Capítulo 2
Meliodas estaba parado frente al gran armario de su cuarto, terminó de colocarse su ropa para echar una rápida ojeada más allá del ventanal, el sol saliente indicaba que debía estar pronto en las primeras filas de la alianza, de Stigma. La guerra estaba terminando y ahora más que nunca se le necesitaba por ahí.
El sonido del colchón moviéndose lo hizo girarse hacia su cama, dónde Jaqueline dormía plácidamente. La muchacha se había revuelto y buscó, aún en sueños, a su marido para abrazarlo. Él sonrió como bobo al verla lanzar su mano al lado vacío del lecho. Era tan tierna, parecía una niña pequeña que quería acurrucarse a su madre. La castaña se encontraba boca a bajo, con las blancas sábanas tapando desde su cintura hacia abajo, su espalda estaba totalmente al descubierto puesto que no traía ni su camisón puesto.
El chico se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha que descansaba en su lado para poder acostarse y, cuando lo hubo hecho, besó el dorso de la misma. Se colocó apoyando su cabeza en uno de sus brazos, lo que lo dejaba en una posición elevada. Admiró el rostro adormilado de su mujer, como abría sus ojos lentamente esperando que sus pupilas se acostumbraran a la luz, como sonreía complacida y feliz por saber que aún estaba en la habitación. En ese momento se creyó el más afortunado del mundo solo por tenerla de ese modo, despertando desnuda en su cama, siendo suya.
—Buenos días —dijo ella, colocando ambas manos bajo su almohada, buscaba alzar más su cabeza.
—Buenos días —repitió él, peinando sutil y cariñosamente algunos de los castaños cabellos de su amada, la curvatura en sus labios era como la de un tonto prendado de algo.
—Y pensar que busqué esa sonrisa durante tanto tiempo —comentó, dejándose acariciar de ese modo tan amoroso —, y ahora sonríes para mí así, sin necesidad de hacer nada.
—Que estés conmigo es razón más que suficiente —alegó.
—Estas demasiado romántico tú últimamente; aunque debo admitir que no es algo que me desagrade, me gusta el Meliodas rudo y brusco que no depende de nadie, pero también me gusta el Meliodas tierno e infantil que solo yo veo.
—Desafortunadamente este Meliodas se tiene que ir, pero te prometo que cuando regrese haremos lo que tú quieras —Besó cuidadosamente la frente de Jaqueline.
—Te tomaré la palabra —contestó, sintiendo esa extraña corriente eléctrica arrasar con todo su interior por culpa de esa acción tan dulce.
El rubio iba a ponerse en pie pero antes de hacerlo una loca cuestión se le vino a la mente, hacía mucho tiempo que habían hablado de ello, mas aún le quedaba esa duda.
—Jaqueline —la llamó. Ahora su dedo índice jugaba formando círculos en la tersa piel de hombro de la fémina —¿De qué color es mi voz ahora?
La muchacha se quedó estupefacta. Podía llegar a comprender de dónde venía esa duda, recordaba perfectamente cuando en uno de sus primeros momentos juntos ella le había dicho que su voz sonaba tan triste, pintada de un doloroso y melancólico azul; también recordaba el hecho de que él pareció asimilar aquello de una forma tan natural que la hizo ver que estaba en lo correcto, que era un demonio que había sufrido demasiado. Por supuesto no lo había olvidado, fue de los acercamientos que provocaron que hoy estuviera perdidamente enamorada. Era obvio que las cosas habían cambiado y la historia había dado un giro de de ciento ochenta grados, todo era distinto. Lo que no sabía es a qué se debía sacar eso de la nada.
Caviló parsimosa durante unos segundos, buscando la respuesta correcta. Al final fue más simple de lo que imaginó, estaba justo ahí, el color de su voz estaba en la forma en que la llamaba, como le hablaba, e incluso, por muy loco que sonara, en cada pequeño gesto que arremetía Meliodas para con ella.
—Rojo —soltó simple, provocando una mirada inquisidora en las esmeraldas que la detallaban esperando pacientemente que tomara la palabra.
—¿Rojo pasión? —inquirió soltando una risita baja.
—Rojo amor —corrigió alzándose lo suficiente para quedar frente a él, rozó sus narices y besó sus labios.
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Celeste ni siquiera tuvo que levantar la vista para saber de quién se trataba. La puerta de la cocina se abrió y unos pasos se acercaron hacia ella, la pelirrosa sabía perfectamente quien era la dueña de aquel lujoso vestido que observaban sus ojos gachos. Su mejor amiga solía venir a buscar consejo o charlas tranquilas cuando se quedaba sola.
—¿Cómo fue la noche de bodas? —preguntó revolviendo el caldo en la gran olla que hervía en el fuego, la sonrisa en su rostro era una mezcla entre jocosa y burlesca —¿Todavía puedes caminar?
—Cele así pareces bruja —Jaqueline la imaginó con un gran sombrero y ropas oscuras; un escalofrío la atacó al pensar en esas cosas —. No tengo por qué dar detalles de eso.
Replicó la joven reina cruzándose de brazos, haciéndose la interesante. La cocinera solo fingió indiferencia y se mantuvo callada, sabiendo que de este modo su amiga cantaría, siempre confesaba cuando actuaba de tal forma, llevaban poco más de un año juntas, mas era suficiente para conocerse mutuamente.
—¡Fue tan amable! —exclamó sonrojada después de un minuto —. No fue como la primera vez, me trató tan bien, tuvo tanto cuidado.
—Ay, que envidia —siseó la otra, suspirando ensoñadora —. Yo también quiero mi príncipe azul.
—Meliodas no es mi príncipe azul —negó, tomándose amabas manos cerca del pecho.
—¿Qué es? —Celeste la miró dubitativa —. Cómo me digas que es tu príncipe rojo me muero de la risa.
—Al principio era un rojo sangre, representaba su oscuro pasado y todas las vidas que había arrancado sin piedad; era oscuro y daba miedo —relató ensimismada. Todos y cada uno de sus momentos con Meliodas la atacaron sin compasión; cada mirada cruzada, cada sonrisa accidental, cada agradable plática, los contratiempos y desacuerdos, los regalos, la pasión —. Pero ahora... Meliodas es mi Príncipe Rojo, imperfecto, pretencioso, arrogante, pero ama con la mayor intensidad que haya visto jamás, me hace sentir tan querida y especial. Supongo que es lo que todos debemos buscar, sin importar cuales sean los obstáculos. Con él encontré lo que faltaba en mí, la confianza, la fuerza.
—Y a cambio tu le diste humanidad y esperanza —completó Celeste mirando el techo —. Los dos fueron capaces de enlazarse, como un misterioso puzle resuelto, una pieza que encaja con otra, que es capaz de aportar lo que le faltaba.
—Cuando encuentres algo así... es ahí. No lo dejes ir —le advirtió nostálgica.
—Siendo una de las cocinera de este castillo, teniendo que mantener a mis hermanos y cuidar de mi madre enferma jamás tendría tiempo para un príncipe azul, Jaqueline —bramó con desagrado —. Solo bromeaba, tengo cosas más importantes que hacer.
—Ya verás, cuando estés loca por alguien te voy a decir "te lo dije", como tú hiciste conmigo cuando te conté que estaba enamorada de Meliodas —recalcó con decisión.
La de orbes dorados echó a reír al escuchar aquello, en algo si tenía razón, ella había visto que Jaqueline y Meliodas terminarían amándose desde el comienzo y se encargó de recordárselo a su mejor amiga una y otra vez.
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Palabras del autor:
JAQUELINE Y MELIODAS LA MEJOR PAREJA DE NANATSU #TENGORAZÓN.
Ya, me calmé, disfrutó mucho escribendo escenas de ellos y sé que voy a disfrutar mucho escribir escenas de Celeste y Zeldris (mejor personaje de Nanatsu ;-;)
Otro capítulo un poco lento, a partir del próximo se viene el salado ತ‿ʖತ
Alguien me retó a actualizar todos los días y completar la historia para finales de abril, y ¿Saben qué? SORA NUNCA PIERDE ಥ‿ಥ
SO, aquí les dejo esto y me voy a escribir.
➭Historia dedicada a: 000sky-blue000 y AdriGaSatrix
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
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