diversión la sensación de mesa contra su espalda baja, su trasero y los huesos en su cadera. Jadeó entre dientes evitando hacer mucho ruido, la mesa se empañó ligeramente. El mayor levantó la vista encontrándose con la pluma aún enterrada en mesa completamente erguida. Se rió. Era un escenario inusualmente erótico.

Jeno pegó su pecho a su espalda sin soltar su cadera o sacar la mano de sus pantalones. Renjun recargó su cabeza en el hombre de muchacho con la boca entreabierta.

—No quiero que te aparezcas durante mi encierro en ese lugar —le dijo arrastrando sus labios por su cuello. Aquello lo desconcertó tanto que lo sacó brutalmente de su alto libido. Jeno no lo permitió por mucho tiempo.

—¿Qué...? Uhm —se quejó mordiendo su labio inferior. Joder, tenía tantas ganas de gemir alto.

—Solo así puedo asegurar tu seguridad. Es por tu bien. No comprometas tu libertad —Renjun no entendía una palabra de lo que el otro decía, incapaz de razonar. Quería venirse, abrazar a Jeno y alejarse de ese lugar lo más pronto posible—. Promételo, Renjun —Jeno empujó con fuerza. El mayor golpeó la pesa con la palma de su mano. Apretó los ojos dejando caer su cabeza hacia enfrente.

—B-Bien. Lo que tú digas.

—Mi preciosa joya.

Al final se llevaron a Jeno a una penitenciaria de alta seguridad y Renjun mantuvo su promesa.

Iban en el auto perdido en sus memorias doradas cuando vio que no iban por la ruta habitual. Mark movía sus dedos índices como pequeñas baquetas simulando tocar una batería. Jeno conducía moviendo la cabeza al ritmo de la canción de Slipknot que Mark tocaba fervientemente. Renjun se rió. Cuando estaba con ellos dos no debía preocuparse, a donde fuera que se dirigían sabía que le encantaría.

—Eres bellísimo, ¿sabías eso? —dijo Mark de repente girándose en su dirección en el asiento del copiloto. Renjun iba sentado en el centro del asiento trasero.

—No, es la dopamina actuando lo que hace que me encuentres bello —arrugó la nariz. Mark negó en desacuerdo claramente entretenido.

—Lo que tú digas, mi amor —le concedió burlonamente y le entregó una pequeñita flor amarilla que había tomado del parque en el que se encontraban. La tomó entre sus dedos con cuidado y la observó durante un par de segundo antes de abrir la ventana y asomar el pequeño tallo. La flor voló lejos y Renjun la perdió en el viento.

Mark solía contarle anécdotas que escuchaba por ahí o que en algún momento de su vida le causaron curiosidad. El amarillo se volvió constante después de que le contara la anécdota de Van Gogh.

Mark abrazó a Renjun uno de aquellos días en los que estaba enfermo. Jeno había salido por tequila ya que decía que no había resfriado que dicha bebida no pudiera curar. Hasta la fecha Renjun aún creía que en realidad era una excusa para beber a las diez de la mañana. Como fuera, seguiría siendo un misterio.

—¿Sabías que Van Gogh solía comer pintura amarilla porque el amarillo representa la felicidad? La comía porque quería ser feliz —acarició su cabello—. O eso es lo que dicen al menos.

Renjun hizo una nueva de desagrado ante la idea de comer pintura. No debía ser nada agradable, especialmente por la textura arenosa que algunas de ellas traían. Sin embargo, aún así le hizo pensar un poco en sí mismo. ¿Comería pinturas amarillas de apaciguar la falta de colores en su vida?

—Eres una pintura amarilla para mi y para Jeno, Junnie —Renjun sonrió—. Eres mi felicidad.

—¿Que hay de Nono? ¿Qué color es el? —Mark pareció pensarlo un momento.

—Azul. Y yo soy algo así como verde neón —Renjun abrazo el torso de Mark, subiendo una pierna sobre las del chico. El mayor depósito un beso en su sien—. Eres mi color favorito de todos.

Ese día Jeno se había molestado por haber empezado la "fiesta" sin él. Mark se levantó y tiró del pants de Jeno hacia abajo mientras él aún tenía la botella de tequila en la mano—. Bueno, entonces ve acá.

Por eso, cuando creyó que había muerto, los grises simplemente se volvieron blanco plano. No había nada, absolutamente nada. Jeno no estaba y tampoco podía verlo como había anhelado tanto. Mark acababa de ser asesinado después de desaparecer meses. Todo aquello que alguna vez le había dado sentido a su existencia se desmoronó frente a sus ojos y no se dio cuenta. Ni siquiera lo bello del dolor parecía relucir a la luz.

El universo parecía en una especie de conspiración cruel porque entonces de golpe no sólo Jeno regresó a su vida sino que Mark también, pero estaba herido. Recordaba el rojo bañar al canadiense contrastando con su pálida piel dándole un aspecto tan desastroso e inmaculado que Renjun deseó pintarlo. Fue la primera vez en muchos años que Renjun deseaba pintar algo. La sangre nunca fue algo que le molestara y verla en Mark encendió algo en él que jamás creyó conocer.

A diferencia de Jeno, las cosas con Mark sí habían cambiado. Se veía más inseguro, como debilitado. Ahora Jeno era el doble de protector, no solo con él sino con Mark también. Parecía que trataba de evitar que alguno de los dos se rompiera; era evidente que le molestaba no poder solucionar sus vidas. Mark estaba bien con ello, Renjun no tanto.

Si a Mark le agradaba entonces no diría nada.

—Tierra a Renjun, hey —Mark chasqueó los dedos frente a él. Sus ojos abiertos grande mirando a Renjun con curiosidad. El chino solía decir que estaba eternamente sorprendido por cómo brillaban con todas las cosas. Claro, excepto cuando se trataba de lidiar con cosas del trabajo.

Los tres de volvían personas completamente diferentes cuando se trataba de trabajo. Nadie pensaría que los tres eran criminales buscados en la mayoría de los precintos de su ciudad.

—Bájense, tenemos todo el fin de semana para hacer lo que queramos —les dijo Jeno cerrando la puerta del auto y caminando a la entrada de una enorme casa de campo bastante lujosa para ser real. Mark se paró a admirar el lugar un momento. Jeno estaba a su lado de brazos cruzados viéndola con satisfacción.

—¿Qué es esto, chicos? —preguntó Renjun colocándose justo en medio. Los dos chicos rodearon su cintura y Renjun rodeó sus hombros con sus brazos.

—Es tuya. La compramos para ti —le dijo Mark con una gran sonrisa.

—¿Ustedes...? ¿Cuándo?

—No hagas preguntas, disfrútalo —Jeno le entregó las llaves. Con brincos de emoción Renjun las tomó y corrió a abrir.

Esto tenía pinta de ser un gran fin de semana el que tenía adelante. Y los iba a disfrutar entre flores amarillas, esmeraldas, diamantes y algunas balas. Renjun estaba acostumbrado al gris, pero con ambos no estaba mal.


espero les haya gustado. ❤️

tkm shaja

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