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Capítulo 11

Puede que los sirvientes que acompañaron a Celeste antes de su partida no hayan notado como Zeldris descendía del cielo a unos metros de distancia del castillo, casualmente en la dirección que había tomado la pelirrosa; pero Jaqueline, que había permanecido parada en el lugar sola, viendo alejarse a su amiga, presenció con detalle esto.

Había visto hacía unos días desde el balcón de sus aposentos a estos dos charlar en el jardín, y debía admitir que se veían completamente bien juntos, de cierto modo les recordaba a ella y Meliodas. Eran tan opuestos que se complementaban, él tan serio y estoico, Celeste por otro lado tan amable y juguetona, juntos probablemente fueran una explosión. Zeldris era un demonio poderoso e irascible, con la mínima provocación se alteraba, imaginándolo con alguien como su mejor amiga cerca la aterraba. Mas cuando los vio juntos, conversando amenamente sobre el pasto, observando las estrellas en el firmamento, Jaqueline, quien siempre había tenido un sexto sentido para esas cosas, no pudo evitar pensar que en la compañía del otro, ambos estaban en armonía.

Tenido todo lo anterior en cuenta, trazó aquel malévolo plan, porque quería que ellos también vieran lo que ella veía, y para ello debía darles tiempo.

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La castaña se encontraba sentada sobre uno de los escritorios de la biblioteca, a su derecha tenía un farol encendido, cierta lumbre era su única luz en la oscuridad de la noche, la ayudaba a poder divisar correctamente; a su izquierda se encontraba uno de sus libros favoritos, estaba abierto cerca del final, lo había releído bastantes veces, incontables quizás; y justo al frente, se hayaba una hoja en blanco, que esperaba ser pintada por la tinta de aquella pluma que se encontraba en sus manos, entre sus finos dedos.

Pensó durante unos segundos que escribirle, cuáles palabras emplear. Debía apresurarse, ella y su estúpido hábito de dejarlo todo para el último momento, algún día seguramente le pasaría algo malo.

—¿Qué haces, amor? —inquirió una voz que ella conocía a la perfección, abrazándola desde atrás. Tenía ambos brazos alrededor de los hombros de la joven y daba pequeños besitos en su mejilla.

—Hago de Cupido —contestó, llevando la pluma a su boca, sonreía como idiota, tenía los ojos cerrados y retorcía sus pies. Le estaba causando un poco de cosquillas el repentino gesto de Meliodas, pero cuando él hacía algo como eso, sentía un hormigueo en su estómago, de esos positivos, que te traen felicidad instantánea.

—¿Ya estás involucrándote de nuevo en la vida de los demás? —cuestionó de vuelta, cesando un poco los besos.

—Son cosas que debo hacer —respondió, girándose en el asiento para poder verlo. Se veía tan sexy con esa ropa que se empeñaba en un usar para la guerra— ¿Cómo me encontraste?

—Es simple, cuando no estás en la habitación, generalmente estás aquí o en el jardín —Se apoyó de la silla para poder inclinarse ligeramente y acercar su rostro al de su mujer—. Soy tu esposo y acabo de llegar, vamos conmigo al cuarto. Anda, pastel.

—Dios, Meliodas, últimamente eso es en lo único que piensas —siseó, haciendo un puchero— ¿Hace cuánto no hacemos algo romántico?

—Desde la semana pasada cuando me llevaste al Condor —rebatió, aunque luego recordó que las cosas se habían puesto bastante carnales después. Jaqueline tenía un poquito de razón, y él no quería que pensara que lo más importante era el sexo, si debía admitir que era gratamente bienvenido, pero no era lo más relevante. Debía enmendar ese pequeño malentendido inmediatamente—. Hagamos lo que tú quieras, usted manda hoy, mi reina.

—¿Podemos ver las estrellas juntos? —Sus ojos brillaron ante la posibilidad, envidiaba en secreto a Zeldris y Celeste por hacerlo libremente.

—Lo que quieras dije —repitió el rubio, colocando sus labios sobre la frente de Jaqueline.

—Déjame, termino la carta para Cele y vamos juntos —soltó, volviendo a colocarse correctamente para comenzar a escribir.

—¿Qué le dirás? —Sacó su cabeza por encima del hombro de la castaña, curioso por saber que palabras iban dirigidas a esa cocinera.

—"Te lo dije" —alegó, sonriendo aún más cuando la vio completa.

—Ahí no dice "te lo dije, y más que una carta eso parece un telegrama —rectificó el de orbes esmeraldas, apartándose para que ella pudiera ponerse en pie.

—Eso se lo diré en persona, cuando regrese.

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Luego de enviar la paloma con el mensaje a Celeste, Jaqueline le sornió a Meliodas, indicando que ya podían irse. Cómo habían acordado, no fueron directo a su habitación, hoy ambos querían algo especial, más íntimo, más romántico; así que se dirigieron al jardín de lirios que albergaba tantos recuerdos de su relación, el único que realmente vio todas las facetas por las que pasaron.

Los jóvenes estaban acostados boca arriba sobre la verde hierba, algunas flores los rodeaban y porque hacía unos días había llovido, el suelo estaba ligeramente mojado. Tenían sus manos tomadas, apretándolas con fuerza, contemplando el firmamento.

—Millones de estrellas, tantos cielos, tantos océanos, tanta tierra, tantas posibilidades y logré encontrarte entre toda esta multitud osiosa que habita el mundo—comentó el demonio, rompiendo el perfecto silencio que se había formado entre ambos—. Creo que fue cosa del destino.

—Recuerdo que en este mismo jardín, hace aproximadamente un año, me dijiste que jamás me amarías —rememoró, sin borrar su sonrisa. No se miraban, pero no tenían por qué hacerlo, porque al cerrar sus ojos, podían detallar a la perfección el rostro se su pareja.

—No vivas en el pasado, tú me lo enseñaste —farfulló, poniendo los ojos en blanco. No se sentía orgulloso de su yo de aquel entonces y de todo el daño que seguramente le había causado a Jaqueline.

Ella formuló una risita.

—Yo tampoco pensé enamorarme de tí, así que estamos a mano; aunque no te lo dije tomándote del cuello y con una mirada muerta —bromeó.

—Dios, creo que voy a morir arrepientiéndome de eso —Se golpeó la cara con su mano libre.

—Mejor no mueras —Jaqueline se colocó de costado, con una sonrisa sincera en sus labios, analizando con paciencia cada facción en su esposo, esperando a que él hiciera lo mismo que ella, y cuando lo hubo hecho, pudo seguir hablando—. Y si lo haces que sea tomando mi mano, justo como ahora, cuando ya seamos dos ancianos. En ese caso, no pienses en eso, piensa en todos los momentos alegres que me has dado, todas las veces que me has salvado y todas las sonrisas que has provocado en mi, eso tiene más peso que cualquier cosa negativa.

Arruinar la magia de aquel instante recordando que Meliodas era un demonio estaba mal, no moriría a su lado, la vería en su lecho mientras el rebosaba de juventud, y eso lo tenía atemorizado, sin poder dormir las noches en ocasiones. Debía tragarse sus inseguridades y agradecerle por animarlo, tomando un poco de aire pegó sus cuerpos y unió sus bocas en un dócil encuentro. La amaba, la amaba tanto que estaba dispuesto a renunciar a todo por vivir siendo un humano a su lado.


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Palabras del autor:

Un capítulo para las personas que han extrañado a Jaqueline y Meliodas, ¿Qué les pareció? Amo este pareja.

La verdad es que hay que reflejar las inseguridades de Meliodas respecto a su raza y la de Jaqueline.

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

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