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16.

"Mina, ¿qué harías si pudiéramos irnos de aquí?"

La japonesa levantó la vista de su bandeja de comida. Nayeon la miraba reservada y juiciosa, a la espera de una respuesta. Masticó lentamente y tragó con ayuda de un vaso plástico de agua.

"No he pensado en eso." Respondió antes de pinchar un trozo más de pollo y echárselo a la boca. Nayeon sonrío.

"¿De verdad? Yo sí lo he pensado."

Mina le dio una mirada rápida. Un ligero brillo en sus ojos la delató, así como la curvatura de las esquinas de su boca que formaban a su paso aquellos hermosos hoyuelos que derretían a Nayeon.

"Bah. No me extraña, con tu vena maricona... Seguro que ya tienes todo un plan, ¿me equivoco?"

"No. No te equivocas. De hecho, hay ciertos aspectos que estaría complacida de discutir."

Mina rodó los ojos. Acostumbrada a las excentricidades de su conejita, le hizo un gesto con la mano para que se animara a continuar. Nayeon cepilló su labio inferior con los dientes, sus mejillas ruborizadas delatándola.

"Venga. Lánzalo."

"No pienso ser la única que haga limpieza."

"... Nayeon."

"No me importa, Mina. Trabajo de equipo o nada y terminamos viviendo en la mierda."

"¡Pero si la limpieza se me da fatal! Olvídalo, vivimos en la mierda entonces".

Nayeon enarcó ambas cejas y apretó los labios.

"Bien, quizá podría ayudar de vez en cuando."

"Comidas familiares una vez al mes."

"No me jodas."

"¡Mi familia es encantadora!"

"Conejita... Prefiero meter los dedos en un sartén con aceite hirviendo que participar en tus comidas familiares."

"... Eres odiosa". Soltó un suspiro y se llevó una cucharada de puré de patatas a la boca. Masticó lentamente, pensando en su siguiente propuesta. "Tú te encargarás del desayuno y yo de la cena. Seguro y me toca almorzar en el hospital, así que nada."

"Hm. Si eres una puta holgazana, qué desayuno vas a preparar tú."

"Por lo mismo, Mina. Lo preparas tú y no puede contener ni carne, ni frituras o mierdas de alto valor calórico. Idealmente ligero y sustancioso."

"¡Que te follen!" El rostro de pánico de Mina era casi gracioso. Labios entreabiertos y cejas profundamente fruncidas formando un pliegue al medio de ambas.

"¡Mina!"

"¿Pero qué mariconería me estás diciendo? ¿Quieres alguna mierda de esas que pasan en los comerciales?" Nayeon se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa en sus labios. "¿Cereales con fruta y leche, un muffin recién horneado y un vaso de jugo de naranjas?"

"Eso suena bien."

"Y un demonio. Comeremos costillas, patatas fritas... Hamburguesas con barbacoa y café negro". Contó con sus dedos todos los alimentos que pretendía desayunar cada día de su vida si lograban salir de ahí. Ambas disfrutando aquella mentira idílica.

"No pienso desayunar eso."

"Entonces te cagas de puta hambre. Jodida malagradecida... Más encima te cocino y todo."

La irritación en la voz de Mina era tal, que Nayeon tuvo que aguantar las ganas de romper en una carcajada. No hablaron luego de eso, cada una continuó su comida en silencio, con la coreana mirando a través de sus pestañas a Mina, con la cabeza gacha y sus labios sutilmente torcidos.

"Y yo escogeré las películas que veremos antes de dormir."

"¡Vete a la mierda, maldita dictadora! ¿Pero qué...? ¿Sabes que te puedo denunciar por esto?"

"Dios, amas exagerar las cosas. Eres peor que mi mamá."

"¡¿Me estás diciendo amariconada, pedazo de mamona sarnosa?!"

"No."

"¡Y ahora me dices mentirosa!" Se colocó de pie, con el rostro rojo de rabia.

La bandeja con comida a medio terminar fue dejada sobre la vieja mesa. Mina ya no tenía apetito, sus ganas de golpear algo o alguien eran por mucho, superiores. Buscó sus guantes de entrenamiento ante la mirada silenciosa y levemente arrepentida de Nayeon. Sabía cuan fácil era hacer enojar a su dueña.

"...Mina."

"Cállate, Nayeon. Ya me aburrió esta mierda."

La castaña también dejó su bandeja de lado y se colocó de pie. Quedando a escasos centímetros de la espalda de Mina, la abrazó por la cintura. Su dueña gruñó, intentando que Nayeon la soltara para poder colocar su top de boxeo y comenzar a botar tensiones. Nayeon mordió con suavidad la espalda de Mina.

"Y seguramente pelearemos mucho, quizá todos los días. Justo como ahora." Prosiguió, notando como el cuerpo de Mina se tensaba. Apoyó su frente en la espalda delicada y esbelta de la japonesa, respirando ese aroma tan familiar que amaba. "Y yo lloraré porque quizá soy un poquito sensible."

"Ya... Sensible se llama ahora. Conejita maricona."

"Y tú sabrás que la has cagado cuando me encierre en el baño y te grite que no quiero verte. Entonces, harás lo que siempre haces cuando te pasas de bruta y conseguirás algo que seguramente me derretirá el corazón y que hará que te perdone de inmediato."

"Luego te llevo a la cama y reclamo mi recompensa, atándote a la cama y follándote hasta que te desmayes."

"Y me despertaré a mitad de la noche para decirte que, a pesar de las peleas y todo, soy increíblemente feliz contigo."

"Porque eres una guarra masoquista y sabes que eso hará que me caliente. Entonces te follo nuevamente". Mina consiguió que Nayeon la soltara. Giró sobre su eje y quedó frente a su conejita que sonreía con los costados de sus ojitos en forma de medias lunas, hermosa. "Creo que podría acostumbrarme a ello."

"Creo que podríamos comenzar a practicar desde ahora."

Nayeon se colocó de puntitas y con sus labios estirados, buscó un beso suave. Mina no demoró en dárselo, rodeando a la coreana con sus manos para que esta tomara impulso y se anclara a ella, rodeándole con sus piernas a la altura de las caderas.

"¿La parte donde te ato a la cama?"

Sus mejillas estaban rojas cual bermellón. Sus dedos, entrelazados tras la nuca de Mina, increíblemente fríos.

"La parte donde soy increíblemente feliz por estar contigo."

"Conejita coqueta. No tienes idea de lo que estás haciéndome."

Una patada directa en su pierna lastimada la llevó al suelo. Todo el cuerpo le pesaba. Se sentía acalambrada en distintas partes, impidiéndole realizar movimientos tanto de ataque como de defensa. ¿Cuántas bastardas iban? ¿Tres o cuatro? No podía pensar con lucidez.

-¡¿Eso es todo lo que tienes, emperadora?! -Gritó su oponente con una sonrisa pérfida en los labios.

Mina quiso burlarse de ella, gritarle en la cara que la única razón por la cual no podía golpearla era porque tenía dos malditas balas clavadas en el muslo y una paliza de fierros encima. ¡Qué va! Las excusas eran para las débiles. El réferi hizo sonar el silbato, indicando que debían volver a sus respectivas esquinas. Mina sacudió la cabeza, intentando que las múltiples formas tridimensionales dejaran de dar vueltas a su alrededor. Escupiendo la sangre de su boca, se colocó de pie. Su pierna lastimada estaba empapada en sangre, aun cuando había conseguido vendarla para evitar una hemorragia.

¿Cuántas peleadoras más serían? Por la sonrisa en el rostro de Mark supo que faltaban al menos seis o siete. Cojeando, llegó hasta su esquina donde Seulgi, una de sus mujeres, le tendió una toalla húmeda y le entregó una botella de agua. Tzuyu observaba en silencio, agotada de su propia pelea. Había sido la primera de la noche y la había hecho durar lo suficiente para darle tiempo a Mina de tomar un descanso y prepararse. Incluso armó una trifulca que le hizo ganar unos cuantos golpes de las guardias para que se calmara. Cualquier segundo ganado contaba.

Muchas querían ver caer a Mina, así mismo... muchas más, no. La emperadora mantenía un equilibrio en Camp Alderson, dejaba que cada quien se valiera por su propio peso y masacraba a aquellas que intentaban desestabilizar el orden natural. Quienes traficaban, sabían que Mina no llegaría a quitarles el dinero. Quienes se sustentaban haciendo intercambio, sabían que Mina no llegaría a apropiarse de sus cosas. No las defendería, pero daba el ejemplo al no hacerlo y eso era más que suficiente en aquel infierno.

-Ya la tienes cansada, Mina.

La emperadora asintió, enjuagándose la boca y calmando la sed en su cuerpo debido a la deshidratación. Estaba alargando las peleas lo máximo posible para ganar tiempo. El trato era resistir hasta el alba y mientras menos peleadoras enfrentara en ese lapso, más posibilidades tenía de salir victoriosa.

-Me ha dislocado un hombro. Ponlo en su lugar -Le indicó a Sunmi, una anciana a la que Mina le tenía cierto respeto por saber más de quiropráctica que cualquier médico de todo Camp Alderson. Nunca le preguntó cómo había aprendido o por qué estaba ahí; no le importaba. Inclinó la cabeza hacia atrás y molió sus dientes al sentir las manos de la anciana presionarse en su hombro lastimado. Ahogó un gutural rugido de dolor cuando la extremidad fue colocada en su debido lugar.

-Intenta que no vuelva a dislocarlo o tendrás problemas a futuro, niña. -Recriminó la anciana dándole un guantazo en la cabeza a Mina.

-¿Cuánto tiempo llevo con esta?

-Vas para la hora dentro de poco.

Mina asintió. Ya iba siendo hora de terminarla y pasar a la siguiente.

-¿Qué hora es?

-Pasa de la una de la madrugada. -Respondió Seulgi.

Cuatro horas más. Mina cerró los ojos, buscando en los recovecos de sus recuerdos algo que sirviera para poder masacrar a la mujer frente a ella que sonreía ya sintiéndose la nueva campeona. Una pierna inutilizable y un hombro en riesgo... No era tan malo.

-Tzuyu. -Su amiga se colocó a su lado-. Cuando esta pelea termine, quiero que vayas a ver a Nayeon y te asegures de que esté bien.

Mina sabía que Sana estaba haciéndole compañía a la coreana y que a diferencia de su conejita, la loca rubia no dudaría en atravesarle los ojos a quien intentara dañarlas. Ya la había visto defenderse anteriormente, cuando la excéntrica rubia llegó a Camp Alderson y quizá por eso le había gustado tanto a Tzuyu.

El réferi se paró al medio del ring, indicándoles que debían volver a la contienda. Mina se colocó el protector bucal y golpeó ligeramente la espalda de Seulgi, quien le había cambiado la venda de la pierna por una nueva; más apretada y que detenía el sangrado. Se sentía mareada, la pérdida de sangre y los golpes comenzaban a afectar su movilidad en demasía. Iba tener que vencerla en el suelo para evitar perder el equilibrio y fallar.

-¿Lista para perder el título de invicta?

Mina ladeó una sonrisa y relamió su labio inferior.

-Puedes repetirme esta pregunta en unos cincuenta años. Si es que te permito seguir con vida.

Mina fue la primera en lanzar un golpe. Su mano estirada, simulando una espada, se movió con una presteza magistral hasta la tráquea de su oponente, donde propinó un golpe horizontal que la dejó sin aire unos segundos. Fue todo lo que Mina necesitó, bloqueando el dolor de su cuerpo y tomando el impulso necesario, lanzó una patada de costado directa al cráneo de la mujer. Debía aturdirla. Su oponente retrocedió un total de tres pasos, Mina los contó. Aplanando sus talones sobre el ring, dio un salto que le permitió agarrar la cabeza de la mujer y someterla entre sus piernas, ahorcándola con sus rodillas. Recibió golpes en las costillas y uno en la boca por parte de la mujer que intentó defenderse, pero era demasiado tarde. Mina dejó caer su espalda hacia atrás y apoyándose en las palmas de sus manos, estando de cabeza, aplicó una llave de lucha oriental. Su oponente cayó al suelo, justo como Mina necesitaba.

Las fuerzas se le agotaban. Debía terminar con eso rápido o comenzaría a cometer errores y dejar flancos expuestos. Encontró el brazo de la mujer que iba directamente hacia su rostro y lo atajó antes de que le pudiera asestar un golpe. Tomó el brazo con fuerza y lo colocó sobre su hombro, quebrando la estructura ósea de su oponente cuando tiró de ella con pujanza hacia abajo. El grito de dolor llenó el Under, así como los rugidos de las convictas. Mina sonrió, a sabiendas de que esa batalla ya estaba ganada. En su dolor, la contrincante de Mina no vio cuando esta fue por su pierna. Un nuevo crujir tronó en los oídos de Mina. La emperadora se colocó de pie, jadeando y sacudiendo su cabeza debido al mareo. Su contrincante se encontraba en el suelo, retorciéndose de dolor por sus extremidades rotas. Mina levantó un brazo y se giró en dirección a Mark, quien sonreía a su vez.

-¡¿Es todo lo que tienen?! -Rugió con la sangre salpicando de su boca. Todo el Under guardó silencio-. ¡Este, es... mi reino!

Su grito alzó al público. No eran humanas, eran bestias clamando por su reina. Por la líder innata de su manada, sin juicio ni lucidez. Gritando y vitoreando a la eterna campeona. Mina volvió a su esquina. Fingiendo no sentir dolor alguno, aún cuando todo su cuerpo se encontraba acalambrado y extenuado. No estaba segura de soportar las horas restantes.

-¿Tzuyu? -Preguntó en un jadeo agotado.

-Fue a ver a Nayeon.

Mina cerró los ojos. Tomando un descanso para aclarar su cabeza antes de que llegara su nueva oponente.

-Bebe esto con agua. -Sunmi le tendió un puñado de tabletas.

-¿Qué son?

-Analgésicos. Solo tómalos o me arrepentiré de dártelos.

Mina no demoró en llevárselos a la boca. Luego le pagaría a la vieja por ellas. Seguramente le costaría un ojo de la cara, aun cuando no tenía ni puta idea de que eran. Sunmi le extendió una botella con agua, sutilmente salada.

-¿Qué mierda? -Dijo Mina al sentir el sabor salado en sus papilas gustativas.

-Suero oral casero. Te ayudará a rehidratarte. -Mina gruñó, pero bebió el resto.

Vio al réferi nuevamente sobre el ring, sosteniendo el micrófono para presentar a la nueva peleadora. Mina se pasó una toalla húmeda por el rostro para limpiar la sangre aún fresca que había en ella mientras escuchaba la burda presentación de su retadora. Una mujer gigante, subió al ring. Sunmi chasqueó con la lengua y le dio unas palmadas al hombro de Mina antes de bajar del cuadrilátero. La japonesa se colocó de pie, sujetándose de las gruesas cuerdas. Su ritmo cardiaco era lento y acompasado. Sus manos se sentían tullidas, demasiado frías. La pérdida de sangre la había debilitado. Una nueva pelea comenzó. La gigante lanzó un gancho directo a su quijada, haciéndola caer de bruces al suelo. Tenía demasiada fuerza y Mina estaba demasiada débil. Un jalón en su cabello la obligó a colocarse de pie, con sus ojos entornados mirando a su oponente, quien hacía retroceder su puño para lanzar un nuevo golpe. Mina alzó su pierna, propinándole un rodillazo que logró salvarla de ese segundo golpe. Se apresuró a tomar la cabeza de la contraria y llevando un puño hacia atrás, tomó impulso para darle un grotesco golpe en la nariz. El crujir del tabique nasal de su oponente le indicó que lo había conseguido. Sin embargo, un puño se hundió en su diafragma, dejándola sin aire. Luego perdió la visión de un ojo tras un golpe certero en este. Cayó al suelo y se removió para esquivar la patada de la gigante en su cabeza, pero le fue imposible. No tenía más fuerzas.

-¡Levanta tu culo, hija de perra!

Escuchó la voz de Tzuyu al mismo tiempo que su adversaria la levantaba para molerla a golpes. Mina buscó por el rabillo del ojo donde estaba Tzuyu. Nuevamente, fue acorralada por unos ojos cafés. Gritó de dolor cuando la mujer golpeó su hombro resentido y su pierna lesionada. No pudo continuar con su vista en aquella conejita que la observaba llorosa desde el público. Reiterados puños en su abdomen la hicieron encogerse y caer de rodillas. Pensó que todo había terminado.

-¡Sácala de aquí! -Gritó en dirección a Tzuyu. Salpicando sangre por la boca y con la visión de un puro ojo.

La coreana comenzó a abrirse paso hacia ella, empujando y lanzando patadas cuando Tzuyu la detuvo. Oh Nayeon, tan caprichosa como siempre.

-¡Mina! ¡Mina, levántate! -¿Cómo se suponía que hiciera eso?- ¡Tienes que levantarte o dejaré que todo Camp Alderson me folle, escuchaste!

Mina quiso gritarle que azotaría su culo por eso, pero una mano se apretó en su garganta, levantándola del suelo y dejándola en el aire. Llevó sus manos al grotesco brazo de la mujer frente a ella, a la gigante que sonreía mostrando sus putrefactos dientes. Se quedaba sin aire. Nayeon estaba viéndolo todo y eso era más doloroso que cualquier golpe. Apretó sus piernas a las caderas de su contrincante, pero no la pudo tumbar. No tenía fuerzas...

-¡No! ¡No te atrevas a dejarme!

Debería dar gracias, puesto que la voz de Nayeon era la única que escuchaba. Su castaña amante llegó hasta el ring, sus temblorosas manos se sujetaban a las cuerdas en un intento desesperado por subir al ring para lanzarse sobre la gigante que estaba llevándose la vida de Mina. Tzuyu la sostenía, gritándole que se calmara o las guardias le llenarían el pecho de plomo a balazos. A Nayeon no le importaba, sus ojos estaban embravecidos y fijos en Mina.

-¡Eres una maldita mentirosa, Myoui Mina! ¡Te odio! ¡Te odio!

La risa de la gigante sobre su oído evitó que perdiera el conocimiento. Su contrincante la apretaba con tanta fuerza que sentía sus vértebras cervicales cediendo lentamente.

-¿Esa es tu puta? -Preguntó lamiendo la mejilla de Mina con su lengua-. Cuando sea coronada como nueva emperadora, la haré mía.

Mina escupió sangre cuando la mujer le enterró la rodilla en una patada bestial.

-¡No! ¡Suéltala, maldita! -Nayeon se removía, rasguñando a Tzuyu y Sana, quienes intentaban contenerla-. ¡Voy a matarte! ¡Juro que voy a matarte! ¡Mina!

-¿Escuchas cómo grita por ti? Seguramente grita igual en la cama. Voy disfrutarla, joder cada parte de su cuerpo y luego romper sus huesos mientras ruega piedad.

-¡Por favor no me dejes! ¡Mi dueña, no me dejes! -Mina abrió sus ojos, inyectados en sangre-. ¡Suelta a Mina, te lo ruego! ¡Suéltala!

Los gritos de Nayeon se enterraban como cuchillos en su cuerpo. Dolían más que cualquier golpe. La mirada de su contrincante estaba fija en su conejita mientras se relamía los labios, riéndose jactanciosamente. Mina sintió un torrente de ira acumularse en su pecho. Y es que había cuidado a Nayeon con tanto esmero. Lastimándola demasiado en el proceso, aprendiendo cada día cuan frágil era esa pequeña conejita que siempre buscaba alguna excusa para besar sus labios y luego escapar con una sonrisa tímida. Nayeon era lo mejor que había en Mina.

Un gutural rugido emanó bestialmente de la garganta de Mina. Su puño se cerró y fue a parar directamente en la rota nariz de su contrincante nuevamente. Cuatro segundos y la mujer la soltó. Mina aprovechó la oportunidad y se abalanzó sobre ella. Abrió su boca y llevó sus dientes directamente a la garganta de la mujer, rompiendo la piel y desgarrándole la carne. La gigante intentó sacarse a Mina de encima, pero le fue imposible. La sangre comenzó a brotar de la yugular de la gigante y Mina se apartó, usando los restos de fuerza que habían aparecido en ella para tomar a la mujer por el cráneo y pegarla a su pecho al mismo tiempo que sus brazos la envolvían. Oprimió con fuerza, y con un último bramido escapando de su garganta, le quebró el cuello a su contrincante. El Under nunca volvería a ser el mismo después de eso. Un hombre llegado de la nada comenzó a aplaudir, haciendo que Mina levantara vista y le diera su atención, igual que el resto.

-¡Bravo! ¡Bravísimo! -Sus aplausos martillaban en los oídos de Mina.

Vestía un traje militar, escoltado por militares armados y de grandes cuerpos. Mark se colocó de pie, con su rostro pálido.

-Se-señor...

-¡Esto ha sido maravilloso! -Se abrió de brazos, sonriendo sin dejar de mirar a Mina en ningún momento-. ¡Un espectáculo digno de perpetuar en nuestras memorias!

Mina se colocó de pie, intentando no poner peso en su pierna lesionada. Sentía que en cualquier momento caería al suelo. Sus orbes ónice no se apartaban del bastardo uniformado. Lo conocía, demasiado bien...

-Pero me temo que deberá terminar. O terminaré perdiendo a una gran soldada...

-Miró a Mark y la diversión desapareció de sus ojos-. Y a una hija.

-Co-coronel Myoui. -La voz de Mark tembló.

-Creo que tú y yo teníamos un acuerdo, y no lo estás respetando.

Tzuyu soltó a Nayeon, sin esperar un maldito segundo más, y se subió al ring. En busca de su compañera herida. Nayeon fue tras ella, pisándole los talones.

-Mina. -Solo en ese momento, la emperadora quitó la vista del hombre que se encontraba a poca distancia de ella-. ¿Mina, me escuchas?

Parpadeó, con la imagen de Nayeon distorsionándose frente a sus ojos. ¿Era el puto cielo? No había una Nayeon, sino tres... Los ojos de Mina se cerraron y cayó sobre el pequeño cuerpo de la coreana quien abrió sus brazos para sujetarla. Nayeon respiró profundo, con su labio inferior temblando y sus brazos apretando el cuerpo malherido que pertenecía a su dueña.

-Vamos, debemos llevarla a enfermería. -Susurró Tzuyu.

Seulgi y Sana estaban ahí, a la espera para ayudar en lo que hiciera falta. Nayeon levantó la mirada, sus ojos cafés conectaron con los fríos y secos del hombre uniformado, quien asintió con la cabeza. Nayeon no sabía quién era ese hombre, pero había salvado a Mina y eso era todo lo que le importaba. Daba igual si era bueno, malo... Si era aquello que más odiaba. Sería capaz de besar a la muerte por Mina.

-Vamos a estar bien. -Susurró bajito, cargando junto a Tzuyu el cuerpo desfallecido de Mina. No era consciente de sus propias lágrimas-. Vamos a estar bien, bebé.

Nayeon era una excelente mentirosa.



Nayeon llegó a la unidad médica como cada mañana. Cargaba una bandeja con comida y un jarrón de café. Saludó a la enfermera y médico de turno, quienes le agradecieron porque finalmente llegara. Al parecer cierta paciente no era muy agradable con ellas. Se miró en el reflejo de una ventana y acomodó sus rebeldes cabellos, con una mueca de molestia. ¿Por qué su cabello era tan complicado? Dios, extrañaba tantos sus cremas y shampoo. Saludó a unas cuantas pacientes, todas notoriamente en mal estado y llegó hasta la única camilla que le importaba. Sus ojos se iluminaron al ver a su dueña en ella, leyendo aquel libro que tanto le gustaba; aunque Mina dijera lo contrario.

-¡Al fin! -Exclamó Mina. Cerró el libro y lo dejó a un lado, irguiéndose con lentitud para quedar sentada en la camilla-. ¿Por qué te has demorado tanto, puta insensata?

Nayeon rodó los ojos y dejó la bandeja con comida delante de Mina.

-Porque yo también tenía que comer.

-Oh, excelente. Y que tu dueña se muera de hambre. Serás hija de puta. -Mina tomó una hogaza de pan y se la llevó a la boca. Nayeon se sentó a su lado, permaneciendo en silencio mientras la veía devorar los alimentos como una moribunda muerta de hambre.

Había tantas cosas que quería preguntarle a Mina, pero sabía que no obtendría respuesta alguna. Decir que eso no le molestaba sería mentir, sin embargo, no quería pelear con ella de momento. ¡Que casi se le murió la dueña! No iba a jugársela y terminar con una Mina molesta. Tenía sus métodos para obtener lo que quería de su dueña, solo era cosa de tiempo.

-¿Y? -Preguntó Mina dándole un sorbo a su café.

-¿Y qué?

-¿Cómo qué... y qué? -Nayeon se encogió de hombros. Con un amago de confusión a las palabras de Mina. La emperadora andaba con un humor algo susceptible y todo lo que le decían tendía a cabrearla. En pocas palabras, se estaba comportando como una gilipollas-. Que me cuentes que has hecho. Seguro aprovechas que no estoy para andar de puta suelta.

-... Mina.

-¡¿Qué?! ¿Vas a enojarte ahora? Adelante. Venga... Desquítate conmigo porque no puedo defenderme... ¡Por supuesto! Como la mamona amariconada está hospitalizada, démosle por el culo, ¿no?

Nayeon se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

-¿De qué estás hablando ahora?

-¡De nada! Joder... Ahora ni hablar puedo.

En ese momento la coreana no aguantó más y rompió en una estridente carcajada. Amaba aquel lado irracional y tonto de Mina. Bah, amaba todos los lados de Mina y es que de cuerda ya no le quedaba nada.

-Eres... -Se limpió las lágrimas de risa que caían por sus ojos-. De lo que no hay.

-Ya...

-¿Estás enojada?

-¡No, por supuesto que no! Mi novia se la monta en mi cara como si yo fuera una puta payas... -Mina detuvo sus palabras en ese instante. Tragó grueso y le dio un sorbo a su café-. Q-que mi co-coneja... Se burla y...

El corazón de Nayeon latía furioso en su pecho. Incluso sentía que Mina podía oírlo. Sus manos temblaban y sus mejillas se habían encendido acaloradas. Succionó su labio inferior y respiró una bocanada enorme de aire, llenándose el pecho. Retuvo el aire cuanto pudo, asegurándose de que no estaba soñando.

-Soy tu novia. -Aseguró Nayeon luego de unos cuantos minutos de silencio incómodo.

-No.

-Dijiste que soy tu novia.

-No lo dije, zorra caprichosa... Esas son mariconerías cursis. Tu estilo.

-Pero lo dijiste y ahora soy tu novia.

-¡Vete a la mierda, mamona! -Mina lanzó la bandeja al suelo cuando de un movimiento brusco le dio la espalda a Nayeon. Quedando de costado.

Nayeon bufó y recogió la bandeja. Agradecida de que no hubiera comida desparramada ya que Mina se la había comido toda, al igual que el café. Dejó la superficie plástica sobre una sillita y volvió a subirse en la cama. Quedando con su boca a muy poca distancia de la oreja de Mina. Le dio un lametón al lóbulo de esta.

-¿Recuerdas cuando te dije que lo mío era contagioso? No estaba mintiendo. -Mina bufó.

-Jódete, Nayeon.

-Ya eres mi novia. Ahora solo hace falta que me quieras... ¿Crees que podrás quererme? -Llevó sus dedos a la mejilla expuesta de Mina y comenzó a regalarle pequeñas caricias.

-No. -Gruñó en respuesta.

Y si Nayeon no conociera a Mina, pensaría que estaba avergonzada... Quizá sí lo estaba.

-¿Estás segura?

-Completamente.

-Bueno, puedo vivir con ello porque yo te quiero tanto, que me sobra y puedo cubrir tu parte. -Presionó un suave beso y después otro. Escuchó a Mina ronronear suavemente-. Eso es mucho, ¿sabes?

-¿Cuánto?

-Hmm... -Fingió pensárselo-. Puede cubrir esta vida y unas cuantas más. -Vio como los labios de Mina se estiraban en una sonrisa traicionera.

Nayeon sonrió también, sintiéndose cálida y plena. Daba igual que pasara en el camino, cuantas veces saliera lastimada por querer a Mina, no iba a dejar de hacerlo. No quería dejar de hacerlo.

-Conejita coqueta... Vas a hacer que tenga un puto orgasmo.

-Pues tendrás que encargarte de ello tú sola porque no pienso meterte mano.

Depositó un último beso y se levantó de la camilla, provocando que Mina se volteara, ahora sí notablemente molesta.

-¡¿Cómo qué no?!

-Uhm. Bueno, igual sí... pero, verás. -Nayeon comenzó a jugar tímidamente con sus dedos, bajando la cabeza y mirando inocentemente a Mina-. Es que esas cosas... yo solamente las hago con mi novia.

-¡¿Pero qué dices?! Si ya perdí la cuenta de cuántas veces te he follado. -Mina levantó los brazos, en un gesto de incredulidad genuina-. ¡Si hasta me comes la vagina con la boca, guarra!

Nayeon siseó para que Mina bajara el volumen de su voz, notoriamente avergonzada por lo que escucharan las otras reclusas.

-Deja de ser tan sucia y pervertida.

-Y tú deja de fingir tener moral, cuando sabes que adoras que te parta la vagina; sea tu novia o no.

Nayeon frunció el ceño y se cruzó de brazos, en una actitud altanera ante las palabras de Mina. Iba a hacer que Mina le pidiera noviazgo sí o sí.

-Da igual. Desde ahora no lo hago si no es con mi novia.

-¿Y qué haces aquí entonces? Ve a buscarte una maldita novia y deja de molestarme.

Nayeon iba a objetar cuando un carraspeo la hizo callar. Giró su rostro al igual que Mina y toda su cara perdió color al ver a un hombre que ya conocía, a una nimia distancia. Su vientre se contrajo dolorosamente.

-Hola, Mina -Dijo el hombre con una voz seca y áspera. Ignorando completamente a Nayeon.

La coreana buscó la mirada de su dueña y lo que encontró fueron esos mismos ojos muertos y apagados de la primera vez que la vio.

-Hola... Padre o debería decir... ¿Coronel Myoui?

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