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-puedes quedarte aquí, es una de las fincas de la familia de mi progenitora, nadie vendrá aquí, hay sirvientes que están hechos con mi magia, ellos te servirán y si quieres comerlos, al menos deja 2 o 3 para que mantengan limpia la finca o al menos hazlo hasta que venga a verte.

Los dos estaban en la sala de entrada, el príncipe ya debía de irse o su nana se iba a dar cuenta que se había escapado. Otra vez.

-...tch, bien -miro para otro lado irritado al recibir órdenes de un niño.

-vendré cada vez que pueda.

Desapareció de allí dejando solo al mago que bufo molesto.

Ese mocoso era arrogante y muy autoritario.

Aunque por algún motivo se sentía a gusto a su lado.

-maldición, ese mocoso me volverá loco.

-así es príncipe!, no debe de dudar al atacar a su enemigo!.

Los demás caballeros miraron con una gotita la energía infinita de su capitán.

El antiguo duque Loebein. Padre del actual duque Felix Loebein y escolta del emperador.

Cuando Aegon nació a los pocos meses la familia Loebeon fue a conocerlo, el duque y la nueva duquesa quedaron encantados con el pequeño príncipe. El antiguo duque decidió ser su maestro de espada.

Era obvio que la familia Loebein lo iba a conocer ya que Felix era como un hermano para Claude y su mejor amigo, así que el pelirrojo era como un tío para Aegon. O al menos eran una familia feliz antes de la revolución.

Los antiguos duques Loebein seguían visitando al príncipe cada vez que podían o él iba a visitarlos junto a su nana.

-bien hecho pequeño dragón -lo felicitó alzandolo en sus hombros alegré logrando que una sonrisa verdadera naciera en el rostro del menor.

El antiguo duque era un hombre corpulento de cabello rojizo y ojos marrones. Su piel era trigueña y era llamado "el emperador de la guerra". A pesar de tener una imagen terrorífica y oscura, con su familia y allegados se demostraba como era. Un hombre amable y divertido.

-querido es hora de un descanso.

La amable duquesa Loebein camino hacia su esposo sonriendo. Luego de la muerte de su primer esposa pasaron unos años y el duque se enamoró de una amable noble, su cabello era violeta oscuro y sus ojos eran marrones. Lamentablemente ella no podía tener hijos pero eso no evitó que los dos vivieran felices y se amaran con toda la felicidad del mundo.

Felix lamentaba la muerte de su madre pero estaba contento de que su padre se haya vuelto a casar y sea feliz, además de que su madrastra no era una mala mujer. Era amable y sabía cocinar muy bien.

La duquesa Loebein había conquistado a los dos pelirrojos con sus deliciosos platillos.

Cuando paso la tarde el príncipe se despidió de sus "abuelos" y decidió volver a su palacio.

En el camino con su nana charló con ella sobre lo que aprendió. Podía ser un genio y alguien poderoso pero seguía siendo un niño que sabía qué personas estuvieron a su lado y quiénes no.

-nana -detuvo su caminar mirando el atardecer.

-qué sucede su alteza?.

-...quiero que seas feliz aún si no estoy a tu lado -la miro con una suave sonrisa dejándola en shock.

Ella se arrodilló ante él y posó sus manos en sus hombros.

-aegon, a tu lado soy feliz, te he cuidado desde que naciste, eres como un hijo para mí yo...

-quiero que seas feliz, sé que amas a ese conde, lo veo en tus ojos nana, si en algún momento yo no estoy más a tu lado quiero que me prometas que dejarás que ese conde te conquiste por fin y que harás una hermosa familia.

Estiro su dedo meñique hacia su nana que lo miro con sus ojos cristalizados.

No entendia por qué le decía eso pero provocaba que su corazón se apretujara y sintiera una gran tristeza.

-l-lo prometo pequeño príncipe -entrelazo su meñique con el de él y le sonrió.

El menor se dejó abrazar por su nana oliendo su aroma. Ese aroma dulce que lo acompañó desde bebé, que lo cuidó como si fuera su Ángel guardián. Ella era la única figura materna que tenía pero...era hora de dejarla ir porque en algún momento él debería de irse de ese imperio y construir su propio imperio.

Golpeó con fuerza su espada de madera contra la espada del guardia ante él.

-siga así príncipe, debe de mantener siempre esa fuerza para lograr retroceder a su oponente.

Aconsejó el caballero separándose del príncipe que seco su sudor en su frente.

Había estado entrenando durante horas.

-...príncipe -miro curioso al caballero que le sonrió e hizo una reverencia -feliz cumpleaños, gloria y bendiciones su alteza.

Cierto, era su cumpleaños.

Sonrió amable y le dio su espada de madera.

-gracias, y gracias por entrenar conmigo.

-es un honor entrenar con usted príncipe.

La nieve cubría todo a su alrededor, era un día helado pero a la vez hermoso gracias a la nieve.

Luego de ser felicitado por las demás sirvientas o caballeros que se cruzaban en su camino. Se baño y al estar cambiado se sentó cerca de la chimenea leyendo uno de los libros que Lucas le dio.

Muchas veces intentaron armar una fiesta para celebrar su cumpleaños pero él negaba ese festejo. No porque deseará festejarlo con su padre o algo por el estilo, tal como era hace años, sino porque esa fecha le recordaba a ese día en que fue traicionado.

Ese día en que esa maldita perra lo traicionó.

-por qué no puedo entrar?!.

Se exaltó al escuchar nuevamente esa voz chillona.

Se asomó a la ventana y vio a la princesa junto a su escolta y su nana, la cual sostenía un presente en sus manos.

Otra vez lo iba a tratar de ver.

Desde que Athanasia se enteró que tenía un hermano, intentaba ir a verlo y hablar con él. Pero Aegon al darse cuenta de eso le ordenó a las sirvientas que no la dejaran entrar por ningún motivo. No deseaba formar algún lazo con ella.

No le interesaba en lo más mínimo.

-lo lamento princesa pero el príncipe no se siente bien, está descansando.

Otra vez esa excusa.

La rubia hizo una mueca y cuando sintió la misma mirada en ella, miro hacía arriba y se encontró con los ojos de su hermano. La miraba con neutralidad.

Ella le sonrio alegré y cuando lo estuvo por saludar se estremeció al ver el brillo frío y oscuro en esas gemas esmeralda.

Era la misma mirada que la de claude pero esa mirada tenía algo más oscuro. Como si fuera la mirada de un demonio.

Ella trago saliva y apreto su vestido.

-..felix, lily, vámonos -empezó a caminar hacia su palacio ante la mirada desconcertada de los nombrados.

Lily siguió a su princesa pero el caballero miró hacía donde estaba mirando la menor y arqueo una ceja al ver que no había nadie.

-"príncipe" -hizo una mueca de tristeza y decidió seguir a su protegida.

Si las cosas seguían así era posible que en el futuro, si Aegon asumía al trono, la pequeña Athanasia sea desterrada o algo peor. Ni él ni nadie sabía lo que pasaba por la cabeza del príncipe o qué pensaba sobre su hermana.

Así que se podían esperar de todo.

Incluso se podían esperar que el príncipe empezará una revolución contra su padre y asumiera el trono que le corresponde o incluso asesinar a su hermana para que solo haya un heredero al trono.

Ya que al momento en que claude nombró a Athanasia princesa imperial, dio a entender que cualquiera de sus dos hijos podría ser el futuro emperador o emperatriz. Si bien su hijo era el príncipe heredero eso no evitaba que su hija le pudiera arrebatar el trono.

Si Aegon y Athanasia tenían el mismo deseo de gobernar el imperio, en algún momento deberán de luchar por cumplir ese deseo.

Y esa lucha llevaría a la muerte de alguno de ellos dos.

Todos los allegados a la princesa y al príncipe estaban preocupados por su futuro.

-si que es molesta.

La mujer miro curiosa a su pequeño príncipe, había llevado algo de pastel y té para el príncipe. El cual estaba sentado cerca de la chimenea mirando el fuego con atención.

Sabía su pasado y su futuro, pero no sentía nada por ella.

Athanasia luchaba por sobrevivir y él no sería una de sus cartas de triunfo.

Él tenía su propia misión para su vida, así que no tenía intenciones de agregar más trabajo a sus hombros.

Si la ayudo un poco, en el caso de Lucas, no era por ella era porque le sería beneficioso a él.

Él necesitaba de Lucas y ese mago necesitaba de él.

-"tanto ella como su padre son molestos".

El fuego le mostró una visión de los dos rubios abrazándose y él solo sonrio de lado.

No necesitaba de ellos dos, tenía personas que lo apreciaban y eso le bastaba.

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