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Capítulo 15

Jaqueline ladeó la cabeza con su boca ligeramente abierta mientras observaba a Celeste frente a ella, abrazando a sus pequeños hermanos con todas sus fuerzas y una sonrisa sincera. Era la primera vez que la castaña los veía, puesto que jamás habían puesto un pie en el castillo y su amiga se negaba a cada petición para acompañarla a su hogar alegando que ahora era una reina y un esposo. Se preguntaba por que la pelirrosa había aparecido dos días antes de lo acordado y con su familia.

Durante unos minutos reinó el silencio acompañado por la incertidumbre. Ninguno sabía cómo empezar a hablar. Cuando esa mañana le dijeron a Jaqueline que la cocinera había llegado y que solicitaba una reunión inminente con ella, no esperó nada de eso.

—No quiero aprovecharme de tí —comenzó Celeste, encogiéndose de hombros y agachando la mirada—. Pero de verdad me gustaría que mis hermanos pudieran quedarse aquí. Sé que es mucho pedir, que no tengo como pagártelo, soy consciente, pero no quiero volver a alejarme de lo que es importante para mí.

—¿Estás bromeando? —inquirió alzando una ceja la otra chica—. Siempre he querido ayudarte pero te negabas rotundamente a una mejor habitación, a la posibilidad de que tú familia viniera al castillo, a depender de mí. Lo hacías como si eso fuera a ponerte en deuda conmigo, o como si supusiera algún sacrificio; para mí sería un honor poder tener a tu familia aquí, de verdad quiero ayudarte, porque eres mi amiga, no porque te estés aprovechando de mí. Quiero ayudarte porque te amo, Cele.

Joaquín y Rocío alzaron la vista cuando sintieron unas gotas impactar contra su cabello, Celeste lloraba en silencio, con un semblante entre feliz, triste y apenado. Seguramente un remolino de sentimientos se había desatado en su interior y escuchar las palabras de su mejor amiga solo hizo que se sintiera mejor, o tal vez peor; porque todo ese tiempo solo pensaba que ella servía únicamente para cocinar, para trabajar y ganar dinero, que lo máximo que tendría siempre sería un buen recuerdo de los primeros años de su existencia y un profundo mar de cansancio después de que su madre enfermó. Se había privado de tantas cosas —el romance, la diversión, la amistad— que nunca esperó encontrar alguien que le dijera semejantes cosas. Probablemente Celeste no terminaba de creer que tenía una auténtica mejor amiga, alguien que se preocupaba por ella más allá de los lazos de sangre, que era capaz de decirle semejante cosas, de reprenderla y atesorar su tiempo juntas.

Joaquín y Rocío se mantuvieron callados, porque así se lo había pedido su hermana mayor, pero bajando sus rostros, y cuando tenían la mirada fija en el suelo bien pulido del lugar, ambos sonrieron contentos. Al menos ella había ganado algo en todo ese tiempo, y tal vez no había estado tan sola como ellos pensaban. Era un alivio saber que en la vida de Celeste estaba Jaqueline, esa jovencita que terminó llorando a moco suelto a su lado, sollozando, empatizada por sus lágrimas. Ella no sabía que su madre había muerto, no sabía que Joaquín se había comportando distante, no sabía que no tuvo la adolescencia que merecía, ni siquiera sabía de todos los problemas que domaban su día a día, simplemente entendió el dolor que había detrás de su pasivo llanto y se sumergió a su lado sin saber la razón, porque para eso son las amigas.

Joaquín y Rocío agradecieron envueltos en un mutismo que solo ellos entendían, apreciando a las mayores desde lejos. Dieron gracias a un destino en el que ellos no creían que su hermana haya encontrado alguien así.

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—¡Mira, Meliodas! —exclamó Jaqueline, jugando con las mejillas de Joaquín encantada. Soltaba risitas complacidas mientras observaba el rostro del menor—. ¿No es precioso?

Nada más llegar Lucy se encargó de ayudarlos a instalarse, les dieron las mejores condiciones y habitaciones bien cuidadas, con una increíble limpieza y ropas adecuadas. Ahora los hermanos de Celeste serían como los príncipes del castillo. Las cenas también se realizarían para ellos, tendrían privilegios y un pase para ir donde quisieran del lugar, exceptuando la habitación de los recién casados rey y reina, por obvias razones.

Se encontraban en el jardín, sentados sobre el pasto. Jaqueline había convencido a Joaquín para jugar en el exterior, solo había conseguido su objetivo aprovechando que su pareja era un demonio y el niño parecía morir de ganas por ver algunos trucos del tipo más letal del que jamás había escuchado; en fin, Jaqueline lo manipuló.

—No soy un muñeco —musitó con desagrado de brazos cruzados, corriendo la mirada frustrado. Eventualmente soltó un suspiro cansado.

—Déjalo un rato, ¿no ves que lo hostigas? —cuestionó el rubio con sorna. Con cuidado se agachó por detrás de su esposa y colocó ambos brazos en sus hombros, quedando un poco más alto para poder divisar el niño frente a él.

—No puedo evitarlo, es tan lindo —contestó feliz.

—Mentirosa —siseó Joaquín, casi vomitando al verlos mirarse. Lo había engañado con patrañas y al final solo pudo ver uno que otro débil ataque.

Ella alzó la cabeza para encontrar esas hermosas esmeraldas que la esperaban con ansias. Ambos parecieron olvidar que él estaba ahí puesto que se dedicaron sonrisas enamoradas.

—¡Joaquín! —exclamó Celeste desde uno de los pasillos.

El milagro que lo sacaría de aquella embarazosa y embelesada situación había llegado al fin. Sea lo que fuera lo que quisiera su hermana, definitivamente era mejor que estar allí, le daba náuseas esa pareja, si, eran tan ridículamente amorosos y lindos como Celeste solía contarles, tanto que lo volvían loco.

Sin decir nada o solicitar marcharse, el menor se echó a correr, alejándose de ese par. Necesitaba aire, y Jaqueline no se lo daba.

Cuando la figura del pequeño casi se había perdido acompañado de su hermana, los dos restantes se pusieron en pie para temrinar de verlos alejarse. Jaqueline estaba feliz de que al fin Celeste le hubiera pedido ayuda y la aceptara sin reproches, luego debía tener una conversación con ella, aclarar las cosas. Le exigiría que se abriera más, que contara más con ella, que dejara de ser tan terca y de intentar hacer las cosas por sí sola.

Por otro lado, no esperó que la pequeña familia de su mejor amiga fuera tan tierna y acogedora, estar con ese niño, de un modo peligroso, había despertado sus instintos de madre, y eso era porque...

—Hey, Meliodas —nombró, girándose para poder encararlo—. ¿No te gustaría tener uno así?

Detrás de aquella pregunta había algo oculto, y él no lo entendió hasta que la vio llevar un mano a su estómago y sonreír despreocupada y divertida. Segundos más tarde todo fue claridad y la idea lo azotó provocando una oleada de sentimentos cálidos y temerosos en su pecho. Entendía, que aquel brillo en los orbes castaños de su mujer le gritaban la realidad, y sin palabras fue capaz de captar la escencia del mensaje que esta le estaba sugiriendo.

Abrió sus ojos como platos y tartamudeó sin sentido un momento. Intentó moverse, pero le pesaba casi todo el cuerpo, ni cuando peleó contra Mael se había sentido tan débil. Debía hacer algo o ella pensaría que no le agradaba la idea, cuando en realidad se moría de ganas por llevarla a cabo.

—¿Tú... estás... De verdad? —Fue lo único que pudo articular, y no fue nada fácil. Las palabras se le cortaban, los sonidos parecían bajos y tragó en seco, tenía la garganta rasposa.

—Aún es muy pronto para saberlo, pero según Lucy, con los síntomas y lo mucho que hemos estado... Bueno ya sabes, lo más probable es que dentro de poco no seamos solo dos. Es nuestra señal de tres —respondió tranquila.

Decir cualquier cosa se quedaría corto, expresarle con palabras su felicidad no era posible, transmitirle sus sentimientos con simples oraciones parecía una misión; así que, sabiendo todo lo anterior, a Meliodas no le quedó más remedio que abrazarla con fuerza, estrecharla entre sus fuertes brazos y esconder su cabeza en el cuello de la fémina. No quería que viera, que solo ante la posibilidad, ya se encontraba llorando de dicha.

Cuanto había cambiado por culpa de Jaqueline.

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Palabras del autor:

Creo, si no me equivoco, que terminaré este fanfic esta semana, si todo sale bien. Estaba esperando a culminar este para seguir con Tus Recuerdos, porque no puedo con todo, no sé por qué publico y publico si al final me centro en un solo ;-;

Bueno, lamento la tardanza y los días de vacaciones, es que recientemente fue mi cumpleaños y estuve de party, Yei :D

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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