Capítulo Único
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—¡Me encantan mis poderes, son como los tuyos, mamá! —decía el joven príncipe entusiasmado, dando saltos alrededor suyo.
En el rostro de Elizabeth se dibujó una dulce sonrisa, que pronto se desvanecería cuando Meliodas se atrevió a hablar también. Ella sabía perfectamente lo que su amado tenía por decir.
—Tristán… —la voz del rubio captó la atención de su hijo, quien lo miró con atención en cuanto escuchó su nombre —Quieras o no, algún día tendrás que lidiar con la oscuridad en tu corazón y cuando ese día llegue, será cuando menos esperes.
—¡Eso nunca va a suceder! —exclamó alterado el pequeño —¡Yo nunca voy a ser como tú! ¡Yo jamás lastimaré a nadie! —dijo mientras contenía el llanto y salía huyendo de ellos.
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—¡Abran paso! —ordenaron unos caballeros sacros que llegaron a prisa justo donde los guardias del castillo vigilaban la entrada.
—¿Qué sucede? —les preguntaron al unísono, pero no fue necesario responder, pues pronto verían llegar al joven príncipe con una muchacha malherida entre sus brazos.
—Necesito ver a mi madre urgentemente —dijo Tristán con severidad, mientras los guardias asentían y se iban de sus puestos para buscarla.
—¿Ha sucedido, no es así? —preguntó una voz a sus espaldas, en cuanto ya todos se habían ido.
—No fue mi intención ─se excusó el peliplata.
—Lo sé —le respondió su padre, mientras examinaba a la chica.
—No sé cómo pasó, lo último que recuerdo fue que ella estaba aferrada a mí, rogando que me detuviera.
Meliodas miró a su hijo disimuladamente mientras éste le relataba lo sucedido. En su rostro pudo notar que aún tenía activada su marca demoníaca. En él parecían no haber rastro alguno de emociones y eso le preocupaba.
—Tranquilo, ella estará bien. Tu madre hará lo posible por sanarla —le dijo para apaciguarlo, pero era imposible, pues él estaba bastante perturbado con lo que había hecho.
—No pude hacer nada para ayudarla, soy un desastre. Odio la oscuridad que hay dentro de mí, no me puedo concentrar correctamente —vociferó enfadado.
El rey Meliodas guardó silencio. Sabía que nada de lo que fuera a decir ayudaría en algo, pues su hijo detestaba con todo su ser el hecho de tener sangre demoníaca corriendo por sus venas.
—Rey Meliodas, príncipe Tristán —se dirigió a ellos uno de los guardias —La reina los está esperando en la habitación del príncipe —aseguró.
—Gracias —dijeron ambos y rápidamente abandonaron el lugar.
Cuando llegaron a la habitación del peliplata, Elizabeth los estaba esperando de pie junto a la ventana, mirando a través de esta la tormenta que había comenzado. Se notaba bastante afligida, ya que siempre había temido que su hijo lastimara a alguien al no saber controlar sus poderes y ahora que lo había hecho, tenía la certeza de que no sería la última vez que sucedería.
—Nadenka —dijo el nombre de la joven casi en un susurro, mientras su hijo la recostaba sobre su cama.
—¿Quién es ella, madre? —la cuestionó, mientras la observaba curar sus heridas, las cuales estaban en todas partes de su cuerpo.
—Ella es la aprendiz de Hendrickson y la hermana menor del mayordomo de Margaret: Grigory —respondió Elizabeth.
—Jamás la había visto antes —afirmó el joven observando con atención cada facción de la chica.
—Es igual a su hermano —dijo Meliodas para entrar en la conversación —Ambos tienen el cabello verde y ojos azules. No estoy muy seguro, pero creo que son familiares de Deldry.
—Sí, estás en lo correcto —le dijo Elizabeth sonriente, pues ya había terminado de curar a la joven.
—Creí que sería más complicado —murmuró el joven príncipe.
—Sólo tienes que concentrar todo tu poder en la palma de tus manos, mientras esperas pacientemente a que cada herida sane —le aconsejó su madre.
—Gracias mamá —dijo Tristán, no sólo por el consejo sino también por haber sanado a Nadenka.
—Bueno, nos marchamos —anunció Meliodas —Si necesitas algo, sólo llámanos. Cuida muy bien de la chica. No te atrevas a tocarla mientras está inconsciente —bromeó con una risita, haciendo que su hijo se avergonzara bastante, lo cual hizo que su marca de oscuridad se esfumara.
—¡No soy un pervertido, como tú! —exclamó indignado, antes de que sus padres abandonaran la habitación.
Tristán fijó su vista nuevamente en la joven, quien tenía la ropa destrozada y sucia.
—Mierda, si su hermano la viera así, seguramente me mataría —murmuró, mientras buscaba entre su guardarropa una caja donde guardaba sus ahorros —Ella necesita ropa nueva.
…
Tristán se pasó aquella noche velando el sueño de Nadenka, quien seguía sin despertar, ni dar ni un indicio de querer hacerlo.
—Por favor, despierta —rogaba el joven preocupado, mientras tomaba su mano y la apretaba ligeramente sobre las suyas.
El peliplata pasó largas horas contemplando a Nadenka, pensando en qué más había ocurrido en aquel momento en que la había atacado.
—¿Por qué no recuerdo nada más? ¿Cuál fue el motivo por el cual casi mato a esta chica? —aquellas preguntas se las repetía una y otra vez en la mente, sin encontrar una respuesta a ello —Nadenka, perdóname. Soy un monstruo…
Tristán cerró los ojos en una parte de la madrugada y sin darse cuenta terminó durmiéndose a un lado de ella, quien abrió los ojos en cuanto sintió el agradable calor de su cuerpo.
—Príncipe… —dijo en voz baja avergonzada en cuanto se percató de quién era aquel hombre a su lado.
Para cuando hubo amanecido, Nadenka estaba abrazada a Tristán. El príncipe se levantó de la cama exaltado, despertando a su vez a la joven de ojos azules.
—Perdón, me quedé dormido a tu lado —dijo alarmado.
—No hay problema —le respondió ella, ocultando el rubor carmín de sus mejillas —No es como si fuera la primera vez que dormimos juntos —le dijo.
—¿Eh? —gritó Tristán asombrado ante tal revelación.
—¿Acaso no lo recuerdas? —Nadenka miró los ojos del príncipe y notó que en ellos no estaba la oscuridad que la había atrapado —Ah, ya entiendo… creo que hay algo que debo contarte o mejor dicho, recordarte.
…
Era un día de otoño cualquiera en aquel momento. El paisaje tenía bellas tonalidades de naranja y rojo por todas partes. Era un espectáculo visual por dondequiera que se mirase.
Una joven había estado recolectando hierbas medicinales gran parte de la mañana y se había alejado tanto que había momentos en los que se sentía perdida, pero eso no fue suficiente para que ella se alarmara, pues creía ciegamente que tenía muy buen sentido de la orientación, cosa que no era así.
Nadenka caminó y caminó sin rumbo fijo. A veces en círculos y en algunas otras ocasiones en línea recta. Cuando el cielo comenzó a nublarse, a tornarse todo gris y con ventiscas fuertes, se dio cuenta de que debía marcharse, pero cuando trató de volver por donde vino, simplemente no pudo. La tempestad la hizo sentir miedo, solo así se atrevió a correr. Nadenka corrió lo más que pudo, mientras la lluvia y el lodo ensuciaban su ropa y su figura.
Y mientras ella corría, no se había percatado de que un monstruo de aspecto asqueroso iba tras ella. El sonido de la lluvia no le permitió notarlo a tiempo y justo cuando creyó que estaba a salvo, aquel ser nefasto se abalanzó a ella, a quien hizo caer junto a él desde un acantilado. Mientras ella caía largos metros cuesta abajo, su cuerpo era golpeado y rasguñado por la naturaleza y aquel ser repulsivo.
Cuando Nadenka despertó de aquel horror, se percató que había alguien más cerca de ella. Podía escuchar perfectamente los quejidos de aquel monstruo mientras era masacrado sin piedad. No sabía si debía temer a quien sea que fuere aquel ser que aniquilaba sin piedad a su enemigo o si debía agradecerle por al menos acabar con el maldito ser repulsivo que la había llevado al borde de la muerte.
Mientras Nadenka agonizaba moribunda, aquel nuevo agresor al que ella llamaba "mi salvador", la tomó del cabello para mirarla a la cara.
—Eres perfecta, que bueno que estás viva —le dijo aquel joven de cabellos de plata, mientras, le limpiaba la cara llena de lodo, sangre y hojas secas.
—Soy Nadenka —apenas pudo decir, en cuanto vio el rostro de aquel muchacho, cuyos ojos negros como la noche la habían hipnotizado.
—Soy Tristán —respondió él.
Después de aquel encuentro Nadenka no sabía cómo agradecerle el haberla salvado, pues si él jamás hubiera estado cerca, probablemente habría muerto.
—Príncipe, acéptame como pago por haberme salvado la vida —le dijo ella, quien toda avergonzada se acercó a él, bajando los tirantes de su vestido rosa pastel.
Tristán la observó en silencio, mientras repasaba su figura con detenimiento. La joven se acercó a él con pasos firmes y tomó su mano, la cual se llevó al pecho para que él comenzara a acariciarla. El de cabellos de plata la estrechó contra sus brazos y suspiró ávido llenando sus fosas nasales del olor a ocre de la joven.
El príncipe comenzó a besarle el cuello, mientras seguía apartando el molesto vestido del cuerpo de ella. Su piel aunque estuviera toda lastimada, podía sentirse suave ante su tacto. Ella jadeó en cuanto él se atrevió a morderle el cuello de manera suave, pero sin querer probó su sangre, cuyo sabor era exquisito ante su paladar demoníaco.
El príncipe se abalanzó a ella en un intento desesperado de poseerla en todos los sentidos. Sus instintos más bajos y ruines se despertaron en ese instante. Él dejó de pensar claro y su lado pulcro quedó mancillado en cuanto comenzó a hacerla suya en un fuerte vaivén de caderas.
Nadenka gemía debajo de él, quien seguía moviéndose de manera brusca. Tristán había olvidado su caballerosidad, su modestia, sus principios, sus valores. Él ahora era una bestia. Un maldito demonio en busca de placer, que deseaba saciarse con el cuerpo de aquella mujer.
Tristán le había hecho trizas el vestido, mientras la besaba y la embestía duramente. Nunca había sentido un fuerte deseo sexual por una mujer, ni siquiera había pasado por su cabeza. Él había dedicado su vida a proteger el reino, pero jamás había pensado en las mujeres de otra manera. Él era amable y respetuoso, justo como su madre quería que fuera… pero ahora que estaba con una mujer, su mente comenzó a llenarse de toda clase de deseos sucios. Deseos que anhelaba hacer realidad con esa joven.
Tristán la embistió duramente por última vez y cuando eso sucedió, ella se desmayó. Nadenka había sido despojada de su inocencia por un nefilim de la realeza, por alguien cuyos valores se habían ido al carajo en cuanto le había puesto las manos encima cuando ella se lo permitió.
Quizás la culpa era de ambos, pero ahora ya no importaba. Ahora ella había sido marcada por él. Tristán la había impregnado de su esencia y eso más adelante podría resultar en un problema.
…
—Básicamente, te hice mía sin pensarlo —dijo él todo avergonzado mientras trataba de ocultar su rostro con ambas manos.
—Sí, pero no se preocupe, príncipe Tristán. A mí me gustó mucho. Es decir, me siento afortunada de que haya sido con usted.
Nadenka parecía feliz a pesar de todo y eso hizo que el príncipe se sintiera un poco tranquilo. Aunque en el fondo le preocupaba haberla tomado bruscamente y lastimado en el proceso.
—Que sea nuestro secreto —le dijo ella al oído, mientras él se limitaba a asentir varias veces.
Su secreto no duró mucho debido a que el vientre de Nadenka comenzó a crecer después de unos meses. Meses en los que el joven príncipe era amenazado por Grigory, el hermano mayor de la chica.
—Si te veo cerca de ella te juro que voy a freirte —le decía cada que lo veía —No puedo creer que le hayas hecho eso a mi hermanita —lloriqueaba el hombre, quien muy a pesar de todo estaba muy emocionado porque iba a ser tío.
Tristán se disculpaba constantemente por ello y en el fondo se sentía terrible por no haberse controlado aquel día.
—Pudo haber sido peor —le dijo el rey Meliodas a su hijo, quien se notaba preocupado por la situación.
—Nadenka… pude haberla matado ese día —murmuró.
—Pero afortunadamente tu lado pervertido salió a flote y solo te la follaste —dijo sonriente.
—¡Papá! —vociferó el joven avergonzado.
—Bueno, bueno ¿qué se le va a hacer? Al menos nos darás un nieto —sonrió contento.
—Dos papá, son dos —rectificó —Nadenka y yo tendremos gemelos. El señor Hendrickson se lo acaba de informar esta mañana.
—¿Eh? Pues bien, entonces habrá dos mini tú corriendo por el castillo muy pronto. Me alegro mucho de esta noticia, habrá que celebrarlo —sugirió.
—Sabes que no me gusta beber, papá.
—Sabes que no me importa, tú vas a beber conmigo o le diré a tu madre que te comiste su pastel de fresas que claramente le regalé a tu tío Zeldris.
—Carajo, eres un tramposo —maldijo, aceptando el trato de su padre sin más opción.
Después de que los gemelos nacieran, Tristán y Nadenka anunciaron su compromiso y a los pocos meses se casaron. El peliplata comenzó a trabajar duro para controlar su ira cada que su poder de oscuridad salía a flote, pero había sido demasiado complicado para él y eso lo hacía enojar tanto que su personalidad alegre y carismática se había tornado oscura.
Sólo había alguien que podría ayudarlo, pero ese alguien se rehusaba a hacerlo puesto que había perdido a su prometida por culpa suya. Sí, Nadenka estaba comprometida con Mael, quien se sumió en la amargura y la tristeza luego de que su alumno lo traicionara terriblemente al quedarse con su mujer.
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Espero que les haya gustado este one-shot, justamente acabo de terminar de escribirlo. Al menos el insomnio pudo darme buenas ideas xd
An Airad
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