Capítulo 16
Habían pasado unos meses desde la llegada de Joaquín y Rocío al castillo, a partir de entonces las cosas habían estado más animadas tanto para Celeste como para Jaqueline, quien sufría en la ausencia de su esposo porque cada día estaba más cerca el final de la guerra. Los pequeños traían alegría consigo, sobre todo Joaquín, que a su forma era un amor, aunque fuese poco sincero y tratara de mantener su apariencia cortante, las tres mujeres de su vida veían más allá de aquello y lo adoraban como el niño preocupado y bondadoso que era. Por su parte, Rocío —a pesar de tener todas las comodidades de una princesa— ayudaba sin descanso a su hermana con los quehaceres de la cocina y trataba de crecerse en la profesión, porque sería un honor algún día poder cocinar para una reina tan dulce y sabia cómo Jaqueline y un rey tan fuerte y amable como Meliodas.
Tal y como se había predicho, la barriga de la castaña se encontraba abultada y cada vez estaba más caprichosa con respecto a las cosas que quería, en efecto, estaba embarazada. La noticia tomó por sorpresa a muchos pero para otros era más que obvio; Lucy y Celeste llevaban esperando eso desde que supieron que esos tórtolos estaban enamorados. El rumor se extendió pronto por el reino y se celebraron fiestas en honor al bebé que nacería pronto. En pocos días ya toda Britannia era consciente de que el fruto del amor de Jaqueline y Meliodas estaba de camino.
Elizabeth lloró acurrucada a sí misma maldeciendo su debilidad a pesar de ser más poderosa que esa humana, Jaqueline tenía algo que ella no, y la frustraba que su amado lo viera. Mael casi da una fiesta por lo contento que estaba con la noticia, no sabía si el rubio la había violado o había sido por voluntad propia, pero tampoco le importaba, aquello significaba que de una vez por todas Meliodas estaba lejos de él y la hija de la Deidad Suprema. Gloxinia y Drole jamás creyeron que su amigo caería en el amor nuevamente con una simple muchacha de un pueblito, no esperaban que aquel acuerdo terminara bien porque creían que eventualmente el demonio terminaría asesinando a su prometida y volviendo a reclamar la mano de Elizabeth, pero allí estaba él, con esa mirada de adolescentes y esa sonrisa de tonto; cuando les dijo que estaba esperando un hijo, los reyes hada y gigante supieron sin duda, por el semblante de su rostro, que él no podía ser más feliz. Edward terminó por abrazar envuelto en lágrimas a Jaqueline, contento porque su nueva familia se expandiría más, aún más fue su satisfacción cuando escuchó de los labios de a quien consideraba su hija que él sería el segundo padre de ese niño. Zeldris incluso se armó de valor para mostrarse delante de la pareja y decirle con la mayor de las buenas intenciones que les deseaba lo mejor del mundo.
La paz se acercaba lentamente, la lucha había llegado a su clímax y pronto Meliodas solo tendría tiempo para su esposa y su pequeño.
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Jaqueline soltó una risita complacida cuando sintió al rubio besar su estómago. Meliodas llevaba minutos enteros abrazado a ella, con su cabeza apoyada en su barriga y susurrándole mil cosas al feto ya bastante grande; la acariciaba con dulzura y de vez en cuando se restregaba con delicadeza contra su piel. Estaba tan contenta de que se tomara las cosas con tal felicidad, la envolvía un sentimiento cálido cuando actuaba de una forma tan cariñosa, tan distinto al estoico y rudo Meliodas que era con los demás, la hacía sentir especial.
Se encontraban acostados en su cama matrimonial. Nada más llegar él de un combate la vio tarareándole una canción a su pequeño, mientras daba ligeras palmaditas en su barriga. No pudo contenerse y eso que trató, terminó corriendo en su dirección, y sin tan siquiera quitarse la ropa se acurrucó a ella y a su futuro hijo.
—Si es una niña tiene que ser tan hermosa como tú. Se me ocurren muchos nombres —comenzó él, alzando su vista para encontrar esos orbes castaños que lo volvían loco.
Jaqueline le sonría como solo ella sabía hacer, de la forma más sincera y hermosa que jamás haya podido contemplar. Tenía los ojos ligeramente cristalizados y su expresión era una mezcla perfecta entre la ternura que le provocaba verlo así y nostalgia que la atacaba cuando en momentos como ese se ponía a recordar cada cosa que vivieron juntos.
Meliodas comprendió sin palabras que eso era debido a los bruscos cambios de humor que traía consigo el embarazo. Su mujer estaba más sencible que de costumbre, y eso de cierta forma la hacía ver tan linda.
—¿Qué tal Mía? ¿Alicia? ¿Anika? —inquirió una y otra vez al recibir como respuesta a cada propuesta la negación de Jaqueline. Se la veía bastante risueña mientras rechazaba cada nombre que había estado pensando desde hacía semanas.
—Todos son horribles —siseó, tratando de contener las carcajadas—. No pensé que tuvieras tan mala imaginación, he ahí el defecto que he estado buscando en tí.
—¿Ah sí? —Se sentó sobre el colchón —alenjándose un poco de su esposa— para cruzarse de brazos y sonreír socarronamente—. ¿Qué has pensado tú? No me digas que nada, porque sé que también le has estado dando vueltas al asunto.
La vio acomodarse contra el espaldar de la cama buscando un ángulo correcto.
—Aurora —susurró mirando su vientre. Se imaginó toda una vida con una pequeña energética y temeraria, con su rostro pero la personalidad de su padre, que trajera problemas y huyuera de ellos. Se imaginó a esa pequeña ya más adulta, enamorándose de un hombre amable y cariñoso, todo lo opuesto a lo que era ella. Se la imaginó llorando porque no sabía que era lo que sentía y se imaginó a sí misma teniendo una larga charla tratando de explicarle lo que era el amor. Se imaginó a Meliodas mostrándose hostil con el novio de su hija y al pobre muchacho rogando por una oportunidad. Se la imaginó con sus propios hijos, se la imaginó yéndose del castillo en busca de su propia felicidad, se la imaginó sonriente.
Jaqueline supo, en ese instante donde sus ganas por ser madre la atacaron, que sin duda alguna, su bebé sería una niña.
—Es un nombre precioso —confesó Meliodas, estirando su mano para levantar el mentón de la castaña, provocando ese encuentro de miradas. Con su dedo pulgar acarició la mejilla de su esposa y se acercó poco a poco a los labios de esta, sin dejar de divisarla—. Pero si es varón le pondremos el nombre que yo quiera.
Susurró contra su boca y ella asintió deseando que él acabara de concretar aquel beso.
Que loco, la vida da tantas vueltas. Durante mucho tiempo Jaqueline solo tuvo la indignación de sus padres y el odio de la gente de su aldea, creía que su existencia estaba condenada y se había resignado a la idea de quedarse estancada allí. De pronto llega un día un demonio malvado y un arcángel hipócrita con una noticia que solo parecía que empeoraría más las cosas. Semanas y meses les costó entenderse y aceptar que solo se tenían el uno al otro.
Pero hoy estaban ahí, compartiendo ese segundo, enamorados hasta las trancas, anhelando el momento en que su hijo naciera.
Justo cuando parecía que sucumbirían a la oscuridad, se encontraron. Ellos que no se creían merecedores de nada, en esos momentos alegaban tenerlo todo.
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Palabras del autor:
Creo que voy a tener que empezar a hacer los capítulos más largos. No sé en qué momento me pasó que con mil palabras no me da tiempo a decir nada ;-;
Cada vez más cercas del final.
Jaqueline y Meliodas están a punto de alcanzar la felicidad que siempre desearon y nada parece lo suficientemente fuerte para echarlo a perder. Esta vez, el destino está con ellos.
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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