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Capítulo 16

Todo comenzó hace mucho, demasiado tiempo, y ni siquiera yo sabía que estaba destinada a ser parte de algo tan oscuro. París. Una ciudad que aún ahora, después de todo, me resulta vacía. ¿Cómo podía imaginar que mi vida daría un giro tan cruel e inesperado? Mi nombre era Emma, aunque eso ya no importa. Mi padre me vendió como quien intercambia un objeto. Era joven, hermosa, con ojos azules y cabello rubio, pero eso no me salvó de lo peor. Mi vida cambió de la noche a la mañana.

— ¿Qué clase de padre haría eso?

Eso me preguntaba, pero nadie me daba una respuesta. Para ellos, mi nombre tenía valor, pero yo no comprendía nada. Entonces, en ese momento, todo se volvió claro: mi vida ya no me pertenecía.

El hombre que me compró se llamaba Richard. Su esposa había muerto, junto con su hija que llevaba en su vientre. La tragedia había marcado su vida. Pero había algo más, algo mucho más inquietante: su hijo, Alessino. Él era distinto. No sólo por su presencia, sino por esa sombra que llevaba dentro, como si hubiera algo mucho más profundo que no podía ser explicado con palabras.

Fui encerrada en un sótano sucio, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. Tres semanas pasaron y yo apenas podía recordar lo que era estar al aire libre. Richard me trataba como a una prenda rota que necesitaba ser reparada, y mi único consuelo era Alessino. A veces, su presencia era lo único que me mantenía cuerda, a pesar de las circunstancias. Cuando los gritos de Richard me llegaban desde arriba, él estaba allí, junto a mí, en silencio. Siempre callado, siempre observando.

Al principio, pensé que Alessino era tan cautivo como yo, pero pronto comprendí que estaba destinado a un papel mucho más sombrío. Nos mantenían juntos, encerrados, y de alguna forma, eso nos conectó de maneras que nunca imaginé.

— Fue entonces que las cosas empezaron a tomar un rumbo peligroso.

Alessino no era como su padre. No quería seguir las tradiciones familiares. Me lo decía en voz baja, en susurros que se perdían entre el aire frío del sótano. Él no deseaba casarse conmigo, no de esa forma. A veces hablábamos de escapar, pero algo dentro de mí sabía que era inútil. No había salida.

Ellos tenían un perfil bajo, una existencia en las sombras, y siempre se aseguraban de no dejar rastro. Richard tenía otros planes, pero no pensaba en mí, no realmente. Solo en la tradición. El pensamiento de que yo debía ser la elegida lo obsesionaba, pero antes de eso, necesitaba que yo superara la "prueba de oro".

Era una serie de enfrentamientos, batallas, pruebas que me ponían a prueba. Las heridas ya eran una constante en mi cuerpo, pero nunca me rendí.

El día llegó. Richard irrumpió en el sótano como una bestia furiosa. Gritó, maldijo. No entendía nada. En ese momento, Alessino trató de detenerlo, de interferir, pero fue inútil. Richard lo lanzó al suelo con tal fuerza que su rostro se quedó grabado en mi mente. La rabia en los ojos de Alessino fue lo único que vi antes de que todo sucediera. En un segundo, agarró una lámpara, la levantó y la estampó contra la cabeza de su padre.

El sonido del impacto fue ensordecedor. La sangre empezó a fluir rápidamente, formando un charco a su alrededor. El horror se apoderó de mí. No podía creer lo que acababa de ocurrir. Alessino había matado a su padre. No podía asimilarlo. ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Cómo se fue todo tan lejos?

Nos quedamos en shock, paralizados por lo que acabábamos de hacer. Pero no podíamos quedarnos allí, no más. Era el fin. Sabíamos que si queríamos sobrevivir, debíamos huir. Ya no importaba lo que habíamos sido. La única opción era escapar, comenzar de nuevo, aunque nunca podríamos olvidar lo que habíamos hecho.

Cinco meses después…

Alessino y yo estábamos juntos, pero algo había cambiado. Las cicatrices del pasado nos seguían, pero nos aferrábamos el uno al otro. Él parecía tan decidido, tan enamorado. Pero yo, yo no estaba segura. Había algo en su mirada que me hacía dudar.

Mi mundo se desmoronó cuando conocí a Alessandro. Un joven carismático, recién llegado, amigo de Alessino. Desde el primer día, algo en él me atrajo. Era diferente. La forma en que hablaba, cómo sonreía, me hacía sentir cosas que no comprendía. No sabía si era amor o simplemente el deseo de sentirme deseada, pero lo que sí sabía es que algo estaba cambiando.

Alessino regresó un día con una sonrisa en su rostro, y el encanto que había sentido al principio se desvaneció. Ahora todo me parecía distante. Mi mente, confundida, se revolvía sin cesar. A medida que pasaba el tiempo, el vacío que sentía en mi corazón se hacía más grande, más imposible de llenar.

*_*

Una semana después, las tensiones llegaron a su punto más alto. Ninguno de los dos podía resistir las ganas de verse. Nos encontramos en un lugar apartado, lejos de los ojos de Alessino. La sexta vez. Pero esta vez, algo en el aire era distinto. Alessino comenzaba a sospechar.

Un día, como cualquier otro, Alessino iba camino a la universidad cuando recordó que había olvidado su trabajo de química. Volvió sobre sus pasos, sin saber que ese pequeño detalle cambiaría todo.

Antes de llegar a casa, observó cómo Emma, su amada, se besaba con un chico. Esa escena fue suficiente para despertar todos los demonios que había mantenido dentro de sí, sin saber que podía ser capaz de tantas cosas. Con el corazón partido en mil pedazos y la furia ardiendo en sus venas, sintió una determinación oscura apoderarse de él. No podía mirar a Emma a la cara ni cuestionarla, no después de lo que acababa de ver.

Durante varios minutos la siguió, como una sombra, hasta que finalmente se detuvieron en un hotel, "Creed of". El destino parecía burlarse de él. Esa imagen, esa traición, le mostró lo que su padre había querido enseñarle toda su vida. La idea de que el amor no era más que un juego de poder. Sin pensar, lo siguió hasta la habitación 209. No tenía control sobre lo que sentía, solo la necesidad de entender qué estaba sucediendo, qué había fallado.

Alessino, sin ser consciente de sus propios actos, tocó la puerta de la habitación. Cuando esta se abrió, se encontró con una escena que jamás imaginó: Alessandro, el hombre que ella había elegido. A pesar de lo que Alessino había hecho, en el fondo le tenía un aprecio por ser su compañero en la oscuridad. Pero ahora, ya era demasiado tarde para reconocer sus propios sentimientos. En ese preciso momento, su ira lo desbordó.

Plack. El sonido de un puñetazo resonó en toda la habitación. Emma, alarmada, corrió hacia la puerta. Al abrirla, encontró a Alessandro en el suelo, con los labios partidos y el rostro lleno de asombro.

Al ver aquello, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Emma. Aquella mirada de odio, esa misma mirada que ahora reflejaba Alessino, le resultaba familiar, casi conocida. Eran los ojos de su padre, oscuros y llenos de furia. Una mirada peligrosa, que la paralizaba. Emma, aterrada, era incapaz de moverse. Su cuerpo, cubierto por una tela fina, caía lentamente, mientras ella entraba en un estado de shock profundo.

— ¡Alessino!? —Susurró Emma, su voz casi inaudible.

— ¿¡Cómo has podido hacerme esto, Emma!? —Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Alessino estaba al borde del llanto, pero también al borde de la locura.

Emma trató de calmar la situación, pero las palabras no salían.

— ¿Explicarlo? — La risa burlona de Alessino interrumpió cualquier intento de consuelo.

— ¡Tú no eres así! — Dijo Emma, su voz temblorosa, como si quisiera creer que aún existía la posibilidad de regresar a la normalidad.

Pero la respuesta de Alessino fue aún más cruel. Una sonrisa fría, desprovista de toda humanidad, se dibujó en su rostro.

— ¡Tienes toda la razón! Yo no era así... hasta que tú me hiciste verlo.

Con paso lento, Alessino se acercó a Emma, obligándola a retroceder. Ella no encontraba un lugar donde esconderse. No había escapatoria. De repente, con furia, le propinó una fuerte cachetada y la agarró del cabello, tirándola hacia atrás. En su mano derecha, sostenía un líquido que estaba dispuesto a lanzarle al rostro de Emma.

Pero antes de que pudiera hacerlo, Alessandro intervino, luchando por detener la violencia. La situación, sin embargo, empeoró aún más cuando Alessino, en un instante de desesperación y furia, lanzó la sustancia sobre el rostro de Emma. El ácido destrozó su piel, arrasando con su belleza. Emma gritó, pero sus gritos fueron ahogados por el dolor y el horror que la rodeaba. La desesperación llenó la habitación mientras Emma veía cómo su propio cuerpo se desfiguraba.

En ese instante, mientras Emma intentaba huir, Alessino la detuvo, cubriéndole la boca para que no pudiera pedir ayuda.

— ¿Cómo has podido? — La voz de Alessino temblaba de rabia y dolor. — ¡Sabes… yo te amaba, Emma! Incluso maté a mi propio padre por ti, renuncié a mi legado, a mi familia, a todo por ti!

Emma, incapaz de articular palabra alguna, se quedó en silencio. El hombre frente a ella ya no era el que conocía. Había cambiado demasiado, se había convertido en algo irreconocible.

— No grites — Le advirtió, mientras le quitaba la mano de la boca, permitiéndole hablar por fin.

— Al principio te amaba, o al menos eso creía. Pero todo cambió cuando conocí a él…

Emma, sin poder completar la frase, miró a Alessino.

— ¿Qué viste en él que no vieras en mí? — Las lágrimas caían de los ojos de Alessino, mientras el dolor en su voz era cada vez más evidente.

Emma, entre sollozos, finalmente pudo decir lo que sentía. Durante años estuvo sola. Sus padres la maltrataban, nunca conoció lo que era el amor, ni lo que era sentirse valorada. Pero todo eso cambió cuando conoció a Alessino. A pesar de las sombras que el también llevaba, el fue el que cuidó, el que la protegió.

Sin embargo, su confección no hizo nada para cambiar la ira de Alessino. Una cachetada resonó en la habitación, fuerte, cruel.

—¡Ah, entoces él es el que tanto amas, ¿verdad?! —Dijo con voz cargada de veneno. Con una navaja en mano, comenzo a apuñalar a Alessandro, clavándola varias veces en su torso y desfigurando su rostro. Un charco de sangre comenzó a formarse a su alrededor.

Emma, aunque acostumbrada a la violencia, no pudo soportar la muerte de Alessandro ante sus ojos.

Mientras Alessino se distraía con el cuerpo de Alessandro, aprovechó para marcar el 911. Sin embargo, antes de que pudiera salir, Alessino la detuvo, arrastrándola en el suelo mientras le propinaba más golpes.

—¡Eso te gusta, ¿verdad?! —Su voz era un susurro lleno de maldad. —Eres una traidora, y no hay lugar para los traidores en este mundo.

Emma, destrozada, suplicó por su vida, pero sus palabras eran ignoradas. En un acto de humillación, Alessino continuó con su violencia, mientras la policia finalmente irrumpió en la habitación.

...

Seis años después.

Alessino fue capturado, por seis años, después, logró escapar de la cárcel. Su único objetivo: Emma, la mujer que, según él, le había destruido la vida.

Emma, por otro lado, había reconstruido su existencia. Se unió a una sociedad que ayudaba a mujeres maltratadas. Ahora, casada y con dos hermosos gemelos, intentaba olvidar su oscuro pasado. Pero cuando menos lo esperaba, el destino lo enfrentó nuevamente con Alessino. La historia se repitió, esta vez con una consecuencia mayor: una hija que los unía para siempre.

— «Del pasado no se huye. Tarde o temprano, todos volvemos a donde iniciamos»

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