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Capitulo 7

Pedir disculpas, en la opinión de Rose, era un acto muy bueno, pues implicaba que reconocías el error cometido y que harías todo lo posible porque eso no volviera a pasar, así como también significaba que la persona a la que pedías perdón te importaba mucho más de lo que te importaba tu ego.

Pero, en la opinión de Rose, pedir disculpas también era un movimiento astuto de parte de mucha gente para tener a los demás contentos y obtener lo que querían. Es por esa razón que cuando Regulus le pidió perdón despues de lo sucedido en la cabaña, Rose lo perdonó, porque a ella le convenía.

El heredero de los Black se notaba genuinamente arrepentido cuando le pidió perdón e incluso, para demostrarle su pesar, le había brindado trabajo al hombre lobo con quien tuvieron el altercado y quien ahora trabajaba en una de las mansiones Black arreglando los jardines.

La verdad es que, si por Rose fuera, hubiera terminando definitivamente con Regulus Black ese día, ella en verdad estaba harta de su forma de ser tan despectiva, pero teniendo en cuenta su trato con Jane, lo perdonó. Para su suerte, Regulus parecía que en verdad si estaba intentando cambiar, cosa que la tranquilizo.

Una semana despues de lo sucedido en el campo, Rose recibió una carta el domingo por la tarde. Estaba confundida ya que no tenía el sello de Hogwarts o de la familia Black, pues con los únicos que se carteaba era con Dumbledore para las pociones del colegio y con Regulus cuando no podía verla debido a su trabajo y le mandaba al menos cinco cartas al día.

La sangre desapareció de su cuerpo cuando contemplo el sello de San Mungo en la carta y el nerviosismo la invadió. Respiró profundamente y con las manos temblorosas abrió la carta, comenzando a leer:

Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas

Estimada señorita Jamie Rose Potter.

Tenemos el placer de informarle que ha sido escogida para un puesto en el área de Daños provocados por Hechizos, por lo que se le solicita se presente el día de mañana Lunes a las seis de la mañana para iniciar su jornada en el cuarto piso. Por favor, observe la lista de la vestimenta aceptada para realizar su tarea.

Deseando que tenga un buen día, le envíanos una cordial saludo.

Atte

Margarett Willow

Bruja de Bienvenida

Cerro la carta con una enorme sonrisa en el rostro. Su suerte parecía estar cambiando, ¡al fin la aceptaban como pasante! Aquel domingo se dedico a elegir minuciosamente su guardarropa con una gran felicidad embriagando todo su cuerpo.

El día lunes, quince minutos antes de su hora de llegada, Rose apareció en el cuarto piso, donde trabajaría. Llevaba un pantalón azul oscuro de tiro alto y una camisa blanca de manga tres cuartos. Con su cabello negro peinado gracias a diez pociones alisadoras, se acercó sonriente hasta la recepcionista.

—Buen día, soy...

—la sanadora Jamie Rose Potter, sí, ha llegado temprano.—dijo la recepcionista.

—Solo Rose, por favor.—sonrió ella— no quería llegar tarde a mi primer día como pasante.

—¿Pasante? ¿Quién le dijo que sería pasante?—cuestionó bruscamente enarcando una ceja y la sonrisa de Rose desapareció.

—Oh...yo creí que...bueno, no importa en que trabajo menor me ponga, esta es una gran oportunidad para mí y...

—Sanadora Potter, —la interrumpió la mujer— usted es la nueva Sanadora en jefe del Área de Daños Provocados por Hechizos.

Las palabras de la recepcionista la impactaron y la siguió en silencio cuando la guio hasta su despacho. Entro al que sería su despacho en San Mungo, la recepcionista le dejó una lista de sus tareas del día, informándole que todos los días le daría una y se fue, dejándola sola.

Rose estaba muy confundida, San Mungo nunca la había aceptado ni siquiera como pasante ¿y ahora de pronto la convertían en jefa de área? El área de Daños Provocados por Hechizos era, con mucho, la más importante de todas las áreas.

Sin una respuesta concreta a su cuestión, Rose se dedicó a realizar su primer día como jefa Sanadora con mucho éxito, recibiendo elogios de los demás sanadores y enfermeras, quienes aunque en un principio la veían con recelo por ser una joven de diecisiete años, pronto la aceptaron sin reservas al ver su enorme conocimiento en magia curativa.

Su jornada terminó cerca de las diez de la noche y Rose nunca había estado más agotada, literalmente estuvo trabajando dieciséis horas seguidas y para este punto, consideraba que su glamour desapareció hace mucho.

De pronto, en su camino de salida, se detuvo abruptamente al ver frente a ella a su novio, Regulus Black, conversando animadamente con el hombre que había conocido hace unas horas como el director del hospital. Se acercó con sigilo y escucho al director decir:

—Su donación ha sido muy generosa, señor Black. Es usted muy amable.—afirmó el director.

—¿Donación?—cuestionó Rose en voz alta y se sonrojo cuando la voltearon a ver.—Lo lamento, no era mi intención escuchar, iba de salida y....

—No se preocupe, sanadora Potter, ¿Qué tal su primer día?—cuestionó el director y ella asintió. Regulus se acercó a ella y besó su frente.

—Hola, amor.—saludó Regulus con una sonrisa.

—¿Son pareja?—pregunto sorprendido el director.

—Así es.—afirmó Regulus con orgullo, Rose sonrió levemente.

—Ya veo.—asintió el director y sonrió a Rose.—Le estaba agradeciendo al señor Black por la enorme donación que hizo al área especializada en Elfos Domésticos. Es un área que abrimos hace poco, gracias a él ahora los elfos podrán gozar de ayuda medica gratuita.

—¿Hiciste eso?—pregunto Rose con una enorme sonrisa, completamente conmovida.

—Sí,—admitió ligeramente avergonzado— suena algo tonto pero...

—¡No es tonto!—exclamó Rose rapidamente.—Es muy dulce y amable de tu parte.

Feliz de ver que Rose estaba orgullosa de él, Regulus y ella se despidieron del director y salieron del Hospital San Mungo. Regulus la invitó a ir a su apartamento, pero como Blair estaba muy cansada, fueron mejor al apartamento de Rose, el cual Regulus nunca había visitado.

Despues de comprar algo de comida para cenar, ingresaron al apartamento de Rose, el cual, en opinión de Regulus, era bastante elegante y minimalista. En realidad, el apartamento de Rose no se sentía como un hogar, no tenía fotografías, plantas o algo que lo hiciera más hogareño, pero aún así se sentía la presencia de Rose, lo que hacía sentir cómodo a Regulus.

—¡Crookshanks! ¡Tico! ¡Llegue y traigo visita!—exclamó Rose al entrar.

Regulus contemplo como un perro Golden Retriever se acercó animadamente hasta Rose, saludándola alegremente y luego se acercó a él, olfateándolo para finalmente pararse en dos patas e intentar abrazarlo.

—El es Tico, es muy amable con todos.—presentó Rose con una sonrisa al ver que Regulus disfrutaba de acariciar al perro.

Entonces, Regulus escucho otros pasos y al girar el rostro, contempló en silencio como una bola de pelo color jengibre, grande, con piernas arqueadas, cola de cepillo de botella, ojos amarillos y cara aplastada.

Ante el asombro de Rose, este olió a Regulus y pronto se restregó contra las piernas de este con satisfacción, notablemente feliz con su presencia. Regulus lo cargo con una pequeña sonrisa mientras este se restregaba en su pecho.

—Que bonito, tienes un bebe tigre chato.—sonrió.

—Es un gato.

—Ah.

—....

—....

—¿Segura?

—Es mitad kneazle.—explicó.—en realidad me sorprendió que te aceptara, suele tardar mucho en querer a alguien. La última vez que acepto tan bien a alguien a la primera fue cuando conoció a Jane cuando teníamos once años.—comentó sorprendida.

—Nadie se resiste al encanto Black.—bromeó Regulus con una sonrisa de lado.

—Acomódate en la sala, Black, ire por unos platos.—dijo Rose con una sonrisa.

Dejando a Regulus acariciando a sus mascotas, Rose fue a su cocina donde tomó algunos platos para servir la comida que habían comprado. De pronto, un pensamiento invadió a Rose. ¿Podría haber sido las influencias de Regulus las que influyeron para que ingresara a San Mungo?

Su novio parecía ser muy amigo de el director del hospital, no sería demasiado raro que le pidiera un favor como ese. Con el ceño fruncido y un tanto indignada, fue hasta la sala donde dejó los platos y lo miro con las manos en la cadera.

—¿Qué ocurre?—pregunto Regulus al verla molesta.

—¿Utilizaste tus influencias para que me dieran ese puesto en San Mungo?—pregunto Rose con frialdad.

—Aunque me gustaría atribuirme el tema, no. No fui yo.—respondió Regulus con firmeza, acariciando a Crookshanks— Eres muy orgullosa a veces, cariño. Se que si lo hubiera hecho no te sentirías cómoda y pensarías que solo conseguiste la plaza con ayuda de externos, cosa que no tiene nada de malo, pero no fui yo.

—¿Cómo puedo estar segura de eso?—enarco una ceja y Regulus sonrió de lado.

—Cariño, si por mi fuera tu no trabajarías y pasarías todo el día conmigo, viajando y besándome.

—Tonto.—murmuró sonrojada y él rio.

Confiando en Regulus, Rose y el cenaron en tranquilidad mientras que ella pensaba que, si no había sido su novio, entonces ¿Cómo había conseguido el puesto en San Mungo?

A la mañana siguiente, al llegar a su despacho dejó su bolso y se colocó la bata. De pronto, contempló que en su escritorio había una caja mediana que al revisarla noto que se trataba de chocolates. Los más caros y elegantes que ella hubiera visto antes. Cuando abrió la nota que venía con ellos, se sorprendió.

Felicidades por tu nuevo puesto en San Mungo, considéralo un agradecimiento por salvarnos la vida. Bienvenida a nuestra familia, pequeña Rosie.

Lucius Malfoy

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