10. ¿Sí, buenas?
El salón de La Bruja tenía un papel pegado en la puerta: "Cerrado por mantenimiento. Clases en el 1601". Mariana bajó las escaleras, muy despacio, disfrutando de una canción en sus oídos mientras terminaba de comer un pan con queso fresco que su mamá había colocado en su morral. "Mamá lo sabe todo", pensó, ¿cómo sabía que me levantaría tarde para desayunar? Pero lo que no sabía mamá era que la combi asesina de La Orión correría lo suficiente para hacer que Mariana llegara muy temprano. Entró al salón sabiendo que ya encontraría a Giancarlo ahí, estudiando o avanzando algún curso.
—¿Es en serio? ¿Vives aquí o algo así?
Giancarlo alzó la cabeza, dio una sonrisa amplia a su amiga y dijo en voz muy alta:
—¡¿Sí, buenas?!
—¿Sí, buenas? -contestó ella, riéndose y tratando de no atragantarse con su último pedazo de pan.
—¿Sí, bue-nas? —volvió a decir él, enfatizando cada sílaba en esa frase. Aquél saludo era un clásico en el tan unido grupo de amigos. Era el tono entre ironía y complicidad lo que lo hacía perfecto, casi diciendo: "¿Qué demonios quieres?" Sin necesidad de ofender a nadie.
A diferencia del salón usual de La Bruja, en el que todos se sentaban en dos mesas largas, una detrás de la otra, el nuevo salón contaba con varios pupitres y Mariana se sentó detrás de Gianca. El particular rostro bonachón del muchacho hacía honor a su personalidad. Si algo podía decirse del grupo era que cada uno tenía algo único que aportar, en el caso de Giancarlo, era su bondad y amabilidad.
—¿Qué haces? —preguntó la chica, mientras se quitaba los audífonos y él volteaba a verla.
—Propagación de ondas.
—¡Iugh! Yo lo veo el próximo ciclo todavía.
—Es una cagada, en serio. No puedo con un tema y el jueves tengo examen.
—Sorry. No sé nada. Bu.
De pronto, los dos voltearon al escuchar la puerta abrirse. Rafael entraba al salón, sorprendido de ver alumnos ya dentro.
—Buenos días —dijo en un tono serio, pero simpático.
—Buenos días —contestaron a una sola voz y Gianca giró hacia su sitio, zambulléndose otra vez en su curso.
Mariana volvió a colocarse los audífonos y revisó el celular. En el grupo del WhatsApp habían un par de memes de "Buenos días, ya me levanté a joder" y "Ahorita no, joven"
"Todos debían estar de camino", pensó. Mandó un mensaje de advertencia, diciendo que Rafael ya había llegado al salón. Entonces, unas pisadas muy familiares para ella sonaron cerca a la puerta.
—¡¿Sí, bue-nas?! —gritó "Chino", mientras entraba al aula, viendo a Gianca y Mariana juntos. Los dos abrieron muy grande los ojos, haciendo la señal de que Rafael estaba ahí. Al parecer, la advertencia llegó muy tarde para él.
—Ah, chumas. Sorry —dijo Felipe y se acercó a darle la mano al profesor. Fue un saludo bastante formal, pero notaba cierta proximidad entre ambos.
Felipe fue hasta Giancarlo y le dijo:
—Gordo, ¿qué haces?
—Nada, mi querido Krillin. Tengo examen de PO el jueves y no entiendo esto. Ya fue creo.
Los dos siguieron conversando, pero Mariana logró notar algo detrás de ellos, Rafael estaba mirándolos fijamente, como tratando de decirles algo. Al sentir la mirada de ella, él le regalo una sonrisa coqueta de medio lado y Mari bajó a ver su celular de nuevo. Un flujo de sangre, imposible de ocultar, corrió por sus mejillas y trató de concentrarse en la canción en sus oídos. Pero, coqueta como era ella, volvió a mirarlo y se encontró con sus grandes y tristes ojos que aún le sonreían tratando de ganar en picardía. Mariana no duró más de tres segundos, perdió aquella batalla y volvió la mirada al suelo, ocultando su acostumbrada mordida de labios.
Quince minutos después, el salón estaba casi lleno, solo faltaba Luis.
—Gordo, ¿Qué tanto estudias? Ya fue —dijo Jaime a Gianca.
—No, huevón, tengo que repasar. No puedo jalar.
—¡Ya, déjenlo! —y con eso, Mari los ahuyentó a todos. El grupo sabía que Giancarlo necesitaba pasar con buen promedio ese curso o si no le quitarían la beca.
Rafael se levantó de su escritorio justo cuando Luis entraba al salón. Todos empezaron a sentarse y Jaime y Chino le regalaron una palmada en la espalda a Gianca. "Hombres", pensó Mari, "esa forma tan básica y a la vez, tan especial de decirse un aprecio". Gabriela le regaló tres chocolates en forma de lentejas y él se los comió en un solo bocado.
De repente, justo en el instante en el que Rafael iba a iniciar la clase, Mariana sintió los dedos de Chino, haciéndole cosquillas, por detrás, agarrando sus rollos en el abdomen. No pudo evitarlo, como nunca lo hacía, y soltó un grito, combinado con una carcajada, mientras se desparramaba de risa en su sitio, haciendo más ruido aún.
Todo el salón volteó a verlos y un "Shuuuu" de silencio se oyó repetido en varias voces. A Mariana le costó un instante darse cuenta de lo sucedido: No solo había sido víctima de los acostumbrados ataques de cosquillas de Chino, frente a todos, sino que acababa de interrumpir de forma estruendosa a Rafael. Justo a Rafael. Tomó valor y levantó el rostro, mientras trataba de acomodarse en su asiento otra vez.
—¿Todo bien, señorita Ramírez? —preguntó el reemplazo con una sonrisa en el rostro.
Mariana, con la mejilla ardiendo y el pecho aún agitado, se sentó correctamente y dijo:
—Sí. Todo bien. Disculpe.
Levantó su cuaderno y lapiceros del suelo y escuchó decir a Chino, detrás de ella.
—Shu... Gordita, ¿tienes que ser tan escandalosa?
Mariana giró la cabeza lo suficiente para que su mejor amigo notara la mirada fulminante y el fuego creciente en sus ojos. Gabriela empezó a negar con la cabeza y Jaime soltó una risa silenciosa. "Suficiente acción por el día de hoy", pensó ella.
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