En una habitación de paredes blancas y mobiliario básico yacen uno al lado del otro dos cuerpos bajo los efectos del sueño sobre la cama de negras sábanas. Por la ventana se filtran sin cuidado cálidos rayos de sol que iluminan la estancia e impactan contra la tersa piel pálida de la espalda desnuda perteneciente a una joven rubia de ojos verdes y pestañas oscurecidas por el maquillaje que no se molestó en retirar la noche anterior. El pintalabios corrido de su boca y una sombra negra bajo sus ojos cerrados completan la imagen de desidia. Tiene la nariz arrugada en disgusto por el exceso de calor en su rostro puesto que también allí la acaricia el sol mientras se remueve entre sueños hasta que alza los párpados con pereza y mira a su alrededor. Resopla frotando la cara contra la almohada, impregnándola de polvos faciales, y suelta un gimoteo sentándose sobre el colchón.

Y entonces ve las paredes, ve los muebles, ve las sábanas y ve al chico a su lado. No está en su cuarto y no está sola. Ese chico es el novio de su mejor amiga, aunque ahora debería decir exmejor amiga. Se frota la cara con las manos, aprovechando para retirarse las lagañas ennegrecidas. Se rodea el torso con el cobertor antes de agarrar una camiseta del suelo para vestirse. Ya cubierta y mirando al frente, nota sobre el escritorio restos de polvo blanco esparcidos sin mesura también por la silla de material semejante al cuero con pequeñas ruedas y el suelo, que salvo por ello está impoluto. Se recuerda a sí misma la noche anterior riendo, colocada perdida, tratando de esnifar junto al muchacho a su lado. Sus pensamientos se interrumpen cuando el móvil comienza a vibrar contra la mesita de noche y lo agarra leyendo el nombre escrito en la pantalla.

Mamá.

Sus ojos se llenan de lágrimas mientras su mirada desenfocada sigue apuntando hacia el aparato. Vuelve en sí y deja que salte el contestador mientras comprueba las llamadas perdidas. Veinte de su madre y quince de su mejor amiga. Está a punto de apagarlo cuando una nueva llamada entrante llega, esta vez de esa que hasta ahora había sido su confidente, sumando ya dieciséis por su parte.

Observa su foto con rabia contenida. Cabello rubio y ojos verdes, casi podrían ser clones. Le sale una especie de risa amarga e irónica y apaga el teléfono escondiéndose bajo las mantas para abrazar la espalda desnuda de la persona acostada junto a ella.

Vuelve a dormirse.