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Capítulo 7-Sanguinario

—Recuerda mis palabras, Eleanor ¡Está va a ser la mejor noche en mucho tiempo!

Siempre que Fiore utiliza esa frase, una cosa es segura; saldremos a rastras de ese lugar. En cualquier otro momento estaría refunfuñando como señora amargada, por la loca idea de mi amiga de salir de fiesta a mitad de semana, pero justo en ese momento realmente necesitaba desestresarme y olvidar.

Así que le seguí el ánimo a mi amiga, ignorando el hecho de que al siguiente día tendría que levantarme temprano para los entrenamientos con el hombre que permanecía inmutable frente al volante.

Esa noche Alf y Helge eran nuestra única seguridad, había preferido no decirle nada a Tanya, ya que quería ahorrarme un sermón y, desde, luego no me iba a arriesgar a que los hombres de mi padre se enteraran y le fueran con el chisme de que andaba de fiesta. Además yo sabía que con los chicos era suficiente para salvaguardar nuestra integridad.

Llegamos a un Club en la periferia de la Ciudad, me había negado a ir a alguno de los que pertenecían al klan, pues como dije, no quería que alguien informara a mi padre. Esa noche quería divertirme como lo hacía en Londres, libremente.

El edificio simulaba un multifamiliar similar a los del resto de la calle, con una fachada en color azul claro desgastado y un montón de balcones, a través de los cuales podían verse un buen número de personas bailando en el interior,por estos también se colaban intermitentes luces de colores que golpeaban las fachadas de las construcciones vecinas.

Un ¡Bumm! ¡Bumm! ¡Bumm! era perceptible desde la avenida, la cual también se encontraba atiborrada de personas que disfrutaban de la noche. Para nada parecía que fuera un martes. Benditas vacaciones.

Fiore se abalanzó entre los dos asientos frontales, revisando su maquillaje con el retrovisor, lo cual puso un poco tensos a mis guardias, mientras yo reía divertida.

En cuanto bajamos de la camioneta, ella me tomó de la mano y me arrastró hasta el interior . Las luces de colores chocaban con nuestros vestidos de lentejuelas volviéndolos más llamativos. Me dejé envolver por el ambiente del lugar, sintiéndome, por un momento, una chica normal de veintiún años. Fiore mantenía un paso firme, se movía dentro del lugar como si lo conociera desde siempre.

—¡Ahí está nuestra mesa!—gritó por encima de la música, señalando con su dedo una zona en la parte alta.

Me pregunté cómo es que la Italiana, tenía mejor conocimiento del lugar que yo, que se supone que estaba en mi país.

Esquivamos algunas mesas y personas para poder llegar hasta nuestro reservado. Yo estaba totalmente absorta en la música y en las almas que disfrutaban del ambiente. Sonreí y me contagié de su euforia al punto que comencé a mover las caderas al ritmo de la música mientras caminaba.

Todo fue un perfecto y fugaz momento. Paré en seco y mi sonrisa se esfumó en cuanto reparé en las tres figuras que estaban sentadas frente a nosotros. Mi quijada no se había desprendido de puro milagro.

Arrugué la frente y miré a Fiorella, desconcertada, pero ella solo se encogió de hombros con una pequeña mueca de disculpa.

—Irem parecía aburrida dentro de la mansión, así que se nos ocurrió que sería buena idea salir a desestresarnos un poco— confesó.

En ese momento deseé más que nunca volver el tiempo y rechazar su oferta. Prefería mil veces la seguridad de mi habitación que estar ahí frente a la triada Akdemir.

—¿Y tú desde cuándo haces planes con ella?

Se encogió de hombros.

—Desde que mi mejor amiga me abandona un día completo en su casa —se quejó con indignación.

—Sabes que no es por gusto Fiore.

Va bene, lo sé. Lo siento. Sé que debí haberte contado el plan completo, pero presentí que si lo hacía, te ibas a negar a venir.

—Me conoces bien —sonreí forzadamente. Podía sentir los ojos ambarinos fijos en nosotras.

Fiorella rodó los ojos.

—Ya, amargada, disfruta de la noche y déjate llevar. Si algo no te gusta, te prometo que nos largamos de aquí.

Dudé un poco su propuesta. Aún estábamos cerca de las escaleras así que podía fácilmente dar media vuelta y largarme, pero mi amiga tenía razón, había pasado menos tiempo con ella de lo que esperaba. Así que me dejé guiar por el brillo suplicante en los ojos de Fiorella y accedí.

La primera en saltar de su asiento para recibirnos con entusiasmo fue Irem, no había convivido con ella, pero parecía una chica extrovertida y agradable, realmente Fiorella y ella tenían mucho en común.

Los tres hermanos habían heredado la belleza y el porte de Nabila, pero, a diferencia de los hombres, Irem tenía los ojos castaños muy oscuros, similares a los de su padre.

La chica se acercó me sujetó de ambas manos y depositó un beso en cada una de mis mejillas, para después hacer lo mismo con Fiorella.

—Irem... —La reprendió el hermano mayor con voz autoritaria. Él se encontraba en al asiento al centro de sus hermanos, en una pose de amo y señor del universo.

—Lo siento, hermano —dijo apartándose de nosotras. Acomodó su largo cabello caoba detrás las orejas y tras una ligera reverencia volvió a su asiento.

—Déjala, Farid, estamos en confianza —intervino Fiorella en tono afable.

El turco solo se limitó a observar a mi amiga, pero no dijo nada, sus ojos entonces sus ojos pasaron a mí, a mi cuerpo mejor dicho. Su mirada me recorrió de pies a cabeza, de una manera discreta pero intimidante, al final se centró en mis ojos y una apenas perceptible sonrisa torcida fue esbozada por sus labios.

—Buenas noches, prinsesse.

Una sonrisa forzada disimuló mi nueva de desagrado.

El siguiente en ponerse de pie fue Nasra. Sujetó con gallardía la mano de Fiorella y depositó un fugaz beso en ella. De soslayo pude ver cómo el rostro de mi amiga se teñía de rojo y sus ojos se iluminaban. Entonces me di cuenta, mi amiga realmente sentía atracción por él.

La vida era una desgraciada impredecible. Mientras yo estaba siendo obligada a aceptar un compromiso con él, la mujer que lo deseaba como es debido debía mantenerse al margen. Aquello solo me incentivó a encontrar la manera de terminar con el absurdo acuerdo de mi padre. Quizá si analizaba mejor la situación, pudiera encontrar una solución que nos beneficiara a todos.

Después del corto saludo por parte del turco, este se dirigió a mí.

Al igual que con Fiore, sujetó mi mano con delicadeza. Sus labios se posaron en mi dorso con suavidad, pero a diferencia de mi amiga, alargó el momento, tanto que mi piel comenzó a cosquillear debajo de su tacto, pude sentir, incluso, como aspiraba delicadamente el aroma de mi piel.

Traté de retirar mi mano pero su agarre se afianzó. Aquello no llegó a causarme dolor pero sí una gran incomodidad.

Sonreí forzadamente y me removí ansiosa por que me soltara, mis ojos hicieron un escaneo fugaz a mi alrededor, solo para tratar de ignorar lo que sucedía en ese momento, pero, para mi desgracia, mi mirada volvió a conectar con los ojos fijos e indescifrables de Farid.

—Estás radiante esta noche, Eleanor —comentó Nasra, liberándome de su agarre y brindándome una sonrisa honesta y seductora.

—Gracias —murmuré.

Fiore (quien ya había tomado asiento), se corrió en el asiento semicircular liberando el espacio suficiente para Nasra y para mí. Agradecí enormemente que la italiana estuviera entre Farid y yo.

Alf y Helge se colocaron a una distancia prudente de la mesa, junto a los escoltas de Bozkurtlar, brindándonos privacidad, pero manteniéndose alerta, después de todo, el lugar estaba fuera de la"seguridad" que podría brindarnos el klan.

—¿Qué están tomando? —indagó Fiore, dándole un vistazo a las copas de los tres Akdemir.

Irem tenía un vaso con liquido azul lechoso, que no se me antojaba para nada. En la mesa había otro par de vasos con un líquido ambarino oscuro y bastante hielo, los cuales pertenecían a los otros dos hermanos, indudablemente.

Fiore arrugó la nariz e hizo la cara de desagrado que yo no me atrevía. Llamó a un mesero y ordenó un campari con naranja, mientras que yo me incliné por una copa de cherry heering, la cual me sirvieron junto a un pequeño bowl de cerezas al brandy.

El tiempo pasaba más lento de lo que esperaban, la tensión en la mesa era evidente, al menos lo era para mí; Fiorella e Irem se habían enfrascado en una amena conversación, que Farid (Pese a que se encontraba en el medio de aquellas dos chicas), ignoraba por completo, de hecho, no parecía que el hermano mayor estuviera realmente en ese lugar. Su mirada se encontraba fija en algún punto de la pista de baile, mientras bebía constantemente de su trago.

Nasra había intentado entablar conversación conmigo al menos un par de veces, pero me era inevitable responder con monosílabo. No había nada que no nos llevara al tema de los negocios familiares y, honestamente, era en lo que menos quería pensar esa noche. Al final habíamos avanzado un poco más cuando comenzamos a hablar de nuestras profesiones y pasatiempos.

Él se había graduado con honores en economía, hablaba de la carrera como la mejor del mundo, sentí emoción por él, a mí me habría gustado amar de esa forma mi carrera. Le confesé mi gusto por la literatura romántica y la mitología y, a diferencia de lo que habría imaginado, no minimizó ni criticó en ningún momento mis intereses. Eso me hizo pensar que, tal vez Fiorella tenía razón... Tal vez Nasra no era un monstruo después de todo.

Dai, vieni! —animó Fiore, moviéndose al ritmo de la música sobre su asiento, haciéndome reaccionar ¿Por qué carajos estaba pensando en Nasra como una opción? ¡No! André era y sería el único hombre en mi vida.

—¿A dónde? —pregunté entre desconcertada y divertida.

—¡A bailar! —Volvió a gritar mi amiga, encima de la música. Farid la miraba como a la persona más irritante del mundo. Le lancé un intento de mirada amenazante, que ignoró por completo —. Voy a envejecer aquí si continúo esperando a que alguno de ustedes tenga iniciativa. —Se quejó, mientras señalaba a los hermanos.

Irem sonrió, y aplaudió con entusiasmo.

—¡Vamos! — aceptó con emoción, haciendo además de ponerse de pie.

Sin embargo, fue detenida por la mano de Farid, la cual se aferró a la suya, aprisionándola sobre la mesa. Irem lo miró con culpa y algo de súplica. No hicieron falta palabras para que la pequeña Irem volviera a sentarse. Y aquello solo avivó el recelo que sentía por ese hombre.

—¿Y bien? — me preguntó Fiore con una sonrisa brillante, ajena a lo que acaba de ocurrir.

Dudé un segundo antes de animarme a, de alguna manera, retar al futuro líder de la mafia turca. Sin embargo, el alcohol me valentonó un poco.

—Esa canción no me encanta Fiore —apunté con un mohín —, mejor la próxima ¿Está bien? — mi amiga iba a quejarse, pero continué hablando antes de que pudiera echar a perder lo que estaba a punto de hacer —Pero, lleva a Irem —dije con una sonrisa, la cual se ensanchó al ver la mirada acribillante del hermano mayor —, no puede irse de Dinamarca sin disfrutar por completo de ella.

Fiorella apoyó lo que acaba de decir, se apresuró a ponerse de pie (Prácticamente nos empujo a Nasra y a mí para que nos apartáramos de su camino), tomó la mano de Irem y la arrastró escaleras abajo, sorteando la marea de personas, sin darle tiempo a Farid de evitarlo.

Mi cara era de satisfacción infinita.

—Farid, hermano, ella va a estar bien. Nuestros hombres la cuidan —apuntó Nasra, mientras que con una mirada y un simple movimiento de cabeza, dos de sus guardias se dirigieron hacía la pista de baile, manteniéndose a una distancia prudente de las chicas, pero con los ojos bien puestos sobre ellas y todas las personas a su alrededor.

—Copenhague es muy tranquila, Farid —agregué, solo para ver como el nombrado tensaba la mandíbula y empuñaba su vaso. Temí que lo fuera a hacer añicos, afortunadamente el cristal resistió.

Después de eso, Irem pudo divertirse con Fiore y conmigo sin tantas objeciones por parte de su hermano, quien no se levantó en un solo momento de su lugar. El resto de la noche lo aproveché para averiguar si Nasra tenía alguna persona especial en Turquía o en cualquier otra parte del mundo, sin embargo, pese a mis intentos de sacar el tema a flote, él terminaba desviando la conversación, no estaba segura de si lo hacía a propósito o simplemente era que en realidad no había nadie que ocupara su corazón y eso solo complicaba más mi situación.

Cerca de las tres de la mañana, me encontraba bailando con las chicas, mientras Fiorella y yo entonábamos la letra de Barbie Girl, dispuestas a enseñarle la canción a Irem. La letra reflejaba a la perfección el como solía sentirme a veces, utilizada y moldeada al antojo de mi padre.

A pesar de la hora, el lugar continuaba bastante concurrido y claro, los chicos ebrios y estúpidos parecían estarse multiplicando con todo el alcohol que ya habían bebido. Esa era la señal para salir del club antes de que las cosas se salieran de control. No me fiaba para nada del control de los Akdemir, mucho menos de Farid, quien no nos había quitado la vista de encima ni un solo segundo.

—¡Voy al baño! —les dije a las chicas, quienes seguían contoneándose al ritmo de Aqua.

Fiore y me hizo una seña para que fuera sin preocupación. En el camino localicé a Helge y Alf y les pedí que se adelantaran por la camioneta y que nos esperaran en la entrada del lugar. Helge acató mi orden de inmediato, sin embargo, Alf dudó un poco en si era buena idea dejarme sola.

—Está bien —dije con seguridad. La noche había estado bastante tranquila, ¿qué podía pasar en unos cuantos minutos?

Él suspiró y asintió con un poco de recelo, pero al final siguió a Helge.

Seguí por el estrecho pasillo y me interné en el baño de mujeres. No tardé más de cinco minutos ahí dentro, pero supuse que mis guardias ya estarían en la entrada esperándonos, como se los pedí, caminé de regreso, la pista se extendía al final del pasillo, el cual estaba iluminado por una tenue luz azul neon.

Traté de buscar a las chicas en medio de la gente, pero ya no estaba donde las había dejado. Estaba por terminar de recorrer el pasillo, cuando una fuerte mano se afianzó a mi cintura, arrastrándome de nuevo a la mediana oscuridad del pasillo.

No pude evitar chillar a causa del sorpresivo hecho, mi corazón se aceleró y un escalofrío recorrió mi cuerpo, me sentí desorientada unos momentos. Fuera quien fuera aquel tipo, era mucho más grande y fuerte que yo.

El extraño me aprisionó contra la pared, sujetando mis manos por detrás de mi espalda y pegando su cuerpo al mío, lo cual me confirmó que era al menos unos treinta centímetros más alto que yo. Mis ojos aún no se acostumbraban del todo a la poca luz, pero podía distinguir la tela de un traje caro frente a mí.

—No tan rápido, prinsesse —dijo el... ya no tan extraño, sujeto. Mis ojos se abrieron como platos en cuanto reconocí aquel tono grave e intimidante.

—¡¿Farid?! —pregunté casi sin voz, sentía como si un fuerte golpe en la boca del estómago se hubiera llevado todo mi aliento —¿Qué mierda crees que estás haciendo? ¡Suéltame! ¡Esto no es divertido! —Me quejé, mientras forcejeaba para que me liberara, aunque claro, era inutil.

—No te imaginas cuánto estuve deseando un momento como este durante toda la noche, Eleanor —dijo, mientras tomaba mi mentón con su mano libre y levantaba mi rostro para que lo mirara directamente, sus ojos dorados se volvían más hipnóticos y peligrosos bajo aquella mísera luz.

—¿De qué estás hablando, imbécil? ¡Suéltame, o...!

—¿O qué prinsesse? ¿Vas a llamar a tus guardias? —Chasqueó la lengua en negación —No fue una buena idea mandarlos fuera ¿Verdad?

¡Carajo!

—No van a dudar en entrar si no salgo de aquí en menos de cinco minutos —apunté con seguridad.

—Es una suerte que les haya dicho que yo personalmente me encargaría de llevarte a tí y a tu amiga, sanas y salvas hasta la salida —Sonrió con burla.

—¡Eres un hijo de puta! —gruñí.

—Me lo han dicho bastante, pero gracias por recordármelo.

Traté de buscar una salida rápida, algo que moviera la poca moralidad que pudiera haber dentro de él. Aunque no fue la mejor idea, a decir verdad.

—¿Cómo te atreves, imbécil? ¿Acaso no sabes que soy la futura esposa de tu hermano? ¿Tu futura cuñada?... ¡No puedes faltarle al respeto a alguien de tu familia!

La sonrisa de Farid se ensanchó provocando que mi sangre se helara.

¡Mierda! Al parecer nada hacía tambalear a ese hombre.

Acercó su rostro al mío, dejando una distancia nula entre nuestros labios.

—¿Así que sí estás enterada de ese pequeño detalle? —dijo. Su aliento a cognac golpeó mi piel —Llevo días preguntándome si tu padre ya se había atrevido a darte la buena nueva. Pronto formarás parte de los Akdemir ¿No te emociona? —agregó, paseando la punta de su nariz por mi mejilla.

Apreté los ojos, obligándome a mantener la mente clara.

—¿Sabes?... Me habría encantado que fueras mi mujer y no la de mi hermano, así podría tenerte dentro de mi cama noche y día. Es una lástima que nuestras posiciones dentro de nuestras organizaciones no lo permitan... pero...es una suerte que mi hermano y yo compartamos todo...

Abrí los ojos de golpe.

¿Qué reverenda idiotez acababa de salir de su boca?

—¿Qué...? ¡¿Qué clase de enfermo eres?! —grité molesta —lee mis labios, Farid: NUNCA VOY A SER DE TU HERMANO Y MUCHO MENOS, TUYA. Primero muerta.

—Me encantan los retos, Eleanor.

Una pequeña luz apareció al final de mi oscura realidad, tal vez si le comentaba a mi padre sobre ese atrevimiento por parte de Farid, él decidiera echar atrás el estúpido compomiso. Después de todo Sten era receloso en cuanto al respeto de la familia y el matrimonio, seguramente estaría en total desacuerdo de que su hija fuera a ser utilizada como un puto objeto de placer para los hermanos.

—Sé lo que estás pensando, Elenor —comentó, trayéndome de vuelta a la realidad —Tu padre está cegado por el poder que le va a traer el emparentar con mi familia ¿Crees que echaría abajo un negocio así?

—Ya veremos —dije con una ceja enarcada.

Un brillo oscuro apareció en los ojos de Farid.

—Me excita tanto tu altanería, pequeña princesa.

No me dio tiempo de responder aquello, cuando me dí cuenta sus labios ya se encontraban aprisionando los míos, sus movimientos eran demandantes y arrebatados. Eran iguales a los de André.

Estuve a punto de perder el juicio, a punto de dejarme llevar por la necesidad que tenía de él. Afortunadamente, su recuerdo me hizo reaccionar.

Aproveché que toda la atención de Farid estuviera puesta en recorrer mis labios, para liberarme y apartarlo de un empujón en el pecho y una patada cerca de la entrepierna. Trastabilló ligeramente hacía atrás, gruñendo y vociferando un "Mierda" que me llenó de satisfacción. Me apresuré a alejarme de la pared y salí corriendo del pasillo.

Aún debía dar con Fiorella para llevarla a Paladset. Era mi responsabilidad. Repasé rápidamente la zona VIP, en la que habíamos estado toda la noche, pero no había rastro de ninguno de los chicos.

¡Mierda!

Comencé a caminar entre la gente, con la adrenalina a tope y las piernas temblorosas, con mi mente trabajando a mil por hora: El compromiso, los Akdemir, las palabras de Farid, André y mi amiga a la que no lograba ubicar.

A lo lejos y en una pausa de no más de tres segundos de la música, logré identificar la voz de Fiore, gritaba maldiciones en su idioma, hice un paneo con la vista, logrando identificarla a no más de dos metros de donde me encontraba. Sujetaba a un tipo de los cabellos mientras le propinaba un montón de patadas sin rumbo fijo, junto a Irem.

¡Recontra mierda!

¿En qué momento se había salido todo de control?

Corrí hasta donde se encontraban.

—¡Fiore! ¡Irem! ¡¿Qué mierda están haciendo?!

—¡Este... coglione, que se quiso pasar de listo con nosotras!

El pobre imbécil se había metido con las mujeres equivocadas. Iba a intervenir, cuando los hombres de Bozkurtlar aparecieron y se lo llevaron prácticamente a rastras.

—¿Están bien? —Escuché la voz alterada de Nasra, a mi lado —¡Amcik! —vociferó pasándose las manos por el cabello, con frustración. No entendí nada, pero supuse que se trataba de algún insulto.

—Estamos bien, hermano —afirmó Irem refugiándose en sus brazos —Por favor que no se entere Farid...

—¿De qué no debo enterarme? —Me tensé enseguida.

Todos nos tensamos, a decir verdad, pero en mi caso era por una situación totalmente diferente a la del resto.

Farid caminó hasta sus hermanos, pasando por mi lado, rozando ligeramente mi brazo desnudo con el dorso de su mano. Arrugué la frente y me mordí la lengua antes de comenzar a insultarlo.

Sus ojos oscurecidos se posaron un segundo en mí, antes de pasar a sus hermanos.

—Hay que irnos —dijo Nasra —. Acaba de surgir un asunto que debemos resolver —agregó con una frialdad que, hasta ese momento, había estado oculta.

Farid tensó la mandíbula y asintió, como si con esas simples palabras, Nasra le hubiera dado santo y seña de lo acababa de ocurrir.

El resto de sus guardias nos flanqueron, abriéndonos paso entre la gente, que nos miraba con curiosidad, mientras caminábamos a la salida.

Las camionetas ya estaban esperándonos cuando llegamos. Alf, quien se encontraba recargado en la puerta trasera de la nuestra, me analizó rápidamente, asegurándose de que estuviera en una sola pieza. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero seguramente había sido el suficiente para que él hubiera empezado a preocuparse.

—Hermano, me gustaría ir con Eleanor y Fiorella —pidió Irem, sujetando el brazo de Farid —¿Es posible? —Me preguntó.

Yo asentí con una sonrisa amable.

Cuando Farid iba a responder (Seguramente con una negativa), Nasra intervino:

—Está bien, ve con ellas —dijo, ganándose una mirada iracunda de su hermano —...Es lo mejor —agregó, observándolo de manera insistente. Farid exhaló con fastidio pero terminó accediendo.

Irem se alejó de ellos con una ligera reverencia y se encaminó hasta nosotras.

Le indiqué con una mano que subiera y así lo hizo, después Fiorella y al final yo. Alf cerró la puerta y se montó en el asiento del copiloto. A través de los cristales polarizados pude ver a los hermanos abordando su camioneta y su montón de escoltas una más grande, detrás de ellos.

Los tres vehículos avanzaron en caravana hasta Paladset.

—¿Están bien? —pregunté a las chicas.

Ambas asintieron.

—Ese hijo de la gran puta, se metió con las mujeres equivocadas —gruñó Fiorella, mostrando su puño.

No pude evitar sonreír. Ya que todo había pasado, el recordar a mi amiga con sus manos afianzadas en la cabeza de aquel chico, resultaba bastante gracioso. Mi sonrisa se convirtió en un montón de carcajadas que Fiore siguió secundó, e Irem, aunque tardó en reaccionar, al final se vió contagiada por nuestra locura.

—Te amo, tonta —dije a mi amiga, tomándola de la mano.

—Y yo a tí —respondió —. Bueno... ahora también a tí, pequeña lobezna —se dirigió a Irem.

—Ya eres parte del grupo —agregué.

Solo nos faltaba Grette para ser el cuarteto perfecto, aunque, a diferencia de Irem, Grette aún era menor de edad y eso suponía un poco más de limitaciones.

No nos tomó mucho tiempo llegar a la mansión.

Nuestra camioneta fue la primera en aparcar frente a la rotonda. Las tres bajamos en modo zombie, entramos a la casa y nos dirigimos cada una a sus respectivas habitaciones. Los pies me mataban, deseaba una ducha para liberar toda la tensión acumulada, pero mi cansancio era mayor, además estaba el pequeño detalle de que en tres horas debía dirigirme a mis entrenamientos.

Maldije bajo y me tumbé en la cama, todavía con el vestido puesto. Estaba comenzando a quedarme dormida cuando ruidos y murmullos en el exterior, llamaron mi atención. Me asomé por la ventana que daba al jardín. Los guardias parecían alterados por algo, sin embargo, lo que más llamó mi atención fue ver a Sten dirigiéndose hacía la entrada trasera del búnker, que se encontraba junto a las habitaciones de los guardias.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras con sumo cuidado y de la manera más silenciosa posible, corrí en puntillas hasta el pasillo en el que se encontraba la entrada principal del búnker. Me escondí tras una columna cuando reparé en el hombre que vigilaba la entrada.

¡Mierda!

Busqué entre las cosas que llevaba encima, algo que pudiera lanzar para causar una distracción que me brindara unos segundos para poder ingresar al lugar, pero lo único que me servía era el brazalete que me había regalado mi madre y no estaba segura de que hiciera el ruido suficiente.

Afortunadamente y como por arte de magia, el guardia fue llamado desde el interior, permitiéndome llegar hasta la puerta. Me adentré con cuidado, manteniéndome alerta ante cualquier situación.

Las escaleras que bajaban al sótano estaban despejadas. Descendí hasta la zona donde en horas me encontraría entrenando junto a los chicos, pero que en ese momento se encontraba vacía. Escuché sonidos y voces que venían del lado derecho del lugar, así que seguí por el pasillo, hasta donde estos me llevaran. Pasé una pequeña área con celdas vacías, a cada paso los ruidos y las voces se hacían más claras. Logré identificar la voz de mi padre.

Continué caminando hasta llegar a una pequeña área de unos cuatro por cuatro metros que semejaba una sala de interrogatorios, en el centro había una lámpara de luz blanca iluminando el lugar y debajo de ella una silla.

Cubrí mi boca con ambas manos cuando mis ojos se percataron del hombre que se encontraba atado a esta. Era el rubio del club, el que había molestado a Fiore e Irem. Solo que ya no lucía para nada como aquel chico. El hombre frente a mí, tenía el rostro ensangrentado, de hecho, un hilo de saliva mezclada con sangre salía de su boca, bañando su camisa blanca.

De no haber sido por los ligeros gemidos que emitía, podía haber pensado perfectamente que ya estaba muerto.

La voz de mi padre me hizo reaccionar y ocultarme mejor tras el muro del pasillo, que me brindaba seguridad y anonimato.

—Ya tienes todo lo que pediste —dijo. Pude ver como arrastraba una silla y la colocaba a una distancia prudente del hombre al centro. Se acomodó en ella y encendió un cigarro, parecía un espectador a punto de presenciar el espectáculo de su vida.

—Le agradezco, señor Sorensen. En verdad, valoro mucho esto que hace por nosotros —Ahí estaba, otra vez, esa jodida voz.

Farid avanzó un poco más al centro del lugar, quedando dentro de mi campo de visión. Llevaba la misma ropa de hacía un rato, pero se había quitado el saco y llevaba la camisa remangada hasta los codos.

—Sabe que no se lo habría pedido de no haber sido importante —continuó hablando, mientras se limpiaba la sangre de las manos —, pero este hijo de puta se atrevió a ofender a mi hermana y eso se paga con la vida —sentenció.

—No tienes que darme explicaciones, muchacho. Entiendo perfectamente. Haría lo mismo si alguien se atreviera a insultar a mi mujer o a mis hijas.

"Pues deberías empezar por el hombre frente a tí"

Pensé.

Farid asintió con tranquilidad. Caminó hasta una mesa al fondo de la habitación, donde un montón de objetos (que no podía identificar del todo) brillaban bajo la luz. Lo vi sostener unas pinzas mientras las observaba con detenimiento, una sonrisa oscura apareció en su rostro mientras sopesaba el peso del objeto en su mano.

—¿Está seguro que quiere observar? —preguntó el turco a Sten —Mi padre me ha dicho que sus métodos no son tan... radicales, como los nuestros.

Mi padre sonrió mientras le daba una calada a su cigarro.

—Adelante —dijo, expulsando el humo.

Me quedé helada ante esa palabra, el Sten que conocía podía ser todo, menos sanguinario.

Los gritos del hombre en la silla inundaron el lugar, al mismo tiempo que mis ojos se llenaron de lágrimas. Me había quedado congelada en el lugar, por más que traté no pude moverme. Me quedé ahí, siendo testigo de las aberraciones de las que era capaz Farid Akdemir.

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