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Capítulo 4

La pelirrosa fue capaz de escuchar —aunque dificultuosamente— lo que había confesado Zeldris. Sus pasos se detuvieron y quedó estática, sin saber cómo reaccionar, provocando un mutismo indeseado. En su interior se desarrolló un conflicto olímpico; una parte de ella le gritaba a la otra con fuerza que se moviera y hablara, mientras que la otra respondía con la misma intensidad que no sabía qué acción tomar, no sabía cómo asimilar aquello. Su cabeza estaba repleta de pequeñas Celestes que corrían despavoridas intentando ocultarse, todos sus sentidos desaparecieron igual, dejándola sola y sin razón cuando más los necesitaba.

Pasaron segundos dónde la respiración pesada de la fémina y el crillar de los grillos fueron lo único que se escuchaban. Era momento de terminar aquel silencio porque aquel demonio parecía esperar pacientemente alguna contestación.

—Veo que si te enamoraste de mí —soltó a lo estúpido, riendo avergonzada, sus mejillas se encontraban sonrojadas y cuando se dió la vuelta en el lugar, el pelinegro fue capaz de apreciar la tierna expresión en su rostro.

Celeste se hacía la desvergonzada, mas a la hora de la verdad era tan tímida como cualquier mujer a la que se le presentara una declaración como esa.

Zeldris sonrió de medio lado al ser consciente de eso, una curva ladina jodidamente sexy. ¿Por qué esos dos hermanos eran así?

—O es por tu sentido del humor —algeó, manteniendo esa expresión atractiva y provocativa.

La de orbes dorados tuvo que aguantar las carcajadas que se escaparon en demasía de sus labios, trataba de controlar sus risas, mas se le hacía un poco imposible. No esperó esa respuesta ni en mil millones de años, la sorprendió pero de un modo positivo, por segunda vez en esa noche.

Zeldris la contempló con un ligero brillo en sus ojos, aquellas opacas y oscuras pupilas se iluminaron —aunque fuera solo un poco— observando a la jovencita agarrarse con fuerza, empleando una de sus manos, el estómago y con la otra la boca. Las tiernas sonrisas pintaron por completo lo que antes era un tenso ambiente.

—Bien, Zeldris, que sea una misión imposible hacerte mostrar más fragmentos de esa personalidad tan maravillosa que te empeñas en ocultar —Lo apuntó ya más sedada, mostrando toda su blanca dentadura, cerrando sus orbes, lo que para él era lo que más brillaba aquella noche, incluso más que la luna.

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Meliodas observó con una ceja alzada y un semblante de incredulidad el paisaje frente a él. Había llegado hasta allí y trasportado a su esposa consigo, pero todavía no se creía que Jaqueline había decidido de todos los lugares aquel. Hacía unos meses ya que fue por primera vez al Cóndor; seguía igual, con aquella increíble naturaleza, la majestuosa cascada y los tiernos pétalos esparcidos por el río.

La castaña a su lado se adelantó al ver la reacción del rubio. Se colocó a unos pasos frente a él, se inclinó un poco e hizo un puchero. Esta vez vestía con un pantalón holgado café, una camisa blanca que había tomado sin permiso del lado del armario de su marido, un par de botas y su cabello se encontraba atado en una coleta alta.

—Dijiste que harías lo que yo te pudiera —reprochó, fingiendo molestia. Su supuesto enfado no duró mucho puesto que dió dos vueltas en el lugar, con sus brazos abiertos, dejando que la pura brisa golpeara su rostro y el aroma a flores invadiera su olfato —. Extrañaba esto.

De ese modo, así, Jaqueline aparentaba ser un hermoso cuadro de ensueño, uno que ni el mejor de los pintores pudiera realizar dedicando todos sus días a la ardua tarea, porque tanta belleza junta era imposible plasmar; y el verde parecía ser el mejor color para describirla en ese instante, un radiante verde vida.

—Recuerdo que la última vez —comenzó Meliodas, acercándose peligrosamente, con una sonrisa jocosa en su rostro —, una revoltosa chica me lanzó al agua y se fue sin más.

—Amor... —dijo, retrocediendo dos pasos, tratando de escapar. Se le acababa el camino porque a sus espaldas se encontraba el estanque —. No hagas esto.

Suplicó mirando por el rabillo del ojo el agua.

A pesar de la piedad que exigía su amada, al varón pareció no importarle en lo más mínimo puesto que la tomó de la cintura para lanzarse él, con ella, dentro del río.

El agua estaba fría a más no poder y aunque a veces era mejor zambullirse de una vez para no aplazar tanto el sufrimiento la sorpresa no la dejó ni siquiera tomar aire. Jaqueline salió a la superficie rápidamente a tomar aire, divisó con molestia y varios mechones sobre su cara —parecía bruja, la molesta liga con la que sostenía su peinado había desaparecido en las profundidades— al rubio asomar parte de su cabeza y sonreír con sorna. Con la rabia cruzando todas y cada una de sus venas le lanzó un poco de agua con su mano.

—Maldito —masculló tratando de quitarse todos esos pelos de enfrente, tenía la vista nublada por su culpa.

—No te pongas así —pidió, empleando un tono de inocencia, el cual los dos eran sabedores no poseía.

—Yo quería que fuera romántico —murmuró, dándose media vuelta para intentar nadar a la orilla.

Unos fuertes brazos la apresaron de la cintura impidiendo todas sus acciones. Meliodas la atrajo hacia sí, haciendo que la espalda de la muchacha chocara contra su pecho, apoyó su barbilla sobre el hombro de ella sin soltarla, buscando la tranquilidad que solo la joven podía proporcionarle. En ese momento los pequeños gorriones parecieron entonar una melodía especial, como si estuvieran cantando para ellos, dedicándoles una hermosa pieza; las flores siguieron callendo desde los árboles, tanto al alrededor de la pareja como sobre ellos; todo estaba pacífico y la sutil brisa les provocó una sensación de frío que calmaban con la cercanía de sus cuerpos.

—Aún podemos hacerlo romántico —le susurró ronco contra su oído —, mucho más romántico, cuanto quieras.

Jaqueline sintió esa rara corriente eléctrica pasear sin consentimiento por toda su espina dorsal, la atrevida reacción que solo podía provocar él. Sonrió, lo hizo porque tratar de hacerlo pensar que se podía enfadar era en vano, y menos cuando se moría por besarlo. Con la aprobación de su esposo se colocó de frente a él, depositando sus menudas manos en el rostro del demonio al que amaba con locura, no dijo nada, solo examinó esas esmeraldas, llenas de vida gracias a ella, las mismas que la observaban fascinado, porque no se cansaban de hacerlo.

—Hagámoslo romántico —Se mordió el labio inferior, acercándose a esa boca que la llamaba —. Aunque también podemos dejar lo romántico de lado y conocer más lados del amor juntos, no me molestaría si eres tú.

—¿Te refieres a la pasión? —inquirió, mas como única respuesta solo hubo un beso furioso, cargado de deseo y fuego.

Jaqueline no sabía lo que acababa de desatar. En el interior de Meliodas yacía una inmensa hambre de ella que no se saciaría con nada.

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Palabras del autor:

¿HAY O NO SALSEO?

Soy una mujer de palabras uwu.

#YoTambiénQuieroMiMeliodasOZeldris.

Un poco tarde pero aquí está el capítulo, me distraje viendo las series online y se me fue el día muy rápido, aún debo otra actualización y me muero de sueño, pero lo lograré.

¿Qué opinan de los niños?

Perdón si encuentran muchas faltas, como ando rendida no puedo revisar muy bien.

➮Historia dedicada a: 000sky-blue000 y AdriGaSatrix

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora

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