Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18. Encuéntrame

Álvian estaba echado sobre el pasto cuando escuchó las primeras notas en la voz de Mariana. Cerró los ojos y una sonrisa inmediata surgió en sus labios, inhaló profundamente todo el aire que pudo dejar entrar a sus pulmones y dejó caer un suspiro, muy suave, pensando en los rizos castaños de Besaida.

—¿Qué es ese sonido? —preguntó Diana.

La pequeña chica seguía creando paisajes maravillosos en su mundo mágico. Con el pasar de los días, se había vuelto toda una experta en hacer aparecer nubes, plantas y árboles, el grass le había costado más esfuerzo, , pero al final, logró introducirlo en su mundo. Jugaba una y otra vez a cambiar los colores de todo cuanto la rodeaba, cielos púrpuras, suelos plateados y dorados, ramas azules y flores blancas y turquesas. Tenía varios días intentando crear una laguna o un río en aquél lugar, , pero por algún motivo, se le hacía muy difícil. Lo veía en su mente y cuando abría los ojos, no había nada.

—¿Quién es? —volvió a preguntar mientras se recostaba junto a Álvian que seguía disfrutando de la melodía lejana.

—Es Mari.

Diana no lograba reconocer la canción. Se acurrucó en el pecho del mago quien no se movió ni un centímetro, con los ojos aún cerrados y la sonrisa en su rostro.

—No canta mal, pero no sé qué canción es. Ella escucha música muy antigua. Muy, pero muy antigua.

—¿Tú crees?

—Sí. Ni siquiera mis padres la escuchaban.

De pronto, Diana sintió un fuerte golpe en el pecho recordando a su familia y amigos y la vida que ya no tenía. Álvian lo sintió también, la rodeó con un brazo y comenzó a acariciar su cabello, calmando su corazón.

—Su voz suena a la de Besaida

—¿En serio?

—Sí. Cuando la oía cantar a Sid, yo volteaba el rostro y trataba de aparentar estar ocupado para que no me viera disfrutar de su canto.

—¡Qué malo eras! ¿Por qué hacías eso?

—Porque... —dijo él, suspirando—, ella odiaba su voz. No me preguntes porqué. No lo sé.

—¿Vamos a verla? ¿A Mariana?

—¿Es lo que quieres o sólo lo dices para complacerme?

—Lo digo porque quiero ver cómo se arregla. Me gusta cómo se viste. Es muy detallista. Además, me gusta su cuarto, se parece al mío.

—Vamos, entonces.

Las paredes eran de color rosa y morado y estaban adornadas con flores pintadas a mano por la misma Mariana. Había distintos posters de cine pegados en la pared, algunos afiches de conciertos y varias frases motivadoras escritas con plumones y témperas en papelógrafos. Diana volteó al escuchar la voz de Mariana en el cuarto de baño.

—¡Se está bañando! —gritó y comenzó a empujar a Álvian—. Tienes que irte.

—¿Y eso?

—¡No puedes verla mientras se ducha!

Un fino rubor llenó las mejillas del mago y sonrió, mirando hacia abajo, ocultando sin éxito su rostro avergonzado.

—¡¿Ya la has visto desnuda?! ¡Eres un pervertido!

—En primer lugar —dijo Álvian, con un leve quiebre en la voz, propio de los nervios—, sería incapaz de invadir la privacidad de ustedes, de esa o alguna otra forma.

—¿Entonces?

—En segundo lugar —él se dio la vuelta al notar que se abría la puerta del baño—, exactamente, ¿qué significa eso de "pervertido"?

—Ok, ok. —Diana comenzó a reír. —Igual, tienes que irte.

El mago aceptó lo dicho y desapareció del lugar. Diana volteó a ver a Mari mientras se vestía. La chica estaba eligiendo la ropa observándose en el espejo. Tenía el cuerpo ancho y curvas en el abdomen y la cadera, muy pronunciadas. Los rollitos, que tanto le gustaba agarrar a "Chino", se movían frente al espejo mientras ella terminaba de colocarse los jeans. Diana recordó lo que Álvian dijo: "Cuando veo a Mariana, veo sensualidad, ingenio y seducción". Aquella chica desbordaba coquetería en cada cosa que hacía, incluso en ese mismo instante, Diana podía notar la belleza que emanaba de ella. Mariana tenía los dientes delanteros de conejo, lentes muy gruesos, que ocultaban sus ojos un poco extraviados y su cuerpo no era el que los parámetros convencionales dictaban como "hermoso" y, aun así, ella sabía resaltar lo que más le gustaba de su físico de tal forma que, el resto fuera solo un agregado más. Su cabello negro ondeado, sus labios gruesos y el contorno de sus senos estaban siempre arreglados. Eso era lo que la hacía tan sensual, tan seductora, tan mujer. Sabía quién era ella y lo hacía notar al mundo.

"Es tan segura de sí misma", pensó Diana y se preguntaba si ella hubiese sido igual a su edad, de no haber muerto, claro está. Ella miraba los posters de películas en la pared cuando escuchó una melodía poco conocida para ella, pero no tan antigua como las que ya estaba acostumbrada a escuchar en aquél cuarto. Mariana soltaba el celular, riendo de algo que acababa de leer. La chica comenzó a cantar

"Happiness hit her like a train..."

("La felicidad la golpeó como un tren...")

Definitivamente, tiene una bonita voz.

Luego, siguió mirando a la pared y un grupo de rock muy, pero muy conocido, estaba en lo más alto, casi llegando al techo.

—Queen. Sí, a ellos sí los conozco. Hay una canción de Glee que me gusta de ellos.

Mariana siguió cantando y la melodía se hizo un poco más rápida. Diana escuchó un tambor y palmas de fondo, no era el tipo de música que ella escuchaba y sabía que nunca la agregaría al Spotify, pero no sonaba mal. Era la voz grave de una mujer, algo así como la de Adele, pero no era ella. Mari comenzó a cantar más y más fuerte mientras se arreglaba el cabello y sin notarlo, Diana comenzó a cantar con ella.

—Pero no me sé la letra, ¿cómo es que...?

Entonces, Mariana la vio. Ambas chicas se miraron asombradas. Y, a pesar de lo que podía esperarse, ninguna gritó. Todo lo contrario, sonrieron la una a la otra y Mariana fue hasta ella, dejando en el suelo la secadora y el cepillo. Comenzaron a cantar, como si fuera el acto más natural del mundo, como si estuviera escrito, como si se conocieran de siempre, como si fueran la misma persona.

La melodía en aquella canción se hizo alegre, divertida y muy fácil de llevar. Mari tomó las manos de Diana y las movió de lado a lado, bailando la una frente a la otra. Cantaron juntas a viva voz, saltaron de un lado al otro y aplaudieron al ritmo de la música. Ellas se dieron vueltas la una a la otra, sin dejar de cantar. La melodía cambió a un tono muy lento, casi como un murmullo y las dos aparecieron en un cuarto de hotel, donde Milagros estaba tendiendo su cama.

La tímida chica cantaba aquel pedazo de canción, susurrando en su desafinada y quebradiza voz. Alzó la cabeza y vio a las otras dos, que no dejaban de sonreírle, asombradas del cambio y el viaje inesperado. Mariana se le acercó, cogió uno de los extremos de la sábana y empezó a extenderla fuertemente, haciendo que aquella tela blanca jugara en el aire, junto con ellas. Diana cogió a Mili del brazo, tratando de hacerla bailar, a pesar de las negativas de su torpeza. Las tres, entonces, dieron vueltas alrededor del cuarto, con la sensación de felicidad impregnada en cada partícula de su cuerpo.

Milagros, sonriendo, mirando hacia abajo, pensando en Iván y su último mensaje en el celular. Mariana, cabeza en alto, mordiéndose los labios, feliz y coqueta, pensando en Rafael y sus enormes ojos tristes que competían en picardía con los de ella. Diana, mirándolas a ambas, sonriendo muy feliz, pensando en el mago y en el mundo que compartían, el uno al lado del otro. La canción volvió a detenerse y, antes de que siguiera, sólo se escucharon los tambores otra vez.

Las tres aparecieron en un hermoso prado con olor a flores silvestres que revoloteaban al viento. A unos metros de ellas, una niña en pie, en un vestido largo blanco parecido a un pijama de épocas pasadas, las observaba, un poco asustada. Mili dio un paso adelante, la miró con dulzura, se agachó y extendió los brazos. La niña corrió con todas sus fuerzas hacia ella, brincándole encima y aferrándose a su cuello, sonriente, inocente y mucho más contenta que las demás. Milagros la cargó, las demás se acercaron, haciéndole muecas a Lu que no dejaba de reír. Las cuatro, juntas, bailaron en aquel gras, riendo la una a la otra, mientras todo a su alrededor daba vueltas, entre La Hacienda, el cuarto de hotel y las paredes rosa de Mari. La felicidad se hizo presente, danzó junto a ellas y un aroma a hojas de menta se levantó en el aire.

Álvian las observaba desde lejos, sus ojos grandes y tristes llenos de lágrimas y una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Tienes idea de cuánto te quiero? —dijo en voz alta sin pensar el porqué.

Un silencio doloroso y punzante lo atacó, pero entonces la escuchó.

—La mitad de lo que yo a ti.

Volteó desesperado a verla. Besaida, con la mirada fuerte y decidida le regaló una sonrisa honesta a su mago. Él dejó de llorar, se acercó a la elfa, a pesar de saber que no la podría tocar.

—Encuéntrame, chica. No te rindas, encuéntrame.

—En eso estoy Aire, en eso estoy.

Ella llevó dos dedos hacia sus labios, de lado a lado, y él le dio un guiñó un ojo, coqueto como siempre.

La música se iba acabando, Mili dejó a la pequeña Lucía en el suelo y las cuatro se miraron, una última vez, reconociéndose la una en la otra. Cerraron los ojos y al abrirlos cada una estuvo de vuelta en su hogar, su sitio, su lugar. Mariana cogió la secadora de cabello del suelo y terminó de acomodarlo, pensando en que la locura extrema había tocado su puerta. "¿Locura o amor?", pensó y recordó su reunión con Rafael y Chino. Cogió el maquillaje de su cartera y Diana aprendió de una experta, el arte de resaltar aquél rostro lleno de felicidad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro