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29. Un sueño de cuarenta días

—¿Qué estás haciendo? —escribió Rafael por el WhatsApp

Mariana bajó de la cama, se limpió la cara con el dorso de su mano, dejó un pincel con tempera verde en el borde de su cabecera y revisó el celular. Sonrió a la pantalla, más enamorada que nunca y escribió, utilizando solo una mano, con el temor de manchar el aparato.

—Estoy decorando mi cuarto.

Volvió a los pinceles y dibujó las ramas de un árbol en su pared. Observó aquel lado de su cuarto, dedicado específicamente a sus extraños dibujos en tempera escolar, cada uno con algún significado diferente y con un cariño único. El celular volvió a sonar, pero ella no hizo caso al instante, terminó con el tronco del árbol y le puso color a las hojas que iban cayendo de él. Recién después, leyó el chat:

RAFAEL: ¿Puedo ver?

MARIANA: No. Espera a que esté listo. ¿Y tú qué haces?

RAFAEL: Han venido unos primos lejanos. Estamos conversando en la sala.

MARIANA: Entonces... C.O.N.V.E.R.S.A. Deje el celular sr. Profesor.

RAFAEL: Jajajaja. Está aburrido.

MARIANA: Uhm, ok... juguemos entonces, verdad o reto.

Rafael no contestó y ya no seguía "en línea". Mari fue al Spotify y busco el playlist de Rafael.

Coldplay, Parachutes.

Rafael se la había dedicado y ella, simplemente, se derritió embelesada en tan solo cuarenta y seis segundos que lo decían todo. "Siempre" pensó ella, "siempre". Le siguió una canción muy especial y perfecta para la ocasión: "40 day dream"

"I've been sleeping for 40 days and..."

Con la música a todo volumen, cogió la tempera roja y azul, mezcló ambos colores y un morado fuerte y serio salió de él. Un poco de blanco y rosado y entonces, flores con pétalos lila brotaron en aquella pared. Su ringtone interrumpió la música.

RAFAEL: Reto.

MARIANA: Dibújame algo en un minuto y envíame la foto.

"Ah —It's the magical mystery kind..."

Mariana bajó de la cama agarró el celular. Más de un minuto había pasado y no lo veía "en línea". Pensó en la letra de aquella canción y se decía a sí misma: Estoy en un sueño. Un maravilloso sueño. Lo quiero, lo quiero..."

Su ringtone otra vez.

RAFAEL: No encontré papel. Sorry. Tengo que irme. Un beso.

Una foto acompañaba el mensaje. Mariana abrió la imagen dibujada en la palm de Rafael y dejó caer el celular al suelo. Temblando, volteó a ver su cuarto y esa pared llena de colores. Se mordió los labios, cogió las temperas negra y blanca y, con pincel en mano, dibujó una media luna en una noche de playa, acompañada de seis estrellas. Tomó una foto de su obra de arte y la mandó al chat. Una media luna exactamente igual a la de Besaida y Álvian, igual a la de sus sueños, igual a la que Rafael había dibujado en tres minutos, igual a la que ahora la acompañaría al dormir.

Al día siguiente, escuchó la alarma de su celular indicando que ya era hora de irse a tomar el carro. Tenía que hacerlo a esa hora exacta porque debía luchar contra todos los escolares que deseaban subir al bus en el mismo paradero. Terminó de alistarse y justo cuando empezaba a extrañarse de no haber recibido ningún mensaje de Rafa, su celular volvió a sonar con un mensaje de él:

RAFAEL: ¿Ya estás por salir a pelear con los pobres escolares? ¿One, two, three, fight?

MARIANA: Justo estoy en la puerta.

Empezó a caminar y escuchó el sonido de la bocina de un auto, alzó la mirada y lo vio, estacionado en la esquina de su calle, esperándola. Tan igual como lo hizo aquella primera vez. Ella sonrió tímida y se mordió los labios mientras se dirigía al auto. Subió e instintivamente le dio un beso largo y sonoro en la mejilla. Luego, frotó su nariz contra la de él.

—"Gracias, mi aire" —dijo y empezaron la ida al instituto.

Él giró hacia la pista con dirección al sur y ella supo enseguida que irían por la carretera, junto a la playa. Rafael colocó el playlist en el auto.

—¿Sabías que te pareces mucho a Eric Clapton?

—Okkkkkeeeeyyyyy —ambos rieron— no, no. Es la primera vez que me lo dicen. Me habían dicho que me parecía a Iván de Crowed...

—Sí, tu ex. Me acuerdo —un pequeño tono de resentimiento y celos en Mari que él disfrutó por completo, sonriendo de par en par.

—Sí... mi ex... —subió el volumen mientras sonaba "Layla"— ¿sabías que la escribió para Pattie Boyd?

—¿Quién?

—Okkeeeeyyyy. A veces olvido lo joven que eres...

—¡Hey! Sí, claro, el muy anciano... me llevas apenas cinco años, "experto musical". Ya dime, ¿quién es Pattie Boyd?

Rafael moría de la risa, aprovechó un semáforo en rojo y se quitó el cinturón de emergencia. Fue lo más cerca a los labios de Mariana y justo cuando ella cerró los ojos, temblando, sin poder respirar, abriendo la boca para esperar ese ansiado beso, él frotó su nariz contra la de ella. Ambos rieron, ella muerta de vergüenza, él triunfante y continuaron el camino.

—Pattie Boyd era la esposa de George Harrison... ¿Sí sabes quién es George Harrison, no?

—¡Sí! Ok. ¿Qué tan ignorante me crees? Recuerda que escucho buena música...

—Ok, Ok... mil disculpas, señorita "conocedora". Resulta que ambos eran mejores amigos, pero Eric se enamoró perdidamente de Pattie. Al ser tan buenos amigos, Eric le dijo a George y fue entonces un secreto a voces. Todo el mundo sabía de su amor. Ella no era feliz en su matrimonio, pero nunca le fue infiel a George. Entonces, las drogas le pasaron factura a él y sus constantes infidelidades los llevaron al divorcio. Ni aún ahí ella aceptó a Eric. Pero él no se rindió. Le escribió muchísimas canciones y la depresión le ganó. Entonces, Pattie aceptó casarse con él.

—¿En serio?

—Sí. Fueron por la bendición de George y él dijo que sí.

—Wow... me lo imagino a George, rodeado de mujeres y harto humo... Super high, volando diciendo: "Claaaaaroooo... sean felices... en este mundo sólo se viene a ser feliz... ¡Que viva el amor!

—¡Que viva!

Sonó en el Spotify "Jeremy" de Pearl Jam. Mariana fue hasta el botón de "siguiente" y la dejó pasar.

—¿No te gusta Pearl Jam?

—No es eso... era una de las canciones favoritas de mi hermana.

—Oh.

Silencio largo y doloroso. Entonces, Mariana soltó un largo suspiro y decidió contar:

—Yo estuve ahí.

—¿Ahí?

—La noche que murió. Estuve ahí. Regresábamos de un viaje corto afuera de Lima. Yo estaba muy pequeña. Había un restaurante campestre y el colegio de ella organizó un fin de semana completo de "viaje de promoción" Mis papás la obligaron a ir, pero conmigo. Fue perfecto porque ella no tenía muchos amigos y la pasamos juntas en ese lugar. En la noche llovió mucho y las carreteras estaban malas y... —Rafael escuchó el quebrar en la voz de ella.

—No tienes que...

—Y entonces el bus se despistó en una curva y todos caímos. No recuerdo mucho de ello. Yo iba a cumplir cinco. Mis papás la tuvieron a ella cuando eran súper jóvenes.

—Yo recuerdo eso. Fue una tragedia... era un bus escolar y.... —Rafael volteó a mirarla, Mariana se limpiaba las lágrimas con la yema de sus dedos.

—El bus se incendió. Ella no salió, pero yo sí. Alguien me sacó.

—Sí... lo recuerdo. Las noticias al día siguiente... yo tenía diez. Lo vi en la tele.

Estaban a casi diez minutos de llegar al instituto. Habían seguido el camino en silencio, escuchando solo la música hasta que Rafael tomó la mano de ella y cogió otra ruta, un poco más larga.

—Cuando tenía dieciséis, mi papá murió. Fue un paro cardiaco. Ninguno lo vio venir. No pude despedirme, no pude decirle nada, no pude..., pero sé que lo último que le dije fue "chau, viejo" y me fui al colegio. Cuando regresé, ya no estaba ahí. Simplemente, ya no estaba ahí.

Mariana entrelazó sus dedos con los de él y los apretó fuertemente. Cuando llegaron, ella bajó del auto antes de que él entrara al estacionamiento. Se miraron dulcemente, ella llevó dos dedos a sus labios, de lado a lado y él le devolvió el gesto con un guiño de ojos.

El luto por el padre de Álvian y Randúl duró tres días y tres noches. Los habitantes de Lorencia y Devias fueron llevados hacia los límites de Noria por orden del rey Merid y ante protestas de todos los nobles, , pero era imposible descifrar el alcance de aquella fuerza oscura que se había alzado en los montes.

Una niebla espesa e impenetrable se esparcía desde el valle hasta los fines del reino y uno a uno, los monstruos de Prisma fueron atraídos hacia ella, como si algo dentro los llamara, como si fueran arrastrados por un poder superior al de la misma tierra.

Las tres razas se unieron para proteger el límite entre sus habitantes y esa niebla. Lucharon por semanas contra los monstruos que decidían salir de ella y atacarlos, pero cada vez eran más y más y se volvían más fuertes. Ojos de fuego indicaban que habían sido transformados en algo fuera de la comprensión y junto con ellos, armaduras de un metal oscuro y espadas envenenadas caían de brazos entrenados para la lucha. Sea cual sea el mal que se escondía detrás de aquel muro de tinieblas; estaba creando un ejército cruel, capaz de destruir Prisma. La tierra entonces, comenzó a perecer, los animales murieron con ella y sólo la magia logró detener el avance de aquel poder.

—No hay otra salida.

—No lo haré.

—Eres mi rey y mi esposo, escucha lo que te digo.

—¡No lo haré!

La reina se detuvo en la ventana de la torre y miró el horizonte negro del que salían rayos de luz y fuego, uno tras otro, con decenas de gritos de dolor. El rey se acercó y agachando su cabeza, con voz pesada y cansada, le habló con el corazón de un elfo enamorado antes que el de un rey.

—No puedo permitir que vayas. No puedo perderte.

La reina volteó a verlo a los ojos, tomó el rostro de su esposo entre sus manos y acarició su cabello.

—Me protegerás. Lo harás, mi amor.

—El Sello de Uracc... no sabemos si está ahí.

—Es lo único que puede salvar Prisma. No sabemos a lo que nos enfrentamos. Necesitamos toda la ayuda posible y el sello es primordial.

—Lo llevamos a Tarkan para que nunca más vuelva a ser usado...

—Pero es tiempo de hacerlo. La tierra está muriendo, tu tierra, tu pueblo. Nuestro pueblo.

Entonces, el castillo comenzó a temblar y un viento helado apagó cada vela en cada rincón. El gran salón era iluminado por una luna llena tenue en el cielo que reflejaba pequeños atisbos de luz entre las ventanas. Una risa espeluznante e infernal resonó en todas las paredes y un rayo de luz rojo salió del suelo, en el mismo centro del salón.

El rey sacó su espada y abrió sus alas de par en par. La reina hizo lo suyo, respiró profundamente y un campo de energía muy poderoso la rodeó a ella y su esposo. Los guardias reales entraron al salón y todos fueron testigos de cómo una sombra, con forma de mujer, salió de aquella luz roja entre fuego y niebla, igual de espesa y oscura que la que se había apoderado de la mitad de Prisma.

Cilivren vestía una de dorado y púrpura, su cabello negro y liso se alzaba por detrás y sus ojos miraban con gran satisfacción a sus confundidos espectadores. Los elfos de la guardia intentaron atacarla, pero esqueletos vivos de lo que parecían ser goblins, bullfighters, escorpiones y Golems despellejados y armados, comenzaron a salir detrás de La bruja, uno tras otro, protegiendo a su ama y todos con bolas de fuego en lugar de ojos.

Besaida observó aquella luz desde su puesto en los límites. Había sido elegida como líder de los Alados y como tal, pasaba noche a noche, junto con sus elfos y los guerreros, cuidando que ningún otro monstruo se adentrara en el reino. El poder de las energías y la magia de los magos habían logrado detener el avance de la niebla.

Alzó el vuelo, sin importarle absolutamente nada más y se dirigió velozmente hacia el castillo. Escuchó el corazón de su dynaron y el crujir la puerta del establo. El animal ardía en rabia, al igual que ella. Sid, quería protegerla. A ella y a los suyos también. Voló como nunca antes, viendo desde lo lejos como rayos de fuego salían de las ventanas del gran salón. Movió sus alas, cerró los ojos y sintió como un viento con olor a menta la empujó con fuerza hacia el castillo.

Desde el suelo, Álvian, subido en su fenrir, controlaba el aire y el viento para darle impulso a su elfa y que llegara cuanto antes. Besaida juntó sus alas hacia el cuerpo y entró al castillo, destruyendo los vidrios del salón.

La bruja y su padre peleaban, espada contra espada y su madre protegía al rey. Los alados seguían luchando contra lo que parecía un portal con monstruos infinitos saliendo de él. Vio los ojos de su madre y entendió instantáneamente lo que tenía que hacer. Preparó la flecha en menos de un segundo y un monstruo se alzó sobre ella, atacándola por detrás. La ágil elfa giró el cuerpo, abrió sus alas y lo golpeó con ellas, lanzándolo contra aquel portal y colocando la flecha lista en su dirección. Aquel rayo de luz crujió y la bruja se distrajo lo suficiente para que el rey la hiriera en el pecho. Los ojos de aquella mujer se hicieron entonces dos bolas de fuego, al igual que las de sus monstruos, lanzó un gemido, parecido al chillido de un animal herido y despareció entre la niebla, junto con todos sus engendros.

Mariana despertó, bañada en sudor y temblando de miedo. Encendió su lámpara y constató que seguía en su cuarto, en su cama, en sus sábanas. Miró todo a su alrededor y vio la pared con la media luna y las estrellas. Fue una calma instantánea. Cogió el celular y buscó en el Spotify el playlist de Rafael, se colocó los audífonos e intentó dormir con "Sonnet" en los oídos, , pero no lograba sacar de su cabeza a Besaida y la bruja.

"Se parece a Carmen", se dijo. Entonces, "40 day dream" sonó. Mariana soltó una sonrisa, cerró los ojos y durmió.

Durante toda la mañana siguiente, pensó una y otra vez en decirle a Rafael que esa canción le hacía pensar en él. Quería decirle lo mucho que significaba para ella y que todo lo que estaba viviendo a su lado era como un sueño hecho realidad. Lo pensó una y mil veces, pero siempre algo la interrumpió. Llegó el almuerzo y empezó a escribir las palabras en el chat, , pero Felipe llegó y se le olvidó del asunto otra vez.

Cuando estuvo al fin en casa, se lanzó hacia su cama, cogió su celular y empezó a escribir en el WhatsApp:

"No sabes como 40 day dream me hace pensar en ti, es nuestra canción"

Y justo, antes de darle al botón de enviar, recibió un mensaje de Rafael:

"Quería decirte que esta canción me hace pensar mucho en ti"

Mandó una foto, con la pantalla de la radio en su auto, tocando 40 day dream. Mari dejó de escribir y borró todo, miró hacia un lado y al otro, pensando en que quizás Rafael tenía algún tipo de cámara en su cuarto o un chip en su cabeza, del que ella no supiera. Era demasiada coincidencia. Era, en extremo, rarísimo.

—Oh... I could fly... —Rafael terminó de escribir.

Cogió su almohada y la abrazó con mucha fuerza, pensando en qué no era posible estar viviendo todo esto y en que era el destino quien los había unido. Entonces, una magnífica idea vino a su mente y saltó de la cama, fue por su mochila, sacó lápiz y papel y escribió una pequeña carta.

A la mañana siguiente, Rafael la esperaba en el auto. Ella subió, le dio un fuerte beso en la mejilla y dijo:

—Antes de ir, podemos pasar por el correo.

—¿Y eso?

—Quiero dejar una carta.

—Ok.

Arrancó el carro y Rafael prendió el Spotify, escucharon juntos la primera canción del aleatorio y sonrieron en silencio con "40 day dream"

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