Un pequeño derrumbe - Tartaglia
Todo empezó cuando el pequeño Tabibito lo miró feo, como reprochándole haber liberado un dios antiguo frente a la costa de Liyue para que destruyera la ciudad, se llevara la gnosis del indigente mamón y se marchara con la Signora como si nada.
Para ser justos, eso había sido un trato completamente legal, pero eso no significaba que a Aether le hubiese hecho gracia alguna. Así que discutieron, pelearon un poquito y por accidente le hicieron un raspón del tamaño de Paimon a la nueva cámara de jade: además, al pelirrojo señor de la noche no le hacía gracia ver a nadie tomando descansos en horarios de trabajo.
Después del tercer descanso mientras preparaba la mezcla para los cimientos del santuario, Diluc decidió que había tenido suficiente de él e -injustamente- decidió mandarlo a buscar algo de leña para la cena. Desgraciadamente, el único otro encargado de aquella agotadora labor (que implicaba pelear contra unos cuantos hilichurls), era el cabeza hueca de Bennett, que, si bien era agradable, también era algo infame entre los otros mondstadti por tener una brutal aura de mala suerte que tendía a lesionar a los que lo rodeaban. Después de todo, llevaba ya un par de meses designado a trabajar en la obra desde el pequeño accidente por el que lo enviaron ahí en primer lugar.
Caminando a una prudente distancia del joven chico, Tartaglia se preguntó qué le detenía de escaparse realmente, pero tras considerarlo brevemente, no quería que Diluc mandara a su hermanito tuerto a cazarlo y traerlo de regreso. Además, ¿tan malo era convivir con Bennett? El muchacho tenía su encanto y era mucho más amistoso que Aether, para ser justos.
Además, el chico era útil: tras vaporizar juntos a un par de slimes y detener a un ladrón de tesoros, empezó a pensar que eso de la "mala suerte patológica" de la que le advirtió Kaeya no era más que patrañas.
Bennett: ¡Mira! ¡Hay algo de madera por allá! - Señaló el chico, apuntando a la parte de abajo de un risco-.
Tenían una de esas enormes montañas del noroeste de Liyue frente a ellos. Tartaglia suspiró. Sería un largo camino de subida cuando volvieran al campamento junto a la obra. Sin embargo, ya que estaban ahí...
Tartaglia: Entonces... ¿quisieras que vayamos los dos, o...?
Bennett: ¿Qué pasa, noble? ¿Te asusta la oscuridad?
Tartaglia: De hecho, es "Nobile", pero no importa. Supongo que podemos ir ambos.
Sin embargo, oculto a la sombra del risco, detrás del montón de leña, se encontraba un mago del abismo oculto, aguardando a que se acercaran lo suficiente para que ¡zas! Una bola de nieve le cayó en la cara a Tartaglia, quien se la sacudió de encima con una mano, preguntándose por qué los fatui habían permitido esto.
Bennett: ¡Cuidado Noble! ¡Yo me encargo de él!
Antes de que Tartaglia pudiera reaccionar, Bennett apuntó al mago del abismo, descargando una fuerte ráfaga de poder pyro contra él, iluminando cada rincón del área (y de paso, cegando a Tartaglia por un momento). Si bien, el mago del abismo había caído rendido al instante, esa no era la principal preocupación de Tartaglia, quien pudo escuchar por un breve instante cómo crujían un par de piedritas sobre ellos.
Tartaglia: Oye niño... -alcanzó a articular el fatui antes de ver caer frente a él un pedacito de piedra.
Segundos después, el estruendo de varios pedazos de roca desplomándose sobre sus cabezas saturó los oídos del fatui, quien se cubrió la cabeza con ambos brazos, comprendiendo al instante por qué nadie quería pasar mucho tiempo cerca de Bennett pese a que era un chico agradable. Antes de abrir los ojos, intentó ponerse de pie, pero una de sus piernas no le respondió, haciéndolo caer de cara al suelo.
Tartaglia: Maldita sea, niño... ¿niño? ¡Niño! ¿Me escuchas?
Bennett: Señor Noble, ¿dónde está? -preguntó Bennett, cuya voz se escuchaba a un lado de donde Tartaglia se encontraba-.
Tartaglia: Benny, creo que me rompí algo. ¿Sabes si alguien en la obra es especialista en sanación?
Bennett negó con la cabeza, como si su compañero fatui pudiese verlo. Al darse cuenta, contestó con un tímido "no lo creo" que hizo a Tartaglia replantearse la deuda kármica que debía estar pagando en estos momentos.
Tartaglia: Escúchame bien, Benny. Ve corriendo a Liyue y busca una farmacia. Está escaleras arriba, cerca de la entrada. Es enorme y tal vez encuentres a una niña muerta como recepcionista. Pídeles algo que sirva para huesos rotos y no te tardes, ¿vale?
Bennett: Vale... espera, ¿dijiste "niña muerta"? -preguntó el chico, volteando a ver a Tartaglia como si hubiese bebido demasiado licuado de slime-.
Tartaglia: ¡¿Es lo único que recuerdas de todo lo que dije?!
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