Capítulo 18
Dos días. Solo dos miserables días desde lo sucedido, y aún siento cada detalle como si todo estuviera ocurriendo ahora.
Nunca quise empujarlo. Ni mucho menos matarlo. Pero la desesperación me ganó, y el impulso fue más fuerte. —Respiro hondo, buscando algo de calma.
Mi mente está hecha un desastre, llena de pensamientos que no sé cómo ordenar. Los ojos hinchados por el insomnio, el cabello hecho un nido, el cuerpo agotado, como si no tuviera fuerzas para seguir. ¿Cómo se sobrevive a esto?
Con el paso del tiempo, me encuentro recostado en la pared, mirando hacia donde ocurrió todo. Aún estoy en aquella habitación, perdido en mis pensamientos. Poco a poco me acerco al balcón. ¿Qué demonios estaba pensando en ese momento? ¿Quería saltar también?
No, no fue eso lo que lo mató. Al menos no de esa forma. Estaba demasiado cerca, pero no fue el impulso final el que lo llevó. Mis recuerdos lo repiten una y otra vez, como una película que no puedo detener.
— ¿Así será siempre? —Me pregunto, aunque esa pregunta ya no tiene sentido, ni siquiera para mí. Al final, somos nosotros quienes escribimos nuestras historias, quienes decidimos cómo avanzan nuestras vidas.
Una sonrisa tímida se asoma a mi rostro, como hacía mucho tiempo no ocurría. El aire que acaricia mi piel, el sonido de los árboles moviéndose, la visión del mundo a mi alrededor… es, por un momento, como si me sintiera libre de nuevo. Aunque sea solo por un segundo. Y, de repente, la necesidad de comerse el mundo regresa con fuerza.
Entro a la habitación y me dirijo al baño, quitándome la ropa para meterme en la bañera. El agua caliente me envuelve, relajando cada fibra de mi cuerpo de una forma que hacía tiempo no sentía. El contacto con el agua me tranquiliza, me hace desconectar de todo, aunque sea por unos minutos.
Cuando finalmente salgo, me dirijo al armario. Sin pensarlo mucho, tomo el primer vestido que encuentro. Un hermoso vestido blanco, que parece hecho para mí. Al mirarme en el espejo, me digo a mí misma: "El pasado es solo eso, pasado."
Al salir del vestidor, Francesca está allí, y sé que se está convirtiendo en algo muy importante para mí. Alguien con quien compartir mis lágrimas, mis pensamientos, alguien que me escucha sin juzgar, con quien comparto algo en común, aunque no sepa qué es exactamente.
Esta vez, algo está raro. Normalmente, a esta hora ella siempre aparece con el desayuno, pero hoy no lo hace.
— El Señor y su hijo te esperan en el comedor para desayunar — Anunció con voz firme.
— ¡Sígueme! — agregó, sin esperar respuesta.
Sin decir una palabra, la seguí. Los largos pasillos y las luces tenues me desorientaban, pero no podía parar. De repente, se detuvo en seco y giró sobre sus tobillos, mirándome fijamente.
— Escucha, en la habitación en la que estás ahora hay cámaras y micrófonos. Richard está tramando algo raro; después del desayuno dará un anuncio. Todavía no sé de qué se trata, así que ten mucho cuidado con lo que digas. ¡Recuerda que hoy es el día!
De todas sus palabras, una resonó en mi cabeza una y otra vez: hoy es el día. ¿Cómo pude olvidar eso?
Una voz profunda interrumpió mis pensamientos desde atrás. La reconocí al instante.
— ¿Sucede algo? — Preguntó.
— ¡Jimmy! — Respondí sorprendida.
— Francesca, retírate. Déjanos solos.
— Pero el señor dijo que…
— No te he preguntado nada, te he ordenado que te retires. Yo la llevaré.
— ¡Descuida, estaré bien! — Traté de sonreírle, pero ni yo misma me lo creí. A pesar de todo, Francesca accedió y se alejó.
El enojo me hervía por dentro, una furia indescriptible me invadió. No pude controlarme y, sin pensarlo, le di una cachetada. La rabia me desbordaba, las ganas de matarlo eran intensas, pero él no reaccionó, no dijo nada. Esa calma me encolerizó aún más.
— Está bien, me lo merezco, pero solo escúchame, ¿sí? — Dijo con tono desafiante.
— ¿Escucharte? — Respondí, sarcástica. Una sonrisa forzada se dibujó en mi rostro. La furia era evidente. A pesar de que la necesidad de asesinarlo no desaparecía, no podía hacerlo. — No, ¿por qué? No soy una asesina, sería una estupidez.
— ¿Cómo pudiste...? ¡Me usaste! — Grité, y sin pensarlo más, me lancé sobre él, golpeándolo. A pesar de que estaba herido, me era irrelevante. No me importaba.
— Yo no te usé. No voy a negar que te mentí en muchas cosas, como en que era gay o que no me gustabas, pero no te hagas la víctima. Tú también aceptaste, porque querías libertad. He engañado a millones de chicas que luego he dejado, pero contigo fue diferente. ¡Me enamoré! — Unas lágrimas recorrieron su rostro.
Aunque sus palabras pudieran parecer sinceras, no me importaba en lo más mínimo.
— ¿En serio? Pues no parece. Mentiras desde el principio. — Lo miré con desdén. — ¿Cómo te llamas? ¡¿De seguro tu nombre ni siquiera es Jimmy Sorrentino?!
— Todo estuvo planeado desde el principio — Prosiguió. — Richard me adoptó para esto, yo solo tenía que…
No me interesaban sus estúpidas explicaciones. Traté de escapar, de huir de aquel lugar, aunque el espacio era tan grande que no sabía hacia dónde ir. El comedor podía estar en cualquier parte, pero antes de dar un solo paso, él me interceptó, bloqueándome el paso.
Pero, al mirarlo, su presencia ya no me intimidaba. Nada era imposible, solo hacía falta valor y esfuerzo.
Me sujeta fuertemente del brazo. Intento soltarme y forcejeo, pero es imposible. Después de varios intentos fallidos por liberarme, me doy por vencida, al menos por ahora.
— Escucha, mi intención nunca fue hacerte daño, ni a ti ni a nadie. De la misma forma que cometí errores, me gustaría poder hacer algo bueno. Quisiera retroceder el tiempo y cambiar muchas cosas de mi vida, pero ya es demasiado tarde… ¡Lo arruiné! — Su voz temblaba mientras hablaba, y yo no sabía si sentir compasión o desprecio.
— Me estás lastimando — Dije, y al instante me soltó. Su declaración me dejó sin palabras, una sensación extraña se apoderó de mí.
— Abrevia. — Respondí, cortante. — ¿A dónde quieres llegar? — Exigí, impaciente.
— Richard te ha declarado como su elegida esta noche, será el ritual.
— ¿Ritual...? ¿Qué ritual? — Pregunté, completamente perdida.
— No tenemos mucho tiempo, y menos para explicarte. Esta noche te ayudaré a escapar.
Cada palabra que salía de su boca me confundía más. ¿Qué estaba diciendo? ¿Ritual? ¿Elegida? Un sinfín de preguntas llenaban mi mente, y la única persona que podía aclarar todo estaba frente a mí.
— ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué sucede?
Antes de que pudiera seguir hablando, todo pensamiento crítico se desvaneció al escuchar la voz de él, mi verdugo, el hombre que había hecho de mi vida un infierno en los últimos meses. Algo en su rostro, en su sonrisa, parecía distinto hoy. Pero ¿qué podía ser?
Minutos después, me sacó de mi zona de confort, y escuché su voz:
— ¡Vamos al comedor!
Al llegar, me encontré con una gran mesa llena de comida, pero no tenía ganas de comer. El odio y el rencor hacia las personas que estaban sentadas frente a mí no habían cambiado ni un ápice. No sabía qué estaban tramando, pero no creía ni una palabra de lo que Jimmy, o como se llamara, me había dicho. Mi única salida en ese momento era ser paciente. Si pude soportar estos meses, podría aguantar unas horas más.
Aunque no tenía ganas de comer, traté de hacerlo. Era una de las mejores maneras de llevar la fiesta en paz, o al menos de no darles el placer de verme rendida.
No quería ser encerrada esa noche, no quería ser parte de lo que estaba por suceder. Solo conocía una parte de la prisión: el subterráneo y el bosque, que había recorrido gracias a los planos que Francesca me había dado. La parte principal, la que me mantenían ignorante, aún me era desconocida.
Finalmente, todos terminaron de comer, y cuando mencioné que quería regresar a mi habitación, Richard se opuso.
Durante todo el desayuno, Jimmy había intentado decirme algo, pero yo estaba perdida en mis propios pensamientos.
Sin embargo, las miradas no pasaron desapercibidas para Richard. Él, que desde el principio había percibido cada gesto y cada duda, parecía saber exactamente lo que ocurría.
Cuando Richard se levantó de la mesa, ordenó que todos lo siguieran, y aunque lo hicieron en contra de su voluntad, nadie se atrevió a contradecirlo.
Al llegar al lugar esperado, Richard dio la noticia más esperada y, a la vez, la más temida. Él había decidido que su elegida sería Emma, o más bien, Mia. Todos ya se lo esperaban, pero no de esa manera. Nadie esperaba que fuera tan repentino. Para algunos, esto era una bendición; para otros, una maldición.
El psicópata había encontrado su "media naranja", pero había un pequeño detalle: su otra mitad no lo quería. Más bien, lo despreciaba.
Las otras prisioneras sabían que al nombrarme como "la verdadera Emma", yo sería sacrificada, convertida en chivo expiatorio. No lo permitiría, por supuesto. Viola, una de las prisioneras, también lo sabía. Pero ella no estaba dispuesta a hacer sacrificios por el bien común, no le importaba. Su egoísmo no le dejaba ver más allá de su propio interés.
Las demás chicas temblaban de miedo, pero yo no.
— Señor, su amada planea traicionarlo — Gritó Viola, captando la atención de todos.
Viola sabía que, si alguien traicionaba al equipo que se oponía al "rey", obtendría una recompensa. Sin embargo, su intento de delatarme salió mal.
Eso hizo que Richard perdiera el control. Sin darle oportunidad a Viola de terminar su acusación, sacó la pistola que descansaba en su cadera y le disparó entre las cejas. La violencia aterrorizó a todos.
— Aquellos que intenten interferir, difamar o lastimar a mi amada, tienen una sentencia de muerte, y no será tan rápida como esta. ¡¿Estamos...?! — Su voz se levantó con una furia que hizo temblar a todos los presentes.
— ¿Acaso aquel demonio temía perder a su dulce ángel? — Pensé en silencio.
Y mientras observaba la escena, algo se repitió en mi mente: Nuestros mayores miedos no son lo que sabemos, sino lo que llevamos ocultos en nosotros mismos.
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