12. Despierta, chica
Mili abordó el avión, bastante tranquila y relajada. No por nada Camila le había obligado a tomar dos calmantes antes de salir del departamento. "Una vez dentro del avión, te tomas otro y trata de dormir lo más que puedas" le dijo su mejor amiga.
Ubicó su asiento y cuando se disponía a guardar su maleta de mano, vio a los miembros de la banda ingresar al avión. Iván fue el último en entrar y, para su tranquilidad, él no la vio. Estaban alejados por diez asientos, pero ella igual se agachó y no volvió a moverse en todo el vuelo.
Cuando despertó, ya estaban muy cerca a aterrizar. Se colocó el cinturón y esperó, muy tranquila, recordando lo que acababa de soñar.
Durante toda su vida había soñado con criaturas mágicas: elfos que volaban, hechiceros que tenían el poder de crear vientos, guerreros que luchaban con espadas gigantescas y monstruos enormes que podían aplastar a cualquier persona con un solo golpe. Siempre soñaba que ella pertenecía a ese mundo, que era una elfa con alas blancas, que estaba acompañada de un mago y que ambos se amaban, sin duda alguna.
En cada sueño, la sensación que le daba el sólo verlo a los ojos o tenerlo presente en el mismo lugar, era indescriptible. Su corazón latía sin parar, la respiración se le acortaba y era capaz de saltar y gritar de felicidad. Eso era el amor, según ella, y eso fue lo que toda su vida esperó sentir por alguien más. Pero nunca fue así.
Milagros había pasado la vida entera tratando de sentir algo remotamente parecido, pero nada podía igualar lo que sus sueños le decían. Hasta que un día, mientras veía la televisión, después de su habitual almuerzo en casa de su abuela, un videoclip musical hizo que su mundo se detuviera y la vida no fuera la misma.
Una banda de rock bastante popular, entre chicos mayores que ella, promocionaba su nuevo disco con una canción lenta y romántica. La melodía era simple, bonita y lo suficiente pop rock como para mantenerla en tu mente, pero nada de eso le llamó la atención. Miró el vídeo sin parpadear, se acercó lo suficiente al televisor y cayó en el suelo, mientras observaba, boquiabierta, lo que sus ojos no podían creer. El baterista de aquél grupo era exactamente igual al mago que había visto toda su vida.
Cada rasgo, cada gesto, cada movimiento de aquel muchacho era igual al de él. Trató de volver a respirar con normalidad, pero no pudo, sus manos le sudaban y el corazón le latía al ritmo de un tambor. Era él, sin duda alguna.
Trece años después, luego de azares del destino, lo vería en persona y ahora, en este preciso momento, se encontraba en el mismo avión que él. Y no solo eso, compartiría dos semanas trabajando para él. Bueno, para la disquera, en realidad.
Era demasiado. Aun no entendía cómo había aceptado semejante arreglo con la manager del grupo.
Esa vez, en el avión, había visto en sueños como elfa y mago luchaban juntos y cazaban a un monstruo no tan grande como otros que había en aquel mundo mágico, pero sí muy poderoso. La criatura tenía forma humana y ocultaba su rostro bajo una capa color negra y roja. Poseía un báculo, muy parecido al del mago y sus poderes hacían que perdieras el sentido, por corto tiempo, pero lo suficiente como para matarte. Lograron acabar con el monstruo aquél y la elfa dijo algo parecido a que era el segundo de ellos al que mataban ese día. El mago le regaló un guiño de ojos que la hizo perder el control.
El avión comenzó a descender y Mili volvió a sentir que los nervios la invadían. "No tienes por qué verlo ahora, tranquila", se dijo a sí misma.
Para su suerte, la cola de migración fue larga y él tampoco la vio ahí, sin embargo, el destino caprichoso decidió que era tiempo de hacerla entrar al juego.
—¡Hola! —dijo la manager—. Al fin te encuentro, mira, después de la línea nos vemos en la puerta siete. Allá nos esperará el bus.
—¿El bus?
—Sí —dijo Jessica, mientras sacaba su celular—. Nos vamos de gira en bus, obviamente.
Milagros asintió y la vio partir, hablando por el celular, como siempre. Entonces empezó a sentir cómo, una a una, sus extremidades se iban adormeciendo. Pensó que se desmayaría ahí, pero el vigilante la hizo despertar y siguió con la cola para presentar los documentos.
Cuando llegó a la puerta, se tomó diez minutos para intentar relajarse. Llamó y llamó a Camila por el celular, pero al parecer, su señal internacional no era la adecuada. Buscó, dentro del aeropuerto, alguna farmacia en la que pudieran ofrecerle un calmante hasta que, recordó que Cami le había colocado dos pastillas en una cartera, dentro de la maleta de mano. La abrió y busco entre sus ropas y, justo cuando encontraba la cartera, una voz seria, varonil e irresistible, que ella conocía muy bien, le dijo:
—¡Hola, chica! Sabía que eras tú.
Mili no alzó la mirada y se dedicó a observar su ropa regada en la maleta, rogando porque no hubiera alguna prenda embarazosa expuesta.
—¿Necesitas ayuda?—preguntó Iván.
Ella no respondió y se empeñó en cerrar, de cualquier forma, su maleta.
—¿Aló? ¿Te comió la lengua el ratón?
—No, no te preocupes, no necesito ayuda —dijo, mientras terminaba de cerrarla. Se levantó y con mucho valor, lo miró a los ojos, sólo por un instante, y luego volvió al piso y siguió con su camino.
—Me dijo Jessica que ibas a ser nuestra fotógrafa por estos días.
—Sí... al parecer estoy pasando por una locura temporal —contestó en tono sarcástico, sin saber cómo llegó a hacerlo. Pero al verlo reír, sintió un pequeño alivio en su voz—. Son sólo estos dos meses. Luego vuelvo a casa.
—Sí, nosotros también. En realidad, el tour se pasa volando. Vas a ver que ni lo vas a sentir.
Al llegar al bus, él se ofreció ayudarle con la maleta, pero ella no accedió. La cargó por sí sola, con mucha dificultad y torpeza, para la diversión de él.
Se sentó en el sitio más alejado del bus y esperó a que arrancara, sin quitar la vista de la ventana. Iván fue más adelante, junto a los miembros del grupo, no sin antes regalarle una última mirada, coqueta, pero respetuosa. Ella tenía aún la cartera en la mano, sacó y tomó la pastilla de C. Fue fulminante. Se quedó dormida una vez más, sintiendo como el carro avanzaba lentamente.
Álvian la miraba directamente a los ojos. Una expresión de dulzura y cariño en su rostro. Parecía como si estuviera viendo algo tan preciado que fuera imposible de creer. De pronto, Mili bajó la mirada y se dio cuenta de que no era la elfa de siempre sino, ella misma. Por primera vez, en tantos años, era ella, frente a frente al mago. Él le sonrió de medio lado, se acercó lentamente, cogió su mentón y acarició suavemente su mejilla.
—Despierta, chica. Despierta mi Mili. Mi frágil y tímida Mili.
Ella abrió los ojos de aquél corto sueño y vio la carretera por la ventana. Dio un pequeño giro y encontró a Iván que le sonreía, desde el asiento al lado suyo.
—Hablas dormida, chica.
Ella no contestó, estaba paralizada. El efecto que aquél hombre producía en ella era tóxico, como un veneno parecido al del monstruo que acababa de matar en la mañana. Miró hacia todos los lados y cuando se dio cuenta de que estaban bastante alejados del grupo principal, los nervios la invadieron por completo y mordió sus labios, tan, pero tan fuerte que pensó los haría sangrar.
—Ese es un tic que tienes, ¿no? Lo noté el otro día, en la sesión de fotos.
—Te fijas mucho en las personas, ¿no? —contestó, en tono irónico, una vez más, sin pensar en lo que decía.
—Sí... —dijo él, entre risas y tocándose la nariz—, me gusta mucho observar lo que ocurre a mí alrededor. Leer a la gente.
—Y también, te tocas mucho la nariz.
—¿Sí? No mucha gente me lo hace notar, ¿sabes? ¿Cómo te diste cuenta?
No contestó.
—Bueno, chica, o Mili. ¿Puedo llamarte así? —Ella siguió en silencio. —Cuéntame de ti, ¿Cuántos años tienes?
—Veinticinco.
—¡Wow, chica!, te llevo diez años... y dime, ¿te gusta la banda? O ¿todo es por trabajo?
—Creo que es un poco de ambos.
—¡Qué bueno! ¿Qué canción te gusta más?
—Varias, pero supongo que "Cerca al sol" es la que más me gusta.
—¿Sí? Mira tú, es mi favorita también.
—Lo sé, lo leí, alguna vez.
—¿Y cuál es la que menos te gusta?
—"Antes que sea tarde"
"¿Era posible que esas palabras hubieran salido de su boca?" pensó ella. Bajó la cara para no ver la reacción de él.
—Esa la escribí yo —dijo, riendo a carcajadas.
—Lo sé, lo leí, alguna vez.
Iván sonrió de medio lado y alzó una ceja.
—Vine a despertarte porque ya falta poco y casi nadie ha notado tu presencia en el bus. No vaya a ser que te dejemos aquí. Bueno, chica, me voy.
Llegaron al hotel y él fue con los demás para que les dieran su habitación. Ella esperó por la manager en el lobby quien le entregó la llave de su cuarto. "Tienes suerte, no la compartirás con nadie, nos vemos mañana en el ensayo"
Milagros esperó el ascensor y sintió que su celular reaccionaba al fin. Estaba cogiendo la señal internacional. Tenía más de cincuenta mensajes de Camila, obviamente, y trató de revisarlos, uno por uno, hasta que llegó el ascensor. Entró y antes de que pudiera alzar la vista, escuchó aquella voz que le paralizaba el cuerpo:
—¡Las casualidades de la vida!
Ella sonrió y volvió a morderse el labio, mientras él la miraba, algo sonrojado.
—Es muy interesante verte hacerlo.
—¿Qué cosa?
—Morderte el labio.
Ella pasó el resto del tiempo mirando al suelo. Cuando llegó a su piso, salió sin dirigir palabra alguna.
—Chau, ¿no? —Escuchó decir a Iván.
—Chau —contestó en un susurro.
Dejó sus pertenencias en la entrada de su habitación, buscó la cama y cayó en las sábanas del hotel. Miró al techo por varios minutos, tratando de calmar su corazón, pero era imposible.
"¡Esos ojos, esos ojos!" se decía, una y otra vez. Pensó en todo lo que había pasado aquél día y cada tontería que había respondido al baterista. "Si al menos fuera tan segura de mi misma como la elfa", luego notó que su respiración se iba normalizando y, poco a poco, los nervios se fueron disipando.
Una pequeña lágrima brotó de ella, acariciando su mejilla y sintiendo cómo la felicidad invadía su cuerpo. Por primera vez, comprendía todo lo que Besaida sentía por Alvian. Era maravilloso.
El sonido de su celular la hizo reaccionar, pensó en Camila, pero se extrañó cuando vio el número desconocido del mensaje.
"Descansa, chica. Mañana será un largo día."
Milagros abrió muchísimo los ojos y de sus labios, un pequeño gemido. Se levantó de la cama, dando unos pequeños saltos alrededor del cuarto, abrazando aquél celular. Volvió a recostarse en la cama y se echó a llorar, sin control, de felicidad.
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