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Capítulo 5

Advertencia: Este capítulo contiene escenas sexuales.


Jaqueline exprimió la camisa que estaba entre sus manos, de esta salió una inmensa cantidad de agua. Se encontraba parada justo frente a la orilla, fuera al fin del estanque, con el cuerpo completamente desnudo y su cabello mojado. Los labios de Meliodas besaron con cariño la zona alta de la espalda de la joven desde atrás. Y aunque ella se vio embelesada y deseosa por su segundo raund, debía reprenderlo por su actitud infantil.

—Dios, Meliodas, ¿Cómo se supone que voy a regresar con la ropa así? —inquirió, tratando de mantener la compostura, los roces de su esposo no se lo ponían fácil —¿Acaso quieres que otros me vean vistiendo ropas ajustadas y mojadas?

Su tierna y lista pareja se hayaba dejando un rastro de cortos besos sobre el cuello de la chica, de forma ascendente, hasta llegar a su oído.

—Tranquila, no tenemos que regresar, no por ahora —respondió, antes de comenzar a proporcionar pequeñas mordidas en su oreja.

La castaña sintió como sus piernas le fallaban y en su estómago, cerca de su intimidad, se formaba un pequeño remolino. Estaba realmente excitada y las palabras ya no le salían, quería hacerse la fuerte pero al rubio le salía jodidamente bien eso de tentarla. ¿Y se suponía que ella era el ser más puro del mundo? Sería hasta que llegó Meliodas a su vida, porque ahora mismo estaba desquiciada y necesitada de más caricias como esas.

Pronto la prenda entre las manos de Jaqueline cayó al agua nuevamente. Con cuidado llevó sus dedos a la melena del demonio, enredándose entre sus hebras rubias, perdida y sin querer regresar. Uno de sus descubiertos pechos fue atrapado por el varón, quien empleó su otra mano libre para juguetear con la zona baja de la joven.

—N-no... es jus-to—intentó hablar, mas el éxtasis en el que estaba le impedía pensar de forma clara y hasta su lengua se trababa. Por pequeños momentos se sentía sucia, pero el placer superaba todas las barreras y la hacía convertiste en otra persona —, solo es-estas... aprovechándote.

Él tenía un fuerte efecto en ella, despertando ese lado salvaje que no fue capaz de experimentar con Zeldris.

Meliodas sonrió en respuesta rápida y apretó el botón rosa de la joven, dando a entender que no se detendría al menos que ella lo pidiera, también sabía que jamás lo haría, porque Jaqueline era débil ante él y eso le encantaba. Sus manos trazaron círculos en su clítoris repetidas veces, removiéndolo con ferosidad, casi consiguiendo que ella alcanzara el orgasmo, haciéndola temblar como si estuviera sufriendo la más potente de las convulsiones; aunque para él las cosas no terminarían ahí, así que se detuvo, dejó de jugar con su zona más sencible y ascendió y descendió rápidamente por toda su intimidad, explorando cada centímetro, mojándose y no precisamente por el agua. La penetró comenzando con dos dedos; y al ver la facilidad con la que podía adentrarse en su interior aumentó de golpe a cuatro.

Aquello la hizo soltar un gemido brusco, se mordió el labio inferior con fuerza obligándose a no hacerlo más, tratando de ahogar todos esos sonidos vergonzosos que hasta ese segundo no había sido capaz de ocultar. Intentó detenerlo, pero seamos sinceros, entre sus pocas ganas de parar y la increíble fuerza de Meliodas, jamás lo lograría.

La cordura no aparecía, el dominio y la facilidad con la que aquel sexy demonio la provocaba la hacían querer alejarse de todo lo que se consideraba correcto y hacer mil cosas prohibidas.

—Estas preparada para mí tan rápido —canturreó sin detener ni un solo segundo sus fuertes y vigorosos movimientos —. ¿Podemos dejar a la Jaqueline dulce y tierna de lado cuando hagamos esto? —preguntó en tono serio.

Ella asintió frenética y decesperada, no aguantaba más. Solamente estaba empleando sus dedos y masajeando salvajemente uno de sus erectos pezones, pero ya la tenía en su punto alto.

Al obtener esa contestación, el rubio retrocedió llevándose consigo todo el placer y dejándola en el mejor momento. Ella se giró dispuesta a reprocharle por tal gesto, mas encontró algo que no la dejaría. Justo al frente se encontraba él, con su elevada y palpitante erección al descubierto.

—No te preocupes, pastel —Llevó la mano mojada con el líquido de ella a su boca para, con su lengua, degustar el exquisito sabor provenienente de su esposa. Sus esmeraldas brillaban con lujuria y la expresión en su rostro era la encarnación del deseo —. Tú ni siquiera me has tocado y mira como estoy.

Sabiendo de su creída debilidad y de lo estúpida que se sentía por casi llegar al climax con aquello, Meliodas la tranquilizó y alarmó a la vez con esas palabras. La tomó de los hombros y la colocó contra el árbol más cercano, de frente a él, admiró su carita sonrojada y sonrió de medio lado para colocar su miembro en su entrada.

—Pídemelo, pastel —le dijo en un tono desconocido pero fascinante para ella, uno que le puso los pelos de punta.

—Hazlo de una vez —murmuró, con el rojo invadiendo cada centímetro de la piel de sus mejillas.

Sin esperar una repetición, alzó una de las piernas de la jóven e introdujo su gorda e hinchada hombría de una vez en ella.

Los ojos castaños se abrieron como platos y tuvo que aferrarse con sus afiladas uñas a los brazos de su pareja, provocando ligeros rasguños en estos. Tal vez era la nueva posición o la intensidad del momento, pero nunca le había dolido tanto, así como nunca había experimentado de ese modo tan pasional y exquisito.

—¡Ahh!... Meliodas —chilló placentera, inclinando su cabeza hacia atrás.

Los movimientos habían comenzado y las duras y brutales embestidas la azotaron. Como si fuera poco, el lamió todo su cuello y se detuvo en un lugar específico, en el que dejó su propia marca, provocándole a la fémina un ligero estremecimiento. Empujó una y otra vez, dejando la delicadeza de lado y haciéndole el amor con todo lo que tenía.

La castaña gimió y gimió, su nombre, lo que le gustaba, lo bien que se sentía, incluso cosas sin sentido; mientras él solo gruñía, dedicando todas sus fuerzas a estocarla.

Definitivamente tenían que hacer eso más a menudo.


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Celeste caminaba arrastrando sus pies. Parecía que alguien estaba controlàndola como si fuera un títere, puesto que también tenía los hombros gachos y la cabeza parecía que se le caería en algún momento. Mucho llamó la atención en las demás cocinares, pero ninguna se atrevió a preguntar el por qué de sus ojeras, eran conocidas, nada más allá de eso.

—Celeste, ¿por qué pareces un vampiro? —Se atrevió a cuestionar Lucy.

La pelirroja había tenido asuntos pendientes en la cocina, además de que prácticamente tenía el día libre gracias a la desapareción de Meliodas y Jaqueline esa mañana.

—Ayer no dormí nada... Duh —soltó con obviedad, tallándose los ojos.

Esta otra mujer había pasado toda la noche hablando como papagayo, literal. Eran pocas las palabras que salían de Zeldris y ella tuvo que poner de su parte para que la conversación no muriera. Temrinó por contarle parte de su vida, le habló de cuando era niña, incluso de su madre y sus hermanos —claro, sin mencionar la parte en la que ella debía hacerse cargo y todas sus desgracias —. Se sorprendió de lo mucho que había confiado en alguien que recién conocía y que, durante varios meses vio adentrarse en la ventana de su mejor amiga. Cuando se quiso dar cuenta el sol ya estaba saliendo y debía prepararse para trabajar.

Maldecía a aquel demonio y a lo agradable y pacífico que se hacía el tiempo a su lado.

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Palabras del autor:

Me dije: dales una escenita lemon antes de comenzar fuerte con Celeste y Zeldris. So, esto salió, espero que les haya gustado.

Quiero un Meliodas que me haga todo eso, fin del comunicado.

No tengo mucho que decir de este capítulo.

➮Historia dedicada a: AdriGaSatrix y 000sky-blue000

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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