Capítulo 1
Zeldris soltó un suspiro sonoro mientras observaba como aquel par de jóvenes enamorados se besaba con intensidad y amor. Él aceptó que la había perdido, que Jaqueline no sería suya nunca más y que ya no sería el motivo de esas hermosas sonrisas en su rostro; pero dolía, de igual modo sus siete corazones se detenían y se comprimían cuando observaba que la había perdido y que ahora era feliz con su hermano, totalmente enamorada. También era consciente de que en parte era su culpa, porque aunque Meliodas supo conquistarla y sacarle mil risas, nada hubiera pasado si él se hubiera armado de valor y se hubiera quedado aquel día en el orfanato, a protegerla, a convertirse en traidores juntos.
Los orbes dorados de Celeste se posaron en aquel demonio y lo divisaron con un atisbo de pena y tristeza. Se veía tan lamentado y arrepentido. Ella conocía la historia de su mejor amiga, ella misma se la había contado, sabía de los errores de Zeldris y no lo juzgaba por eso. ¿Quién no se equivoca? Todos fallamos, es nuestro pan del día a día y lo que nos hace mejores, mas aquel pobre pelinegro lo había perdido todo.
—¿Quieres pastel? —Fue lo único que se le ocurrió en aquel momento, la única idea que se le vino a la mente para poder sacarlo de ese estado.
—¿Qué? —cuestionó, girándose para lanzarle una mirada inquisidora.
Estaban apartados, lejos del jardín pero con vista a este, observando la boda de Meliodas y Jaqueline; el castillo bordeaba toda la zona de la ceremonia.
Después de poner a Elizabeth en su lugar, el menor de los hijos del Rey Demonio se quedó a presenciar como la mujer que amaba se entregaba a otro.
—Robemos el pastel de esos tórtolos —le dijo, apuntando a la puerta más cercana al final del pasillo con un semblante divertido y culpable.
El varón no pudo responder, no pudo hacerlo porque la mano de Celeste tomó la muñeca de una de las suyas para arrastrarlo con ella. La chica comenzó a correr de imprevisto y él se vio en la necesidad de hacerlo igual para seguirle el paso. Solo ella sabía a dónde lo llevaba.
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Meliodas miró a Jaqueline con la dulzura y ternura plasmadas en sus esmeraldas, acarició la tersa piel de su rostro con el dorso de su mano, admirando cada facción en aquella mujer de la que estaba locamente enamorado; la sonrisa tranquila en sus labios que ocultaba con la más hermosa de las máscaras lo traviesa y temeraria que era en ocasiones, el brillo en esos ojos castaños que mostraban lo mucho que había esperado ese día y que narraban, de una forma peculiar y sin palabras, la trayectoria y el camino hasta llegar a allí, la expresión tan calmada y felíz que portaba y el anhelo con el que lo observaba, esperando que por fin juntase sus labios de nuevo.
—Te amo, Jaqueline. Representas todo lo que nunca busqué y ahora que encontré necesito —confesó tranquilo, con todas las miradas sobre él —. Te amo por ser tú, por quererme así, por no rendirte conmigo, por dedicarme todas y cada una de esas mágicas platicas que me hicieron cuestionarme muchas cosas. Te amo por las sonrisas en los momentos en los que creí no poder más, por llorar conmigo, por comprenderme, por hacerme ver qué estaba equivocado contigo. Te amo por llegar a mi vida de la nada y conventirte en un todo. Me impresionaste, me provocaste curiosidad, me mostraste lo más maravilloso de estar vivo y te convertiste en mi esperanza, la esperanza de que hay un mañana mejor, de que el amor existe y es la fuerza más grande del mundo, la esperanza de que si merezco la felicidad y que viene de la mano contigo. Gracias por escogerme, te prometo que de ahora en adelante yo te escogeré a ti todos los días de mi vida y que me quedaré a tu lado incluso cuando quieras que me vaya.
Los tiernos ojitos de la muchacha se empañaron y su labio inferior tembló ligeramente, ella trató de conetenerse y no llorar ahí. Sabiendo esto, el rubio tomó entre sus manos sus mejillas, apresando la cara de su esposa entre ellas, pegando sus rostros, uniendo sus frentes, volviendo a sumergirse juntos en un mundo solo de ellos, como si ahí no hubiera nadie. Se miraron y segundos después se besaron, un roce lento, apacible, tranquilo. Sus labios se movían con ligereza, degustando el sabor de los de su contrario.
Poco tiempo después se separaron, ella tenía algo que decir y él lo supo cuado la chica le sonrió de un modo único, solía hacer aquello cuando iba a hablar de algo muy profundo, como solo Jaqueline sabía hacer.
—Podría decirte que te amo de ese modo, pero creo que ya lo sabes —Tras la declaración buscó con desespero los mechones de cabellos del demonio, siendo apresada de la cintura por él —. Antes de que llegaras a mi vida no me consideré suficiente para demostrarle al mundo que estaba equivocado sobre mí, me resigné a aceptar que no merecía nada. Mi familia me odiaba y me guardé mi dolor, los niños me llamaban con apodos que a su edad no deberían saber y yo solo agachaba la cabeza, las personas en el pueblo me lanzaban piedras y murmuraba a mis espaldas, mi respuesta siempre fue disculparme por nacer, por enamorarme; luego me vendieron, estaba comprometida con alguien a quien no conocía y me aterraba. Esa persona se mantenía tan distante, cortante, había construido un muro alrededor de su corazón para impedir que alguien más entrara. Entonces comprendí que había pasado por algo parecido a mi, solo que habíamos tomado distintas desiciones y lo habíamos afrontado de formas diferentes. Mientras yo dejaba que me aplastaran él se mantuvo firme, aceptando quien es, maldeciendo al mundo. Descubrí que él tenía razón y me hizo ver las cosas de un modo distinto, me salvó, si el mundo me pide que cambie, debo afianzar mis pies y decirle que cambie él. Nadie puede decidir quién soy, nadie puede degradarme. Era un demonio estoico y rudo, pero oculto, sin que lo supieran, era más romántico y amable que cualquiera. No sé por qué empleo el pasado para todo esto si nada ha cambiado, sigues siendo tú, el que me protegió y resguardó entre sus brazos cuando lo necesité, sigues siendo tú, el que me hace percatarme de que nada es ni blanco ni negro, hay colores, hay opciones. Sigue siendo tú de ahora en adelante por favor, te prometo que yo seguiré dejándome guiar y me mantendré amándote hasta mi último aliento.
—La próxima vez hablas tu primero para saber a qué me enfrentó —bromeó, soltando una pequeña risa.
Ella hizo lo mismo y negó.
Vaya votos más locos. Se habían dicho de todo y a la vez nada, porque comparado con lo que sentían, aquello solo era una pequeña hormiga bajo un inmenso cielo azul. Y como las acciones valen más que las palabras, volvieron a besarse.
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Zeldris y Celeste se encontraban situados en la sala del banquete, el lugar donde pronto se abrirían las puertas para recibir a las personas del pueblo. Era inmensa, debido a la limpieza y mantenimiento estaba pulcra y hermosa, adornada con banderas, unas armaduras y una gran alfombra roja. Sobre las mesas colocadas previamente se encontraban los aperitivos preparados.
—Meliodas nos matará a ti y a mí —sinceró Zeldris, observando como Celeste cortaba dos rebanadas de pastel y le extendía una.
—Bueno, yo lo hice, así que técnicamente es mío —musitó la pelirrosa, empujando el plato contra el pecho de su receptor.
—El tecnisismo no te servirá de nada cuando estés muerta —resopló, tomando el dichoso dulce.
—Si no sabe que soy yo jamás podrá matarme —soltó en una risa malvada —¿Quién le dirá? ¿Tú? Que sepas que si me hundo te hundes conmigo. Me voy a chivar que tú también comiste si le dices.
—¿Advertencia o amenaza? —inquierió alzando una ceja, para darse la primera cucharada.
Estaba delicioso, tenía un sabor sabroso y encima la textura era cremosa y suave, fue fácil de comer y de degustar.
—El camino al infierno está hecho de buenas intenciones —Se cruzó de brazos fingiendo indignación —. Yo que quería animarte y tú tan desagradacido. Anda trae, dame mi pastel.
Hizo el ademán para quitárselo, mas el pelinegro fue mil veces más rápido y la esquivó provocando que casi impactara contra el suelo, afortunadamente había una pared que Celeste se comió entera. Aquello tan tonto logró hacer carcajearse incontrolablemente a Zeldris. Parecía que le hacían cosquillas cuando ella hizo un gracioso puchero y comenzó a mover sus brazos como si pudiera volar reclamándole por tal cosa.
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Palabras del autor:
Primer capítulo completo, realmente no pasa casi nada porque vamos poco a poco. Ya se ve un poco el lado pendejo de Celeste, el amor de Meliodas y Jaqueline y la parte triste de Zeldris, contenida por el deseo de Celeste de hacerlo sentir mejor.
Buen primer capítulo, ¿No?
Bueno en todo caso si tienen alguna duda háganmelo saber y con gusto las aclararé.
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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