Corría el año de 1984, poco más de seis años habían pasado desde aquel primer día en Hogwarts para Rose Potter. Ahora, con diecisiete años y recién graduada de Hogwarts gracias a haberse adelantado un año, Rose consideraba que su vida estaba casi perfecta.

—Merlín, estoy exhausta.—comentó Jane dejándose caer en el sofá del departamento de Rose.

—Yo igual.—apoyó Rose sentándose a su lado.— Aunque no me quejo, ir de compras a París, Italia y Roma nunca significará un problema para mi.—bromeó y ambas rieron.

—Hola, Tico. Hola, Crookshanks.—saludó Jane a las mascotas de Rose, quienes se acercaron a saludarla.

El departamento de Rose era gran y espacioso, quizá lo único molesto es que estaba ubicado en Londres Muggle, pero solo así Rose pudo comprar un lugar para vivir tan grande y lujoso como ese, pues su oro valía más en dinero muggle y aunque sus padres le habían dejado una cuantiosa fortuna, la mitad de eso pertenecía a James.

—¿Qué ha pasado con San Mungo? ¿Te aceptaron?—pregunto Jane con curiosidad y Rose suspiro pesadamente, negando con la cabeza. —¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!—cuestiono molesta, cruzándose de brazos.

—No tengo experiencia.—respondió con sequedad.

—¿Y como pretenden que tengas experiencia si no te dejan entrar? Más aparte, no hay nadie que sepa tanto de Medimagia como tú. ¡Por Merlín! ¡Incluso tienes una carta de recomendación de Dumbledore!—exclamó Jane indignada y Rose se encogió de hombros con tristeza.

—Ya no importa. Iré por algo de vino, ¿quieres?—ofreció Rose.

—Por favor.—dijo Jane.

Mientras Rose se internaba en la cocina para pedirle a Silly, su amada elfina, las copas con vino, Jane contempló unas revistas sobre la mesa del centro, las cuales estaban amarradas con un hilo, demostrando que era la correspondencia semanal de Rose.

Curiosa, quito el hilo y comenzó a hojear las diversas revistas y periódicos hasta que de pronto, la portada de la revista Corazón de bruja llamó su atención. Mientras veía la portada, su cerebro maquinaba una alocada pero muy ventajosa idea.

Rose regreso con ambas copas y dejó una frente a Jane, quien continuaba viendo la portada de la revista. Confundida, Rose estaba a punto de preguntarle si pasaba algo cuando Jane pregunto:

—¿Porqué no vamos esta noche a St Claire?

—¿St Claire? ¿Para qué?—pregunto Rose confundida.

—Ya sabes, para pasar el rato.—dijo Jane con una enorme sonrisa.

La joven Potter la miro con escepticismo. Conocía demasiado bien a Jane como para saber que no era una simple salida solo porque sí, pero teniendo en cuenta que estaba desempleada y no tenía nada que hacer, asintió y comenzaron a arreglarse.

St Claire era el lugar más exclusivo y lujoso de todo Londres mágico. Se trataba de un restaurante bar que por las noches se convertía en el mejor club nocturno de todos. Solo se podía ingresar si pertenecías a la elite mágica o si habías podido pagar una reservación, pero incluso si tenías el dinero, era toda una odisea conseguir reservación ahí.

Para ventaja de Rose, aunque ni ella ni Jane pertenecieran a la elite mágica, su querida amiga era muy amiga de los dueños, quienes habían declarado a los trabajadores de St Claire que Jane Yaxley siempre podía tener una mesa disponible.

Jane se vistió con un precioso vestido dorado ceñido que cubría uno de sus hombros al completo y dejaba desnudo el otro, así como también presentaba un profundo escote en la espalda, acompañado de unos tacones plateados. Rose, por otro lado, se colocó un vestido verde esmeralda con manga tres cuartos, ceñido al cuerpo y bastante corto, acompañado de unos tacones negros. Ambas con el cabello recogido.

Al llegar a St Claire, el recepcionista las dejó pasar con una sonrisa coqueta. Una vez dentro, un mesero se les acercó.

—Señorita Yaxley, señorita Potter, un placer volver a verlas.—saludó amablemente.

—Buenas noches, Stefan.—saludó Rose amablemente.

—Hola de nuevo, Stefan.—saludó Jane mirando alrededor.—Evento importante, ¿eh?—dijo viendo como todo el primer piso estaba decorado y lleno de gente muy importante.

—Sí, así es, ¿gustan una mesa en la planta alta o en el segundo piso?—pregunto amablemente.

—Segundo piso.—respondió Jane.

Conforme se acercaban a su mesa, Rose tenía el presentimiento de que haber ido precisamente esa noche a St Claire no era una mera coincidencia. Se sentaron en una mesa que quedaba a lado del campo de protección invisible que las protegía de no caer al primer piso.

El mesero les dejó la carta y mientras ambas buscaban que pedirían, Rose levanto la mirada un momento. Su vista cayó en la esquina del primer piso, donde se estaba llevando a cabo aquel evento importante y casi se atraganta con su propia saliva al notar que el que estaba en esa esquina era nada más y nada menos que Severus Snape.

Inmediatamente giro el rostro hacia Jane, quien bebía agua de su copa con fingido aire inocente, a lo que ella frunció el ceño. El profesor Severus Snape había sido su maestro de pociones desde su segundo año hasta sexto, donde el profesor Slughorn regresó de un largo viaje. Lo más memorable de sus años en Hogwarts teniendo a Severus Snape como maestro, era la cantidad de veces que Jane se le insinuó. Rose estaba segura de que si el profesor no sucumbió a Jane fue simplemente porque sabía que era menor y su alumna.

—Jane, ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿En serio viniste por el profesor Snape?—pregunto Rose con el ceño fruncido.

—No se de que me hablas.—sonrió Jane.

—Ni si di qui mi hiblis—remedó Rose— a otro perro con ese hueso. Jane, esto es una tontería.

—No es una tontería y deja de usar proverbios muggles.—reclamó Jane.— Escucha, hay tres posibles escenarios: que nos vea y se acerque; que nos vea y solo salude desde lejos y vuelva a lo suyo; y que simplemente no nos vea. Vale la pena intentarlo.

—En cada cosa que me metes.—murmuró Rose.

Para desgracia de Rose, el profesor Snape alcanzó a verla cuando estaba colgando su chaqueta en la silla. La saludo desde lejos con la mano y ella sonrió levemente. A lado del profesor Snape estaban un hombre alto, de cabello negro rizado y ojos grises, era sumamente atractivo.

—¿Qué tal? Esto esta saliendo mejor de lo que esperaba.—dijo Jane saludando a Severus con la mano, pues este caminaba hacia ellas junto al otro hombre.

—Buenas noches, Rose, Jane.

—Buenas noches, profesor Snape, señor.—saludó Rose educadamente.

—Buenas noches—saludó Jane con una sonrisa coqueta a ambos varones.

—Rose, no soy más tu profesor, puedes llamarme Severus.

—De acuerdo...Severus.

Un silencio se instalo entre los presentes mientras que Severus y Rose se miraban inexpresivos con sonrisas tensas en el rostro.

—Eso fue raro.—dijo Severus.

—Y mucho.—concordó Rose.

—Pues yo no tengo problema en llamarte Severus.—sonrió Jane.

—Nunca has tenido problemas con eso, Jane.—ironizó Severus y señalo a la persona a su lado.— El es Regulus, mi mejor amigo. Reg, ellas son Jane y Rose.

—Un placer, señoritas.—saludó Regulus.

—Mucho gusto.—dijo Rose sonriendo amablemente.

—Sí, mucho gusto.—dijo Jane.

El mesero sirvió sus platillos y ambos varones decidieron acompañarlas a cenar. Era notoria la atracción entre Jane y Severus, quienes aunque parecían llevarse de manera un poco tosca, tenían una alta tensión sexual. Al final, en cuanto terminaron de cenar, pidieron la cuenta y todos se levantaron de la mesa.

—Sev y yo nos iremos por nuestro lado.—informó Jane con una sonrisa de lado, aferrándose al brazo del nombrado, a quien miro con coquetería.— ¿A que sí?

—Si eso deseas.—respondió él.

—No se vayan a perder.—bromeó Regulus con voz ronca y Severus rio.

—Adiós, chicos.—se despidió Jane, guiñándoles un ojo.

En cuanto Severus y Jane se desaparecieron, Regulus y Rose se quedaron solos. La joven Potter tomó su bolso y se lo colgó en el hombro con tranquilidad y le sonrió ligeramente a Regulus.

—Que casualidad que estuvieran aquí esta noche, ¿cierto?—dijo Regulus con una ceja arqueada.

—¿Casualidad? No, lo dudo. Jane debía saber que hoy estaría Severus aquí y por eso vino, ha estado detrás de él desde más tiempo del que puedo recordar.—respondió Rose a su insinuación.

—¿No se enojara de que estés desvelando sus secretos amorosos?

—No, no cuando es una verdad muy conocida y se lo manifestó a Severus durante una clase frente a todos en quinto grado.—se burló y ambos rieron ligeramente.

—Entonces supongo que el destino confabula a su favor.—comentó Regulus y Rose hizo un tono de divertido desdén.— ¿No crees en el destino?

—El destino es para los perdedores. —replicó Rose con firmeza.— Es solo una excusa estúpida para esperar que las cosas sucedan en lugar de hacer que sucedan. Jane quiere estar con Severus y pondrá todo de su parte para que suceda, claro, siempre dentro de los limites de la ley y la cordura.

—¿Y tú, Rose?—pregunto Regulus y ella lo miro confundida— ¿Tú que quieres?

—Lo que quiero...—dijo con una sonrisa llena de seguridad.— es convertirme en una mujer poderosa.

—Creo que ya lo eres.—dijo Regulus.

—No.—negó con la cabeza.—aún hay terreno por recorrer, pero cada vez estoy más cerca. Ahora, si me disculpas, debo irme a mi casa ya que mi amiga me abandonó por un hombre.

—Te acompaño.—se ofreció Regulus de inmediato.

—No, gracias.—respondió Rose con una sonrisa.— No suelo dejarme acompañar por hombres que recién conozco, arruinaría mi reputación. Nos vemos, Regulus.

—Hasta pronto, Rose.

La joven se alejó caminando hacia la salida del local, siendo observada fijamente por Regulus, quien acepto seriamente que jamás había conocido una muchacha más hermosa y atrayente que Rose...Rose...

—No se su apellido.—murmuró Regulus cayendo en cuenta y se encogió de hombros.—luego se lo pregunto a Severus, dudo que sea una sangre sucia, aunque con él nunca se sabe.

Y mientras que Regulus no sabía que había conocido a la hermana menor del mejor amigo de su rechazado hermano mayor, Rose tampoco sabía que acababa de conocer al, según anunció la revista corazón de bruja en su portada, recién nombrado Heredero de la Noble y Ancestral Casa de los Black.