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Después de un largo viaje a caballo por fin había llegado Hyunjin al castillo.
Los guardias en la entrada del Castillo miraron que el príncipe no llegaba solo sino que alguien más estaba montado en su caballo así que un poco alarmados, activaron sus armas para atacar.
- Señor se encuentra bien - Hyunjin alzó las manos diciéndoles que se calmen.
- Tranquilos solo es un forastero yo me haré cargo de él - y con la orden dada ingresó al castillo aún con el joven durmiendo en su espalda.
Lo había sentido temblar durante el trayecto, la noche estaba siendo fría, a pesar de que el cielo estaba despejado.
Ya llegando a la entrada del Castillo vinieron unas empleadas a ayudarlo a bajar del caballo y ver si estaba herido.
- Joven amo - una de ellas vio al chico que tenía en su espalda llevándose las manos a la boca, sorprendida - quien es...
- Por favor alista una recámara de invitados esta noche se quedará aquí - la señorita asintió y corrió a hacer su labor - el resto ayúdenme a bajar.
Y mientras todos se moví ante un lugar a otro Hyunjin lo sacudió lentamente del hombro intentando que despierte.
- Estoy cansado - susurró con voz ronca, hundiendo más su mejilla contra su hombro.
Hyunjin río por la tierna acción así que haciendo maniobras sobre el caballo hizo que el castaño enríede sus piernas en su cintura.
"Sujétate fuerte" le había susurrado, según lo apresó en sus brazos aún dormido.
Era tan ligero como una pluma, los suave suspiros que dejaba salir chocaban contra su mejilla y sus pequeñas manos se aferraban a su capa tratando de no caer entre sueños.
- Joven Hyunjin la recámara está lista - no era muy común ver a extranjeros en el pueblo y mucho menos en el castillo así que estaba muy intrigada por lo que pasaría con aquel chico que había traído el príncipe.
Hyunjin inspeccionó la habitación mirando que todo está en orden y una vez que le pareció que todo era lo suficientemente cómodo dejó el cuerpo en la cama esta vez pudiendo ver con claridad su rostro.
La luz cálida que brindaba las lámparas de la habitación permitieron que sus ojos delineen cada delicada marca y silueta del menor.
Tenía el cabello castaño clarito, unas largas pestañas que chocaban con las de abajo, una nariz pequeñita y unas mejillas grandes se veían tan pomposas que incluso su dedo índice las tocó hundiéndose en su piel.
Su inesperado invitado tenía un ligero moín en sus labios, labios que por cierto tenían un color rosa durazno, no había pasado desapercibido su piel blanca y lo que era más que obvio su fino cuerpo, teniendo una contextura delgada y delicada, podía ver en sus manos aún lo pulcras que estaban sin un rasguño en ellas.
Se arrodilló en la cama quedando a la altura de Seungmin, en sus labios se formó una sonrisa al ver lo tranquilo que se veía durmiendo, era poco comun encontrar forasteros, así que, a pesar de las circunstancia en que lo conoció realmente quería llegar a saber un poco más de él, por fin tendría un amigo de otro lugar del mundo.
Seungmin al despertar sintió el cuerpo liviano, hace mucho que no dormía tan bien y se sentía tan cómodo que incluso renegó en abrir los ojos.
Así que reuniendo todas sus fuerzas abrió los ojos, era un día nuevo y un día bonito para ir a trabajar.
Solo que lo primero que vio no fue su vieja cabaña, sino una bonita habitación con toques dorados y plateados, con muchas flores en las mesas de noche.
Un poco confundido frotó sus ojos a ver si aún seguía soñando.
Pero no al abrirlos nuevamente se volvió a encontrar en esa bonita habitación.
Y poco a poco su mente fue recordando las palabras del guardia de la noche anterior.
Un poco avergonzado de no haberlo recordado antes se levantó y arregló la cama, con pasos tímidos se acercó a la puerta y la abrió encontrándose con un bonito pasillo, bueno al menos no era un calabozo tal vez, y solo tal vez, tenía razón.
No lo iban a castigar o juzgar, tal vez la casa real no era tan mala como él la imaginó.
Caminando con pasos lentos llegó hasta la planta baja donde una sala muy elegante lo recibió, un comedor amplio, con piso de mármol, paredes brillantes y candelabros enormes.
Entonces de una de las puertas salió una mucama con un vestido de tela azul y un mandil blanco llevando en sus manos una charola con comida.
- Oh! querido ya despertaste, lo siento, ahora mismo te serviré el desayuno, no te preocupes, siéntate.
Ella muy amable le sirvió un desayuno que en su corta vida nunca había pensado siquiera que podía comer, fruta, jugo, pan recién horneado, un omelette, incluso una tarta casera con una fresa encima.
- ¿Todo para mí? - preguntó con las mejillas sonrojadas, él hasta ahora había sido solo un ladrón por qué estaba haciendo tan bien recibido.
- Sí, todo eso es para ti - la voz alegre de Hyunjin resonó en el comedor, mostrándose con una amplia sonrisa y sus bellos ojos color ámbar mirándolo fijamente - Buenos días...
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