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29

La primera semana fue difícil para Jimin, lloraba a escondidas para que su madre o hermanas no se dieran cuenta de su debilidad, intentaba ser valiente como lo prometió, pero todo esa postura de hombre fuerte era derrocada al caer la noche. La segunda semana fue más soportable y con mucho más ánimo, hacía la cuenta regresiva de los días para ver a su padre, estaba alegre, inclusive iba a comprar solito en plan de ayudar a la mujer de la casa.

Los días mortíferos que faltaban se acabaron tan rápido como si hubieran contado del uno al tres. SoDam y JeongHwa esperaban sonrientes la entrada de JungMin junto con un colorido dibujo, la gemelas movían sus juguetes haciéndolos sonar ruidosamente, de alguna manera ellas sabían que era el regreso de su divertido padre, la mujer tenía preparado un rico estofado para la bienvenida y el pequeño Jimin, valeroso, con su pecho lleno de orgullo por cuidar a su madre y hermanas, permanecía al lado de la puerta.

Golpearon tres veces la dura madera, pero era un sonido tétrico, vacío, monótono..., como la de un Guardia, aquel encargado que solo era utilizado para informar las malas noticias.

—¡Papá...! —gritó el castaño, poco a poco bajaba los decibeles al observar al gigante y uniformado hombre. Su ceño se frunció, ¿a qué hora llegaría él? Ya era muy tarde.

Su madre apareció detrás poniendo las manos en sus hombros, los apretó delicadamente, pero lo suficiente para traspasar el violento nerviosismo a su pequeño cuerpo. De pronto, percibió un vacío instalarse para siempre en su corazón, no entendía por qué, solo supo que iba a acrecentar con el tiempo hasta el punto de necesitar a alguien indispensable en su vida.

— Park HyoJoo, lamento decirle que su esposo, Park JungMin, falleció hoy en un accidente automovilístico. La caravana en la que viajaba junto con otras once personas, volcó saliéndose del camino y causando una explosión segundos después... —le miró con lástima—. Mis sinceras condolencias. Con permiso.

La mujer estaba paralizada, siquiera botaba una débil respiración para saber si vivía y, así, tuviera la fuerza de continuar con su familia triste y destruida. ¿Cómo sobreviviría sin el amor de su vida? Ella negaba una y otra vez mientras que su hijo se dirigía al interior de la casa, callado, sin expresión, ni por asomo se escapaba una lágrima, reflejaba la mismísima nada. Sus ojos azules sin el brillo característico y se cuestionaba: ¿ahora... él era el hombre de la familia? ¿El que tenía que velar por su hermanas, cuidarlas, protegerlas de la maldad y el peligro? ¿Él ocuparía el puesto de JungMin respecto al trabajo? ¿Y su niñez donde quedaría?

—¡Jimin, ¿y papá?! ¿Dónde está? ¿Se ha escondido? ¿Estamos jugando a las escondidas? — JeongHwa preguntó tomando la mano de SoDam, listas para comenzar el juego.

—Papá... —se arrodilló junto a ellas. Observó a su madre por encima de su hombro y los sollozos que retenía fueron la chispa para crear la primera mentira de la familia; sin embargo, sería revelada cuando tuvieran la edad suficiente—. Papá tiene que quedarse más tiempo en el trabajo. Puede que tarde mucho.

—¿Mucho, mucho? — SoDam hizo un puchero.

—Mucho, mucho. —Se despidió de ambas con un beso corto en sus frentes y fue al destartalado cuarto a pensar en las obligaciones que en ese instante cayeron precipitadamente en él. Esperaba desempeñarse del mismo modo que JungMin, aún muerto quería hacerle sentir orgulloso.

Se acostó en el cama y cerró sus entristecidos ojos, quiso olvidar todo, pensar que era una vil mentira, que su padre regresaría y jugaría con todos en la sala de estar, que seguirían siendo una unida familia, pero aquel intento falló cuando abrió los ojos y se vio envuelto en la lujosa habitación, acompañado de la compresiva soledad y la luz del amanecer.

Hace ocho años que no estaba presente, debía superarlo.

El desayuno ya estaba estacionado en la cómoda esperando ser devorado mientras una de sus doncellas hacía el quehacer en el cuarto, retiraba cualquier rastro de polvo en los adornos. Terminó de comer mucho antes de lo que tenía previsto y se vistió lentamente, era inmensa la flojera que rondaba en sus extremidades a esas horas. Suplicaba para que se le concediera un día entero de ocio, estar postrado en la cama y que esta le incitara a pensar en el día de ayer.

La espectacular y bochornosa cita.

Sonrió sin haber dado el permiso. Recordó aquellas manos entrelazadas, lo bien que encajaban y se perfeccionaban con la otra. Ese aire de protección que cubría su cuerpo con el más mínimo cariño, las miradas tan cómplices de saber lo que deseaban en los momentos serios y cercanos, pero nacían los amargos imprevistos que se lo impedían o, tal vez, el destino se negaba al precioso hecho por considerarlo muy temprano. Pero ¿cuándo sería el instante preciso y perfecto? ¿O acaso no lo habría nunca?

¿Qué pasaba si era la única ocasión donde estaban a punto de clausurar las distancias? No quería odiar al soldado —que, aparte, se odiaba a sí mismo—, pero reconocía el débil rencor hacia él. Prácticamente, se estaba entregando a los labios del príncipe, quería besarlo, indagar su boca y sabor; por primera vez, concordaba con su corazón y su cerebro daba la autorización para dejarse caer en las mágicas sensaciones y experimentar un nuevo sentimiento.

Ahora que recordaba los buenos momentos con el príncipe Min Yoongi, se sentía muy confundido respecto al comportamiento que mantuvo hacia él. ¿Estuvo bien ignorarlo, gritarle y maldecirle cuando pasó por una etapa de furia incontenible? ¿Después de salidas maravillosas él podría volver a confiar sin tener a su lado la decepción? ¿El Uno se atrevería a herirlo de nuevo?

A pesar del pesimismo diciéndole lo defraudado que quedaría otra vez con Yoongi, él optó por juntarse con el optimismo; aunque sea por unos días.

Tocaron la puerta, desorbitando sus pensamientos y transportándole al verdadero mar de dudas: la realidad. Atendió él mismo lo cual le llevó una muy buena sorpresa.

—Alteza —agachó la cabeza en reverencia—, ¿qué le trae por aquí?

—Estoy aquí para que vayamos a la Biblioteca, Lord Jimin. Solo por hoy será a esta hora debido al Report que está programado para la tarde —respondió enlazando sus manos tras su espalda—. ¿Ya tiene preparado su traje para sorprenderme? —enarcó una ceja.

—Hum... Yo no... —Estaba en blanco, no tenía idea de nada—. ¿Hay Report?

—¡Claro! ¿No sabía? ¿Qué piensa esa cabecita? —acarició castamente el cabello de Jimin, acomodando un poco el flequillo. Miró al castaño salir de su habitación para acompañarle, sonriendo ostensiblemente como el día anterior. Siguió de manera sigilosa a Lord Jimin y susurró en su oído—: ¿Será en mí?

Al ver aquella sonrisa que se lo confirmó, no pudo evitarlo imaginar, pero sintió el roce delicado de unos vírgenes labios, tímidos, pero decididos a jugar con los suyos por el gran dominio que poseía. Valientes al enfrentar al conquistador, obedientes ante lo que pedía. Yoongi suspiró.

Una vez que arribaron en la Biblioteca, de inmediato hicieron trabajar a su conocimiento con los libros puestos en la mesa. El príncipe le miraba cada punto final que leía en el párrafo examinando si el castaño iba al mismo ritmo que él; Lord Jimin asimilaba los hechos a la vez que admiraba el perfil del pelinegro y oía placentero su grave voz. En esta clase aprendió algo sumamente importante y vital en su vida: reconocer un rebelde; fácilmente se distinguían del resto por el símbolo que siempre llevaban consigo (ya sea en tatuajes, joyas o ropa), consistía en cuatro puntas de una flecha.

Antes de regresar a sus habitaciones y arreglarse para el programa, Yoongi le advirtió que si veía a alguien portando la figura —debido que anteriormente existieron rebeldes infiltrados en el palacio—, no dudara en comunicarle quién.

Tan rápido como entró a su cuarto y sus doncellas le prepararon hasta dejarle bello, él se hallaba sentado junto a Jungkook y Taehyung observando embelesadamente el hablar firme y espontáneo, ronco y fluido, del príncipe el cual era atacado con preguntas por parte de Kim HimChan. No había tensión, el hijo de los reyes lograba tranquilizar con su humor y actuada despreocupación al reino de Seúl, todo el pánico y miedo del pueblo estaba bajo llave y control.

—¿Y cómo estuvo su cita con Lord Jimin, alteza? —inquirió HimChan sonriendo de lado, sacando el tema por sorpresa.

—¿Cómo sabes eso? —el pelinegro se arregló su corbata en signo de ser un completo galán.

—Cómo "sabemos" —enfatizó y se oyeron risas del público— querrá decir. Digamos que aquellos gritos de pelea se escucharon por todo el palacio, alteza. Quiero informarle que hice mi mayor esfuerzo por no oírlos.

—Mmm, claro —entrecerró los ojos—. Aunque, bueno... Fue... —Miró al Siete luego de unos segundos, no encontraba las palabras para describir la especial situación—...Tranquilo y... Divertido y... Único —le sonrió.

Park solo se sonrojaba con las miradas "discretas" que le daba el príncipe; al parecer, este último olvidaba el hecho de que habían cámaras que captaban todo o, más bien, lo hacía a propósito.

La duración del programa fue precisa para Jimin, ya que justamente le cayó un peligroso sueño que le amenazaba con cerrar los ojos en medio de su retirada al segundo piso. Por suerte, su cansado cuerpo se desparramó en las suaves frazadas a tiempo. Pero, aunque tenía toda la pesadez en cada fibra de su anatomía, pensó en Jihyo y su comportamiento, no sabía por qué la gigantesca curiosidad hacia ella y a este último momento del día, pero era una sensación que le carcomía la mente.

—Jihyo —le llamó antes de que se retirara—, ¿cómo llegaste al palacio? —la cuestión voló de sus labios rápidamente.

Ella frunció el ceño y sus lindos ojos avellanos se apreciaron mucho más.

—Fue hace un par de años, era una Ocho y, por azares del destino, escuché que necesitaban personal en el palacio, no dudé en apuntarme. Y, bueno, aún permanezco aquí, ahora siendo su doncella —respondió con el objetivo de saciar la pregunta y rogando que se estrellara el sueño en el castaño.

—Pero si tú... — HyeRi iba a entrometerse cuando fue empujada bruscamente por Jihyo.

—Chist —la calló—. Buenas noches, milord.

Cerró la puerta y la habitación se sumió en silencio y más preguntas perezosas nacidas del cansancio... ¿Qué ocurría con la doncella?

Les presento a las suegras de esta historia nsndndnd

Mamá de Jimin (HyoJoo)


Mamá de Yoongi (Reina Eunhye)

Nos leemos mañana ❤️

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