
Capitulo 7
En los últimos años, miles de chicas adolescentes, entre 16 y 18 años, desaparecieron en Italia. La Seguridad Nacional, junto con la policía, llegó a la conclusión de que muchas de ellas se fugaban con sus novios o huían de sus casas debido a los maltratos por parte de sus padres. Mateo The Lucas organizó una rueda de prensa en la que comunicó y explicó los sucesos, así como las circunstancias bajo las cuales desaparecían las chicas. La tasa de desapariciones había aumentado, lamentablemente, un 60% en todo el país.
Todo comenzó aproximadamente hace 29 años, con la desaparición de Alexa Manzzinni, una joven que acababa de terminar el bachillerato. Hija de un drogadicto y una ex-prostituta, su paradero sigue siendo un misterio, y hasta el día de hoy nadie sabe si está viva o muerta.
En cuanto a Jina Sontaro, perteneciente a una de las familias más respetables y prestigiosas de Verenna, fue reportada como desaparecida a los 17 años. Dos semanas después de su desaparición, fue encontrada asesinada y desmembrada a las afueras de Saove. Las fuentes oficiales culparon a Héctor Arqueman, su exnovio, quien días antes le había jurado muerte debido a un intento de asesinato contra su actual pareja, Dickson. Desde temprana edad, Héctor había descubierto que le gustaban los hombres, algo que su padre, un hombre profundamente intolerante con los gays, no aceptaba.
Jina no soportó que Héctor la dejara por Dickson, y en un ataque de ira, lo atropelló brutalmente. Después de estar dos semanas en coma, Jina perdió la vida. Los padres de Jina usaron todas sus influencias para evitar que su hija fuera encarcelada, y además, desaparecieron todas las pruebas que la inculpaban de asesinato en primer grado.
Héctor, al enterarse de que Jina había quedado libre de culpa, juró que la haría pagar públicamente. Tras la muerte de Jina, él fue encarcelado injustamente por un crimen que no cometió. Su padre, dueño de uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de la ciudad, no pudo hacer nada para evitar su condena. Héctor fue sentenciado a cadena perpetua o, peor aún, a la pena de muerte.
Una señora de aproximadamente 80 años fue testigo de cómo un joven tiraba a una chica desde un despeñadero y llamó al 911. La policía vinculó al joven con los asesinatos en una fosa común, donde se encontraron más de 60 cuerpos de chicas desaparecidas durante más de 26 años, incluyendo el asesinato de Jina. Las autoridades argumentaron que, debido a la edad del joven, era imposible que hubiera cometido estos crímenes por sí solo, sugiriendo que alguien más lo había entrenado.
Los padres de Héctor, al enterarse de la situación, lo ayudaron a escapar de la cárcel y del país, dándole una nueva identidad para evitar ser juzgado como un asesino en serie y por su complicidad en los crímenes cometidos.
A raíz de estos eventos, la Dra. Gabriela Gracia, una forense, descubrió que las víctimas habían sido violadas, torturadas, y que en sus cuerpos se encontraban componentes químicos. Sin embargo, lo más perturbador fue lo que la forense descubrió después: Angel Hidalgo, conocido también como Richard Sorrentino, estaba detrás de todos los crímenes. Al enterarse de que su secreto estaba a punto de ser revelado al mundo, Angel desarrolló un nuevo producto químico llamado "Annihilator". Este compuesto desintegraba los cuerpos hasta convertirlos en polvo, eliminando cualquier rastro de los crímenes cometidos.
Por primera vez, las cosas comenzaron a salirse de control. Héctor, cansado de la ineptitud de la policía, subió un video a internet en el que acusaba a Angel de ser el verdadero responsable de los crímenes y de haber matado a sus propios padres. Mientras tanto, Angel llevaba tres semanas bajo vigilancia policial, y los interrogatorios lo estaban agotando. La situación empeoraba a medida que sus recursos económicos se desplomaban y sus ejecutivos se retiraban. En menos de seis meses, su empresa se acercaba a la quiebra.
Héctor ya no podía soportar más la ineptitud de la policía, que lo acusaba injustamente de las muertes, de la desaparición de sus padres y de los crímenes descubiertos por la forense. Las piezas del rompecabezas estaban comenzando a encajar, pero la batalla entre los involucrados apenas comenzaba.
Italia
Siempre, mis abuelos fueron mi única familia. Ellos eran mi todo. Hasta que se murieron.
Aquella noche, acabábamos de salir del teatro después de haber visto mi obra favorita. Todo parecía ir bien, hasta que recibieron una llamada. A lo lejos, podía escuchar cómo discutían después de hablar por teléfono. En menos de dos minutos, estábamos en el auto, y ya se notaba que ambos estaban molestos. Ellos siempre fueron muy cariñosos, especialmente conmigo, y verlos así me inquietaba.
Faltaban pocos minutos para llegar a casa y las voces de mis abuelos aumentaban en intensidad. Todo era por culpa de mis padres, que querían llevarme con ellos, y mi abuelo no estaba de acuerdo.
Mi abuelo aceleró, ignorando las advertencias de mi abuela y mis gritos. Las lágrimas caían por mis mejillas, pero lo único que podía hacer era taparme los oídos para no escuchar la pelea. Sentía cómo el miedo se apoderaba de mí.
De repente, mi abuelo intentó frenar, pero el coche no respondía. Aceleró aún más, frenando frenéticamente, pero nada cambiaba. En ese momento, oí gritar a mi abuela.
—¿Qué pasa? ¡Me estás asustando, detente!
La camioneta no se detenía. Giraba de un lado a otro sin control, hasta que finalmente, el coche se detuvo bajo el semáforo. Unos segundos después, vi el brillo de un camión acercándose, y antes de que pudiera entender lo que estaba sucediendo, mi abuelo gritó:
—¡Cuidadooooo...!
Sintiéndome atrapada, cerré los ojos, con el miedo inundándome.
Cuando dejé de sentir las vueltas, abrí los ojos lentamente. Mi cabeza sangraba, pero aún tenía el cinturón de seguridad. Entonces, miré a mi alrededor y vi fuego. El coche estaba volcado y todo estaba al revés. Mi abuela estaba atravesada por un palo, y mi abuelo tenía sangre saliendo de su boca. Todo lo que podía escuchar era el eco de la voz de Williams.
—¡Sr. y Sra. Mia!
Williams intentaba sacar a mi abuelo, pero sus pies estaban atrapados. Mi abuela parecía estar muerta. Todo era un caos y no entendía cómo podía estar ocurriendo.
—Saca a Mia de aquí.—dijo mi abuelo con la voz quebrada. "No hay nada que puedas hacer por nosotros, gracias por todo lo que has hecho durante todos estos años. Tenemos poco tiempo, mi último deseo es morir junto a mi amada. Solo salva a Mia, no olvides que te amamos..."
Su voz se apagaba con cada segundo, y el miedo me invadía más y más.
En un parpadeo, Williams me sacó de la camioneta. A pesar de mis súplicas y de mi desesperación, no me soltaba. Entonces, algo sucedió: la camioneta explotó, lanzándonos al suelo. No pude hacer nada por mis abuelos. Mis gritos de dolor resonaron en el lugar, llenando todo el vacío que sentía en mi interior. Solo quería estar con ellos. Ya no quedaba nada para mí. Las últimas palabras de mi abuelo retumbaban en mi cabeza: "No olvides que te amamos..."
De repente, todo se volvió una neblina.
Cuando desperté, me encontraba desorientada. Junto a mí, Williams tenía una expresión triste. Las lágrimas caían de mis ojos sin poder evitarlo. No podía decir nada, solo sentía el impacto del dolor. Traté de levantarme, pero no tenía fuerzas. Salí corriendo, sin rumbo, hasta que llegué a un ascensor. Al abrirse, me encontré con un montón de periodistas. Estaban cubriendo el accidente, publicando en vivo todo sobre mis abuelos. Pero lo peor vino cuando vi a los forenses entrar con los cadáveres de mis abuelos y los reporteros fotografiando todo. Mi padre estaba detrás de ellos.
Al verlo, mis piernas me fallaron y caí al suelo. Mi padre me levantó sin decir palabra alguna y me llevó hacia la morgue.
—Retírense—les ordenó a las enfermeras con desprecio. Ellas se fueron corriendo, dejándonos a solas.
Yo retrocedí instintivamente, pero él derribó todo a su paso. Su ira era palpable, y quería destruir todo lo que se interpusiera en su camino. Fue en ese momento cuando mi madre llegó y logró calmarlo. Siempre me pregunté por qué no me querían, pero esa pregunta quedó respondida tras el accidente.
—Usted no me quiere...
—Nuestro único error fue tenerte. Debimos haberte abortado cuando pudimos. ¿Sabes? Solo eres una desgracia hija. Debimos haberte dejado en el olvido—dijo, empujándome. Luego, descubrió los cuerpos calcinados de mis abuelos. —La única responsable de esto eres tú. Tú mataste a mis padres. ¡Tú eres la culpable! Quien debería estar ahí eres "tú", no ellos, solo porque querías ir a una maldita obra.
Dos segundos después, salió de la sala, llevándosela con él.
Durante esos cinco años viviendo con mis padres, nunca me mostraron afecto. Pensé que algún día cambiarían, pero cada vez que tenía pesadillas, me mandaban a mi cuarto o me ignoraban. Mis hermanos, Lían y Lia, siempre recibieron su atención. Cumpleaños, eventos, salidas, regalos. Todo era para ellos, y yo era invisible. Mis cumpleaños los celebraban los empleados de la casa. Ni siquiera una palabra de felicitación por mis logros.
Lo que jamás les perdonaré será haber preferido salvar a la hija del presidente antes que a mí, por el simple hecho de... Ese día todo quedó claro.
"Los crímenes no se olvidan ni se dejan pasar sin consecuencias."
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