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Capítulo 8


Tras la pequeña escena en el medio de la ciudad, donde más de uno se acercó veloz a ver qué pasaba y seguir con el juego de Celeste con novio, ambos protagonistas dirigían su rombo a un rincón intrincado del pequeño pueblo, casi que parte del frondoso bosque que lo rodeaba. Resulta que la pelirrosa vivía apartada, tenía un espacio muy humilde pero lejano.

Al poner un solo pie en el terreno de su hogar, Celeste pudo divisar a lo lejos a su familia. Su ahora no tan pequeña hermana Rocío se encontraba terminando de pintar la fachada de la pequeña casita de color blanco, era un diminuto lujo que pudieron darse gracias al dinero obtenido por su empleo, las paredes casi se caían cuando la protagonista abandonó su hogar, y ahora, un año después, se veía mucho más decente; su hermanito Joaquín jugaba con una espada a lanzar estocadas al aire, como si estuviera entrenando para convertirse en un guerrero cuando fuera mayor, correteaba por los alrededores mientras animaba a Rocío y le decía que él también podía ayudar; la señora madre estaba sentada sobre una de las sillas del comedor, con las piernas cruzadas, ella fue la primera en ver a su hija, puesto que mantenía su mirada en el camino esperando el momento exacto.

—¡Celeste! —exclamó con alegría, alzando una de sus manos y sonriendo a más no poder.

La mencionada le devolvió el saludo acercándose, detrás de ella y unos pasos más atrás venía Zeldris, quien se había propuesto examinar hasta el más pequeño detalle. La llamada de la mujer mayor provocó que las otras dos criaturas se fijaran en la dirección de dónde provenía la razón de su alegría, encontrando a su hermana corriendo hacia ellos.

Rocío estaba igual de contenta que su madre y se lanzó a trotar —soltando la brocha en el cubo de pintura— para poder abrazar a su ídolo, ejemplo a seguir y mejor amiga en la historia. La había extrañado mucho, un fin de semana por un mes se le hacía bastante poco tiempo de intercambio, pero aprovecharía al máximo cada segundo. Las dos chicas se fundieron en un profundo abrazo, cargado de sentimientos, diciéndose sin palabras lo mucho que se habían extrañado. Casi se lanzan a llorar en los brazos de la otra.

Joaquín, el más pequeño, tuvo una reacción un tanto distinta. Él, en cambio, agachó la mirada con sus orbes café apagados, su espada terminó en el suelo, y no porque él la haya lanzado, más bien fue porque se le cayó sin darse cuenta. Se mostró triste, apartado, decaído.

Leticia, la progenitora de esas tres criaturas, no pudo pararse de su silla, su enfermedad le impedía hacer grandes esfuerzos físicos y con el tiempo su cuerpo se había deteriorado lentamente, dejándola como solo un maniquí, se hacía duro aceptarlo pero debía enfrentar que solo era una carga. Solo se encontraba afuera porque sabía que Celeste regresaba hoy y no quería perderse su llegada. No le quedó más remedio que esperar a que sus dos hijas terminaran de darse amor para poder recibir a la pelirrosa.

Zeldris, completamente apartado y sin siquiera ser visto, admiró con anhelo cada pequeña acción, y aunque lo desconcertó la actitud de Joaquín, a más de un kilómetro se podía apreciar la unidad familiar, la preocupación de unos por otros y los lazos que los ataban. Era tan distinto a todo lo que conocía hasta ahora, diferente a un padre avaricioso y codicioso al que no le interesaba el bienestar de sus hijos, opuesto a un hermano que traiciona y miente por amor, inclusive al único que siempre confió en él. En silencio deseó tener esa vida, aunque fuera sencilla, tenía todo lo que nunca tuvo.

—Hermana, ¿quién es él? —inquirió Rocío, separándose ligeramente de Celeste y observando por encima del hombro de esta al demonio.

—Vengo de una ardua pelea con la gente del pueblo por tener que hacerles saber que no es mi novio —bufó, soplando el rebelde mechón de cabello que se empeñaba en tapar su ojo derecho —. Así que no quiero bromas al respecto.

—Eso no responde mi pregunta —dijo, inflando un moflete en un tierno gesto. Ella le copió eso a su hermana mayor, quien vivía haciéndolo.

—Su nombre es Zack, es un amigo —contestó corriendo los ojos.

—Zack es muy guapo —fantaseó, llevando ambas manos a sus mejillas sonrojadas, tenía sus orbes café brillando con intensidad. Se veía como una niña pequeña a la que le dicen que es una princesa.

—Y muy viejo para ti —añadió Celeste entre risas —. Anda, déjame ver a mamá.

—Claro, ha estado esperando por ti —Se apartó para darle vía libre.

—¿Cómo está? —indagó, preocupada, pero tratando de disimularlo.

—Mal, ha empeorado mucho desde que te fuiste la última vez. Su salud no aguantará mucho, el doctor nos dijo que no le quedaba tiempo... en las noches agoniza tu nombre —explicó con calma, en un susurro. Era como un pequeño secreto entre ellas.

Celeste siempre preguntaba por la situación de su madre esperando una contestación sincera, y sabía que Leticia jamás se la daría, así que tenía que pedírsela a su hermana, por muy doloroso que fuera. Rocío se comportaba como toda una mujercita y le prometió a la protagonista que ella le daría la información; aunque lo mantuvieron entre ellas, porque ambas comprendían que Leticia no quería que la vieran como alguien a quien cuidar o a quien le faltaban pocos meses de vida, ella quería que la recordaran alegre, siempre con una sonrisa en sus labios y vivaz, sus hijas respetaron esa dicisión.

—Ven, Zack —Celeste se giró para extenderle una mano, elevando las comisuras de sus labios a su máximo explendor —. Ven a conocer a mi madre, la persona más admirable del mundo.

El pelinegro, que se encontraba a unos metros, observó con el ceño fruncido la hermosa expresión en el rostro de la cocinera. Aunque allí habían tres personas más, él solo la pudo divisar a ella, rodeada de naturaleza, con los pájaros rondando a su alrededor y la sutil brisa moviendo sus largos cabellos. Quedó embelesado con la vista, porque por muy tonto que sonara, aquella mano extendida representaba salvación, y no comprendió el por qué le dio un significado tan profundo cuando ella solo lo estaba invitando a conocer a su madre.

Sin pensaelo mucho más caminó hasta colocarse frente a ella y rozó sus dedos con la punta de los de la pelirrosa hasta unir por completo sus manos. Se dejaría llevar, con Celeste siempre funcionaba, ella le mostraba cosas que no podía ver solo


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Palabras del autor:

Perdón la tardanza de nuevo, amores. Me compliqué bastante. Mi mejor amiga cumplió años y se pasó una semana en mi casa, además de que en el tiempo que no pasé con ella tuve que escribirle un One-shot bien cursi. Pero ahora sí, les prometo que ahora sí regresé jajajajaja.

Muchos capítulos de Celeste y Zeldris porque son la pareja principal de este Fanfic. Pobre Cele.

¿Qué le pasará a Juaquín?

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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