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capitulo 6

Al despertar, me sentía como si no valiera nada, como un objeto barato, sin que el dolor disminuyera.

Al mirar a mi alrededor, me di cuenta de que no estaba en el cuarto en el que había estado antes. Ahora estaba en una sala de medicina con un olor insoportable a medicamentos.

—Insoportable.

Esta vez mis pies no estaban esposados a la cama. A mi lado, aquella mujer me miraba con furia. Su cabeza estaba vendada por el golpe que le había dado, pero no sentía remordimiento por ello; lo volvería a hacer una y mil veces para evitar estar atrapada en este infierno.

—¿Cómo te sientes? ¿Qué te duele? —Preguntó con una sonrisa que no llegaba a ser amable.

—¿Tú qué crees? —Respondí.

—Parece que no aprendes, ¿verdad? Aquí no hay escapatoria. Ya deberías ir acostumbrándote…

—¿Acostumbrarme? ¿A estar encerrada, amarrada, torturada y, sobre todo, a callar? —No pensé que fueras a entenderlo tan rápido…—Nunca— No dejé que terminara. Jamás me quedaré callada. ¡No lo haré! Y mucho menos dejaré de decir lo que pienso.

—No moriré aquí, ya lo verás.

Deberías sentir vergüenza. Hay cientos de chicas aquí que podrían ser parte de tu familia, incluso tus hijas. Pero no haces nada por ayudarlas, eres una vergüenza para las mujeres.

—¿Cómo puedes no sentir nada por ellas?

Estamos aquí, encerradas y maltratadas por un psicópata como él, pero sepa que no sé cuál de los dos es peor: tú, por callar y no hacer nada por las demás, o él, por creerse un dios.

—Ahí te equivocas, ¡yo no me creo un dios, soy un dios! —Reconocí la voz al instante. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al verlo, cosa que no quería.

—Richard —Dijo Shantal. Para ser honesta, ya no me importaba si su nombre era Richard o Angel, me daba igual. — No te metas. — Emma, pequeña, ¿cómo te sientes? ¿Qué te hizo ese cabrón? Responde.

—¡¿Qué?! —Solo pude pronunciar eso. Estaba completamente confundida, no entendía nada. Lo único que tenía claro era que él tenía múltiples personalidades o alguna enfermedad mental. — El muy cabrón, ¿cómo se atreve a preguntarme eso después de lo que me hizo?

—Lentamente intentó tocarme, pero lo aparté de inmediato, no quería sus sucias manos sobre mí.

—Solo su presencia era repugnante.

—Lo odiaba más que a nadie en este mundo. — ¡No me toques! Eres un monstruo, lo que me hiciste es inhumano. Mataste a una mujer y no soy tu hermana. No sé quién te crees, si un dios o un demonio, pero seas quien seas, eres despreciable…

No sabía de dónde salían esas palabras, pero las dije, aunque el miedo me consumía por dentro.

—Púdrete —Repetí, marcando cada sílaba.

— Ahhhg —Una cachetada resonó en la habitación. Esa bestia me golpeó nuevamente, pero ya no me dolía tanto, solo me ardía la sangre de la impotencia. El sabor metálico de mi sangre pronto apareció.

Un dolor en mi parte íntima empezó a intensificarse, seguramente por lo sucedido antes.

—L-l-lo-o-o- siento n-o-o f-u-e miiii iiii-iiiinzte--n-n-c-ioooón —Dijo con dificultad. Dos segundos después comenzó a llorar y, de repente, se rió maliciosamente. Luego, como si nada, se detuvo. Sus ojos, que antes eran claros, ahora se oscurecían por el enojo.

—¡Enojo! ¿Qué pasó después? No entendí.

—Emma, ¿qué te hizo ese desgraciado de Angel, eh? A pasos rápidos, como alma que lleva el diablo, se acercó hacia mí, pero aparté su mano bruscamente.

—Comencé a gritar como una lunática que no se acercara, que no me tocara, que no quería verlo, sobre todo, que lo odiaba. Shantal lo miró, lo abrazó, y él empezó a llorar sin razón. Ella lo calmó susurrándole al oído: "No te preocupes, todo estará bien, cariño. Ya pasó."

Nunca pensé verlo así, vulnerable, buscando consuelo como un niño.

—Pensé maliciosamente. Shantal lo levantó con dificultad y se dirigieron hacia la puerta. Allí, lo dejó recostado y regresó a la sala.

Fue directo hacia una mesa, tomó una jeringuilla con anestesia y me la inyectó para que dejara de sentir dolor. Al parecer, se dio cuenta de mi malestar.

—Aunque no lo demuestres, sé que estás destruida por dentro y tienes miedo…

Pero no te preocupes. Mientras él no sepa quién eres, no te lastimará. Tres días, si tienes suerte, no te tocará.

Me limpió la sangre de los labios con alcohol y algodón.

— Aparentemente lo olvidaste, pero te lo repito: si quieres sobrevivir más allá del tiempo que te dejaron, debes aprender a guardar silencio, hablar solo cuando te lo pidan y callar cuando te lo ordenen, ¿entiendes? —Sin decir más, salió del lugar, dejándome sola.

Intenté levantarme, pero un dolor intenso en mi entrepierna me lo impidió. Me quedé sentada, pensando en lo que había sucedido la noche anterior. Sentía asco de mí misma. Ya no me importaba nada.

— Unas lágrimas rebeldes se escaparon de mis ojos. Aunque intentaba ser fuerte, no podía sobrellevar todo esto. Me preguntaba por qué seguía viva, o para qué.

Finalmente, me acosté nuevamente, dejando que las lágrimas fluyeran sin preocuparme por dormir.
...
25 de abril

Los gritos de los invitados se escuchaban en todo el salón. Las personas corrían en todas direcciones, mientras los cuerpos caían al suelo por los disparos. — El miedo era tan profundo que no podría describirlo.

—Hoy era el aniversario de mis padres.

Paolo, un guardia de seguridad de mi padre, me guiaba hacia el área sur del salón, donde se encontraban unos túneles. Frente a la puerta de entrada se hallaban mis padres y mis hermanos. Por un lado, me aliviaba ver que estaban bien, pero por otro, me dolía saber que para ellos yo no existía. Los disparos se escuchaban cada vez más cerca.

Mis hermanos entraron primero. Justo en ese momento, dos hombres altos y corpulentos aparecieron frente a nosotros. Al mismo tiempo, dispararon a Paolo y a otro hombre que no conocía, apuntando directamente a sus frentes. Sus cuerpos cayeron al suelo, inertes.

Mi padre rápidamente empujó a mi madre hacia el túnel y cerró la puerta con fuerza, evitando que pudiéramos seguirlos.

— Haciéndome a un lado, como siempre. — Pensé.

"Este es el saludo de Ángel Hidalgo," dijeron los atacantes, disparando a dos guardias más.

Esto confirmaba que mi padre sabía exactamente lo que ocurría. En su rostro solo había una cosa: miedo.

Poco después, más hombres armados aparecieron. Rodearon a mi padre, lo agarraron y comenzaron a golpearlo. Nos arrastraron hacia el ático del lugar.

Allí, los disparos continuaron, pero mi padre parecía más tranquilo. Su sonrisa comenzaba a ser evidente. Después, dos hombres más llegaron y mataron a los atacantes. Entonces, los otros dos nos tomaron a mí y a otra niña. Sus rostros reflejaban el mismo terror que el mío.

— Salvatierra, dile a tus hombres que bajen las armas o dispararé a tu hija. — Dijo el sicario que me apuntaba.

Salvatierra no hizo caso. En lugar de detenerse, le pidió a uno de sus hombres un arma. No le importaba lo que me pasara.

— Papá… — sollozé.

— ¿Estás seguro de que no te importa lo que le pase a tu hija o tu familia? No podía creer que Salvatierra hiciera eso. A pesar de su fachada, era conocido por ser un hombre de familia, que ponía por encima todo lo demás, incluso sus negocios sucios.

— ¿Entonces? ¿Salvatierra?

El otro sicario me amenazó con matar a la niña.

— Si tuvieras que elegir entre ellas, ¿quién sería? ¡Tu hija o la de tu socio! Tú decides quién vive y quién muere. Dime, ¿a quién eliges, a tu hija? — expresó con sarcasmo.

— Sabes qué, vete a la mie**a. — Dijo Salvatierra.

— ¡Eh, eh, eh! Cuidado con lo que dices.

Nos observó, evaluando cuál de las dos le era más útil. Lo peor vino después, cuando finalmente se detuvo en mi dirección.

— “Sophia,” fue lo único que dijo.

Lo que realmente quería era cualquiera menos su hija.

—¿Te importan más los negocios que tu propia hija? ¿En serio? — Dije. Traté de liberarme, pero no pude. Me empujó hacia el borde del vacío.

—P-papa… —Dije, quebrada de llanto. — Por favor.

—Descuida, pequeña —Dijo el sicario. — Tu muerte será rápida y sin dolor.

En un abrir y cerrar de ojos, Salvatierra disparó, matando al hombre que sujetaba a Sophia. Instintivamente, le disparé al hombre que tenía a Mia, atravesándole la cabeza. Como era de esperar, el cuerpo de ese hombre cayó desde el ático, con Mia en brazos.

A lo lejos, Mia observaba la expresión vacía de Salvatierra. En ese momento, dejó de ser su padre para ella.

— Solo podía sentir una cosa: ¡decepción!

— Nooooo.

— Ángel Hidalgo. Ahora entiendo todo… ¿Por qué ese odio hacia mi padre, pero, ¿por qué hacia mí?

“Lo que uno hace hoy se reflejará en el mañana.”

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