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10

El castaño estaba maravillado e impresionado con su habitación, era gigantesca, tenía todo el espacio que alguna vez soñó. De su cama no podía quejarse, siquiera expresar algunas palabras de la comodidad que sentía cuando se recostaba. Todo lo que le rodeaba era sumamente sedoso, las sábanas, las almohadas, hasta incluso los muebles; era una sensación nueva tocar un objeto el cual no tuviera astillas o se encontrara quebrado. Jimin pensó que se había ganado un pasaje al paraíso. Además, poseía una vista hermosa que sin duda iba a dibujar.

Sus doncellas recién lo habían despertado para comenzar las tempranas clases de protocolo que tendría con Dara, al igual que los demás jóvenes en la Sala de Hombres. Estaba entusiasmado de aprender modales pero a la vez temeroso de lo que pudieran decir los otros. Era el chico de la casta más baja, algo que nunca se vio en las Selecciones anteriores. Que el pobre estuviera encerrado en los lujos era una completa locura. Podría ser la burla de todos los habitantes del palacio, incluso del rey y la reina.

Antes de retirarse se había duchado. Deseaba a cada minuto deshacerse de la mugre impregnada por años en su cuerpo; la oportunidad de bañarse con agua caliente era otra de las sensaciones nuevas y magníficas que sentía. El palacio era una caja de privilegios para Jimin la cual no iba a desaprovechar hasta que fuera eliminado por el príncipe. En medio de su ducha, los ojos grises de Min Yoongi fueron recordados en su mente, el intenso color y la mirada que le dirigió ya le estaban provocando extrañezas en su interior.

En el instante que salió del baño, muy bien aseado, sus doncellas habían dejado de respirar. Jimin se avergonzó, su cuerpo era delgado y solo faltaba un poco para que sus huesos se hicieran visibles; no estaba orgulloso de sí mismo. Quería mejorar y con las pastillas que le habían entregado podría conseguirlo.

-¡Oh Dios mío! -exclamó Jennie impactada por el cambio radical del joven.

-Vaya... -susurró HyeRi quedándose sin palabras para halagarlo.

-Ojalá yo saliera así de guapa después de un baño -dijo Jihyo embelesada por la hermosa figura de Jimin-. Ten por seguro que Yoongi se fijará en ti una vez estés en la cena.

-¿Dónde quedó el respeto, eh? -soltó una risita-. ¿No que es un Lord, Jihyo?

-Oh, sí, sí, discúlpeme, Jimin... Digo, Lord Jimin -repuso arrepentida mandándole una mirada de odio puro a la doncella burlona.

-Joven, tiene que vestirse. A la señorita Dara le desagrada demasiado que lleguen tarde y más si le interrumpen su clase -informó Jennie preocupada por los minutos que le quedaban al muchacho.

Él asintió de inmediato anhelando no producir problemas que conlleven su temprana eliminación de la Selección, acataría cualquier cosa que le impusieran, obedecería y no habrían protestas por parte de él (si es que la situación es adecuada y no obligada al mal), respetaría a sus Majestades y aprendería lo que no pudo en la etapa anterior de su adolescente vida. Estar en el palacio y en la Selección le ayudaría con creces a cambiar su origen ordinario y, por primera vez, apreciar su cuerpo con totalidad y la hermosura nata que le ha otorgado desde que nació.

Abandonó el brillante cuarto a paso ligero preparándose para enfrentar a los demás jóvenes apuestos en la clase de modales. Estaba nervioso, quería llevarse bien con algún muchacho con el que pudiera entablar una conversación y, quizás, formar una amistad afable por lo que quedara de competencia. Tenía presente que sería el centro de atención cuando llegara al salón, no por su cautivadora belleza, sino por la peste de donde provenía. Siete. ¿Habría alguien que no se preocupara por las apariencias o su casta de nacimiento? ¿Podría existir alguien, dentro de la Selección, que no le importara el qué dirán?

Entró a la Sala de Hombres con la cabeza gacha evitando cualquier par de ojos posados en su pequeña figura. Tal vez miraban su humilde vestimenta: pantalones negros y una camiseta azul junto con las zapatillas que le obsequió Dahyun; en perspectiva de la realeza, era muy informal comparado con los otros con sus trajes o camisas bien lisas por el planchado. El pensamiento de que lo tragara la tierra se había intensificado al punto de no oír la imponente de Dara saludándolos con una reverencia.

-¿Están todos? -inquirió observando cada perímetro de la sala los rostros de los Lords, sus aprendices-. ¿Aún no ingresa el Siete? -preguntó al no verlo entre los ansiosos jóvenes.

Jimin elevó su fina mano con la intención de delatar su posición, todos giraron hacia él, la mayoría sorpresivos, el resto con desprecio observándolo de arriba hacia abajo cuestionándose por qué la basura está entre ellos. Dara alzó sus cejas oscuras cuando la cara del castaño se hizo visible.

-¡Dios santo, tú sí que eres un diamante en bruto! -admiró las facciones irreales que disponía el muchacho. Sí, era bello; ahora estaba perfectamente a la altura de los Seleccionados gracias a su beldad y atractivo físico. Quedaría bien pulido si memorizaba todo el impecable protocolo de realeza.

Dara sonrió y poco después dio a conocer las principales normas que había que emprender cuando se hallaban en una cena junto con los reyes. Por ejemplo; solo tener la mano derecha sobre la mesa, la izquierda se mantiene en el regazo, no servirse si los reyes no lo han pedido, no hablar acerca de sus vidas si sus majestades no lo preguntan, en caso de que le ofrezcan algo responder con "sí, por favor" o "no, gracias" y, lo más importante, nunca llegar tarde a los eventos que se realizarán en el transcurso de la Selección.

Jimin guardó en su mente todas las palabras de Dara, los saludos y reverencias que debían ejecutarse con los reyes y el príncipe, y también en caso de una visita de otro reino o país; el modo de hablar y el respeto que siempre debían tener presente en el palacio, incluso con los soldados. El castaño deseaba escribirlo en una libreta pero se vería muy inepto, además su escritura no estaba desarrollada; era un analfabeto total, pero aquello podría cambiar si se lo comentaba a Dara, estaba seguro que le ayudaría con su desventajoso problema.

La mujer de pelo negro, alta y seria, les había dado un descanso antes de retomar la clase y, aunque sonora provechoso, explotarlos con más nuevas normas del importante protocolo. Los muchachos estaban compartiendo y hablando agradablemente entre ellos, no se había registrado ningún tipo de confrontaciones o enemistad, hasta reían sin avergonzarse de lo alto que era. Menos Jimin que fue aislado del sociable grupo, era de esperarse; él mientras se instaló junto a la larga ventana observando los alrededores del palacio, las dos grandes hileras de árboles que formaban la entrada, los soldados novatos practicando su tiro al blanco o reforzando su musculatura, la bandera de Corea del Sur flameando con su amigo el viento.

El castaño en medio de su observación escuchó suspiros y algunos chicos queriendo ahuyentar su emoción mediante gritos. Miró hacia donde se concentraban todas las miradas y halló al príncipe conversando con uno de los soldados, nadie sabía qué pero a juzgar por las facciones de su rostro era de preocuparse, quizás un peligro. A pesar de que Yoongi tuviera aquella sensación en su interior, él sonrió para todos los jóvenes, especialmente buscando a uno en concreto.

Encontró los ojos azules que tanto le dejaron pensando la noche anterior y le sonrió, Jimin hizo lo mismo de manera más tímida. El menor apartó la mirada con la vergüenza recorriendo cada vena de su cuerpo y continuó viendo el paisaje, sintió que fue mucho tiempo en el que se miraron.

Percibió una presencia al lado suyo, por algún motivo nada simpática.

-¿Es muy entretenido lo que miras? -preguntó un chico de pelo blanco, alto, ojos celestes muy claros y, reconociéndolo, bastante hermoso-. Soy YoungJae - se presentó con una despampanante sonrisa hipócrita.

-Soy Jimin -dijo cortés; recordaba haberlo visto en el Report.

-¡Oh, con que te llamas Jimin! -fingió sorpresa-. Y yo pensando que te llamas Siete, digo... todo tú dice que lo eres y, además, por tu facha... -silbó-, ¡guapo! -se burló.

-¿Viniste a refregarme en la cara de dónde provengo? ¿Por qué no vuelves con el grupito de altas castas?

El recién conocido agarró furtivamente su brazo y lo apretó.

-Tú no me dices qué hacer, maldita basura. Estoy aquí por Yoongi, ¿acaso no estás al tanto de lo que pasa a tu alrededor o es que tu mente estúpida aún vive en la porquería? Escucha bien -la fuerza de YoungJae se intensificó-, es mejor que nunca hablaes con Yoongi más de lo que quieras o él quiera, tú niégate; ni que tampoco existan esas tontas miraditas, si eso pasa... haré que este paraíso se convierta un completa infierno para ti -advirtió-. Hazme caso, Siete, no querrás volver con lesiones a casa, ¿o sí?

-¿Me ves como una competencia? ¿En serio? -inquirió incrédulo, quiso reírse de la ridícula actitud de su acompañante-. En las Selecciones anteriores, ¿alguna vez viste que la reina haya sido una Siete, siquiera que entrara una? No tengo posibilidades en esto, ¿sabes?

YoungJae lo miró desconfiado.

-Es bueno que pienses así. Espero que te vayas lo antes posible , la mayoría está incómodo viviendo en la mugre. Cuando yo sea el esposo del príncipe Min Yoongi le enviaré un regalo a la pocilga en que vive tu familia y a ti por tu participación en la Selección. -le sonrió como tal ángel lo haría.

YoungJae le dio un golpe amistoso en el hombro como si hubieran tenido una conversación amena y ambos sonrieron cínicos.

Uhhh, Jimin ya se hizo un enemigo dentro de la Selección, ¿causará problemas en el futuro? ¿Qué creen ustedes?

Espero que les haya gustado, aquí acaba la maratón, lo que significa que ya no actualizaré tan seguido la historia, he dejado abandonadas las otras y tengo que actualizarlas, eso sí, trataré de no demorarme en publicar<3.

Tengan bonito día, tarde, noche<3

7/7

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