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Capítulo 18


Celeste se revolvió incómoda en el lugar mientras veía a su mejor amiga devorar sin compasión los alimentos que le había traído a su habitación como desayuno. Se encontraba a unos metros de la cama, de pie por propia elección, con las manos tomadas sobre su pecho y con el alma ausente. En su cabeza estaba armando el mejor de los discursos, planeado toda una conversación y organizando sus ideas para poder contarle lo que le había pasado la noche anterior. Joder, había besado a Zeldris, el demonio que Jaqueline una vez amó, se sentía tan culpable por haberlo disfrutado; era una mejor amiga horrible.

Se hayaba tan distraída que no se percató cuando la castaña culminó con la comida y depósito en el colchón la gran bandeja con platos y un vaso vacío. Jaqueline se había detenido a mirarla con el ceño fruncido, hoy la pelirrosa estaba más rara de lo normal, y eso ya era mucho decir. Desde que había llegado se había mostrado perdida en su propio mundo, divagante y ligeramente avergonzada; todo eso había notado con su super poder de mejor amiga, era momento de aclarar las cosas.

—Cele, ¿qué te sucede? —inquirió curiosa la reina, sobándose la barriga, debido a los meses de embarazo que cargaba ya, el parto se hacía cada vez más inminente y los dolores la aturdían a veces.

La mencionada dio un pequeño respingo en el lugar, exaltada e impresionada. La había tomado por sorpresa esa llamada y divisó —aún desconcertada— a su mejor amiga.

—No me sucede nada —respondió fingiendo una sonrisa.

—Súeltalo —exigió la de orbes café, dando pequeños toquesitos en la cama para que tomara asiento a su lado.

—Sé que soy terrible y que no vas a querer volver a verme nunca más, de verdad lo siento. Yo nunca quise —se disculpó, arrastrando los pies hacia el lecho matrimonial de los dueños del castillo; ya frente, lanzó todo el peso de su cuerpo sobre este.

—No le des más vueltas y dime que locura hiciste —dijo, tratando de contener las carcajadas. A veces la pelirrosa se pasaba de dramática. A ver,  no era muy raro que la cocinera hiciera alguna tontería y luego viniera llorando por ayuda, pero al final siempre era más pequeño que como ella lo pintaba. Jaqueline imaginaba una tormenta y solo era un grano de arena.

—Yo... —¿Cómo decirle? Se encontraba tan apenada, le ardía la cara con solo recordar aquel beso y su parte mala quería repetirlo, bueno, en realidad la buena también se moría de ganas por hacerlo —. Besé a Zeldris.

—¡Al fin! —exclamó alegre la castaña, dando un pequeño brinquito mientras aplaudía con sus manos. Había estado esperando por aquello durante tanto, Meliodas la había convencido para que no se metiera en la relación de los demás, pero a cada que los veía pensaba que debían estar juntos y que eran unos ciegos por no verlo.

Aquello si desconcertó por completo a Celeste. La de orbes dorados no pudo evitar abrirlos de par en par, como si fueran dos hermosos ojos de lechuza, que hacían una combinación perfecta con su boca. Sorprendida era una palabra bastante corta para como estaba ahora.

—¿Al fin? —preguntó de vuelta, creía haberse equivocado al escuchar.

—Si, tardaron demasiado, de verdad, comenzaban a decesperarme, estuve a punto de intervenir en varias ocasiones, pero Meliodas y yo supimos hacerlo solos, si yo les daba el empujón no sería igual. Le debes a mi esposo que no te haya dado dos cocotazos por lenta —Rio, ocultando sus labios con una de sus manos.

—¿Lo sabías?

—Por supuesto que lo sabía, Cele. Los veía, si querían ser discretos no les salió bien —bromeó, ganándose un pequeño golpe en el hombro por parte de su mejor amiga.

—¿Y no te molesta? —volvió a indagar, necesitaba muchas repuestas porque ahora mismo era un mar de dudas. No importa cuantos años conociera a la chica a su lado, siempre la sorprendería, y para positivo; se estaba tomando con total naturalidad todo el asunto y solo le estaba reclamando por tardar en darse cuenta de que estaba perdidamente enamorada de ese demonio.

—Por supuesto que no —renegó, moviendo su cabeza de lado a lado velozmente, dando a entender que esa idea estaba completamente alejada de la realidad—. Zeldris es alguien solitario y que alberga mucha tristeza en su interior, ¿quién mejor que tú para remover esa tristeza?

—Pero fue tu primer amor.

—Y tú eres mi mejor amiga —rebatió, girándose para poder tomarla de las manos—. Cuando llegué aquí pensando que no tenía nada y que lo había perdido todo, tú fuiste mi esperanza, fuiste tú, no Meliodas. Pintaste mis días con tu color y llenaste el oscuro ambiente con esa luz que emanas sin darte cuenta. Los amores pasan, Celeste, la amistad verdadera perdura más allá del tiempo, si amas a Zeldris, enojarme por ello sería un acto muy bajo. Debería estar feliz porque ambos encontraron algo a lo que aferrarse para no hundirse en la profunda soledad. Si algo podría lamentar es que yo no fui ese algo, como tú lo fuiste para mí.

—En serio eres el ser más puro de la humanidad —Apretó el agarre de sus manos juntas y trató de contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.

—¿Lo dudabas? —preguntó de igual modo tratando de sonar engreída, el estado de Celeste era contagioso —. ¿Qué sientes tú por él?

—No lo sé, teníamos una bonita amistad, me gustaba charlar con él y estar a su lado, encajábamos bien juntos pero jamás hubiera aceptado un beso suyo —Alzó la vista, y mirando al techo sonrió, como si estuviera rememorando todos y cada uno de sus instantes al lado de Zeldris—. Pero entonces llegó ese viaje, y todo cambió de una forma tan abismal. Él me consoló, me enseñó a ser sincera con mi familia, a ser yo misma, me ayudó cuando creí que no necesitaba ayuda. Regresé pensando algo totalmente distinto, mi corazón se aceleraba con él cerca y solo podía recordar como me abrazó el día en que mi madre murió, fue tan cálido. Cada vez que pienso en la palabra "amor" se me viene a la cabeza la imágen de su rostro. Es tan opuesto a mí, pero eso solo hace que admire con cuidado cada pequeño paso que da, fijándome en su espalda cuando se va en las noches, en la pequeña sonrisa que pone cada vez que hablo de mi hermano, en como cambia el color de sus ojos solo para mí, en como me ve dormir mientras acaricia mi cabello... ¡Carajo! Creo que estoy jodidamente enamorada.

Jaqueline escuchó todo con una sonrisa y se carcajeó con la declaración final. Realmente su mejor amiga era lenta.

—¿Puedo decir que te lo dije ya? Es tu príncipe azul, no lo dejes ir —aconsejó, elevando las comisuras de sus labios a su máximo explendor, esperando poder trasmitir el sentimiento que había puesto en esas palabras que durante mucho tiempo significaron mucho para ellas.

—No lo haré. Creo que sin esta charla jamás me hubiera aclarado, gracias —Se limpió un sudor imaginario de su frente y sopló en señal de alivio.

—Ah, y Celeste —volvió a llamarla, al recibir como respuesta un ruido producido por la garganta de la pelirrosa prosiguió—. Yo fui su primera, pero tú eres su última.

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Palabras del autor:

Bueno, no me gusta dejar hilos sueltos con las relaciones de mis protagonista y sentía que esta charla era necesaria, Celeste tenía que contarle a Jaqueline de sus inseguridades respecto a lo que alguna vez tuvieron ella y Zeldris, y Jaqueline tenía que decirle a Celeste que no se preocupara y que persiguiera su felicidad.

La verdad es que Celeste fue la primera amiga de Jaqueline en el castillo, la única que charlaba con ella sin tratarla de majestad, quien la vio llorar y la hizo sonreír. Si, señores, la luz de Jaqueline fue Celeste.

Bueno, se acerca el final lentamente, estamos en cuanta regresiva.

No olvides seguirme en Twitter, esta semana estaré publicando un dibujo que me hizo un amigo de una chica que muchos de ustedes conocen.

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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