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Capítulo 2

Leliel estaba furiosa al salir de aquel castillo y ver la tristeza en el rostro de su hermana, aferrada firmemente a las garras de aquel Elohim. No podía creer que su padre hubiera llegado a aceptar ese acuerdo para ponerle fin a la guerra. Entregar a su hija menor en matrimonio con el líder de los Elohim había sido lo que habían acordado. Pero su padre había sido el que había acordado eso, no ella.

Como una de las pocas guerreras Ishim, no iba a permitir que su hermana pasara más del tiempo necesario junto a ese Elohim. Nadie le haría daño a su pequeña hermana. Si quería hacer algo, tendría que empezar a planear todo desde ese momento, porque ahora no tendría mucho contacto con su hermana. El acuerdo también les impedía mantener contacto con ella hasta no haber pasado por lo menos tres meses después del matrimonio: periodo de prueba para demostrar que su acuerdo era respetado. Ella también tomaría ese tiempo para ver si respetaba a su hermana y encontraba otra forma de mantener la paz para poder recuperarla.

Eleleth siguió a Azrael por los pasillos del castillo en completo silencio. No había nadie en los alrededores, pero Eleleth podía sentir que en cualquier momento alguien saldría de algún rincón. La oscuridad y negrura de las paredes se la tragaban con cada paso que daba. El repiqueteo de sus zapatos hacía eco en el techo. Y, a pesar de que el caos hacía poco se estaba desatando a las afueras de aquel lugar, el castillo estaba impoluto, con cada artefacto en su lugar, sin rastro de la guerra.

Azrael se detuvo, abrió una puerta y la invitó a pasar.

—Esta será tu habitación.

Eleleth entró en la habitación. Tenía mucha luz y flores desperdigadas por todas partes, completamente diferente a lo que había afuera. Se sorprendió al ver los detalles del cuarto. Una cama, un ropero, un neceser y una serie de sillones, todo en color verde claro. Eleleth sintió que había viajado a otro mundo en el instante en el que entró por esa puerta.

Eleleth se giró para agradecerle.

—Gra...

No pudo terminar de hablar porque él ya había salido de la habitación.

Eleleth esperó a que fuera a verla en la noche, pero nunca llegó. Ni a la mañana siguiente, ni en la tarde, ni cuando volvió a anochecer. No habían tenido contacto de ningún tipo; ni siquiera se habían besado durante la ceremonia de matrimonio. En realidad, ella no había tenido contacto con nadie. Estaba completamente sola.

Eleleth tenía permitido pasear por todo el castillo. No era una prisionera, así que podía ir a donde fuera y cuando así lo quisiera; sin embargo, habían pasado un par de semanas y en todo ese tiempo ella nunca vio o le dirigió la palabra a Azrael. Ni una sola vez.

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